Somos todos
peregrinos
sobre la Tierra
“Nosotros, los
espíritas,
tenemos que
cuestionarnos
mucho como están
nuestros
sentimientos de
solidaridad,
comprensión y
tolerancia; ¿qué
pensamientos
lanzamos al
espacio cuando
el asunto nos
alcanza el alma?
¿Son de
prejuicio, ese
hijo directo del
egoísmo y del
orgullo?”
(Humberto
Wedine, autor
del artículo Refugiados:
la fuerza y la
esperanza por un
hilo, uno
de los relieves
de esta
edición.)
Necesitamos de
indulgencia para
el acogimiento
de aquellos que
buscan,
desesperadamente,
el confort, el
amparo, el
socorro y la
comprensión. A
pesar de las
diferencias
culturales,
incluyéndose las
religiosas,
debemos, antes
de todo,
respetar los
derechos del
hombre y dar
tratamiento
humanitario a
los refugiados.
Nunca, como hoy,
se persiguieron
tanto los
musulmanes,
mismo los que ya
detienen
derechos de
ciudadanía. Ésos
y, en especial,
los
clandestinos,
por la propia
tez y origen,
tienen sido
clasificados
como posibles
terroristas y
punto de
lamentables
demonstraciones
de xenofobia.
“En esta
encrucijada,
debemos
acordarnos de
las palabras de
Jesús que abren
este artículo:
‘porque tuve
hambre y me
diste de comer;
tuve sed, y me
diste de beber;
yo era
extranjero y me
acogiste’. Y,
mismo en el
Antiguo
Testamento, la
Torá, el libro
sagrado de los
judíos que Jesús
enseñó y
pregonó, hay
varios pasajes
sobre el
tratamiento a
los extranjeros.
En Génesis 25.9
es dicho ‘no
oprimirás al
extranjero, pues
vosotros
conocéis el
corazón del
extranjero, pues
fuisteis
extranjeros en
la tierra del
Egipto’. Otro
pasaje
importante es en
Jo 31:32: ‘El
extranjero no
pasaba la noche
fuera; mis
puertas yo las
abrías para el
viajero’. (Humberto
Werdine, en el
artículo
citado.)
Las palabras de
Jesús son de un
simplicidad
profunda. No hay
en ellas teoría,
pero
indicaciones
objetivas
pertinentes a la
práctica del
bien. Acoger el
refugiado, mismo
que sea un
enemigo, es
actitud
eminentemente
cristiana. Es
obvio que se
debe actuar con
prudencia, para
que la paja y el
grano sean
debidamente
identificados
para que no se
cometan
injusticias.
“Nosotros los
espíritas, que
sabemos de estas
verdades,
debemos orar
para que
nuestros
políticos y
gobernantes
puedan, mientras
duermen, ser
inspirados en
sus sueños por
la
Espiritualidad
Superior para
que estén
conscientes de
la gran
responsabilidad
que está en sus
manos, para que
puedan actuar
rápidamente con
caridad y
compasión para
acabar con esta
crisis
humanitaria de
manera
definitiva.”
(Humberto
Werdinee, en el
artículo
citado.)
La Xenofobia no
está solamente
en el círculo de
aquellos que
están en el
poder. Ella está
en la base de la
población y, en
algunos casos,
llega a un nivel
próximo de la
histeria.
Ignoran esas
personas que
muchos de los ex
refugiados que
lograron
derechos de
ciudadanía y
aquellos que
intentan
obtenerla son
aquellos que, en
pasado no muy
remoto, fueron
explorados por
los países a los
cuales hoy
suplican una
oportunidad para
vivir.
La emigración
siempre causa
temores por
parte de
aquellos que
reciben los
refugiados. La
provincia de São
Paulo, como los
brasileños
saben, recibió a
lo largo de su
historia y
continúa a
recibir
emigrantes (¿por
qué no decir
refugiados?) de
regiones pobres
del Nordeste de
Brasil,
incapaces de
ofrecer las
condiciones
necesarias para
que sus hijos
permanezcan en
las localidades
donde nacieron,
especialmente en
las ocasiones en
que la sequía
torna inviable
la vida en estos
sitios. Pero tal
como ocurre en
innúmeros países
europeos, si
pudiesen, los
ciudadanos que
discriminan
expulsarían
también esos
emigrantes.
“En resumida
cuentas,
mientras los
políticos
trabajan para
combatir las
causas de estas
guerras que
causan estas
crisis de
refugiados,
debemos armarnos
con fe, amor,
caridad,
tolerancia y
comprensión, y
ayudar como
podamos a estos
hermanos
infelices, que
fueron forzados
a huir de sus
países en guerra
para salvar y
dar una vida
mejor y más
digna a sus
hijos”. (Humberto
Werdine, en el
artículo
citado.)
El espírita va a
las comunidades
carentes para
llevar
instrucción.
Pero va también
para llevarles
consuelo y
facilitar la
inclusión
social.
Hablamos de las
comunidades
carentes porque
es la
experiencia más
próxima de la
realidad
brasileña,
aunque ya
tengamos por
aquí los
refugiados
haitianos y
otros
inmigrantes
expulsados por
causa de la
violencia o de
la miseria que
reina en su país
de origen.
Nadie ignora que
sufren ellos
prejuicio y
discriminación,
especialmente en
las provincias
del Sur. En su
mayoría, los
haitianos
reciben los
sueldos más
bajos y los
puestos de
trabajo más
humildes, en
cuanto el deseo
de las personas
que discriminan
es, en verdad,
repatriarlos,
olvidándose de
que todos
nosotros somos
peregrinos sobre
la Tierra y en
ella nos
encontramos
igualmente de
pasaje. (¹)
(¹) A
los que dudan de
que somos
peregrinos sobre
la Tierra,
sugerimos que
lean o relean el
mensaje
constante del
cap. III, ítem
14, d’
El Evangelio
según el
Espiritismo,
de Allan Kardec.
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