Corriendo por el parque
cerca de su casa, Iván
iba pensando: - “¿Por
qué no traigo a um amigo
para que me haga
compañía?
¡Todos ellos me evitan
y, cuando estoy cerca,
se alejan de mí! ¡¿Por
qué, Señor?!... ¡¿Por
qué?!”...
¡Y de ese modo, Iván se
ponía cada vez más
triste y fastidiado! En
sus oraciones, el niño
pedía a Jesús que lo
ayudara mandándole un
amigo, alguien con quien
pudiera conversar,
compartir sus juguetes y
pasear, como él hacía
ahora.
En ese momento, Iván vio
a un niño que parecía
tener su edad, viniendo
en sentido contrario; el
niño sonreía e Iván le
devolvió la sonrisa,
contento. Y cuando el
niño pasó cerca de él,
le dijo:
- ¡Hola! ¡Veo que tienes
una bicicleta igual a la
mía!
Entonces Iván se acercó
lleno de alegría:
- ¡Es verdad! ¡Me la
regaló mi papá por mi
cumpleaños hace tres
años! Trato de cuidarla
bien para que sea mi
compañera por mucho
tempo. Mi nombre es
Iván. ¿Y el tuyo?
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El otro detuvo la
bicicleta y se presentó
también:
- Yo soy Mauricio.
¿Vives cerca de aquí,
Iván?
- Sí. Nuestra casa queda
del otro lado del
parque. Ya que estamos
solos, ¿vamos a pedalear
juntos?
Alegres, se pusieron a
pasear mientras
conversaban. Así, Iván
se enteró que Mauricio
había perdido a su
hermano menor y se puso
triste por él,
reflexionando:
- ¡Pero nadie muere,
Mauricio! Todos seguimos
viviendo en una nueva
realidad. Tu hermanito
también continúa más
vivo que nunca y como
siempre fue.
El otro miró a Iván,
sorprendido por aquellas
palabras:
- ¿En serio? Sé que mi
hermano está vivo, pero
con otros niños, ¡y no
puede salir del lugar
donde está!
- ¿Cómo así, Mauricio?
¿Quieres decir que Dios,
Nuestro Padre, ha creado
Espíritus para que
permanezcan siempre en
la misma condición y
lugar?
- Bueno, es lo que mis
papás me dijeron – dijo
Mauricio.
Cuando pasaron por la
casa de Mauricio, él
invitó a su nuevo amigo
a conocer a su familia:
sus papás y su hermana
mayor.
Iván aceptó con gusto.
Mauricio abrió la puerta
y ellos llevaron las
bicicletas al garaje.
Después tomaron el
elevador y fueron hasta
el apartamento de
Mauricio.
Su mamá vino de la
cocina secándose las
manos en el delantal:
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- ¡Hola! ¡Veo que
hiciste un nuevo amigo!
- Sí, mamá. Iván vive al
otro lado del parque y
nos quedamos paseando en
bicicleta juntos.
- ¡Qué bueno! ¡Me alegro
que hayas conseguido un
amigo, Mauricio! Después
de todo, necesitas
olvidarte de tu hermano
que partió.
- ¡Yo sé eso, mamá!
¡Pero no consigo
liberarme de
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él!...
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Entonces Iván sonrió y
preguntó:
- ¿O será que él no
puede liberarse de ti?
¡Después de todo, hace
más de cinco años que
Bob partió y tú aún
sigues pegado a él!
En ese momento, Mauricio
dijo:
- ¡¿Cómo sabes el nombre
de mi hermanito que
murió?!... ¡Yo nunca te
dije su nombre!
E Iván explicó, con
sinceridad:
- Es que, a veces, veo
Espíritus que ya
partieron al Mundo
Espiritual. ¡Hoy sucedió
eso de nuevo!
- ¡¿Quieres decir que
viste a mi
hermanito?!... – exclamó
Mauricio.
- ¡Sí!... Veo a un niño
de seis años,
aproximadamente, y que
tiene el cabello claro
rizado, tiene una mancha
marrón en la piel, lo
que hace fácil
reconocerlo. ¡Está junto
a un señor que viste un
terno a cuadros marrón y
está muy feliz y
sonriente! Ah, también
veo a una señora de
cabello blanco, una
dulce sonrisa y ojos
azules; ¡se llama
Julieta y que es la
abuela de ustedes,
Mauricio!
Con las lágrimas en los
ojos, Mauricio sonrió y
miró a sus papás, que
estaban emocionados y
muy felices con las
palabras de Iván.
La mamá preguntó:
- Iván, ¡aún eres tan
pequeño! ¿Cómo puedes
ver a esas personas que
ya partieron con tanta
claridad?
Y el niño explicó:
- ¡No sé, tía Marlene!
¡Lo que sé es lo que
veo! ¡No es a cualquier
hora ni en cualquier
momento, pero cuando
veo, sé que es
importante decirlo, pues
eso va a alegrar a las
personas que están
sufriendo la pérdida de
alguien!
La mamá de Mauricio
dijo, acercándose:
- ¿Puedo darte un
abrazo, Iván? Me puse
realmente muy feliz al
escucharte hablar, pues
lo que dijiste es
verdad. ¡Gracias, hijo
mío! Me gustaría conocer
a tus papás, para tener
más información sobre
este asunto.
Iván les dio su
dirección y dijo:
- Ahora necesito irme,
pues mi mamá se preocupa
cuando me demoro mucho
en volver. Venga a mi
casa cuando quiera, tía
Marlene. ¡Mamá se pondrá
contenta!
Así, Iván se fue,
sabiendo que la mamá de
Mauricio iría a buscar a
sus papás para conversar
sobre ese asunto tan
importante y, al mismo
tiempo, tan desconocido
por las personas.
Sintiéndose feliz por
haber podido ayudar a
una familia, Iván
agradeció a Jesús a
través de una oración.
MEIMEI
Mensaje psicografiado
por Célia X. de Camargo
el 14/12/2015.
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