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Lilica, una niña
de siete años de
edad, estaba
jugando en la
plaza al frente
de su casa,
cuando vio a un
señor que se
acomodó en un
banco y se quedó
observándola.
Después,
exhausta de
saltar la soga,
ella se detuvo y
se sentó en un
banco cercano. ¡Estaba
muy cansada!
- Saltar la
cuerda cansa
bastante, ¿no? –
preguntó
sonriendo el
señor que la
observaba. |
Ella se volteó hacia él
y respondió:
- Cansa, pero es
divertido. ¿Usted salta
la cuerda?
- ¡No, nunca salté la
cuerda! Lo mío eran las
carreras.
- ¡Ah!... ¿Y es bueno
correr?
- Es bueno, pero también
cansa mucho... ¡como
la cuerda!
- ¿Y qué hace ahora si
ya no corre más?
- Cuido de mis negocios,
lo que también es
agotador.
- ¡Ah!... ¿Pero entonces
por qué no cambia de
trabajo si cansa tanto?
El hombre pensó un poco
y respondió:
- Ahora ya no puedo.
Arriesgué todo lo que
tenía en este negocio y
no puedo abandonarlo. ¿Entiendes?
- No. ¿Por qué no puede
comenzar otro negocio?
- Porque gano mucho
dinero con lo que hago
ahora.
- ¡Ah!... Si es por eso,
no se preocupe. Nada de
lo que tiene es suyo
realmente. ¡Mi papá me
explicó que nada de lo
que tenemos aquí es
realmente nuestro!
- ¿Cómo así? ¿Por qué no
es nuestro? – preguntó
él con expresión
curiosa.
- ¡Porque cuando cada
uno de nosotros deje
esta vida, no nos
llevaremos nada! –
explicó.
El hombre se quedó
pensativo durante
algunos segundos,
después respiró
profundamente:
- Tienes razón, pequeña.
No nos llevaremos nada
de lo que juntemos aquí
en esta vida. Entonces,
¿para que luchar tanto,
intentar ser buenos?
¡Todo eso para mí es una
incógnita!
- ¿Qué dice? Qué
significa esa palabra...
incó...
- Incógnita. Significa
aquello que es
desconocido y que es
imposible evaluar.¿Entendiste?
- Más o menos. Pero mi
papá siempre dice que sí
nos llevaremos todo lo
que hicimosde bueno para
nosotros y para los
demás. ¡Entonces, no es
imposible de evaluar, no
es una incógnita!
- ¿Ustedes son
espíritas? – preguntó
él.
- Sí. Y mi papá dice que
es la única religión que
nos habla sobre el
futuro explicando de
dónde venimos, a dónde
vamos y qué es lo que
estamos haciendo aquí.
El hombre la miró
atentamente, después
murmuró:
- ¡Pequeña, eres muy
inteligente! ¿Dónde
vives?
- Aquí cerquita. Al otro
lado de la calle.
- ¡Ah!... ¿Y tu papá
estará en casa ahora?
- Creo que sí. Él vuelve
a su oficina más o menos
a esta hora.
- ¿Será posible que
converse conmigo, como
tú lo estás haciendo?
- ¡Claro! Venga conmigo.
Voy a llevarlo a nuestra
casa.
La niña atravesó la
calle y entró por el
portón. Subieron algunos
escalones y ella abrió
la puerta, llamando:
- ¡Papá! ¡Papá! ¡Aquí
tengo un amigo mío que
quiere conversar
contigo!
La puerta de la oficina
se abrió y el padre
apareció, asustado:
- ¡¿Qué pasó,
Lilica?!... ¿Por qué ese
griterío?
- Es que tengo un amigo
mío que quiere conversar
contigo, papá.
El señor miró al papá de
Lilica y se disculpó,
extendiéndole la mano:
- Señor, mi nombre es
Alberto Rodrigues.
Conversé un poco con su
hija en la plaza y ella
me habló de cosas que me
intrigaron. ¿Sería
posible que
conversáramos un poco?
Si no puede ser ahora,
puedo venir en otro
momento.
El papá de
Lilica lo invitó
a entrar a su
oficina y dijo
que no tenía
problema con la
hora. Podrían
conversar el
tiempo que fuera
necesario.
- Siéntese, por
favor. Estoy a
su disposición.
El visitante
sonrió y explicó
que su hija,
Lilica, le había
hablado de cosas
que lo dejaron
perplejo, lo que
hizo que ella lo
trajera a
conversar con su
padre.
- La familia es
espírita,
¿verdad? –
preguntó
Alberto.
El papá de
Lilica lo
confirmó y
Alberto pasó a
hacerle una
serie de
preguntas que lo
estaba
incomo |
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Conversaron por algunas
horas y, al salir,
Alberto vio a Lilica en
la sala y le dijo:
- ¡Lilica, gracias a ti,
ahora yo también soy
espírita!
MEIMEI
(Recibida por CéliaX. de
Camargo, el 14/11/2016.)
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