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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 501 - 29 de Enero de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

La mala palabra

Dos hermanos estaban jugando en el patio, cuando empezaron a pelear. Cayo, un niño de tres años, pensaba que solamente él podía disfrutar y andar en bicicleta. Felipe, de nueve años, quería jugar también, pero su hermanito no lo dejaba. Perdiendo la paciencia, Felipe gritó:

- Tú eres... eres... ¡No se puede jugar contigo! ¡Eres incomprensible!... ¡Basta! ¡No voy a jugar más contigo!

Cayo, que no entendía esa palabra, comenzó a llorar, gritando a su mamá, que estaba en la cocina:
 

- ¡Mamá!... ¡Mamá!... ¡Felipe me está insultando!...

Y Cayo lloraba tanto que la madre salió de la cocina, corriendo al patio donde ellos estaban. Queriendo saber lo que había pasado, preguntó a Felipe, a quien le parecía gracioso que su hermano pensara que le había dicho una mala palabra, soltó una carcajada dirigiéndose a su mamá:

- ¡Mamá, no pasó nada! ¡Cayo cree que dije una mala palabra! – y volvió a reírse.

- ¿Y no fue así? - preguntó a la mamá, sorprendida.

- ¡Claro que no!... ¡Yo dije que Cayo es in-

comprensible! ¡Él no entendió y no le gustó! Por eso está llorando.

La madre contuvo la risa para no dejar al menor más nervioso aún, y después le explicó poniéndolo en su regazo:

- Cayo, querido, lo que tu hermano te dijo no es una mala palabra. Es una palabra grande, pero quiere decir que no entendiste lo que te explicó. ¡Nada más!

- ¡No!... – gritó el pequeño molesto. - ¡Yo sí entendí! ¡Él quiso insultarme!... ¡Yo tampoco juego más con él!

Felipe se acercó a su hermano, lo abrazó e intentó hablar con Cayo, que escondió el rostro en el regazo de la mamá para no ver al hermano.

Entonces, Felipe se alejó para ir a hacer sus tareas escolares. Poco tiempo después, encerrado en la habitación, hacía sus tareas cuando alguien llamó a la puerta. Fue a abrir y vio al pequeño Cayo que quería entrar.

- ¿Qué quieres, Cayo? No puedo jugar. Estoy haciendo las tareas del colegio.

- ¡Ah! ¿Qué es eso? – preguntó el pequeño.
 

- Tengo tareas que hacer, y si no las hago, tendré malas notas.

- ¿Por qué?

- Porque la profesora pensará que no sé hacer tareas y me dará una baja nota. ¡Por eso!

- Oh ... Si es solo eso, quiere decir que puedes jugar conmigo y ...

Felipe miró a Cayo, que parecía arrepentido de haber peleado con él, y le dijo:

- Cayo, ahora no puedo. Ve a jugar con tu perrito, con tus juguetes, con tus amigos. ¡Yo ahora no puedo jugar!...

El pequeño bajo la cabeza, triste, casi llorando. Felipe, viendo su estado, sintió pena y, agachándose, consoló al hermanito:

- Cayo, hermano mío, no estoy enojado contigo. Solo

 

tengo cosas más importantes que hacer y no puedo jugar ahora. ¿Entiendes?

El pequeño asintió con la cabeza mostrando que había entendido y salió del cuarto muy triste. La mamá, que limpiaba la sala, viendo a Cayo molesto, le preguntó qué había pasado, a lo que el pequeño respondió:

- Es que Felipe no puede jugar conmigo. ¿Puedes jugar conmigo, mamá?

La mamá lo puso en su regazo y le explicó que ella no podía jugar ahora porque estaba muy ocupada con las tareas de la casa, pero que tan pronto terminara jugaría con él.    

- ¡Nadie puede jugar conmigo!... – se quejó Cayo mirando al piso.

La mamá, con pena, miró a su alrededor y lo invitó a ayudarla con la limpieza, asegurándole que después jugaría con él:

- ¡Si me ayudas, terminaremos pronto!

Cayo aceptó y, muy serio, cogió la escoba y se puso a barrer el piso. En eso, su perrito entró en la sala y ladró, jalándole la basta del pantalón, pero el niño miró serio al perrito diciendo:    

- ¡Totó, no puedo jugar ahora! ¡Estoy ocupado con un trabajo muy importante!Cuando termine, voy a jugar contigo.

Y, con carita seria, sintiéndose valorado, cogió la escoba y se puso a barrer diciendo:

-Yo también tengo tareas, ¿verdad, mamá?

- ¡Claro, hijo mío! Eres pequeño, pero barres muy bien. ¡Te felicito!... Pronto podrás hacer otras tareas más importantes. ¡¿Viste cómo estás creciendo?!

Y con escoba en mano, Cayo se sentía mucho mejor y valorado. Cuando el papá llegó del trabajo, vio a su hijo menor barriendo la entrada de la casa y dijo:

- Cayo, ¿quiere jugar un poco con papá?

Muy serio, él levantó la cabeza, miró firme al papá y respondió:

- Papá, ahora no puedo. Estoy trabajando. Cuando termine mi servicio, ahí podremos jugar, ¿está bien? 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 31/10/2016.)


  


 



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