Dos hermanos estaban
jugando en el patio,
cuando empezaron a
pelear. Cayo, un niño de
tres años, pensaba que
solamente él podía
disfrutar y andar en
bicicleta. Felipe, de
nueve años, quería jugar
también, pero su
hermanito no lo dejaba. Perdiendo
la paciencia, Felipe
gritó:
- Tú eres... eres... ¡No
se puede jugar contigo!
¡Eres incomprensible!...
¡Basta! ¡No voy a jugar
más contigo!
Cayo, que no entendía
esa palabra, comenzó a
llorar, gritando a su
mamá, que estaba en la
cocina:
|
- ¡Mamá!... ¡Mamá!...
¡Felipe me está
insultando!...
Y Cayo lloraba
tanto que la
madre salió de
la cocina,
corriendo al
patio donde
ellos estaban.
Queriendo saber
lo que había
pasado, preguntó
a Felipe, a
quien le parecía
gracioso que su
hermano pensara
que le había
dicho una mala
palabra, soltó
una carcajada
dirigiéndose a
su mamá:
- ¡Mamá, no pasó
nada! ¡Cayo cree
que dije una
mala palabra! –
y volvió a
reírse.
- ¿Y no fue así?
- preguntó a la
mamá,
sorprendida.
- ¡Claro que
no!... ¡Yo dije
que Cayo es
in- |
comprensible!
¡Él no entendió
y no le gustó! Por
eso está
llorando. |
La madre contuvo la risa
para no dejar al menor
más nervioso aún, y
después le explicó
poniéndolo en su regazo:
- Cayo, querido, lo que
tu hermano te dijo no es
una mala palabra. Es una
palabra grande, pero
quiere decir que no
entendiste lo que te
explicó. ¡Nada
más!
- ¡No!... – gritó el
pequeño molesto. - ¡Yo
sí entendí! ¡Él quiso
insultarme!... ¡Yo
tampoco juego más con
él!
Felipe se acercó a su
hermano, lo abrazó e
intentó hablar con Cayo,
que escondió el rostro
en el regazo de la mamá
para no ver al hermano.
Entonces, Felipe se
alejó para ir a hacer
sus tareas escolares.
Poco tiempo después,
encerrado en la
habitación, hacía sus
tareas cuando alguien
llamó a la puerta. Fue a
abrir y vio al pequeño
Cayo que quería entrar.
- ¿Qué quieres, Cayo? No
puedo jugar. Estoy
haciendo las tareas del
colegio.
- ¡Ah! ¿Qué es eso? –
preguntó el pequeño.
- Tengo tareas
que hacer, y si
no las hago,
tendré malas
notas.
- ¿Por qué?
- Porque la
profesora
pensará que no
sé hacer tareas
y me dará una
baja nota. ¡Por
eso!
- Oh ... Si es
solo eso, quiere
decir que puedes
jugar conmigo y
...
Felipe miró a
Cayo, que
parecía
arrepentido de
haber peleado
con él, y le
dijo:
- Cayo, ahora no
puedo. Ve a
jugar con tu
perrito, con tus
juguetes, con
tus amigos. ¡Yo
ahora no puedo
jugar!...
El pequeño bajo
la cabeza,
triste, casi
llorando.
Felipe, viendo
su estado,
sintió pena y,
agachándose,
consoló al
hermanito:
- Cayo, hermano
mío, no estoy
enojado contigo.
Solo |
|
tengo cosas más
importantes que
hacer y no puedo
jugar ahora. ¿Entiendes? |
El pequeño asintió con
la cabeza mostrando que
había entendido y salió
del cuarto muy triste.
La mamá, que limpiaba la
sala, viendo a Cayo
molesto, le preguntó qué
había pasado, a lo que
el pequeño respondió:
- Es que Felipe no puede
jugar conmigo. ¿Puedes
jugar conmigo, mamá?
La mamá lo puso en su
regazo y le explicó que
ella no podía jugar
ahora porque estaba muy
ocupada con las tareas
de la casa, pero que tan
pronto terminara jugaría
con él.
- ¡Nadie puede jugar
conmigo!... – se quejó
Cayo mirando al piso.
La mamá, con pena, miró
a su alrededor y lo
invitó a ayudarla con la
limpieza, asegurándole
que después jugaría con
él:
- ¡Si me ayudas,
terminaremos pronto!
Cayo aceptó y, muy
serio, cogió la escoba y
se puso a barrer el
piso. En eso, su perrito
entró en la sala y
ladró, jalándole la
basta del pantalón, pero
el niño miró serio al
perrito diciendo:
- ¡Totó, no puedo jugar
ahora! ¡Estoy
ocupado con un trabajo
muy importante!Cuando
termine, voy a jugar
contigo.
Y, con carita seria,
sintiéndose valorado,
cogió la escoba y se
puso a barrer diciendo:
-Yo también tengo
tareas, ¿verdad, mamá?
- ¡Claro, hijo mío! Eres
pequeño, pero barres muy
bien. ¡Te felicito!...
Pronto podrás hacer
otras tareas más
importantes. ¡¿Viste
cómo estás creciendo?!
Y con escoba en mano,
Cayo se sentía mucho
mejor y valorado. Cuando
el papá llegó del
trabajo, vio a su hijo
menor barriendo la
entrada de la casa y
dijo:
- Cayo, ¿quiere jugar un
poco con papá?
Muy serio, él levantó la
cabeza, miró firme al
papá y respondió:
- Papá, ahora no puedo.
Estoy trabajando. Cuando
termine mi servicio, ahí
podremos jugar, ¿está
bien?
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
31/10/2016.)
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