Continuamos en esta edición el estudio de la Revista Espírita de 1858, publicación mensual de divulgación espírita fundada y dirigida por Allan Kardec. Este estudio está basado en la traducción al idioma portugués realizada por Júlio Abreu Filho y publicada por EDICEL. Las respuestas a las preguntas propuestas se encuentran al final del texto para la lectura.
Preguntas para el debate
A. ¿Existen las mitades eternas?
B. ¿Cuándo fue fundada la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas?
C. ¿Cómo hacen los Espíritus para que los objetos materiales se muevan?
D. La duda con respecto a la propia muerte, ¿es común en los recién fallecidos?
Texto para la lectura
95. Un suscriptor plantea la pregunta de las mitades eternas y pide a Kardec que analice el asunto. Abelardo y Eloísa, evocados, explican que la idea es errónea, pero confirman el hecho de que las almas afines se buscan debido a la simpatía y a la semejanza de gustos e ideas. (P. 140)
96. San Luis afirma que la expresión mitades eternas es inexacta y que no existe una unión particular y fatal de dos almas. (P. 141)
97. Kardec concluye el asunto diciendo que es necesario rechazar la idea de que dos Espíritus, creados el uno para el otro, un día se unirán en la eternidad. (N.R.: Las respuestas de San Luis y el comentario de Kardec dieron origen a las preguntas 298 a 303 de El Libro de los Espíritus.) (P. 142)
98. La Revue publica dos entrevistas con el Espíritu de Mozart, enviadas por uno de sus suscriptores. (P. 142)
99. Mozart informa que habita en Júpiter, donde no existe el odio y la melodía existe en todas partes: en las aguas, en las hojas, en el viento, en las flores – todo produce sonidos melodiosos. (PP. 144 y 145)
100. Ninguna música, dice, puede dar una idea de la que existe allí. “No tenemos instrumentos: los coristas son las plantas y los pájaros. El pensamiento compone y los oyentes gozan sin audición material, sin la ayuda de la palabra – y esto a una distancia inconmensurable.” (P. 145)
101. Confirmando la necesidad de la reencarnación para evolucionar, Mozart dice que la creencia en Dios y la dedicación al trabajo nos traerán la calma. (P. 146)
102. Un suscriptor de La Haya (Holanda) envió un interesante relato sobre la manifestación del Sr. M., que desheredó a sus parientes próximos en favor de la familia de su mujer, fallecida poco tiempo antes que él. (P. 147)
103. Con la ayuda de espíritas radicados en Lyon, fue desenmascarado un impostor que decía ser el Sr. Home. Para confundir al público, el Sr. Lambert Laroche se hacía llamar el gran médium americano de nombre Hume. (PP. 150 y 151)
104. La Revue anuncia la fundación de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas el día 1º de abril de 1858. (P. 153)
105. San Luis habla sobre los fluidos y explica cómo los Espíritus hacen que los objetos materiales se muevan, dándoles una vida ficticia: cuando la mesa se eleva no es el Espíritu el que la levanta; es la mesa animada que obedece al Espíritu inteligente. (PP. 155 a 157)
106. Kardec se da cuenta de su error anterior y concluye que cuando un objeto es puesto en movimiento, levantado o lanzado al aire, no será el Espíritu el que lo atrape, lo empuje o lo levante: él lo satura con su fluido, por su combinación con el del médium y así, momentáneamente vivificado, el objeto actúa como si fuese un ser vivo. (P. 158)
107. La Revue sigue relatando los fenómenos de raps publicados por el "Periódico de Bergzabern" en los que la médium era la joven Filipina Sanger. (P. 159)
108. Cerca de Navidad los golpes y las raspaduras se volvieron más violentos y duraban más tiempo. Se oían en lo alto golpes muy fuertes que hacían estremecer la casa, sacudir las ventanas y dar la impresión a las personas presentes de que el piso temblaba bajo sus pies. (P. 165)
109. San Luis escribe sobre la pereza, asegurando que la fuerza no ha sido dada al hombre, ni la inteligencia a su espíritu, para que consuma sus días en la ociosidad, sino para que sea útil a sus semejantes. (P. 170)
110. Kardec conversa con el Espíritu del Sr. Morisson, el millonario inglés que en los dos últimos años de su vida se imaginaba que estaba reducido a una extrema pobreza. San Luis dice que él sufría mucho por el bien que no hizo. (P. 171)
