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Año 10 - N° 510 - 2 de Abril de 2017
HUGO A. NOVAES
hugonovaes64@gmail.com
Santa Rita do Sapucaí, MG (Brasil) 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Hugo A. Novaes

Homosexualidad

Parte 2 e final


En el tercer caso, los Espíritus no serán llevados para comportamientos inconvenientes y abusos sexuales, como puede ocurrir en los dos primeros casos, pues ya poseen elevación moral y espiritual que les faculta la disciplina de las emociones y deseos. Lo que más les interesa es la garantía de cumplir bien su misión en la experiencia humana. Esa inversión temporal no choca, no perturba y no arrasa con su personalidad; al contrario, va a darle mayor seguridad y tranquilidad para el éxito de sus trabajos, en beneficio de la Humanidad. No dejarán de sufrir también momentos difíciles y experiencias amargas, principalmente en el campo del sentimiento, pero soportarán la soledad afectiva con fe, coraje, amor e idealismo superior. El Espíritu Emmanuel nos dice:

“Escogen con eso vivir temporalmente ocultos en la armadura carnal, con que se garantizan contra impulsos irreversibles, en el mundo afectivo, de manera a perseverar, sin mayores dificultades, en los objetivos que abrazan.” (17.21)

Homosexualidad: profundas luchas del sentimiento y de identidad

La homosexualidad en los dos primeros casos es una expiación y una experiencia mucho más dolorosa que en el tercero, en virtud de las dificultades morales y adicciones en que generalmente se encuentran.

En los tres casos ellos no podrán realizarse en el sentido de la unión conyugal normal, aún cuando sufren la cirugía para cambio de sexo fisiológico, pues no obtendrán, con la colaboración de la Ciencia, las bendiciones de la maternidad y ni la capacidad de fecundar una mujer, constituyendo eso una grande frustración por toda la vida. Entendiendo esas profundas luchas del sentimiento y de identidad consigo mismos, debemos manifestar en nuestros corazones comprensión, indulgencia y compasión cristiana para con todos ellos.

Respetemos la vida afectiva y sexual de cada compañero en una experiencia transitoria de la homosexualidad. Si encontráramos dificultades en aceptar, tolerar y convivir con esos hermanos en Dios, meditemos si ahora estuviéramos encarnados en un cuerpo diferente del que nuestra mente determina en cuestión de sexualidad. Lógicamente, podríamos estar pasando por las mismas luchas sentimentales y psicológicas de nuestros hermanos homosexuales femeninos o masculinos. Sus luchas espirituales podrán ser las nuestras en una futura encarnación. Debemos amarlos cómo ellos son, con todas las características de su personalidad psicológica, pues son también Espíritus inmortales, con adquisiciones valerosas y respetables virtudes, adquiridas en siglos y siglos de aprendizaje en las vidas pasadas.

Si los homosexuales necesitan mejorar en algunos aspectos de conducta, moral y sexual, las criaturas heterosexuales, llamadas “normales” en la actividad sexual, tienen también sus problemas morales y de carácter bastante graves para ser solucionados a través de la educación de los sentimientos.

Si estos casos se cuentan a los millones en todo el mundo, es porque el sexo desequilibrado es uno de los problemas más comunes a ser solucionados por la mayoría de los Espíritus de la Tierra. La experiencia homosexual exige de parte del Espíritu duras disciplinas, conforme nos expone André Luiz:

“(...) incontables Espíritus reencarnam en condiciones inversas, sea en el dominio de luchas expiatorias o en obediencia a tareas específicas, que exigen duras disciplinas por parte de aquellos que las solicitan o que las aceptan. (...) hombres y mujeres pueden nacer homosexuales o inter-sexos, como son susceptibles de retomar el vehículo físico en la condición de mutilados o inhibidos en ciertos campos de manifestación, aduciendo que el alma reencarna, en esa o en aquella circunstancia, para mejorar y perfeccionarse y nunca bajo el destino del mal (...) “. (29.11-2P)

La mayoría de nosotros todos, de ese modo, no podrá considerarse entonces con normalidad sexual absoluta, no en cuanto a organización fisiológica, pero, sí, en cuanto a las manifestaciones psicológicas, diciendo “yo soy totalmente hombre” o “yo soy integramente mujer”, porque siempre poseerá un poco o mucho de los características psicológicas del outro sexo.

Ante los hermanos en la experiencia de la homosexualidad, el espírita no debe manifestar las actitudes negativas de: admiración, decepción, estrañeza, burla, condena o desprecio, pues ninguno de nosotros, en las experiencias de la vida humana, está totalmente equilibrado ni seguro de su vida emotiva y sexual. Todos nosotros somos llamados, en la filas de las reencarnaciones, a adquirir cualidades de masculinidad y feminidad.

Aunque las características psicológicas de una de ellas surja en mayor grado, definiéndonos como hombre o mujer, todos nosotros cargamos también, en más pequeñas proporciones, en nuestra estructura mental, algunos trazos del sexo opuesto, manifestándose en nuestras aptitudes y tendencias. Somos siempre la suma de cualidades masculinas y femeninas en nuestro acervo psicológico, aunque una de ellas esté en mayor número de reflejos en nuestra subconsciencia.

