¡Hola, amiguito!
¿Sabías que en el mes de
noviembre se conmemora
el “Día de los Muertos”,
también llamado de los
“Difuntos”?
La Doctrina Espírita,
sin embargo, nos enseña
que no existe la muerte.
¡Nadie muere! ¡Así que
los que ya dejaron la
Tierra y son
considerados “muertos”
están vivos!
Llega un momento en que
el cuerpo físico ya no
tiene más condiciones de
seguir viviendo, ya sea
por una enfermedad, un
accidente o por el
desgaste natural de la
edad, entonces el cuerpo
muere, porque es materia
y está sujeto a su
transformación natural.
Pero el alma o Espíritu
es inmortal y no muere
nunca. Con la muerte del
cuerpo, vuelve a la
verdadera vida, que es
la espiritual. Como un
pájaro que estaba
prisionera en una jaula,
obtiene la libertad y
vuela por el espacio.
¿Y por qué las personas
lloran cuando alguien
muere?
¡Por falta del
conocimiento sobre el
asunto y por egoísmo de
nuestra parte, que
queremos a aquel que
amamos aquí, a nuestro
lado, aunque esté
sufriendo!
Como un prisionero que
gana su libertad después
de haber cumplido el
castigo, un día también
será restaurada nuestra
libertad.
Ese es un día feliz para
él, una ocasión especial
que merece ser
conmemorada, ¿no?
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¿Qué pensarías si vieras
a la familia, los amigos
del preso y otros
prisioneros, pidiendo
que se quede?
Dirías que ellos están
siendo egoístas, ¿no es
verdad?
Mientras tanto, cuando
el Espíritu gana la
libertad después de
haber cumplido su tarea
aquí en la Tierra,
nosotros nos quedamos
llorando y pidiéndole
que no se vaya, que se
quede con nosotros, que
todavía somos
prisioneros del cuerpo.
Entonces, cuando alguien
desencarna, no vamos a
desesperarnos. Pensemos
que es alguien que
continúa vivo en otra
dimensión.
Jesús dice que la casa
del Padre tiene muchas
moradas. Esas moradas
son representadas por
todo el universo, por
los infinitos planetas
que vemos en el espacio,
pero también representan
el mundo espiritual, que
es el lugar donde los
Espíritus habitan
después de dejar la
Tierra.
El Espíritu solo cambió
de vida, hizo un viaje a
un lugar donde se
sentirá más feliz y
donde tendrá condiciones
de aprender más y
progresar.
No debemos llorar ni
lamentar la muerte de
aquel que partió, porque
puede perjudicarlo, sino
recordar que nuestras
oraciones podrán
ayudarlo y envolverlo en
paz y bienestar, donde
se encuentre.
Tenemos que aprender a
valorar la vida, en todo
momento.
¡Viva la vida!
Tia Célia
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