Cuidados
paliativos:
refrigerio y
amor
Todo dolor tiene
su causa. A
veces, ésta se
encuentra en el
presente, otras
veces se
encuentra en el
pasado. Algunas
enfermedades
pueden ser
curadas con la
reflexión, la
reforma íntima y
la
identificación
del sentimiento
en
desequilibrio;
otras pueden ser
curadas por
medio de
factores
desconocidos,
sin tan claras
razones
específicas, a
nuestra
limitación y hay
otras aún que
perduran sin
previsión de
cura; mientras
tanto, de una
manera
inexplicable y
bendita, ellas
objetivan labrar
el Espíritu de
quien pasa por
la ocurrencia y
sus compañeros
del momento.
Siempre habrá
una razón. No
obstante, dolor,
de cualquier
manera, es
dolor… Y, en
este caso,
acompañar la
aflicción
continua de un
pariente o de un
amigo es, sin
duda, también
sufrimiento.
Pero, si mismo
delante de una
ocurrencia
penosa siempre
habrá la luz de
algo suave y
esperanzado, los
cuidados
paliativos dan
un poco de
aliento y
amenizan los
dolores de los
que pasan por
enfermedades
progresivas o
incurables,
mejorando la
calidad de vida,
previniendo y
aliviando el
sufrimiento, no
sólo de los
enfermos como de
los parientes,
amigos y
cuidadores.
El Departamento
de Cuidadores
Paliativos de la
Asociación
Médico Espírita
de Brasil
elaboró una
cartilla con la
finalidad de
traer
informaciones
sobre el asunto
a los
interesados.
Todo se puede de
alguna manera
mejorar o
amenizar, pues
hay personas, en
todos los
sectores,
dedicadas al –
aún que limitado
– bienestar del
prójimo.
Los beneficios
con esos
cuidados son muy
importantes,
pues los
portadores de
enfermedades
amenazadoras de
la vida pueden
vivir por mucho
más tiempo y con
menos ingreso en
hospitales,
presentar mejor
control de los
síntomas físicos
y emocionales,
mayor bienestar
espiritual y
mejor calidad de
vida. Tales
cuidados son
imprescindibles
para calmar el
sufrimiento de
cerca de 40
millones de
personas entre
niños, adultos y
ancianos –
éstos, el mayor
número en todo
el mundo –,
dándoles más
confort y
dignidad.
En ese sentido,
la
Espiritualidad y
la Doctrina
Espírita mucho
pueden
contribuir, pues
la creencia en
la continuidad
de la vida y el
entendimiento de
que existe una
razón para todo
acontecimiento
confortan los
corazones. Cada
persona tiene,
sin embargo, su
propia creencia
y de manera
ninguna debemos
imponer la
doctrina que
profesamos a los
que poseen una
creencia
distinta de la
enseñada por el
Espiritismo,
pues hay tiempo
para todo, como
presenta el
Libro de
Eclesiastés,
3:2:
“Todo tiene su
tiempo
determinado, y
hay tiempo para
todo propósito
bajo el cielo.”
Luego, si hay
tiempo para
todo, hay que
fortalecernos en
la fe a fin de
que los días más
difíciles sean
aceptos como
nobles lecciones
de la vida y que
puedan los
enfermos ser
cuidados por
personas
amorosas,
dedicadas,
aprendiendo con
la experiencia
vivenciada, pues
el cuerpo
perece, pero el
Espíritu es
pájaro de la
eternidad y, por
ser pájaro
eterno, la Ley
que rige la vida
le trae el
abrazo
consolador,
pleno de
esperanza,
paciencia,
resignación, así
como respuestas
para tantas
cuestiones que,
en el momento,
parecen
insolubles.
Aprendemos con
la Doctrina
Espírita que
nada en la vida
ocurre por
casualidad y que
las personas
nunca están
unidas por lazos
equivocados.
Todos estamos en
el lugar cierto
y con quien
debemos estar,
pero siempre
podemos
mejorarnos y
perfeccionar la
caminata
observando
también la
vivencia del
prójimo.
Cada existencia
es un soplo
delante de la
eternidad; la
destinación del
Espíritu es la
evolución en la
línea del
tiempo. Mientras
tanto, cuando
encarnados, el
cuerpo físico es
un notable
laboratorio
cuyas
experiencias, en
gran parte,
aunque
desdichadas, son
absolutamente
necesarias al
nuestro
progreso.
Tenemos un Padre
Bondadoso y
Omnipotente que
nos alivia por
amor, muchas
veces por medio
de los cuidados
paliativos, para
acordarnos
siempre de que
la muerte y el
sufrimiento son
procesos
naturales de la
vida para la
renovación del
espíritu.
La vida,
entonces,
conquista,
delante de
nuestros
sencillos ojos,
a cada nuevo
amanecer, a su
incomparable
condición de la
más noble
creación de
Dios. Y, poco a
poco, la
centella divina
que existe en
nosotros
despierta para
esa bendita
creación, ora en
lugar de
enfermo, ora en
lugar de persona
que ampara, una
vez que estamos
todos en el
camino que nos
llevará un día a
la perfección.
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