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Año 2 – 101 – 5 de Abril del 2009

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO 
aoofilho@yahoo.com.br   
Londrina, Paraná (Brasil) 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El pase magnético y sus limitaciones

Cuatro son las causas principales que limitan la acción fluídica curadora, lo que explica porque no siempre el pase magnético logra obtener en un determinado caso lo que en
 otra circunstancia fue conseguido


En 1866, al tratar de las curas realizadas por el Sr. Henri Jacob, Allan Kardec explicó que existe una diferencia radical entre los médiums curadores y los recetistas. En cuanto estos tan solamente recetan medicamentos, los primeros curan a los enfermos por medio de la acción fluídica, en más o menos tiempo, sin el empleo de cualquier medicamento. El poder curativo está en el fluido depurado a que sirven de conductores. La aptitud para curar, dice Kardec, es inherente al médium, pero el ejercicio de la facultad sólo se da con el concurso de los Espíritus, de donde se sigue que, si los Espíritus no quieren, el médium es como un instrumento sin músico y nada obtiene. El puede pues, perder instantáneamente su facultad, lo que excluye la posibilidad de transformarla en profesión. (Revista Espírita de 1866, págs. 347 y 348.)

El Codificador relaciona, en la secuencia del estudio, los casos en que la acción fluídica es impotente para promover la cura. La acción fluídica, dice él, puede dar sensibilidad a un órgano, hacer disolver y desaparecer un obstáculo al movimiento y a la percepción, cicatrizar una herida, porque en esos casos el fluido se vuelve un verdadero agente terapéutico, pero es evidente que no puede remediar la ausencia o la destrucción de un órgano, lo que sería un verdadero milagro. Así, la vista podrá ser restaurada a un ciego por amaurosis (una lesión en la retina), oftalmía (inflamación de los ojos), catarata, pero no a quien tuviese los ojos apagados.

Existen pues, dolencias fundamentalmente incurables y sería una ilusión creer que la mediumnidad curadora va a librar a la Humanidad de todas sus enfermedades. (Ídem, págs. 348 y 349.) De forma resumida podemos decir entonces, con base en las enseñanzas espíritas, que cuatro son las causas principales que limitan la acción fluídica curadora.

·        falta de fe o de recepción del paciente

·        comportamiento del enfermo

·        la naturaleza del problema o de la enfermedad

·        La ley de causa y efecto 

La falta de fe o de recepción del paciente 

Dice Martins Peralva, en su extraordinario Estudiando la Mediumnidad, cap. XXVII, que existen criaturas que ofrecen extraordinaria recepción a los fluidos magnéticos. Son aquellas que poseen “fe robusta y sincera, recogimiento y respeto ante el trabajo que, a su favor y de otros, se realiza”.

En la persona de fe, en el momento en que recibe el pase, su mente y su corazón funcionan a la manera de un poderoso  imán,  “atrayendo  y  aglutinando   las   fuerzas

curativas”. Ya con el incrédulo, el irónico y el duro de corazón –aclara Peralva – el fenómeno es naturalmente opuesto.”

La explicación de ese hecho es dada por el instructor Áulus en el siguiente pasaje constante del libro En los Dominios de la Mediumnidad, cap. 17, autor André Luiz:

 “Alineando informes, comenzamos a reparar que algunos enfermos no alcanzaban la más leve mejoría.

Las irradiaciones magnéticas no les penetraban el vehículo orgánico.

Registrando el fenómeno, la pregunta de Hilario no se hizo esperar.

- ¿Por qué?

- Les falta el estado de confianza – esclareció el orientador.

- ¿Será, entonces, indispensable la fe para que registren el socorro que necesitan?

- ¡Ah! sí. En una fotografía necesitamos de la lámina impresionable para detener la imagen, tanto como en la electricidad carecemos del hilo sensible para la transmisión de la luz. En el terreno de las ventajas espirituales, es imprescindible que el candidato presente una cierta tensión favorable. Esa tensión deriva de la fe.”

He ahí el motivo por el cual la falta de fe del paciente constituye uno de los factores limitadores de la acción fluidita curadora, hecho conocido al tiempo de Jesús, como narra el Evangelio  de Marcos (cap. 6:3-6), según el cual Jesús curó a poquísimos enfermos en Nazaret por causa de la incredulidad de su pueblo. Y fue el propio Jesús quien, sorprendido con la incredulidad de su gente, acuñó allí una frase que se volvería famosa y conocida hasta nuestros días: “Nadie es profeta en su tierra”. 

El comportamiento del enfermo 

Muchas veces, cuando no impide la eficacia de la acción fluídica curadora, el comportamiento del paciente acaba concurriendo para la reincidencia del mal, como ha sido mostrado numerosas veces en las obras espíritas. Refiere Allan Kardec, en la Revista Espírita de 1865, págs. 205 y 206, el caso de un joven ciego que había sido recogido por un espírita dedicado que se propuso curarlo por medio del magnetismo, pues los Espíritus habían dicho que su cura era posible. El tratamiento no surtió, con todo, ningún resultado, porque el joven, en vez de mostrar reconocimiento por la bondad del amigo, sólo manifestó ingratitud y mal procedimiento, dando pruebas del peor carácter.