El Espíritu André Luiz nos ayuda a analizar con mayor profundidad la realidad espiritual de nosotros mismos:

“(...) en la Superficie Planetaria los temas sexuales son tenidos en cuenta, en la base de las señales físicas, que diferencian al hombre de la mujer y viceversa; sin embargo, pienso que eso no define la realidad integral, por cuanto, rigiendo esos marcos, permanece un Espíritu inmortal, con edad a veces multimilenária, concluyendo consigo la suma de experiencias complejas, lo que obliga a la propia Ciencia terrena a proclamar, presentemente, que masculinidad y feminidad totales son inexistentes en la personalidad humana, del punto de vista psicológico. Hombres y mujeres, en Espíritu, presentan cierto porcentaje más o menos elevada de características viriles y femeninas en cada individuo, lo que no asegura posibilidades de comportamiento íntimo normal para todos, según la concepción de normalidad que la mayoría de los hombres estableció para el medio social”. (29.09-2P)

El fenómeno de la bisexualidad

Si por nuestro cuerpo físico podemos definirnos como hombre o como mujer, lo mismo no podemos decir con relación a nuestro mundo psíquico, que en casi todas las criaturas irá a presentar el fenómeno de la bisexualidad, o sea, manifestar cualidades, aptitudes, sensibilidad, carácter y tendencias de ambos sexos, aunque una de las características esté en mayor porcentuaje, decretando la feminidad o la masculinidad.

Veamos lo que el Espíritu Emmanuel nos expone al respecto del fenómeno de la bisexualidad.

“(...) a través de milenios y milenios, el Espíritu pasa por un tramite inmenso de reencarnaciones, ahora en posición de feminidad, ahora en condiciones de masculinidad, lo que sedimenta el fenómeno de la bisexualidad, más o menos pronunciado, en casi todas las criaturas. El hombre y la mujer serán, de ese modo, de manera respectiva, acentuadamente masculino o acentuadamente femenino, sin especificación psicológica absoluta”. (17.21)

Amar sin preconcepto. Respecto a la estructura psicológica

Con la Doctrina Espírita y el Evangelio de Jesús, tenemos bastante luz para aprender a tratar con dignidad nuestros hermanos que pasan temporalmente por las duras experiencias de la homosexualidad.

Con el Evangelio de Jesús en los corazones, padres, educadores y técnicos de la salud humana física y psicológica mucho podrán realizar en cuestión de apoyo y asistencia a los homosexuales. Las interpretaciones confusas de la Ciencia terrena no resuelven los problemas del Espíritu del homosexual; nuestras exigencias no socorren sus sentimientos torturados; nuestro descaso no ayuda en la educación de su personalidad.

No queramos modificar la estructura psicológica, formada en los milenios, con algunas aclaraciones verbales de algunos meses o años. Para asistir a los necesitados del alma, son indispensables, más que la simple bondad, los valores superiores de la visión espiritual profunda y de los tesoros del amor en el corazón. El sabio Espíritu Emmanuel nos muestra una bondad mayor:

“Para atender a los que carecen de apoyo físico, es preciso bondad; sin embargo, para servir a los que sufren necesidades del alma, es preciso bondad con madurez.” (10.13)

Es indispensable mucha luz de comprensión en los raciocinios y riquezas de amor en el corazón, para ver y sentir las profundas luchas morales de los hermanos en experiencias expiatorias en la homosexualidad, como si fueran nuestros familiares queridos, a fin de ayudar amando, sin exigencias, sin violencia y sin la tonta vanidad de juzgarse con superioridad moral delante de ellos.

Y aún el Espíritu Emmanuel quien nos advierte:

“(...) el mundo ve, en la actualidad, en todos los países, extensas comunidades de hermanos en experiencia de esa especie, sumando millones de hombres y mujeres, solicitando atención y respeto, en pie de igualdad al respecto y a la atención debidos a las criaturas heterosexuales”. (17.21)

Solamente con el amor de Cristo en el corazón, habrá el amparo educativo adecuado, en cualquier lugar, a los hermanos que presenten desajustes de la sexualidad.

Recibámoslos en nuestros corazones como si fueran un hijo, un padre o una madre, donándoles amistad sincera, diálogo fraterno, convivencia cristiana, comprensión, tolerancia, simpatía, bondad, atención y respeto, a fin de amar y sirvamos, tal como un día el Divino Maestro Jesús recibió, en el portal de luz de su corazón magnánimo, el alma de María de Magdala, sufrida por las experiencias sexuales sin amor, trayéndola del vicio del instinto sexual para las alegrías perennes y siempre crecientes del amor puro a los hermanos en Humanidad. 

*

Tras tan lúcidos aclaraciones, veamos la cuestión de la sexualidad del prójimo con otros ojos.




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita