En el
tercer
caso,
los
Espíritus
no serán
llevados
para
comportamientos
inconvenientes
y abusos sexuales,
como puede
ocurrir
en los
dos
primeros
casos,
pues ya
poseen
elevación
moral y
espiritual
que les
faculta
la
disciplina
de las
emociones
y deseos.
Lo que
más les
interesa
es la
garantía
de
cumplir
bien su
misión
en la
experiencia
humana.
Esa
inversión
temporal
no
choca,
no
perturba
y no
arrasa con su
personalidad;
al
contrario,
va a
darle
mayor
seguridad
y
tranquilidad
para el
éxito de
sus
trabajos,
en
beneficio
de la
Humanidad.
No
dejarán
de
sufrir
también
momentos
difíciles
y
experiencias
amargas,
principalmente en el
campo
del
sentimiento,
pero soportarán
la
soledad
afectiva
con fe,
coraje,
amor e
idealismo
superior.
El Espíritu
Emmanuel
nos dice:
“Escogen
con eso
vivir
temporalmente
ocultos en la
armadura
carnal, con que
se garantizan
contra
impulsos irreversibles,
en el
mundo
afectivo,
de
manera a
perseverar, sin
mayores
dificultades,
en los
objetivos
que abrazan.”
(17.21)
Homosexualidad:
profundas luchas
del
sentimiento
y de
identidad
La
homosexualidad
en los
dos
primeros
casos es
una
expiación
y una
experiencia
mucho
más
dolorosa
que en
el
tercero,
en
virtud
de las
dificultades
morales
y
adicciones
en que
generalmente
se
encuentran.
En los
tres
casos
ellos no
podrán
realizarse
en el
sentido
de la
unión
conyugal
normal,
aún
cuando
sufren
la
cirugía
para
cambio
de sexo
fisiológico,
pues no
obtendrán,
con la
colaboración
de la
Ciencia,
las
bendiciones
de la
maternidad
y ni la
capacidad
de
fecundar
una
mujer,
constituyendo
eso una
grande
frustración
por toda
la vida.
Entendiendo
esas
profundas
luchas
del
sentimiento
y de
identidad
consigo
mismos,
debemos
manifestar
en
nuestros
corazones
comprensión,
indulgencia
y
compasión
cristiana
para con
todos
ellos.
Respetemos
la vida
afectiva
y sexual
de cada
compañero
en una
experiencia
transitoria
de la
homosexualidad.
Si
encontráramos
dificultades
en
aceptar,
tolerar
y
convivir
con esos
hermanos
en Dios,
meditemos
si ahora
estuviéramos
encarnados
en un
cuerpo
diferente
del que
nuestra
mente
determina
en
cuestión
de
sexualidad.
Lógicamente,
podríamos
estar
pasando
por las
mismas
luchas
sentimentales
y
psicológicas
de
nuestros
hermanos
homosexuales
femeninos
o
masculinos.
Sus
luchas
espirituales
podrán
ser las
nuestras
en una
futura
encarnación.
Debemos
amarlos
cómo
ellos
son, con
todas
las
características
de su
personalidad
psicológica,
pues son
también
Espíritus
inmortales,
con
adquisiciones
valerosas
y
respetables
virtudes,
adquiridas
en
siglos y
siglos
de
aprendizaje
en las
vidas
pasadas.
Si los
homosexuales
necesitan
mejorar
en
algunos
aspectos
de
conducta,
moral y
sexual,
las
criaturas
heterosexuales,
llamadas
“normales”
en la
actividad
sexual,
tienen
también
sus
problemas
morales
y de
carácter
bastante
graves
para ser
solucionados
a través
de la
educación
de los
sentimientos.
Si estos
casos se
cuentan
a los
millones
en todo
el
mundo,
es
porque
el sexo
desequilibrado
es uno
de los
problemas
más
comunes
a ser
solucionados
por la
mayoría
de los
Espíritus
de la
Tierra.
La
experiencia
homosexual
exige de
parte
del
Espíritu
duras
disciplinas,
conforme
nos
expone
André
Luiz:
“(...)
incontables
Espíritus
reencarnam
en
condiciones
inversas,
sea en
el
dominio
de
luchas
expiatorias
o en
obediencia
a tareas
específicas,
que
exigen
duras
disciplinas
por
parte de
aquellos
que las
solicitan
o que
las
aceptan.
