WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Editorial Português   Inglês    
Año 10 - N° 473 - 10 de Julio de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Cuidados paliativos:
refrigerio y amor


Todo dolor tiene su causa. A veces, ésta se encuentra en el presente, otras veces se encuentra en el pasado. Algunas enfermedades pueden ser curadas con la reflexión, la reforma íntima y la identificación del sentimiento en desequilibrio; otras pueden ser curadas por medio de factores desconocidos, sin tan claras razones específicas, a nuestra limitación y hay otras aún que perduran sin previsión de cura; mientras tanto, de una manera inexplicable y bendita, ellas objetivan labrar el Espíritu de quien pasa por la ocurrencia y sus compañeros del momento. Siempre habrá una razón. No obstante, dolor, de cualquier manera, es dolor… Y, en este caso, acompañar la aflicción continua de un pariente o de un amigo es, sin duda, también sufrimiento.

Pero, si mismo delante de una ocurrencia penosa siempre habrá la luz de algo suave y esperanzado, los cuidados paliativos dan un poco de aliento y amenizan los dolores de los que pasan por enfermedades progresivas o incurables, mejorando la calidad de vida, previniendo y aliviando el sufrimiento, no sólo de los enfermos como de los parientes, amigos y cuidadores.

El Departamento de Cuidadores Paliativos de la Asociación Médico Espírita de Brasil elaboró una cartilla con la finalidad de traer informaciones sobre el asunto a los interesados.

Todo se puede de alguna manera mejorar o amenizar, pues hay personas, en todos los sectores, dedicadas al – aún que limitado – bienestar del prójimo.

Los beneficios con esos cuidados son muy importantes, pues los portadores de enfermedades amenazadoras de la vida pueden vivir por mucho más tiempo y con menos ingreso en hospitales, presentar mejor control de los síntomas físicos y emocionales, mayor bienestar espiritual y mejor calidad de vida. Tales cuidados son imprescindibles para calmar el sufrimiento de cerca de 40 millones de personas entre niños, adultos y ancianos – éstos, el mayor número en todo el mundo –, dándoles más confort y dignidad.

En ese sentido, la Espiritualidad y la Doctrina Espírita mucho pueden contribuir, pues la creencia en la continuidad de la vida y el entendimiento de que existe una razón para todo acontecimiento confortan los corazones. Cada persona tiene, sin embargo, su propia creencia y de manera ninguna debemos imponer la doctrina que profesamos a los que poseen una creencia distinta de la enseñada por el Espiritismo, pues hay tiempo para todo, como presenta el Libro de Eclesiastés, 3:2:

“Todo tiene su tiempo determinado, y hay tiempo para todo propósito bajo el cielo.”    

Luego, si hay tiempo para todo, hay que fortalecernos en la fe a fin de que los días más difíciles sean aceptos como nobles lecciones de la vida y que puedan los enfermos ser cuidados por personas amorosas, dedicadas, aprendiendo con la experiencia vivenciada, pues el cuerpo perece, pero el Espíritu es pájaro de la eternidad y, por ser pájaro eterno, la Ley que rige la vida le trae el abrazo consolador, pleno de esperanza, paciencia, resignación, así como respuestas para tantas cuestiones que, en el momento, parecen insolubles.

Aprendemos con la Doctrina Espírita que nada en la vida ocurre por casualidad y que las personas nunca están unidas por lazos equivocados. Todos estamos en el lugar cierto y con quien debemos estar, pero siempre podemos mejorarnos y perfeccionar la caminata observando también la vivencia del prójimo.

Cada existencia es un soplo delante de la eternidad; la destinación del Espíritu es la evolución en la línea del tiempo. Mientras tanto, cuando encarnados, el cuerpo físico es un notable laboratorio cuyas experiencias, en gran parte, aunque desdichadas, son absolutamente necesarias al nuestro progreso.

Tenemos un Padre Bondadoso y Omnipotente que nos alivia por amor, muchas veces por medio de los cuidados paliativos, para acordarnos siempre de que la muerte y el sufrimiento son procesos naturales de la vida para la renovación del espíritu.

La vida, entonces, conquista, delante de nuestros sencillos ojos, a cada nuevo amanecer, a su incomparable condición de la más noble creación de Dios. Y, poco a poco, la centella divina que existe en nosotros despierta para esa bendita creación, ora en lugar de enfermo, ora en lugar de persona que ampara, una vez que estamos todos en el camino que nos llevará un día a la perfección.


 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita