Marcos era un niño de
nueve años de edad que
vivía insatisfecho de la
vida.
Nunca estaba contento
con nada. Se quejaba por
todo y la mamá se
preocupaba por su hijo.
Un
día estaba lloviendo
mucho y el niño miraba
por la ventana la lluvia
que caía y cuyas gotas
se deslizaban por el
vidrio.
Enojado, reclamó:
- ¡Qué rabia! ¡Esa
lluvia no terminará
nunca! ¡Y yo me quedaré
encerrado en casa sin
hacer nada!... Qué
fastidio.
La madre, que escuchaba
de cerca la queja del
niño, respondió con una
animada sonrisa:
- ¡Debemos recordar,
hijo mío, que la lluvia
es una bendición de Dios
que ayuda a los cultivos
para que nos falte
comida para toda la
población y los
animales! ¿No te parece
|
|
importante? Si
las plantas no
crecieran, ¿qué
comeríamos? |
- Sí, pensándolo bien,
mamá, la lluvia tiene su
lado bueno, pero no se
puede hacer nada.
- ¡Claro que puedes
hacer, Marcos! ¡Me
encanta los días de
lluvia!
¿Sabes por
qué?
El chico negó con la
cabeza, y ella explicó:
- ¡Porque creo que es
genial cuando llueve y
podemos quedarnos en
casa leyendo un libro de
cuentos o viendo una
buena película! Y todo
eso comiendo palomitas
de maíz y bebiendo
lechecita caliente. Y
hay otras cosas que
también podemos hacer,
es solo usar la
imaginación.
- Sí... Pensando así,
parece que el día no
está del todo perdido.
Puedo jugar dentro de la
casa, tomar un juego
interesante o ver una
película en la
televisión, o... – y
Marcos enumeró una serie
de cosas que podría
hacer sin salir de casa.
Y la mamá siguió
hablando:
|
Así es, hijo mío.
Entonces, ¿vamos a
aprovechar nuestro día
de lluvia?
- ¡Vamos, mamá!
Se entretuvieron todo el
día con libros,
películas e incluso
juegos. Después, al
final de la tarde, paró
de llover y Marcos se
quejó de nuevo, yendo al
jardín:
- ¡Vaya, qué calor! ¡Con
un sol fuerte como
|
este, no se
puede ni jugar!
¡Rayos, qué
fastidio!... |
La madre nuevamente
sonrió y le dijo:
- ¡Marcos, si no
tuviéramos el calor del
sol después de la
lluvia, las plantitas no
podrían crecer y
madurar, para ser
cosechadas y llevadas a
la mesa de la gente!
¿Cómo podrías saborear
las frutas que tanto te
gustan?
-¡Ah, mamá!
Tú tienes una respuesta
para todo. En verdad, el
sol es importante, pero
sin exagerar, ¿no crees?
¿Recuerdas cómo terminé
todo quemado en la
playa?
- Sí me acuerdo, Marcos,
pero tú exageraste.
Cuando el sol está
fuerte, tenemos que
tener cuidado y
evitarlo, porque puede
causar quemaduras.
El niño tenía la cabeza
aturdida con tantos
pensamientos y
respondió:
- ¡Ah, mamá, así me
dejas confundido y sin
saber qué es mejor, cómo
actuar!...
La madre sonrió y
explicó, ante la
expresión confundida del
niño:
- Hijo, la verdad es que
Dios siempre sabe lo que
hace. ¡Necesitamos de la
lluvia y del sol por
igual! ¿Ya pensaste si
todo el día lloviera? ¿O
si todo el día fuera
soleado?
El niño puso la mano en
la cabeza, pensando en
ello, y abrió los ojos,
diciendo:
- ¡Sería un fastidio!
- ¡Más que eso, sería
una tragedia! – dijo la
mamá, coincidiendo -
¡Por eso, Marcos,
tenemos que agradecer a
Dios, que hizo
diferentes todas las
estaciones del año! ¡Al
inicio del año es
verano, después en marzo
viene el otoño, en junio
llega el invierno, en
setiembre la primavera,
en diciembre es verano,
y en marzo empieza todo
de nuevo! ¡Así, no hay
tiempo para quejarse de
ninguna estación!
- ¡Qué bello, mamá!
¡Nunca había pensado en
eso! Dios es creativo,
¿verdad?
- Sí, Marcos. ¡Dios, que
es nuestro Padre y
Creador del Universo,
sabe lo que hace!
- Mamá, nunca pensé que
todo funcionara tan bien
así. ¡Cuando haga una
oración, voy a agradecer
a Dios por su sabiduría
y felicitar a Nuestro
Padre del Cielo!
MEIMEI
(Recibida por Célia
Xavier de Camargo, em
Rolândia, 09/05/2016.)
|