El sandwich es un
alimento compuesto de
dos rebanadas de pan y
un relleno. Aunque su
origen se pierda en el
tiempo, fue en
Inglaterra del siglo 18
que el nombre sandwich
surgió gracias a John
Montagu, cuarto Conde
Sandwich (de ahí el
nombre del manjar). Él
comía pan con salami
para no interrumpir las
partidas de bridege,
tradicional juego de
cartas británico.
Mi propuesta en este
texto es un sandwich que
alimente y agite el
alma. Dos rebanadas de
poesía rellenas con lo
que la literatura
espírita ha de decir
sobre solidaridad,
palabra que viene del
latín solidaridad.
Significado:
solidificar, confirmar.
Algo sólido no es hueco
y no se deja destruir
fácilmente. Ya la falta
de solidaridad evidencia
cómo somos inestable por
insistir en apoyarnos en
falsos cimientos.
Primera rebanada poética
Los Inocentes del Leblon
Autor: Carlos Drummond
de Andrade
Los inocentes de Leblon
No vieron el navio
entrar.
¿Trajo bailarinas?
¿Trajo imigrantes?
¿Trajo un gramo de
radio?
Los inocentes,
definitivamente
inocentes, todo ignoran,
Pero la arena es
caliente, y hay um
aceite suave
Que ellos pasan en las
espaldas, y olvidan.
Relleno
Ya no es la primera vez
que el barrio carioca
del Leblon aparece en
mis escritos. Lo cité
anteriormente cuando
hablé de los ataques a
Regina Casé, habitante
del Leblon, y Chico
Buarque, que salía de un
restaurante situado en
ese elegante barrio de
la Zona Sur carioca.
Carlos Drummond de
Andrade (1902-1987),
poeta y cronista
brasileño del cual soy
fan, escribió el poema
que uso como primera
rebanada. Hay un
análisis bien lúcido de
él en la web
www.trabalhosfeitos.com.
El Leblon abriga
habitantes de alta clase
y posee uno de los más
caros metros cuadrados
del País. No podemos
generalizar y decir que
todos se encuadran en el
que Drummond describe en
el poema. Sin embargo,
Forzoso es admitir que
tales inocentes sean un
fiel retrato de la forma
de pensar y actuar de
mucha gente, sea en el
Leblon o cualquiera otro
barrio carioca,
fluminense, paulistano,
paulista, minero,
pernambucano, gaúcho,
argentino, norte
americano, francés, ruso
o donde haya inocentes
hecho los del Leblon.
El referido poema fue
escrito en la época de
la Segunda Guerra
Mundial, periodo negro
de la Historia de la
humanidad. El navío que
tales inocentes (léase
indiferentes o
ignorantes) no vienen a
referirse a las
embarcaciones que
trajeron para Brasil
toda suerte de personas,
como inmigrantes –
personas que venían
huidas de la guerra y de
las persecuciones nazis
– y bailarinas, palabra
que abarca no sólo
danzarinas profesionales,
sino también
prostitutas, ya que, en
aquella época, el bailar
era comúnmente asociado
a la prostitución. ¿Y el
gramo de radio? Dice
respecto a la radiación
provocada por las bombas
atómicas que los
americanos tiraron en
las ciudades japonesas
de Hiroshima y Nagasaki.
¿Estaría ella a bordo?
¿Por qué Drummond
utiliza interrogaciones
acerca de la carga del
navío? Porque, según la
evaluación constante en
la web, el poeta quiere
mostrar que ellas
parecen no ser oídas por
los inocentes. Por eso,
no son respondidas. ¿Y
por qué no? Porque “Los
inocentes,
definitivamente
inocentes, todo ignoran”.
Aunque la humanidad
estuviera experimentando
un periodo de intenso
dolor, Drummond quiere
mostrar que la falta de
solidaridad existente
hace existir personas
que todo ignoran y se
niegan a encarar la
realidad. Para ellas, lo
que de hecho importa es
pasar bronceador en la
espalda, acostarse en
las arenas calientes,
tomar sol y olvidar. El
dolor del mundo no les
interesa. Ellas no
quieren ser incomodadas
en su confort. Prefieren
quedar en sus burbujas y
no darse cuenta que el
resto del mundo – con
sus contrastes y luchas
– existe.
