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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 510 - 2 de Abril de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

¡Mentiras, nunca más!
 

Ricardo llegó de la escuela, puso la mochila sobre una silla y fue directo a la cocina, donde su mamá estaba preparando el almuerzo.

- ¡Hola, mamá!

- ¡Hola, Ricardo! ¿Qué pasó, hijo mío? – preguntó al verlo, notando que algo no iba bien.

Con aire descontento, el niño dijo:

- Nada. Todo está bien.

- ¿Entonces por qué esa carita?

- Es Jorge, mamá. ¡No aguanto más sus mentiras!

- Ten paciencia, hijo mío. Deja que la misma vida le enseñe a Jorge que no debe mentir. La verdad siempre sale a la luz.

- Yo lo sé, mamá, pero ya no soporto escuchar tantas mentiras. ¿Sabes lo que dijo hoy? La profesora preguntó sobre las familias de los alumnos y él dijo que su papá era un hombre muy rico, ¡que ellos vivían en una bella casa y tienen un carro último modelo! ¡Pero yo sé que todo eso es mentira! Tengo ganas de desenmascararlo delante de la clase.

Doña Flora miró a su hijo de ocho años de edad indignado y dijo:

- Mentir es muy feo, pero seguramente Jorge no lo hace por maldad, hijo mío. Además, él no tiene solo defectos. Todos nosotros tenemos cualidades y defectos. Él también debe tener cualidades como todo el mundo. Vamos a ver: ¿qué hallas en él de bueno?

Ricardo pensó… pensó… y respondió, sorprendido:

- No sé. ¡Nunca me di cuenta!

- Ahí está, hijo mío. Tú solo viste el lado negativo de Jorge. Comienza a observarlo y descubrirás cualidades en

él. Después volveremos a conversar, ¿está bien?

El niño estuvo de acuerdo.

Al día siguiente, se acordó de lo que había conversado con su mamá y comenzó a prestar atención a su compañero. Luego, en la entrada, vio a un niño pequeño que, apresurado, derrumbó todos sus útiles en el piso. Jorge corrió y, arrodillándose, recogió las cosas del niño.  

“Punto para Jorge” – pensó Ricardo. A la hora de recreo, una niña se cayó y comenzó a llorar. Los compañeros lo hallaron gracioso y se rieron. Jorge, en cambio, se acercó y la ayudó a levantarse, preguntándole con delicadeza:

- ¿Te lastimaste? Ven. Voy a llevarte para que te curen.

- No fue nada. Gracias, Jorge.

Sonó la campana y volvieron al aula. Cuando terminaron las clases, Ricardo continuaba observando a su compañero. Vio cuando un niño dijo no haber entendido nada de la clase de matemáticas. Jorge, rápidamente, se ofreció para ayudarlo.

- Más tarde paso por tu casa y te explico el tema. Vas a ver que es fácil. Luego podrás entender todo.

Ricardo estaba cada vez más sorprendido. Llegó a casa y su mamá le preguntó:

- ¿Y entonces? ¿Hiciste lo que acordamos?

- ¡Mamá, tenías razón! Él es delicado, generoso, gentil, servicial…

- ¡Vaya! ¿Todo eso percibiste en un solo día?

- Sí. ¡Lo juzgué mal! Reconozco que estaba equivocado.

Y le contó a su mamá todo lo que había visto durante ese día en el colegio, y terminó diciendo:

- ¿Sabes que hasta sus mentiras ya no me incomodan?

- Te creo, hijo mío. Es que el defecto de la mentira se volvió algo pequeño ante todas sus cualidades. Solo lamento que, algún día, él va a sufrir por eso.

Una semana después, estaban en clases cuando alguien llamó a la puerta. Era un hombre sencillo, con ropa de obrero, con un pequeño paquete en sus manos. Tímidamente, pidió permiso y entró.

- Buenos días, profesora. Soy el papá de Jorge. Estaba atrasado para el trabajo, pero me di cuenta de que se había olvidado su merienda y vine a traerla. Aquí está.

Jorge, rojo de vergüenza, se encogía en su carpeta intentando pasar desapercibido. Pero no tuvo suerte. Fue obligado a levantarse e ir a recoger la merienda que su papá le había traído.

El hombre agradeció y se despidió. Jorge no tenía ni el coraje de mirar a su alrededor, humillado, percibiendo risitas solapadas.

Ricardo, apenado por la situación de su compañero, se volteó hacia él y dijo, en voz alta:

- Me agrada tu papá, Jorge. Es muy simpático y demostró que se preocupa por ti. Aun estando atrasado para su trabajo, se acordó de su hijo. ¡Te felicito!

Los demás, viendo la actitud de Ricardo, comenzaron a cambiar su conducta, estando de acuerdo con él. Alguien preguntó:

- ¿En qué trabaja tu papá?

- Él es albañil. Trabaja para una gran constructora – respondió Jorge, aún avergonzando, pero ahora más relajado.

- ¡¿Albañil?!... ¿Es el que ayuda a construir casas y esos grandes edificios? – preguntó una niña.

- Sí, sí. Mi papá muchas veces trabaja allá en lo alto de los edificios. ¡Y no tiene miedo!

- ¡Wow! ¡Entonces debe ser muy valiente!

- ¡Qué importante es! – exclamó otro niño, diciendo: - Sabe, profesora, el otro día vi en el noticiero que se cayó un edificio y muchas personas murieron y otras perdieron todo lo que tenían. ¡Es necesario poder confiar en las personas que construyen los edificios!

- Exacto. Todos tienen que tener responsabilidad ante lo que están haciendo. Tanto los ingenieros que hacen los planos, como los que trabajan en la construcción.

La conversación se desarrolló de forma amigable y agradable. Mientras otros conversaban, Jorge intercambió una mirada de agradecimiento con Ricardo.

A la salida, Jorge se acercó a Ricardo.

- Gracias, amigo. Me sacaste de una situación difícil. Pero hoy aprendí una lección. Mentiras, nunca más. No vale la pena. Además, tú me hiciste entender una cosa importante.

- ¿Qué cosa?

- Que debo estar orgulloso de mi papá.

- ¡Así es! ¿Amigos?

- ¡Amigos!

- ¿Quieres almorzar en mi casa hoy? Quiero presentarte a mi mamá. Ella tiene muchas ganas de conocerte.

- ¿Ah sí? ¿Por qué?

- Porque ahora yo te admiro mucho.

Emocionados, ambos se abrazaron como verdaderos amigos.

TIA CÉLIA
  


 



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