111. Con respecto a ese caso, San Luis afirma que en ninguna parte uno se encarga solo de sí mismo. El hombre responde por los que le rodean y no solo por las almas que le fueron confiadas. (P. 172)
112. Kardec evoca al Espíritu de un suicida, seis días después de su muerte en el establecimiento de Samaritana. El hombre tenía cerca de 50 años. (P. 173)
113. El suicida no tenía conocimiento de su muerte, aunque sentía que se ahogaba en el cajón. San Luis explica que el Espíritu del suicida queda ligado a su cuerpo hasta el término de su vida. (PP. 173 y 174)
114. La duda de la muerte es muy común en los recién fallecidos, dice Kardec; principalmente en aquellos que en vida no elevaron su alma por encima de la materia. Es un fenómeno raro, pero que se explica naturalmente. (P. 174)
115. Después de transcribir parte de las confesiones de Luis XI, dictadas por él mismo a la Srta. Ermance Dufaux, Kardec dice que este trabajo prueba que las comunicaciones espíritas pueden esclarecernos sobre la Historia, cuando nos sabemos colocar en condiciones favorables. (P. 178)
116. La Revue transcribe un fragmento de la “Historia de Francia”, de Henri Martin, célebre historiador francés, que describe con respeto los hechos espíritas y las facultades extraordinarias de Juana de Arco. (PP. 179 a 181)
117. En todos los tiempos, dice Kardec, el genio de la discordia ha agitado su antorcha sobre la Humanidad: Es porque los Espíritus inferiores, envidiosos de la felicidad de los hombres, encuentran entre ellos un acceso muy fácil. (P. 182)
118. Kardec fue al banquete anual de los magnetizadores y dijo que profesaba la ciencia magnética desde hacía 35 años, por lo tanto, desde 18 años de edad. (P. 183)
119. San Luis escribe sobre la envidia y dice que las obras de caridad y de sumisión son las únicas que nos permitirán entrar en el seno de Dios. La envidia es una de las más feas y de las más tristes miserias de este globo. La caridad y la constante emisión de fe harán desaparecer todos estos males. (P. 186)
120. Los periódicos franceses informaron sobre el curioso fenómeno de la imagen del fallecido Sr. Badet, con su gorro de algodón, fotografiada en el vidrio de la ventana, ante la cual acostumbraba colocarse durante el periodo de su enfermedad. (P. 186)
121. Evocado, el Sr. Badet confirmó el hecho, pero no pudo explicarlo con claridad. Sin embargo, confirmó que el Espíritu no tiene ojos pero el periespíritu los tiene. (P. 188)
122. Kardec formula consideraciones sobre la fotografía espontánea y advierte que deben desengañarse los que piensan que los Espíritus les abrirían minas de oro, pues su misión es más seria. (P. 192)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Existen las mitades eternas?
Un suscriptor planteó esta pregunta. Abelardo y Eloísa, evocados, explicaron que la idea es errónea, pero confirmaron el hecho de que las almas afines se buscan debido a la simpatía y a la semejanza de gustos e ideas. (Revue Spirite de 1858, pp. 140 y 141.)
B. ¿Cuándo fue fundada la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas?
El 1º de abril de 1858, según la noticia publicada por la propia Revue. (Revue Spirite de 1858, p. 153.)
C. ¿Cómo hacen los Espíritus para que los objetos materiales se muevan?
Según San Luis, los Espíritus hacen que los objetos materiales se muevan, dándoles una vida ficticia: cuando la mesa se eleva no es el Espíritu el que la levanta; es la mesa animada que obedece al Espíritu inteligente. Kardec pensaba de manera diferente, pero cambió de opinión con la explicación dada por San Luis. Así, dice él, cuando un objeto es puesto en movimiento, levantado o lanzado al aire, no es el Espíritu el que lo atrapa, empuja o levanta: él lo satura con su fluido, por la combinación con el del médium y, de esta manera, momentáneamente vivificado, el objeto actúa como si fuese un ser vivo. (Revue Spirite de 1858, pp. 155 a 158.)
D. La duda con respecto a la propia muerte, ¿es común en los recién fallecidos?
Sí. La duda de la muerte es muy común en los individuos recién fallecidos, principalmente cuando en vida no elevaron su alma por encima de la materia. (Revue Spirite de 1858, p. 174.)