Continuamos en esta edición el estudio de la Revista Espírita de 1859, publicación mensual de divulgación espírita fundada y dirigida por Allan Kardec. Este estudio está basado en la traducción al idioma portugués realizada por Júlio Abreu Filho y publicada por EDICEL. Las respuestas a las preguntas propuestas se encuentran al final del texto para la lectura.
Preguntas para el debate
A. ¿Es verdad que Kardec, en el contacto con los Espíritus, daba preferencia a las evocaciones?
B. ¿Qué se necesita para obtener el concurso de los buenos Espíritus?
C. ¿Qué tácticas usan los malos Espíritus para conseguir sus objetivos?
D. ¿De qué depende la estabilidad de una sociedad espírita?
Texto para la lectura
101. En el discurso de clausura del años social (en junio de 1859), Kardec dijo que el número de los miembros titulares de la Sociedad Espírita de París se había triplicado en algunos meses y tenía numerosos corresponsales en dos continentes. (P. 188)
102. Kardec recordó en la ocasión esta lección de San Luis: “Se han burlado de las mesas giratorias, pero jamás se burlarán de la filosofía, de la sabiduría y de la caridad que brillan en las comunicaciones serias. (P. 190)
103. Aquel que realmente quiere saber – dice Kardec – debe someterse a las condiciones del asunto en sí, y no querer que éste se someta a sus condiciones. Por ello, la Sociedad no se presta a experimentaciones que no darían resultado, pues sabe por experiencia que el Espiritismo, como cualquier otra ciencia, no se aprende a la ligera y en pocas horas. (PP. 191 y 192)
104. No perdemos tiempo – dice el codificador – en reproducir los hechos que ya conocemos, del mismo modo que un físico no se divierte repitiendo las experiencias que no le enseñan nada nuevo. Dirigimos nuestra investigación a todo cuanto pueda esclarecer nuestra marcha, prefiriendo las comunicaciones inteligentes, fuente de la filosofía espírita y cuyo campo ilimitado es mucho más vasto que el de las manifestaciones puramente materiales. (P. 192)
105. Dos sistemas igualmente preconizados y practicados se presentan en la manera de recibir las comunicaciones del Más Allá: unos prefieren esperar las comunicaciones espontáneas; otros prefieren las evocaciones. En cuanto a nosotros – afirma Kardec – solo condenamos la exclusividad de los sistemas. (P. 192)
106. La manera de conversar con los Espíritus es un verdadero arte que exige tacto, conocimiento del terreno que pisamos y constituye, propiamente hablando, el Espiritismo práctico. (P. 193)
107. La crítica sistemática nos censuró – afirma Kardec – porque aceptamos muy fácilmente las doctrinas de ciertos Espíritus, sobre todo en lo que concierne a las cuestiones científicas. Ahora bien, estamos lejos de aceptar todo cuanto ellos dicen como artículos de fe. (P. 194)
108. Como no todos son perfectos, solo aceptamos sus palabras con reservas y jamás con la credulidad de los niños. Juzgamos, comparamos, sacamos conclusiones de lo que observamos y sus propios errores constituyen enseñanzas para nosotros. (PP. 194 y 195)
109. Sepan, pues, que tomamos toda opinión expresada por un Espíritu como una opinión personal; que no la aceptamos sino después de haberla sometido al control de la lógica y de los medios de investigación que ofrece la propia Ciencia Espírita. (P. 195)
110. El concurso de los Espíritus buenos – ese es en efecto la condición sin la cual no se puede esperar la Verdad; ahora bien, depende de nosotros obtener ese concurso, y la primera condición para merecer su simpatía es el recogimiento y la pureza de las intenciones. (P. 195)
111. Es conocido el proverbio: Dime con quién andas y te diré quién eres. Podemos parafrasearlo en relación a nuestros Espíritus simpáticos, diciendo: Dime lo que piensas y te diré con quién andas. (P. 196)
112. Decir que los Espíritus ligeros jamás se han inmiscuido entre nosotros – dice Kardec – sería una pretensión de perfección. Los Espíritus superiores incluso lo han permitido, con el fin de experimentar nuestra perspicacia y nuestro celo en la búsqueda de la verdad. (P. 196)
113. El objetivo de la Sociedad Espírita de París no solo consiste en la investigación de los principios de la Ciencia Espírita. Ella va más lejos: estudia también sus consecuencias morales, pues es principalmente en ellas que está su verdadera utilidad. (P. 197)
114. Enseña la experiencia que no nos abandonamos impunemente al dominio de los malos Espíritus. Porque sus intenciones nunca pueden ser buenas. Una de sus tácticas para alcanzar sus fines es la desunión, pues saben muy bien que pueden dominar fácilmente a quien esté sin apoyo. (P. 197)
115. Preguntarán, entonces, si no atraeremos a los malos Espíritus al evocar a personas que ha sido la escoria de la sociedad. No, porque jamás sufrimos su influencia. Solo hay peligro cuando es el Espíritu que se impone; pero nunca cuando nos imponemos al Espíritu. (PP. 197 y 198)
116. En su discurso, Kardec señala que muchos cofrades lo criticaban por estar yendo demasiado lejos, alegando que los hechos no estaban aún suficientemente observados y que no había seguridad de que los Espíritus que le habían dado instrucciones no se habían engañado. Él respondió: “El futuro dirá si estoy en lo correcto o equivocado”. (P. 199)
117. Hablando sobre sociedades espíritas, Kardec dice que la primera condición para la estabilidad de un centro es la homogeneidad de principios y de la manera de ver; la segunda condición es la asistencia de los Espíritus buenos, si la institución quiere obtener comunicaciones serias. (P. 200)
118. El objetivo del Espiritismo es mejorar a aquellos que lo comprenden. Tratemos de dar el ejemplo y mostrar que para nosotros la doctrina no es letra muerta. Seamos dignos de los Espíritus buenos, si queremos su asistencia. (P. 202)
119. Joseph Midard, muerto en combate, no se dio cuenta inmediatamente de su situación y no creía estar muerto. (P. 204)
120. Él dice que la hora de la muerte está marcada por Dios. Si uno debe pasar por ello, nada lo impedirá; del mismo modo, nadie puede alcanzarla si su hora aún no ha llegado. (P. 207)
121. Vestido con turbante y pantalón ancho, no supo explicar cómo obtuvo esa vestimenta, puesto que el uniforme de soldado quedó en el campo de batalla. “Tengo un sastre que la consigue”, dijo Midard. (P. 208)
122. Otro militar muerto en el mismo combate dijo haberse reconocido casi inmediatamente, gracias a las vagas nociones que tenía del Espiritismo, mostrando que el conocimiento puede abreviar el período de turbación. (P. 210)
123. El Abad Chesnel vuelve a escribir en L'Univers, insistiendo en que el Espiritismo es, debe ser y no puede dejar de ser una nueva religión. Kardec le contesta. (N.R.: En este caso, el tiempo le dio la razón al Abad.) (P. 211)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Es verdad que Kardec, en el contacto con los Espíritus, daba preferencia a las evocaciones?
No. De los dos sistemas preconizados y practicados en su época, mientras unos preferían las comunicaciones espontáneas, otros preferían las evocaciones. “En cuanto a nosotros – dijo Kardec – solo condenamos la exclusividad de los sistemas.” (Revue Spirite, p. 192.)
B. ¿Qué se necesita para obtener el concurso de los buenos Espíritus?
La primera condición para merecer su simpatía es el recogimiento y la pureza de las intenciones. Kardec dice que es conocido el proverbio: Dime con quién andas y te diré quién eres. Podemos, por lo tanto, parafrasearlo en relación a nuestros Espíritus simpáticos, diciendo: Dime lo que piensas y te diré con quién andas. (Obra citada, pp. 195 y 196.)
C. ¿Qué tácticas usan los malos Espíritus para conseguir sus objetivos?
Una de sus tácticas es sembrar la desunión, porque saben muy bien que pueden dominar fácilmente a quien esté sin apoyo. La experiencia, dice Kardec, enseña que no nos abandonamos impunemente al dominio de los malos Espíritus, porque sus intenciones nunca son buenas. (Obra citada, p. 197.)
D. ¿De qué depende la estabilidad de una sociedad espírita?
La primera condición para la estabilidad de un centro es, según Kardec, la homogeneidad de principios y de la manera de ver. La segunda condición es la asistencia de los Espíritus buenos, si ella quiere obtener comunicaciones serias. (Obra citada, pp. 200 y 202.)