Era una familia muy
especial y todos se
amaban. Los papás tenían
tres hijos: Paulo, Rubén
y Leila, y la vida
trascurría serena.
En todo había unión, paz
y amor.
Un día la mamá se sintió
diferente y, emocionada,
contó a sus hijos que
sería madre de nuevo.
Ellos la abrazaron con
cariño, satisfechos,
porque iban a tener un
hermanito más. Algunos
meses después nació un
lindo niño, que recibió
el nombre de Sereno. Los
hijos se sorprendieron
por el nombre y
quisieron saber la razón
de la elección que el
papá había hecho, y
pensativo él les dijo:
- ¡No sé!... ¡De repente
sentí que debía dar ese
nombre al bebé!...
Los hermanos se miraron
entre sí, aceptándolo.
Leila, la más joven,
sonrió al papá y dijo:
- ¿Quién sabe, papá, el
bebé necesita de un
nombre que le dé
serenidad?
- ¿Quién sabe, hija? –
el papá sonrió, estando
de acuerdo.
Poco a poco el bebé iba
creciendo risueño y
lleno de caprichos. Como
era el menor, le daban
todo lo que quería, y él
se volvía cada vez más
exigente. Con el pasar
de los años, se volvió
violento y aún más
exigente, especialmente
cuando no hacían lo que
él quería. Si deseaba un
juguete, tenían que
correr y comprarlo; caso
contrario se lanzaba
sobre los padres y
hermanos, a gritos y
golpeando con los pies y
las manos:
- ¡Yo quiero! ¡Yo
quiero! ¡Yo quiero!...
Un día, llena de buena
voluntad, Leila salió a
comprar lo que él
quería. Sereno gritaba
tanto que ella salió
corriendo a buscar lo
que le pedía. Volvió y
le entregó el juguete,
pero él se lanzó al piso
a gritos:
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- ¡Ese no era el que yo
quería!
¡No era
ese!...
- ¡Sereno, pero ese fue
el que me pediste,
hermano mío!
- ¡No era ese! ¡Era de
otro color!...
- ¡Ah!... Pero se les
había acabado. ¡Solo
quedaba este en la
tienda, Sereno!... Está
bien. Está bien… Deja de
gritar. Voy a buscar en
otra tienda.
¡Espera!
Sereno dejó de llorar y
se quedó esperando a que
la hermana le trajera el
juguete. Pero para el
papá y la mamá, aquello
fue la gota que rebalsó
el vaso. Reunida la
familia después de que
Sereno se durmiera,
cansado de llorar y
patalear, él dijo muy
serio:
- Hijos míos, algo está
mal en la educación que
le estamos dando a
Sereno. Su actitud no es
normal y no puedo
aceptar los gritos,
golpes y puntapiés con
que los agrede, hijos
míos. No pueden
someterse a los ataques
de Sereno. ¿Ustedes
tienen alguna sugerencia
que podamos hacer?
- Bien. Creo que debemos
orar bastante por él,
papá – sugirió Rubén.
- ¡Y yo creo que él
también necesita
límites! – consideró
Paulo, con lo que Leila
estuvo de acuerdo,
completando:
- ¡Papá! ¡Tengo miedo de
lo que él pueda hacer!
Hay momentos en que es
irreconocible.
¡Solo se calma cuando
consigue lo que quiere!
Los hermanos estuvieron
de acuerdo con ella, y
el papá, mirando a la
mamá, que tenía los ojos
llenos de lágrimas,
dijo:
- Entiendo su miedo,
hijos míos. Pero si él
renació en nuestra
familia, es señal de que
necesita ser controlado,
educado. Entonces,
decidí que vamos a tomar
medidas enérgicas con
Sereno. Él ya no
conseguirá nada con
llantos y gritos. Si
continúa actuando así,
será encerrado en su
cuarto hasta que se
calme. Y nadie va a
interferir,
¿entendieron?
Todos estuvieron de
acuerdo. Y el papá
continuó:
- Como espíritas,
sabemos cómo actuar.
Entonces, todas las
noches, vamos a orar por
él y les daremos pases y
fluidificaremos agua
para que él la beba.
En ese mismo día, el
papá avisó a Sereno que
él ya no conseguiría
nada con berreos y
puntapiés.
Si insistía, se quedaría
castigado hasta calmarse.
Una vez decidido, la
noche hicieron una
oración pidiendo las
bendiciones de Jesús
para Sereno y, al
terminar, llevaron un
vaso con agua al cuarto
del pequeño Sereno.
Los días fueron pasando
y, después de quince
días, todo estaba mejor.
Sereno no gritaba más,
no golpeaba a sus
hermanos y respetaba las
órdenes.
Un día, Sereno se
levantó muy triste. En
el desayuno, el papá le
preguntó qué había
pasado, y él explicó
llorando:
- ¡Papá tuve un sueño
extraño! Soñé que era un
guerrero muy fuerte y
que ustedes estaban
contra mí. ¡Entonces,
los ataqué y los maté!
Me asusté cuando los
reconocí. ¡Sí, todos
ustedes estaban ahí,
luchando contra mí!...
¡Pero yo era su hermano,
papá y quería tomar “tu”
castillo, papá!...
Sereno agacho la cabeza
llorando mucho. Después
se limpió los ojos y
dijo:
- ¿Ustedes están
molestos conmigo?
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- ¡Claro que no, hijo
mío! ¡Nosotros te amamos
mucho! – dijo el papá
abrazándolo con amor.
Los demás también lo
abrazaron, aliviados por
ver el cambio en Sereno.
Después, él secó sus
ojos y murmuró:
- Ahora soy realmente
Sereno, ¿verdad, papá?
¿No están molestos
conmigo?
- ¡No, hijo mío querido!
Nosotros te amamos
mucho. Lo
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que sucedió en
el pasado no
importa.
Ahora nos amamos. ¡Tú
eres parte de nuestra
familia!... |
- ¿Me perdonan?
Creo que era yo quien
estaba enojado con
ustedes.
¡Pero ahora todo pasó!...
¡Todos se acercaron para
abrazar a Sereno, y él
les devolvió con una
sonrisa, sintiéndose en
paz!...
MEIMEI
(Mensaje psicografiado
por la médium Célia
Xavier de Camargo en
Rolândia, PR.)
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