Cierta vez, María
comenzó a mostrarse
descontenta con la vida.
Para ella todo era malo,
nada de lo que tenía le
gustaba. La mamá,
dándose cuenta del
comportamiento de su
hija, se preocupó.
 |
Un día, María se quejaba
de su condición,
afirmando que no tenía
nada y quería ser como
sus amigos que tenían
todo lo que deseaban.
Con mucha paciencia, la
mamá la llamó para dar
un paseo, ya que la hija
se quejaba de quedarse
siempre en casa. Ella
aceptó de mala voluntad,
porque ese día estaba
particularmente
malhumorada.
María y su mamá
caminaron por el barrio,
compraron un helado y se
acomodaron en un banco
de la plaza a la sombra
de un bello árbol.
Mientras comían el
helado, la mamá
preguntó:
|
- María, ¿por qué estás
tan contrariada
últimamente? ¡Nosotros
te damos de todo, hija!
¿El problema es el
colegio? Te veo siempre
enojada, reclamando, y
no lo entiendo porque no
te falta nada. ¿Qué está
pasando contigo? |
La niña dio una lamida
al helado y después
suspiró:
- Mamá, mis amigos
tienen todo. Sólo yo
vivo necesitando que me
den lo que deseo. ¡Tengo
amigas que siempre
tienen ropa y zapatillas
nuevas, juguetes nuevos!
En la clase sólo yo uso
ropa, zapatillas y
juguetes viejos.
¡No es justo!...
La mamá pensó un poco y
después preguntó:
- ¿Estás segura de eso,
hija? ¡No creo que
“toda” tu clase tenga
sólo cosas nuevas!
Tienes compañeros
pobres, otros son hijos
de papás que trabajan
mucho y, ciertamente, no
pueden dar lujos a sus
hijos. Eso que tú estás
sintiendo se llama
envidia y es muy feo.
- ¿Mamá, estás dudando
de mí? – preguntó la
pequeña, levantando la
voz, enojada.
- No, hija. Pero conozco
a las personas mejor que
tú, y me doy cuenta que
hay alumnos en tu clase
con muchas dificultades;
los veo con zapatos
viejos, pero limpios;
con uniformes en mal
estado pero bien
planchados. En cuanto a
los juguetes, no puedo
decirte, porque ¡nunca
vi a esos alumnos con
juguetes en el colegio!
En ese momento, pasó
cerca de ellas uno de
los niños, compañero de
María, y su mamá sonrió
al niño.
- ¡Hola, Lucas! ¿Todo
bien?
- Todo bien, doña Vera.
¿Están descansando un
poco?
- Aprovechamos la bella
sombra de este lindo
árbol. Sientate aquí con
nosotros, Lucas.
- Solo un momento, doña
Vera. Tengo que llevar
un recado a mi mamá.
Ella lava ropa para un
señor que necesita
viajar y pidió que tenga
su ropa lista lo más
rápido posible.
Entonces, voy a sentarme
solo un momentito. ¡Así,
mientras converso,
aprovecho para
descansar!
La mamá miró a su hija,
quien tenía los ojos
abiertos del espanto:
- ¿Tu mamá lava ropa
para otras familias?
- Sí, María. Y ella lava
muy bien, a todos les
gusta su servicio. Yo lo
sé, porque entrego la
ropa lista y veo los
elogios de los clientes
al darle las gracias. Si
lo necesitan, sólo
hablen conmigo y yo paso
por su casa, recojo la
ropa sucia y después ¡la
entrego limpia y oliendo
rico!
María bajó la cabeza,
sin saber qué decir. Su
mamá sonrió y agradeció
al niño:
- Lucas, voy a aceptar
tu oferta. ¿No será muy
pesado para ti?
- Al contrario, mientras
más trabajo, más ayudo a
mi mamá. Además, tengo
un carrito donde llevo
la ropa. Mi papá
falleció en un accidente
cuando yo tenía dos
años. Por eso, yo ayudo
a mi mamá; tengo un
hermano menor que está
enfermo y necesita
atención.
María, al oír las
palabras de su
compañero, sintió ganas
de llorar. En verdad,
ella no imaginaba que
alguien tuviera tantos
problemas en la vida.
Entonces preguntó:
- ¡Lucas, tu siempre
pareces tan feliz,
contento con la vida!...
¿Cómo puedes?
 |
El niño sonrió hacia
ella, explicando:
- Descubrí, María, que
las tristezas no nos
ayudan en nada. Aprendí
con mi mamá que lo mejor
es estar siempre alegres
con todo. ¡Nuestra vida
podría ser mucho peor!
¡Mira a nuestra
compañera Paula, por
ejemplo!
- ¿Qué tiene ella? –
preguntó María, curiosa.
- Paula tiene tres
hermanos menores que
ella. Dos nacieron con
un problema en el
corazón, que es de
familia. El otro se cayó
de un árbol y se rompió
la pierna. Como la mamá
pudio hacer que lo
atiendan recién unas
horas después, él
terminó con un problema
y no camina bien.
Entonces, paula es
|
quien ayuda a su
mamá cuidando a
sus tres
hermanitos para
que ella pueda
trabajar,
ayudando a su
papá con los
gastos de la
casa. |
- ¡Nunca lo imaginé,
Lucas! ¡Ella siempre me
pareció que estaba tan
bien!...
- María, es que vivir
llorando y reclamando a
la vida no resuelve
nuestros problemas. Lo
que ayuda es la actitud
para mejorar la
situación. Y la alegría
es un gran remedio que
Dios nos concede para
que podamos vencer las
dificultades con amor.
- ¿Alegría? ¡Pero tu
vida es tan difícil,
Lucas! – replicó María.
- Pero si yo viviera
llorando por las
esquinas, no ayudaría a
resolver nuestros
problemas en casa. Todos
nos quedaríamos tristes
sin mejorar la
situación. ¡Sólo el amor
y la alegría nos
ayudarán, manteniendo el
pensamiento elevado y
confiando en Jesús!
María le dio un abrazo
bien fuerte a su
compañero, y su mamá los
abrazó a los dos,
contenta.
- Lucas, a partir de
hoy, estoy a tu
disposición para lo que
necesites, ya para
ayudar a tu mamá o a
cualquier familia con
dificultades. Y estoy
segura de que a mi mamá
también le gustará
ayudar, ¿verdad, mamá? –
propuso María, decidida.
Lucas sonrió, contento
con la nueva disposición
de María de ayudar al
prójimo.
MEIMEI
(Mensaje psicografiado
por Célia X. de Camargo,
el 4/4/2016.)
|