Glorita salió de la casa
para ir al colegio como
lo hacía todos los días.
Y ese parecía ser un día
como todos los demás.
Pero no lo era.
En el camino, Glorita se
dio cuenta que algo
estaba pasando. En las
calles, las personas
estaban alteradas,
hablaban alto y parecían
asustadas.
Intrigada, la niña deseó
saber cuál era la
novedad. Al pasar
delante de un kiosko de
periódicos, vio a dos
mujeres conversando y,
curiosa, se detuvo para
escuchar.
Una le decía a la otra:
 |
- ¿Había visto una cosa
así? ¡Ahora toda la
ciudad está en peligro!
- ¿Pero cómo fue que se
escapó? – preguntó la
otra.
- ¡No lo sé! Seguro que
algún descuidado dejó
abierta la puerta de la
jaula y...
¡zas! Escapó!
¿Quién habría escapado?
Glorita decidió
preguntar al dueño del
kiosko, un viejito
|
muy simpático
con que siempre
conversaba. |
- Señor Antonio,
¿"quién" se escapó?
El anciano abrió los
ojos, levantó las cejas
y, ajustándose los
lentes en la punta de la
nariz, le dijo:
- ¿No sabes, Glorita?
¡Pues un león! Escapó
del circo que llegó ayer
a la ciudad.
- ¡Ah! ¡¿Un león?! ...
¿Y es grande? – quiso
saber la niña.
- ¿Si es grande? ¡Dicen
que es enorme! Y muy
feroz también. Ten
cuidado al caminar por
la ciudad.
Agradeciendo el consejo,
Glorita continuó su
camino. Ahora, informada
de lo que estaba
pasando, entendía mejor
las conversaciones que
escuchaba al pasar.
Encontró dos hombres y
uno de ellos decía:
- Mira, le he ordenado a
mi esposa que cierre
toda la casa con llave y
que no permita que
nuestros hijos salgan a
la calle. Los niños no
irán a clases mientras
la fiera no haya sido
capturada.
Y el otro estaba
totalmente de acuerdo:
- Tienes razón. Una vez
oí decir que un animal
se escapó de un circo y
lastimó a dos personas.
No podemos arriesgarnos.
Mira, ya he preparado mi
pistola.
¡Si aparece el animal,
le pego un tiro!
Cada vez más asustada,
Glorita llegó a la
escuela. Ahí, los
comentarios eran los
mismos: giraban en torno
al terrible león que se
había escapado del
circo.
Preocupadas, las madres
pedían a las profesoras
que tuvieran mucho
cuidado con sus hijos.
Otras eran de la opinión
que lo mejor sería
cerrar la escuela,
excusando a los alumnos
de las clases ese día, o
hasta que se resolviera
el problema.
Los niños estaban
aterrorizados y se
escuchaban gritos y
llantos por todas
partes. ¡En fin, el
ambiente era un
verdadero caos!
La profesora de Glorita,
una señorita tranquila y
sensata, reuniendo a los
alumnos en la clase
dijo, serena:
- Lo mejor que tenemos
que hacer es mantener la
calma. La confusión solo
complica y el miedo
tiene un terrible poder
sobre las personas,
evitando que puedan
analizar y juzgar
correctamente. No se
preocupen. Quédense
tranquilos que nada nos
pasará. Estamos seguros
en este edificio y, en
cualquier caso, tenemos
que confiar en Dios, que
nunca nos desampara. Por
otra parte, ¡no sabemos
si todo esto es verdad!
Al ver que los alumnos
estaban más tranquilos,
la profesora les pidió
que abrieran el libro,
indicando:
- Vamos a la lección del
día.
Después de las clases,
al salir de la escuela
Glorita se dio cuenta
que la situación era aún
peor. Ahora la confusión
era general. Los carros
de la policía recorrían
las calles de la ciudad
orientando a las
personas para que
permanecieran en sus
casas. El departamento
de bomberos fue activado
y grupos de ciudadanos,
armados, buscaban pistas
del terrible animal en
todos los lugares de la
ciudad y sus
alrededores, en defensa
de la población.
Al llegar a casa,
Glorita encontró a su
mamá toda aterrada,
temblando de miedo.
- ¡Gracias a Dios!
Llegaste, hija mía.
Ocupada con el trabajo
de la casa, recién ahora
encendí la radio y oí
las noticias.
¿Estás bien? ¿El león no
te amenazó?
Glorita, recordando lo
que la profesora había
dicho, le dijo:
- ¡Mamá! ¡Claro que
estoy bien! Además, mi
profesora dijo que es
importante mantener la
calma y confiar en Dios.
No debemos temer nada.
Como si fuese una
confirmación de esas
palabras, de repente
escucharon un extraño
maullido en la puerta de
la cocina. Pensando que
era el gato de la
vecina, Glorita corrió a
abrir la puerta, que la
madre había cerrado con
llave.
Con sorpresa, encontró
escondido en una esquina
de escalera una cosa
suave y peluda que
maullaba llena de miedo.
Acercándose cada vez
más, la niña reconoció
que ese animalito
inofensivo, tembloroso y
hambriento, era un
cachorro de león.
Poniéndolo en su regazo,
llamó a su madre y le
dijo:
- ¡Mira, mamá!
¡Aquí está el terrible y
feroz león que hace
temblar a toda la
ciudad! ¡Parece que está
más asustado que
nosotros!
|
 |
Dando una carcajada,
finalizó satisfecha y
aliviada:
- ¡ Lo que puede hacer
el miedo con las
personas!
En poco tiempo, la casa
de Glorita estaba llena
de personas que vinieron
a ver al cachorro de
león. La policía, la
prensa, los bomberos,
los vecinos, pobladores
curiosos y hasta el
alcalde municipal, todos
querían ver de cerca al
animalito. Y, al verlo,
sintieron una enorme
vergüenza por todo el
alboroto que se hizo en
torno al hecho.
Llegó el dueño del
circo, avergonzado, y el
alcalde le exigió una
explicación:
- ¿Por qué no nos dejó
en claro que el animal
que escapó de su circo
era un pequeño e
indefenso cachorro de
león?
Rascándose la barba, el
astuto dueño se
justificó:
- Bueno, pensé que era
una excelente publicidad
para mi circo. Por lo
menos, la ciudad entera
se enteró de que
llegamos, ¿no es así?
Tia Célia
|