El club y las niñeras
Los inocentes del Leblon
por lo visto atraviesan
las décadas y golpean
punto en el mundo hasta
hoy. Yacen acostados en
las arenas calientes de
su confort mundano,
ignorando totalmente los
dolores de alrededor.
Triste realidad de una
humanidad que no cambia
y no mira al prójimo que
no esté socialmente
próximo.
En 2015, un selecto club
de la ciudad de São
Paulo fue a parar en los
informativos debido a la
siguiente cuestión:
Roberta, una de las
socias, siempre que
mandaba a la niñera
llevar a la hija pequeña
al club, se estresaba.
Motivo: el club exigía
que las niñeras
vistieran de blanco. Por
eso, Roberta nunca sabía
si permitirían o no la
entrada de su hija con
la niñera. Finalmente,
no todo el mundo que
emplea una niñera ve
necesidad de uniformarla.
De tanto argumentar y no
ser oída por la
dirección del club,
Roberta entró con una
acción junto al
Ministerio Público (MP),
que abrió interrogatorio.
El club se defendió
alegando lo siguiente: -
La utilización de
uniforme en color blanco
por las niñeras está
debidamente reglamentado
a través de normativa
interna (...) así como
es común en
organizaciones la
utilización de uniforme
y tarjeta.
Sin embargo, Beatriz
Helena Fonseca, fiscal
de justicia del MP, no
concordó con la
alegación y rebatió:
- Al exigir el uso de
determinada ropa por las
niñeras, el club
pretende marcar las
personas que están en el
local, circulando entre
los socios, pero que
pertenecen a otra
clase social. Si fuera
así, resaltó, otros
acompañantes de los
socios, como parientes,
deberían ser obligados a
usar blanco también. Y
remató: - La
discriminación es
evidente porque viola
los principios
constitucionales de la
igualdad y de la
dignidad de la persona
humana. La regla es
discriminatória.
Roberta, la madre de la
niña, contó, aún, que
esa regla del club no
está colgada en cuadros
de avisos, o sea, no es
explícita. Tanto que, em
las primeras veces, la
niñera, a quien el
reportage llama Deborah
(nombre fictício) y que
puede fácilmente pasarse
por la madre del niño,
nunca había sido
importunada.
Sólo que, a partir del
momento en que Débora
fue identificada como
niñera, los problemas
comenzaron. Muy
probablemente porque
muchos frequentadores la
estaban confundiendo con
la madre de la niña.
Cuando descubrieron que
se trataba de una niñera,
exigieron el uniforme
para que los socios no
la trataran más de igual
para igual. Fue lo que
Deborah contó a la
patrona. – ella ya
relato que uma sócia
interrumpió la
conversación con ella
desde que descubrió que
ella era la niñera de mí
hija y no la madre.
El maestro que se volvió
invisible
Lo más triste de todo
eso, según Roberta, es
la niñera es creer que
están comprando pelea
sin ton ni son. – De
tan acostumbrada a ese
tipo de tratamiento,
ella no percibe la
gravedad del problema,
cree que es sólo una
cuestión de ropa.
Tal hecho me hace
recordar dos semejantes
ocurridos en RJ. En uno
de ellos, se descubrió
que un selecto club de
la Zona Sur carioca
prohibía a las niñeras
de (¡Dios mío!) utilizar
los cuartos de baño.
Algunos artistas
gaiatos, entonces,
dilectos representantes
de la burla carioca,
crearon en internet um
fondo colectivo para
comprar al referido club
y transformarlo en
terreiro de macumba. Uma
broma que dio que hablar
y expuso al club a una
humillación sin fin.
