El libro y la
verdad
que nos
libertará
Vânia Mugnato de
Vasconcelos,
nuestra
entrevistada en
esta edición,
tejió algunos
conceptos
oportunos en su
entrevista.
“Nacida
católica, la
cuestión
religiosa
siempre fue
intensa en mí. A
los 12 años de
edad mi familia
visitó una
vecina espírita
y, aunque todos
los niños
estuviesen
interesados en
jugar, me quedé
hipnotizada por
la estantería de
libros, pues
leer siempre fue
un placer. Allá
encontré la obra
Lindos
Cuentos de Chico
Xavier, de
Ramiro Gama, y
cuanto más yo
leía, más tenía
certeza de que
aquello todo
hacía total
sentido.” (Vânia
Mugnato)
El libro –
vehículo del
conocimiento de
Dios. Después de
la reforma
protestante, el
libro sagrado
del Cristianismo
fue
popularizado,
tornándose
accesible a
todas las
personas, que
ahora eran
estimuladas al
“libre
examen”,
aunque gran
parte de la
población fuese
analfabeta y no
supiese latín.
Porque la Biblia
no podía ser
leída, a no ser
por los
sacerdotes.
Muchos sufrieron
en las manos del
Santo Oficio
simplemente por
tener un
ejemplar de la
Biblia. La
Iglesia sabía
que el
conocimiento del
contenido del
Evangelio
destruiría gran
parte de la
estructura que
ella creara.
Pero,
felizmente, el
libro sagrado se
tornó el centro
del
Cristianismo. Y
fue también a
través del libro
que surgió,
tiempos después,
la doctrina
espírita.
“A mí me gusta
hablar de
contenido
doctrinario
aplicándolo al
cotidiano,
contando
historias,
mostrando
videos,
recordando
hechos. Son
conferencias
enfocadas para
cualquier tipo
de público.
Entiendo que el
ser humano es
mejor motivado a
actuar cuando
percibe que lo
que aprendió
puede y debe ser
aplicado en la
vida de
relación.”
(Vânia Mugnato)
Hay
conferenciantes
que parecen no
querer ser
entendidos. A
ellos les gusta
exhibir títulos
y ornar su verbo
con ideas
incomprensibles
y palabrejas
eruditas, fuera
del alcance de
la mayoría del
público. Sin
embargo, el
Maestro va en
dirección
contraria. Es
conciso, usa
lenguaje
coloquial, al
nivel
intelectual de
los
circunstantes, o
sea, quiere ser
comprendido.
Francisco de
Asís recomendaba
a sus hermanos
de apostolado:
sean breves,
porque el Señor
era breve,
conforme nos
informan los
evangelios. ¿Por
qué hablar por
una hora, cuando
la esencia de la
palabra puede
ser resumida en
diez minutos?
“La
reencarnación
[es el punto más
extraordinario
del
Espiritismo].
¡Cuánto se
cambiaría en la
conducta humana,
en la convicción
de Dios, en los
valores, si la
humanidad entera
fuera
reencarnacionista
y uniera ese
conocimiento al
de la ley de
causa y efecto!”
(Vânia Mugnato)
La palabra
“reencarnación”
no fue acuñada
por Allan
Kardec, como
muchos aún
creen. Ella fue
creada en latín
erudito entre
los siglos 17 y
18 d.C. Pero se
tornó el
elemento más
importante de la
doctrina
espírita, siendo
reconocida por
los legos como
la esencia del
espiritismo,
porque sólo
mediante su
conocimiento es
que puede
comprenderse los
otros puntos
llaves de la
Filosofía
espírita y de la
Moral Cristiana.
Solamente con el
conocimiento de
la reencarnación
puede explicarse
la justicia de
Dios, la ley de
causa y efecto y
la ley de
progreso.
“[Uno de los
puntos
importantes de]
El Evangelio
según el
Espiritismo,
[es] el pasaje
sobre el ‘Hombre
de Bien’.
Cuestionar la
conciencia al
final de cada
día nos torna
más preparados
para reconocer
las limitaciones
del alma,
facilitando que
en el día
siguiente no
tropecemos tanto
en el mismo
punto.” (Vânia
Mugnato)
La verdad nos
liberta en
relación a
nosotros mismos.
El
autoconocimiento,
al tornarnos
conscientes
acerca de
nuestros actos,
pensamientos y
palabras, hace
con que
identifiquemos
nuestros puntos
frágiles,
difíciles de
lidiar, porque
causan dolor,
volviéndonos
para esas
flaquezas con
vigilancia y
recobrando
fuerzas a través
de la oración.
La tomada de
consciencia
sobre lo que
somos tiene un
efecto
terapéutico
extraordinario
y, casi siempre,
es fundamental
para la cura de
las enfermedades
del alma.
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