Paseando con su madre en
un hermoso bosque, el
pequeño Mario caminaba
sin mucho interés. La
madre, notándolo
callado, sin prestar
atención a la bella
Naturaleza, puso la mano
sobre su hombro y dijo:
- ¡Hijo, estamos en un
lugar tan bonito y tú no
ves nada, no prestas
atención a la
Naturaleza!
¡Mira qué lindo pájaro
está posado en ese
árbol! ¡Mira qué lindas
flores nacen de esa
planta!... ¡Mira! ¡Hasta
un sapo ha saltado,
seguramente buscando
comida!...
Pero el niño escuchaba a
su madrecita hablar con
el pensamiento a la
distancia, nada le
interesaba.
Entonces la madre le
preguntó:
- ¿Qué te pasa hoy,
Mario? Nada te que
interesa o te llama la
atención.
El pequeño respiró
profundo y explicó:
- Es que estoy
preocupado, mamá. Las
clases van a volver a
empezar y tengo miedo de
no poder mantenerme al
día con mis compañeros,
de aprender cosas
nuevas, ¿entiendes?
La madre sonrió ante la
preocupación del niño
que demostraba
inseguridad por la
situación nueva que iba
a enfrentar, y llena de
cariño, le dijo:
- ¡Ah, hijo mío! Pero la
vida está llena de
situaciones como ésta
que vas a enfrentar.
¡Con el tiempo te darás
cuenta de que todo en la
vida es novedad, es
aprendizaje! Y son
precisamente situaciones
como esas las que nos
hacen aprender, crecer.
De lo contrario, la vida
sería igual, sin las
experiencias nuevas que
nos traen nuevos
conocimientos.
En este momento la
madre, buscando algo que
pudiera servir de
ejemplo para su hijo,
escuchó el ruido de un
pequeño arroyo que
corría a la derecha de
donde estaban, y dijo:
- ¡Mario, escucha!...
Aquí cerca hay un
arroyo, hijo mío.
¿Vamos a ver si lo
encontramos?
Y caminó con el pequeño
por el bosque y, siempre
atentos al ruido del
agua, llegaron al
arroyo. ¡A él le
encantó! Se quitó los
zapatos y se sentó a la
orilla, mojando sus pies
em aquella agua fresca.
- ¡Qué delicia, madre!
Aquí el arroyo hizo un
pequeño estanque.
¿Puedo entrar en él?
La madre estuvo de
acuerdo y el muchacho
entró en el agua,
jugando alegremente.
Golpeaba las manos, los
pies, y se divirtió
bastante. Cuando la
madre notó que ya estaba
cansando de ese juego,
preguntó:
- ¿Por qué crees que el
arroyo es más profundo
aquí en este tramo,
hijo?
- ¡No sé, mamá! -
respondió sorprendido.
- Presta atención. ¿Qué
pasó para que el arroyo
creciera?
¡El niño miró a su
alrededor y vio, un poco
más abajo, una gran
piedra que impedía que
el agua pasara! ¡Pero,
exactamente en este
lugar, la corriente
había crecido! Entonces
sonrió feliz al ver que
había descubierto el
misterio:
- Mamá, es porque esa
piedra enorme estaba
impidiendo el paso del
agua. Pero el arroyo fue
inteligente: dejó que el
agua
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aumentara,
aumentara,
aumentara... ¡y
cuando logró
sobrepasar a la
piedra, el
arroyo siguió
feliz...! |
La madre sonrió,
satisfecha:
- Felicidades, hijo mío.
Descubriste el misterio.
El arroyo, a través de
su crecimiento interior,
superó un gran
obstáculo. Fue
inteligente, ¿verdad?
El chico movió la
cabeza, asintiendo con
los ojos muy abiertos, y
añadió:
- Y después, mamá,
siguió su curso del
mismo tamaño. ¡Quiere
decir, sólo en el
momento de la necesidad,
creció para superar el
obstáculo!
Aprovechando el momento,
ella asintió y dijo:
- Eso mismo. La
Naturaleza es sabia,
hijo mío. Si miras a tu
alrededor, te darás
cuenta de otros ejemplos
de la "inteligencia" de
la Naturaleza.
¡Observa bien!
Ahora más interesado,
Mario miró a su
alrededor hasta que notó
que una planta, naciendo
debajo de una roca a la
orilla del arroyo, se
esforzó y luchó, ¡hasta
que logró salir debajo
de la piedra,
satisfecha! ¡Todavía era
débil, pero había
ganado!
La madre sonrió al ver a
su hijo descubrir los
esfuerzos de esa pequeña
planta.
- Tienes razón, hijo,
ella fue valiente. ¿Ves
alguna otra cosa
interesante?
Él miró a su alrededor,
luego levantó la cabeza
y mirando hacia arriba,
buscando algo, hasta que
encontró:
- ¡Los pájaros, mamá!
¡Ellos hacen sus nidos
en lo alto de los
árboles para que los
animales no puedan
alcanzarlos!
- Perfecto, Mario.
¿Viste cómo la
Naturaleza es sabia? Ni
el arroyo, ni las
plantas, ni los pájaros
aprendieron cómo actuar
en una escuela, pero la
Naturaleza les enseñó a
defenderse para
preservar la vida.
- Es lindo, mamá. Sabes,
creo que ya no voy a
tener miedo de
enfrentarme a esta nueva
clase porque voy a
aprender mucho este año,
¿verdad?
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La madrecita abrazó a su
hijo, feliz:
- Así es, hijo mío. La
Naturaleza preserva las
plantas, los animales,
los pájaros y todo lo
que existe en ella a
través de la escuela de
la experiencia; todo lo
que existe aprende por
error y acierto. Pero
nosotros, los seres
humanos, aprendemos
también a través de las
escuelas, cuyos
profesores, que tienen
más experiencia nos
enseñan lo que saben.
Mario volvió a casa
feliz. Cuando llegó el
momento de ir a la
escuela, se despertó muy
temprano, se puso el
uniforme, tomó la
mochila y, después de
comer bien, salió
despidiéndose de su
madre que lo había
acompañado hasta la
puerta, deseándole un
buen día de clases.
MEIMEI
(Mensaje psicografiado
por Célia X. de Camargo,
el 15/02/2016.)
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