El otro hecho fue
contado en sala de clase
por mi querido maestro
Fernando Sá. Es sobre un
maestro en Ciencias
Sociales que iba a
presentar su tesis
basada en justicia
social, exclusión y
similares. Durante todo
el periodo del máster,
él quedó con la empresa
responsable por la
limpieza del campus
universitario de
trabajar como sirviente
uniformado. La intención
de él era ver si los
compañeros y profesores
lo verían en aquella
condición. No lo vieron;
pasaron diversas veces
por él y ni tuvieron
conocimiento de su
existencia. El uniforme,
por meses, había
transformado al
estudiante en un ser
invisible. Cuando fue la
defensa de la tesis, él
reveló el disfraz,
expuso sus argumentos y
obtuvo el título de
maestro em el área.
Curioso observar como
todos los inocentes –
sean del Leblon o de
donde vengan – ignoran
quién utiliza uniforme,
quién es pobre etc.
Drummond los llama
definitivamente
inocentes, es decir,
aquellos que insisten en
ser cómo son. Un ejemplo
emblemático es la mujer
del club paulista que
paró de conversar con
Débora cuando descubrió
que ella no era la
madre, pero sí la niñera
del niño. Todo indica
que el uniforme fue
exigido para que los
socios del club no
confundieran más una
sirvienta con alguien
del nivel de ellos. Y es
de lamentar la reacción
de Débora. Está tan
acostumbrada a ser
tratada de forma
discriminatória por los
inocentes de todo orden
que ni percibe la
existencia del prejuicio
social. Sólo que el
uniforme es una forma de
hacerla invisible para
ser, entonces, ignorada.
En el libro Estamos
Listos, el espíritu
Hammed, por la
mediumnidad de Francisco
del Espíritu Santo Neto,
observa que la
solidaridad pasa en
primer lugar por el
respeto a la dignidad
individual.
¡Cuántas personas son
degradadas
cotidianamente en su
dignidad por ejercer
funciones subalternas,
por no tener dinero para
frecuentar determinados
lugares etc.!
Violencia y solidaridad
Cuando se habla de
violencia, luego nos
vienen a la mente casos
de asesinato, violación,
asalto y similares. Sin
embargo, usar un
uniforme para ser
marcada como niñera
dentro de un club
también es una violencia.
Esperar por el autobús
bajo lluvia o de sol
como sea también es una
violencia. Andar en
trenes y autobuses
apiñados de gente para
llegar en casa o al
trabajo también es una
violencia. Despertar de
madrugada para coger un
número para consulta una
médica ídem. Ser
atendido en hospitales
sucateados ni se habla.
Sin embargo, todo eso
tiene que con una
tremenda falta de
solidaridad venida de
los inocentes del
Leblon, que prefieren
ignorar todo. Pero no
tiene importancia, la
arena está caliente, el
bronceador argentino
está en la mano y la
playa es una delicia.
Tal vez sea por eso que
tantos países europeos
estén incomodados con la
llegada de miles de
inmigrantes; hecho que,
inclusive, hizo a
Inglaterra dejar la
Unión Europea. Y tal vez
sea por eso que, en
Brasil, tanta gente haya
salido a las calles para
protestar estos últimos
tiempos. En el fondo,
tal vez estén
sintiéndose incomodadas
con personas de baja
renta en aeropuertos y
universidades. El
Leblons de la vida están
quedando cada vez más
pequeñas. Por eso, los
inocentes, que no
quieren dejar de serlo,
protestan, se agitan o
simplemente ignoran.
Hammed dice, aún, que el
objetivo de la
solidaridad es
socorrer y confortar a
otros en sus
dificultades y
colaborar, de modo
efectivo, para una vida
mejor en un medio
social. Generalmente,
interpretamos el verbo
socorrer por prestar
socorro. Pero socorrer
también es dar subsídios
constantes para que no
haya más gente invisible
que pasa a lo largo de
los inocentes de siempre.
Actuando de esa forma,
confortamos, o sea,
hacemos la vida
confortable para todos y
colaboramos, como dice
Hammed, de forma
efectiva para que el
medio social sea más
saludable.
Si alguien duda, basta
observar la Regla Áurea
– “Todo cuánto, pues,
queréis que los hombres
os hagan, así hacedlo
vosotros también a ellos,
esta es la ley y los
profetas”. (Mateus, 7:
12). Es por no tratar
las personas como nos
gusta ser tratados que
el mundo está impessoal
y carente de solidaridad.
