Cuidar de lo que
pensamos es,
como la oración,
fundamental en
la vida
“El hecho final,
sin embargo, es
que los
pensamientos, la
potencialidad
del alma
alcanzada por el
esfuerzo y
experiencia,
determinan el
ambiente propio
donde el ser se
mueve.” (Orson
Peter Carrara,
en el artículo
Campo Magnético,
materia especial
publicada en
esta edición.)
Es de ese modo
que atraemos
para nosotros
las compañías
que nos son
simpáticas y que
son testigos de
nuestro
comportamiento.
Cuando buscamos
seguir el bien
de nuestros
semejantes, nos
tornamos un foco
que irradia
buenas
vibraciones en
favor de
aquellos
necesitados que
vienen hasta
nosotros,
improvisando así
auxilio sin que
percibamos.
“La oración, la
meditación
elevada, el
pensamiento
edificante
refunden la
atmosfera,
purificándola.
(…) El
pensamiento
elevado
santifica la
atmosfera
alrededor y
posee
propiedades
eléctricas que
el hombre común
está lejos de
imaginar.” (André
Luiz, Misioneros
de la luz, cap.
5.)
“Infelizmente,
aún, sin
embargo, usamos
esa fuerza que
traemos en
nosotros en las
manipulaciones
entre
bastidores, en
el deseo de
control sobre
los otros, en la
tonta ilusión de
la permanencia
en puestos o
posesión – como
si fuésemos
dueños de algo
–, en el
desespero
centralizador o
en las
arrogancias de
la vanidad,
realizando los
prodigios
contrarios que
la fraternidad y
la Ley de
Progreso
proponen con
tanta clareza…” (Orson
Peter Carrara,
en el artículo
mencionado.)
El carisma, que
atrae para sí la
simpatía de
muchos, es un
efecto magnético
de gran
responsabilidad,
porque crea una
vinculación
entre los seres,
vinculación que
está mucho más
allá de la
simpatía
fortuita. Somos
influenciados
por la adhesión
al campo
intuitivo que se
caracteriza por
la coerción
contundente
caracterizada
por el carisma.
Somos
responsables por
los pensamientos
que emitimos.
Parafraseando el
Señor, seremos
juzgados por
cada pensamiento
vicioso que
emitamos. (Mateo
12:36-37.)
Como sabemos,
las
repercusiones de
nuestros
pensamientos
forman una tela
de interacciones
vinculando todos
los seres que
comulgan de los
mismos
intereses.
Si nos dejamos
influenciar por
el mal, seremos
parte de una
legión de
Espíritus
impuros que
alimentarán
nuestros
deseos.
Si el símil
ocurrir para el
bien, estaremos
haciendo parte
de una pléyade
de trabajadores
comprometidos
con el amor de
Jesús.
“Es por la
aplicación de
esta fabulosa
posibilidad que
actúan los
espíritus
protectores – en
la manipulación
fluídica en
favor del hombre
– utilizándose
de los propios
hombres en la
producción de
fenómenos
inesperados o
direccionando
innúmeros hechos
que despierten
el hombre de esa
somnolencia
espiritual en
que muchos aún
nos vinculamos.” (Orson
Peter Carrara.)
Cuando
realizamos el
culto evangélico
en el hogar, el
ambiente se
queda saturado
de fluidos
eléctricamente
manipulados,
siendo que los
participantes
que tengan la
intención del
bien se tornan
una especie de
dínamos de
energías
saludables
usadas en
socorro y
sustento de los
Espíritus
conducidos a la
reunión, sin que
los miembros del
grupo familiar
perciban.
El campo
intuitivo es
responsable por
la conexión con
nuestros
protectores. La
llamada voz de
la conciencia es
el resultado de
nuestra
interacción con
los mensajeros
que son nuestros
tutores.
La inspiración,
influencia menos
ostensiva que la
intuición y
caracterizada
por la
espontaneidad,
es el vehículo
de las
comunicaciones
vigiladas que
sólo el examen
de nuestros
sentimientos,
ideas y palabras
puede
caracterizar.
De manera
general, los
Espíritu que se
valen del
proceso de la
inspiración son
Espíritus
familiares y
protectores, lo
que no impide
que seamos
inspirados por
Espíritus
entregues al
mal, como Allan
Kardec nos
enseña en la
obra El
Libro de los
Médium, cap.
XV, ítem 182, lo
que refuerza la
idea de que la
vigilancia de
nuestros
pensamientos,
tanto cuanto la
oración, es
fundamental en
nuestra vida.
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