Vivir de forma integral
la propuesta ética de
Jesús, en la
contemporaneidad, es un
desafio transpuesto por
pocas personas. Paulo
Freire (1921-1997) fue
una de esas personas:
una vida volcada para la
ética y responsable por
una pedagogía dirigida
para la complitud
humana, preocupada con
nuestro crecimiento
intelecto-moral.
El título de patrono de
la Educación brasileña
le fue otorgado por el
respetable trabajo
práctico y editorial que
realizó. Libros como
Pedagogía del oprimido,
Pedagogía de la
Esperanza y Pedagogía de
la autonomía ejercen,
hasta hoy, una
impresionante influencia
en la educación
brasileña. Freire creía,
tal cual Kardec, que la
educación escolar no
podría limitarse la mera
instrucción formal, que
se ocupa únicamente de
la inteligencia, sino
debería interesarse por
el ser en su totalidad,
operando en el cambio de
hábitos.
Sobre eso escribió:
“preparación científica
del profesor o de la
profesora debe coincidir
con su rectitud ética.
Es una lástima cualquier
irregularidad entre
aquella y esta.
Formación científica,
corrección ética,
respeto a los otros,
coherencia, capacidad de
vivir y de aprender
con lo diferente, no
permitir que nuestro
malestar personal o
nuestra antipatia con
relación al otro nos
hagan acusarlo de lo que
no hizo son obligaciones
a cuyo cumplimiento
debemos humildes pero
perseverantes dedicarnos”.
Escribió también:
“transformar la
experiencia educativa en
puro entrenamiento
técnico es hacer
mezquino lo que hay de
fundamentalmente humano
en el ejercicio
educativo: su carácter
formador. Si se respeta
la naturaleza del ser
humano, la enseñanza de
los contenidos no puede
darse ajeno a la
formación moral del
educando. Educar es
substancialmente formar.
Creía, como pensamos los
espíritas, que el
progreso espiritual sólo
puede darse em uma
existencia comprometida
com la ética y com la
justicia social.
Escribió: “de ahí el
tono de rabia, legítima
rabia, que envuelve mi
discurso cuando me
refiero a las
injusticias a que son
sometidos los andrajosos
del mundo. Mi punto de
vista es el de los
‘condenados de la Tierra’,
el de los excluídos. No
acepto, sin embargo, en
nombre de nada, acciones
terroristas, pues que de
ellas resultan la muerte
de inocentes y la
inseguridad de seres
humanos. El terrorismo
niega lo que vengo
llamando como ética
universal del ser
humano. De la ética que
condena la explotación
de la fuerza de trabajo
del ser humano, que
condena acusar por oír
decir, afirmar que
alguien habló A sabiendo
que fue dicho B, falsear
la verdad, eludir al
incauto, golpear al
débil e indefenso,
enterrar el sueño y la
utopía, prometer
sabiendo que no cumplirá
la promesa, testificar
mentirosamente, hablar
mal de los otros por el
gusto de hablar mal”.
Para superar la crisis
en que nos encontramos,
se impone el camino
ético
Examinando la lucha
política por mejores
días para nuestro país,
así se expresó: “si
pretendemos realmente
superar la crisis en que
nos hallamos, el camino
ético se impone. No creo
en nada sin él o fuera
de él. Uno de los
equívocos funestos de
militantes políticos de
práctica mesianicamente
autoritária fue siempre
desconocer totalmente la
comprensión del mundo de
los grupos populares.
Viéndose como portadores
de la verdad salvadora,
su tarea irrecusable no
es la proponerla sino
imponerla a los grupos
populares”.
Y aún: “no creo tampoco
que la política a dar
carne a este espíritu
ético pueda jamás ser la
dictatorial,
contradictoriamente de
izquierda o
coherentemente
derechista. El camino
autoritário ya es en sí
una infracción a la
naturaleza
inquietantemente
indagadora, buscadora,
de hombres y de mujeres
que se pierden al perder
la libertad”.
Y también: “Más que un
ser en el mundo, el ser
humano se hizo una
presencia en el mundo,
con el mundo y con los
otros. Presencia que
interviene, que
transforma, que habla de
lo que hace pero también
de lo que sueña, que
constata, compara,
evalúa, valora, que
decide, que rompe. Como
presencia consciente en
el mundo no puedo
escapar a la
responsabilidad ética de
mí moverme en el mundo.
Esto no significa negar
los condicionamientos
genéticos, culturales,
sociales a que estamos
sometidos. Significa
reconocer que somos
seres condicionados pero
no determinados.
Reconocer que la
Historia es tiempo de
posibilidades y no de
determinismo, que el
futuro es problemático y
no inexorable”.
En su rica existencia
física mantuvo absoluta
coherencia entre el
discurso y la práctica
delante de temas como
autonomía, tolerancia,
autoridad, libertad y
humildad. Al volver a
Brasil, después de 15
años de exilio,
entrevistado por decenas
de periodistas, dijo:
“Vine para reaprender el
Brasil, y, mientras esté
en el proceso de
aprendizaje, de
reconocimiento del
Brasil, no tengo mucho
que decir. Tengo más que
preguntar”.
Cuando alguien le
preguntó: “¿qué podemos
nosotros hacer para
seguirlo?”, Paulo, de
manera típica, respondió:
“Si usted me sigue usted
me destruye. La mejor
manera de entenderme es
reinventarme y no
intentar adaptarse a mí”.