(...)
hombres
y
mujeres
pueden
nacer
homosexuales
o
inter-sexos,
como son
susceptibles
de
retomar
el
vehículo
físico
en la
condición
de
mutilados
o
inhibidos
en
ciertos
campos
de
manifestación,
aduciendo
que el
alma
reencarna,
en esa o
en
aquella
circunstancia,
para
mejorar
y
perfeccionarse
y nunca
bajo el
destino
del mal
(...) “.
(29.11-2P)
La
mayoría
de
nosotros
todos,
de ese
modo, no
podrá
considerarse
entonces
con
normalidad
sexual
absoluta,
no en
cuanto a
organización
fisiológica,
pero, sí,
en
cuanto a
las
manifestaciones
psicológicas,
diciendo
“yo soy
totalmente
hombre”
o “yo
soy
integramente
mujer”,
porque
siempre
poseerá
un poco
o mucho
de los
características
psicológicas
del
outro
sexo.
Ante los
hermanos
en la
experiencia
de la
homosexualidad,
el
espírita
no debe
manifestar
las
actitudes
negativas
de:
admiración,
decepción,
estrañeza,
burla,
condena
o
desprecio,
pues
ninguno
de
nosotros,
en las
experiencias
de la
vida
humana,
está
totalmente
equilibrado
ni
seguro
de su
vida
emotiva
y
sexual.
Todos
nosotros
somos
llamados,
en la
filas de
las
reencarnaciones,
a
adquirir
cualidades
de
masculinidad
y
feminidad.
Aunque
las
características
psicológicas
de una
de ellas
surja en
mayor
grado,
definiéndonos
como
hombre o
mujer,
todos
nosotros
cargamos
también,
en más
pequeñas
proporciones,
en
nuestra
estructura
mental,
algunos
trazos
del sexo
opuesto,
manifestándose
en
nuestras
aptitudes
y
tendencias.
Somos
siempre
la suma
de
cualidades
masculinas
y
femeninas
en
nuestro
acervo
psicológico,
aunque
una de
ellas
esté en
mayor
número
de
reflejos
en
nuestra
subconsciencia.
El
Espíritu
André
Luiz nos
ayuda a
analizar
con
mayor
profundidad
la
realidad
espiritual
de
nosotros
mismos:
“(...)
en la
Superficie
Planetaria
los
temas
sexuales
son
tenidos
en
cuenta,
en la
base de
las
señales
físicas,
que
diferencian
al
hombre
de la
mujer y
viceversa;
sin
embargo,
pienso
que eso
no
define
la
realidad
integral,
por
cuanto,
rigiendo
esos
marcos,
permanece
un
Espíritu
inmortal,
con edad
a veces
multimilenária,
concluyendo
consigo
la suma
de
experiencias
complejas,
lo que
obliga a
la
propia
Ciencia
terrena
a
proclamar,
presentemente,
que
masculinidad
y
feminidad
totales
son
inexistentes
en la
personalidad
humana,
del
punto de
vista
psicológico.
Hombres
y
mujeres,
en
Espíritu,
presentan
cierto
porcentaje
más o
menos
elevada
de
características
viriles
y
femeninas
en cada
individuo,
lo que
no
asegura
posibilidades
de
comportamiento
íntimo
normal
para
todos,
según la
concepción
de
normalidad
que la
mayoría
de los
hombres
estableció
para el
medio
social”.
(29.09-2P)
El
fenómeno
de la
bisexualidad
Si por
nuestro
cuerpo
físico
podemos
definirnos
como
hombre o
como
mujer,
lo mismo
no
podemos
decir
con
relación
a
nuestro
mundo
psíquico,
que en
casi
todas
las
criaturas
irá a
presentar
el
fenómeno
de la
bisexualidad,
o sea,
manifestar
cualidades,
aptitudes,
sensibilidad,
carácter
y
tendencias
de ambos
sexos,
aunque
una de
las
características
esté en
mayor
porcentuaje,
decretando
la
feminidad
o la
masculinidad.
Veamos
lo que
el
Espíritu
Emmanuel
nos
expone
al
respecto
del
fenómeno
de la
bisexualidad.
