La práctica del
bien puede
asumir las
fórmulas más
diversas
“Vamos a
hablar de una
creencia común,
tal vez hasta
mismo universal,
que, según
nuestro
entendimiento,
tiene base
doctrinaria,
pero, en el
inicio, podrá
causar extrañeza
a algunos de los
estudiosos del
Espiritismo.”
(Paulo da Silva
Neto Sobrinho,
autor del
artículo El
mal de ojo en la
óptica espírita,
uno de los
relieves de esta
edición.)
Puede parecer
raro, pero aún
hay muchos
prejuicios en la
práctica
espírita, lo que
es difícil de
comprender, una
vez que la
visión espírita
debería estar
libre de tal
vicio y, al
contrario, ser
acogedora de
todas las
creencias que
buscan la verdad
y el bien,
porque, como
dice el apóstol
Paulo, “todos
cuantos
practican la
caridad son
discípulos de
Jesús, sea cual
sea el culto a
que
pertenezcan”. (El
Evangelio según
el Espiritismo, cap.
XV, ítem 10.)
En algunos
grupos y centros
se tiene
especial
aversión a “negros-viejos” y
a las entidades
como indígenas,
soldados con
lanzas o
falanges
católicas,
cuando el
Espiritismo
debería ser un
manantial de
bendiciones para
todos los que de
él se acercan en
busca de
auxilio, amparo,
rehacimiento.
Algunas veces
los dirigentes
espirituales de
la reunión
mediúmnica
solicitan la
cooperación de
entidades, por
así decir,
exóticas para
que, con su
extrema
humildad, puedan
sanear el
ambiente y
hablar a
nuestros
corazones.
Es bueno
recordar, a
propósito de
eso, que muchos “negros-viejos” así
se presentan
porque fue en
esta condición –
ciertamente
durante la
esclavitud – que
adquirieron
determinadas
virtudes del
corazón,
especialmente la
humildad.
“¿Será
que el mal de
ojo es
simplemente una
superstición o
una realidad
percibida por la
sabiduría
popular? (…)
Cada vez más
estamos
convencidos de
que, cuando una
cosa es
Universal, ella
es hecho, aunque
pueda ser
interpretada de
manera
equivocada, dada
la falta de
conocimiento de
los mecanismos
que la hacen
funcionar. Tal
vez un buen
ejemplo de eso
sea la creencia
en fantasmas,
que es,
ciertamente,
Universal, lo
que, en
Espiritismo, se
demostró ser el
alma de los
muertos
manifestándose a
los ‘vivos’
”. (Paulo
Neto, en el
artículo
citado.)
Cuando una
creencia es
general, sería
normal buscarle
el sentido. Pero
parece que los
“espíritus
fuertes”
consideran cosa
de gente
ignorante dar
valor a lo que
clasifican como
supersticiones o
aquello que sólo
puede, según
piensan, existir
en el folclore.
Se compadecen de
aquello que es
bueno sólo para
las historias de
arrullar. Son
cosas de las
cuales no
necesitan, hasta
que el fantástico aparezca
como único
recurso, hecho
que se da, por
ejemplo, en los
casos de
solución
imposible para
la medicina. Es
que el orgullo
generalmente
sólo es abatido
por el dolor.
El caso de los
chamanes es
emblemático. Los
antropólogos
tratan las
prácticas de
ellos como un
acto simbólico.
Y están ciertos.
La simbología
del proceso de
cura hace parte
del poder
terapéutico.
Pero pocos se
disponen a
retirar la
cáscara dura y
amarga para
saciarse con la
almendra, como
dice Kardec, y
los que lo hacen
son considerados
místicos.
Ocurre, sin
embargo, que
nadie, entre los
escépticos,
consigue
explicar las
curas.
“Las mujeres que
bendicen, son,
generalmente,
señoras maduras
con
desprendimiento
envidiable que,
por regla
general, sólo
practican la
bendición en
niños. (…)
Emmanuel, en El
Consolador, respondiendo
a la pregunta
“la llamada
‘bendición’, en
los medios
populares, ¿será
una modalidad de
pase?”, afirma
categórico: “Las
llamadas
bendiciones”,
tan comunes en
el ambiente
popular, siempre
empleadas en la
caridad, son
expresiones
humildes del
pase
regenerador,
vulgarizado en
las
instituciones
espiritistas de
socorro y
asistencia.” (Paulo
Neto, en el
artículo
citado.)
¡Caridad! La
práctica del
bien, como dice
Emmanuel, puede
asumir las
fórmulas más
diversas y es
ella el
componente
fundamental de
la acción
terapéutica de
las bendiciones.
Es la caridad
que reúne los
elementos
curativos y los
distribuye por
las manos
callosas con sus
ramas y agua
bendita.
Todo niño se
queda
impresionado y
dócil ante
tamaña humildad
y amor fraterno.
Son pocas las
mujeres
curanderas que
cobran. Como
generalmente son
muy pobres,
aceptan,
poniéndose
coloradas, algún
regalo o
donativo. Pero
no es eso que
las invita al
trabajo, porque,
en verdad, son
movidas por el
amor.
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