En otra oportunidad
afirmó: “pensar cierto
es no estar demasiado
ciertos de nuestras
certezas. De ahí que sea
tan fundamental conocer
el conocimiento
existente como saber que
estamos abiertos y aptos
a la producción del
conocimiento aún no
existente”.
La solidaridad,
diferente de la
filantropia,
es la ayuda que libera
Tal cual el pensamiento
espírita, hacía
distinción entre la
caridad como solidaridad
y la caridad como
filantropia. La
solidaridad, según él,
es la ayuda que libera,
que se proporciona a
aquel que necesita, para
que él no venga más a
necesitar. La
filantropia, por su
parte, posee una
naturaleza compensatoria,
buscando la corrección
de las consecuencias de
proyectos sociales mal
ecuacionados, como la
distribución injusta de
riquezas, pero no
actuando en el sentido
de promover la
corrección de esas
injusticias. La
solidaridad es
positivamente construida,
pudiendo inspirar la
creación de mecanismos
estructurales que eviten
la necesidad de
posteriores
compensaciones.
Su visión sobre la
tolerancia es profunda
al mostrar que la
tolerancia virtuosa no
debe ser entendida como
un favor que el
tolerante presta al
tolerado, pues lo coloca
en una situación de
superioridad en relación
al otro. La tolerancia,
según Freire, es la
calidad de convivir con
el diferente y no con el
inferior.
Reflexionando sobre la
necesaria armonía entre
acciones opuestas, como
hacer/no hacer, avanzar/recular,
actuar ahora/esperar un
poco, él propone una
virtud nueva: “la
paciencia en la
impaciencia”. Escribió:
“yo nunca acepto ser
sólo paciente o sólo
impaciente. Para
trabajar productivamente
en el mundo nosotros
tenemos que ser
pacientemente
impacientes. Si usted es
sólo impaciente usted
destruye su sueño antes
de lo que él debería ser
destruido. Pero si usted
es sólo paciente las
otras personas van a
destruir su trabajo”.
Aunque militara casi
exclusivamente en un
medio universitario,
nunca se eludió en
confesar su fe en Dios y
su profunda admiración
por Jesús.
Una vez, en Europa,
alguien le preguntó
sobre la influencia de
los grandes educadores,
de los grandes filósofos
en su trabajo. Él
osadamente respondió: -
“¡En primer lugar Jesús!
Yo entiendo a Jesús como
un educador”.
En otra oportunidad,
tejiendo consideraciones
sobre la virtud de la
esperanza, dijo: - “Una
de las razones de por
qué yo tengo esperanza
es porque yo creo en
Dios. Yo estoy
convencido de que yo soy
más que mi cuerpo”.
La aclaración de Paulo
Freire acerca de su
Padre, que profesaba el
Espiritismo
Freire comulgaba la
creencia católica,
aunque su padre,
fallecido cuando él
tenía 13 años, fuera
espírita y él lo
respetaba profundamente
por eso. Un bello
testimonio sobre la
Doctrina Espírita
podemos encontrar en una
respuesta dada por él en
un seminario ocurrido en
una universidad
norteamericana el año
1996. La pregunta fue
esta: - “¿Qué tipos de
experiencia formaron al
señor em su infancia?”
Sigue su respuesta:
- “Mi padre murió con 54
años de edad. Eso fue en
1934 y yo siento su
presencia casi como si
él estuviera aquí ahora.
Tal fue su influencia y
su presencia en mi vida,
pues él murió cuando yo
tenía 13 años. En
nuestra corta
experiencia mi padre me
dio mucho. Él me dio
serio testimonio de su
respeto por los otros.
Con él yo aprendí la
tolerancia. Por ejemplo,
él era espírita, un
seguidor de Allan
Kardec, el filósofo
francés que creó,
organizó y sistematizó
una doctrina
espiritualista. Mi madre
era católica. Claro, él
no era de ir a la
Iglesia, él no creía en
la burocracia de la
Iglesia. Él no aceptaba
las maneras de creer en
Dios ofrecidas por la
Iglesia Católica. Eso
fue en la primera mitad
del siglo XX,
constituyendo un ejemplo
fantástico de su
apertura y de su coraje.
Yo me acuerdo que cuando
yo tenía siete años
debería hacer mi primera
comunión. Yo fui a
hablar con él para
decirle que el domingo
siguiente yo iría a la
iglesia para tener mi
primer encuentro con
Dios. Y él dijo: ‘Yo voy
contigo.’ Ustedes no
pueden imaginar como
aquellas palabras me
marcaron hasta hoy. Este
era una comprensión
profunda de tolerancia,
de respeto por el
diferente. Allí estaba
un padre, en una
sociedad muy específica,
muy conservadora. Él
podría decir: ‘No, todo
esto es mentira. Yo no
voy a dejar que
participes de esta
mentira!’ Al contrario,
él fue a la iglesia y me
dio un ejemplo
fantástico de la
importancia fundamental
y absoluta de la
solidaridad, de como el
respeto por el otro es
absolutamente
indispensable”.
Fonte das citações:
1 - Pedagogia
da autonomia:
Paulo Freire.
2 - Pedagogia
da solidariedade:
Paulo Freire, Nita
Freire e Walter de
Oliveira.
3 - Por uma pedagogia
da pergunta: Paulo
Freire e Antonio Faundez.
4 - Pedagogia
do oprimido:
Paulo Freire.
5 - Pedagogia
da esperança:
Paulo Freire.
|