Finalmente, queremos el
Leblon sólo para
nosotros.
En El Libro de los
Espíritus, Allan
Kardec, en la cuestión
768 (Ley de Sociedad),
pregunta si el hombre,
al buscar la sociedad,
está sólo siguiendo un
sentimiento personal o a
algo providencial de
orden más elevado. Los
amigos del lado de allá
responden que el
aislamiento
embrutece y debilita a
las personas. Por eso,
el ser humano busca el
medio social ya que,
aislado, nadie progresa.
Aún porque, al aislarnos,
quedamos desprovistos de
lo que los otros tienen
para ofrecernos, sean
aptitudes, cualidades,
sentimientos etc.
Las islãs sociales y su
fin próximo
Nadie quiere vivir
aislado. Ni los
inocentes
discriminadores de
niñeras, basureros y
sirvientes. Todos
nosotros necesitamos del
trabajo de ellos, así
como necesitamos de los
servicios de médicos,
ingenieros o abogados.
El problema es el
contacto con personas de
profesiones menos
prestigiosas socialmente
resumirse a la cuestión
del “haga eso para mí”.
Aquel aparente servidor
también es una persona
rica de experiencias con
quienes tenemos mucho
que aprender. De lo
contrário, como dice
El Libro de los
Espíritus, el
aislamiento irá a
embrutecernos y
debilitar. No el
aislamiento de una vida
eremita, totalmente
distante de la sociedad,
sino el aislamiento
embrutecedor de quien se
niega a prestar atención
a quién no sea
socialmente idéntico.
Ese es el peor de todos
los aislamientos, pues
catalogado en la total
falta de solidaridad.
Nada que es sólido queda
de pie, como evidencia
el significado de la
palabra solidaridad. Las
clases antaño menos
favorecidas están
reivindicando voz cada
vez más activa en el
mundo, mostrando qué
barreras necesitan venir
al suelo.
Las islas sociales
pisadas en la
indiferencia Lebloniana
del Drummond tienden a
desaparecer. Quién no le
importa los otros tendrá
que agudizar la mirada
en dirección a todo y
cualquier prójimo y
verlo como de hecho es:
un prójimo que merece
ser tratado con ese
sentimiento que de vacío
e hipócrita no tiene
nada: la solidaridad.
De lo contrário, seremos
llevados de sobresalto
por los inevitables
cambios que están
conduciéndonos en
dirección a un mundo
regenerado. Y los que se
nieguen a cambiar
sufrirán las
consecuencias de la
propia indiferencia. ¿De
qué forma? Tal vez
siendo colocados a duras
pruebas que los lleven a
revalorar la conducta.
Quién sabe hasta,
reencarnando en mundos
en los cuales los
problemas que
enfrentarán hagan que
ablanden los corazones.
El poeta y dramaturgo
alemán Bertolt Brecht
(1898-1956), en el poema
llamado Intertexto, dice
mucho sobre los
indiferentes de todo
orden que se niegan a
ser solidarios. No sé si
el desenlace que Brecht
da a los versos tiene
que ver con la muerte,
que arrebata a todos
nosotros. Mucho menos
con la reencarnación,
que hace que la próxima
etapa en un cuerpo de
carne sea la
consecuencia de lo que
hacemos hoy. Pero
muestra como las
personas indiferentes a
todo y a todos tienden a
ser también ignoradas, a
terminar solas o hasta a
experimentar del propio
medicamento amargo. La
Ley de causa y efecto es
para eso, ¿cierto?
Hora de finalizar el
sandwich.
Segunda rebanada poética
Intertexto
Autor: Bertolt Brecht
Primero llevaron los
negros
Pero no me importó eso
Yo no era negro
Enseguida se llevaron
algunos obreros
Pero no me importó eso
Yo tampoco era obrero
Después prendieron a los
miserables
Pero no me importó eso
Porque yo no soy
miserable
Después agarraron a unos
desempleados
Pero como tengo mi
empleo
Tampoco me importó
Ahora están llevándome
Pero ya es tarde.
Como a mí no me importó
nadie
A nadie le importo yo.
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