“(...) a
través
de
milenios
y
milenios,
el
Espíritu
pasa por
un
tramite
inmenso
de
reencarnaciones,
ahora en
posición
de
feminidad,
ahora en
condiciones
de
masculinidad,
lo que
sedimenta
el
fenómeno
de la
bisexualidad,
más o
menos
pronunciado,
en casi
todas
las
criaturas.
El
hombre y
la mujer
serán,
de ese
modo, de
manera
respectiva,
acentuadamente
masculino
o
acentuadamente
femenino,
sin
especificación
psicológica
absoluta”.
(17.21)
Amar sin
preconcepto.
Respecto
a la
estructura
psicológica
Con la
Doctrina
Espírita
y el
Evangelio
de Jesús,
tenemos
bastante
luz para
aprender
a tratar
con
dignidad
nuestros
hermanos
que
pasan
temporalmente
por las
duras
experiencias
de la
homosexualidad.
Con el
Evangelio
de Jesús
en los
corazones,
padres,
educadores
y
técnicos
de la
salud
humana
física y
psicológica
mucho
podrán
realizar
en
cuestión
de apoyo
y
asistencia
a los
homosexuales.
Las
interpretaciones
confusas
de la
Ciencia
terrena
no
resuelven
los
problemas
del
Espíritu
del
homosexual;
nuestras
exigencias
no
socorren
sus
sentimientos
torturados;
nuestro
descaso
no ayuda
en la
educación
de su
personalidad.
No
queramos
modificar
la
estructura
psicológica,
formada
en los
milenios,
con
algunas
aclaraciones
verbales
de
algunos
meses o
años.
Para
asistir
a los
necesitados
del
alma,
son
indispensables,
más que
la
simple
bondad,
los
valores
superiores
de la
visión
espiritual
profunda
y de los
tesoros
del amor
en el
corazón.
El sabio
Espíritu
Emmanuel
nos
muestra
una
bondad
mayor:
“Para
atender
a los
que
carecen
de apoyo
físico,
es
preciso
bondad;
sin
embargo,
para
servir a
los que
sufren
necesidades
del
alma, es
preciso
bondad
con
madurez.”
(10.13)
Es
indispensable
mucha
luz de
comprensión
en los
raciocinios
y
riquezas
de amor
en el
corazón,
para ver
y sentir
las
profundas
luchas
morales
de los
hermanos
en
experiencias
expiatorias
en la
homosexualidad,
como si
fueran
nuestros
familiares
queridos,
a fin de
ayudar
amando,
sin
exigencias,
sin
violencia
y sin la
tonta
vanidad
de
juzgarse
con
superioridad
moral
delante
de ellos.
Y aún el
Espíritu
Emmanuel
quien
nos
advierte:
“(...)
el mundo
ve, en
la
actualidad,
en todos
los
países,
extensas
comunidades
de
hermanos
en
experiencia
de esa
especie,
sumando
millones
de
hombres
y
mujeres,
solicitando
atención
y
respeto,
en pie
de
igualdad
al
respecto
y a la
atención
debidos
a las
criaturas
heterosexuales”.
(17.21)
Solamente
con el
amor de
Cristo
en el
corazón,
habrá el
amparo
educativo
adecuado,
en
cualquier
lugar, a
los
hermanos
que
presenten
desajustes
de la
sexualidad.
Recibámoslos
en
nuestros
corazones
como si
fueran
un hijo,
un padre
o una
madre,
donándoles
amistad
sincera,
diálogo
fraterno,
convivencia
cristiana,
comprensión,
tolerancia,
simpatía,
bondad,
atención
y
respeto,
a fin de
amar y
sirvamos,
tal como
un día
el
Divino
Maestro
Jesús
recibió,
en el
portal
de luz
de su
corazón
magnánimo,
el alma
de María
de
Magdala,
sufrida
por las
experiencias
sexuales
sin
amor,
trayéndola
del
vicio
del
instinto
sexual
para las
alegrías
perennes
y
siempre
crecientes
del amor
puro a
los
hermanos
en
Humanidad.
*
Tras tan
lúcidos
aclaraciones,
veamos
la
cuestión
de la
sexualidad
del
prójimo
con
otros
ojos.
|