San Luis, dirigente espiritual de la Sociedad Espírita de París, explicó que, de hecho, la enfermedad del muchacho era curable. Una magnetización espiritual practicada con celo, devoción y perseverancia ciertamente tendría éxito, y su visión tendría sensible mejora, si los malos fluidos de que estaba cercado no opusiesen un obstáculo a la penetración de los buenos fluidos. “En el estado en que se encuentra – añadió San Luis -, la acción magnética será impotente mientras, por su voluntad y su mejora, si no se desprenderá de esos fluidos perniciosos.” Un retorno serio de aquel muchacho sobre sí mismo era la única cosa que podría volver eficaces los cuidados de su magnetizador; de lo contrario, se perdería la poca luz que le restaba y nuevas pruebas lo acometerían.

Tres ejemplos de como el comportamiento del enfermo puede ser causa de disturbios orgánicos, y hasta incluso impedir la cura, podemos coger en el libro Misioneros de la Luz, págs. 326 a 333, de André Luiz:

1) Una mujer entró al Centro Espírita portando una nube negra en la región del corazón, más específicamente en el área de la válvula mitral. La mente, como sabemos, puede intoxicarse con las emisiones mentales de aquellos con quien convive. La mujer tuvo en aquel día serios problemas con el marido.  Con  el  pase,  la  porción  de materia negra se

dislocó y vino a los tejidos de la superficie, esparciéndose bajo la mano irradiante, a lo largo de la epidermis. Si los enfrentamientos domésticos persistiesen, el efecto mórbido podría reflejarse sobre el cuerpo somático, produciendo una lesión de consecuencias imprevisibles.

2) En la misma Casa Espírita, el grupo de médiums pasistas asistió a un cierto hombre tan irritado y sin vigilancia que sus riñones parecían envueltos en tejido negro rugoso, tal la densidad de materia mental fulminante que los envolvía.

3) Un caballero anciano, tratado enseguida, presentaba el hígado y el bazo en un enorme desequilibrio; con todo, a pesar de su estado, el pase sólo le daría en aquella noche alivio, no la cura. He ahí la explicación del mentor espiritual: “Después de diez veces de socorro completo, es preciso dejarlo entregado a sí mismo, hasta que adopte una nueva resolución”. Aquel hombre era portador de un temperamento menos simpático y extremadamente caprichoso. Estimaba las peleas frecuentes, las discusiones apasionadas, el imperio de sus puntos de vista. Se encolerizaba con facilidad y despertaba la cólera y la amargura de los que compartían su compañía. Debería, pues, quedar por algún tiempo entregado a sí mismo. ¿Quién sabe el dolor y el sufrimiento no lograrían el éxito que las curas anteriores no consiguieron? 

La naturaleza del problema o de la enfermedad 

Como vimos inicialmente, Kardec dice en la Revista Espírita de 1866, pág. 349, que existen dolencias fundamentales incurables y sería ilusorio creer que la mediumnidad curadora va a librar a la Humanidad de todas sus enfermedades. Tener en cuenta la naturaleza del problema o de la enfermedad del paciente constituye, por tanto, medida necesaria a quien se proponga tratar de las personas por medio de la acción fluídica curadora.

Más allá del caso referido en el preámbulo – ausencia o la destrucción de un órgano – es preciso tener en mente que la acción fluídica es incapaz, por sí sola, de resolver los disturbios ocasionados por la conciencia culpable y los procesos obsesivos más graves, como la subyugación.

El caso Mario Silva, relatado por André Luiz en su libro Entre la Tierra y el Cielo, cap. 34, págs. 224 a 226, es bien ilustrativo de eso.

Mario impresionado con la muerte del niño Julio (que fue su compañero de peripecias anteriores por causa de la Guerra de Paraguay), conservaba un aflictivo complejo de culpa y tenía su pensamiento ligado al fallecido, a la manera de una imagen fijada en la lámina fotográfica. Habiendo pasado el día en cama, bajo una extrema perturbación, se sentía vencido, avergonzado. André Luiz preguntó a Clarencio si no sería posible socorrerlo con pases magnéticos, a lo que el Ministro respondió, seguro que sí: “El auxilio de esa naturaleza le ampara las fuerzas, pero no resuelve el problema. Silva debe ser alcanzado en la mente, a fin de mejorarse. Necesita ideas renovadoras y, en el momento, Antonina es la única persona capaz de erguirlo con más seguridad”.

Y añadió: “Todo en la vida tiene su razón de ser. En otra época, Silva, en la personalidad de Esteves, se alió a Antonina, entonces en la experiencia de Lola Ibarruri, para ahogarse en el placer pecaminoso, con el olvido de las mejores obligaciones de la vida. Actualmente, estarán reunidos en la recuperación justa. Los que se asocian en la liviandad, al frente de la Ley, acaban esposando enormes compromisos para el reajustamiento necesario. Nadie confunde los principios que rigen la existencia.

La misma limitación de la acción fluídica, verificada en situaciones como la de Mario Silva, se registra en los casos de subyugación, como el relatado en la Revista Espírita de 1865, págs. 4 a 18, por el Sr. Dombre, al respecto de las crisis convulsivas experimentadas por Valentine Laurent, de 13 años.

Las crisis, más allá de repetirse varias veces por día, eran de tal violencia que cinco hombres tenían dificultades de mantener a la joven en la cama. Se trataba de un caso obsesivo de los más graves, producido por el Espíritu de Germaine. Valentine era sensible al tratamiento recibido del Sr. Dombre por medio de la imposición de manos, pero tan pronto el se apartaba, volvían las crisis. Después del tratamiento por medio de pases magnéticos y de hábiles instrucciones transmitidas a Germaine – el Espíritu que perturbaba a Valentine -, el proceso obsesivo llegó al fin y todo se explicó.

Al margen del caso, Kardec indaga: “¿Para que habría servido el magnetismo si la causa hubiese subsistido?” Era preciso primero destruir la causa, antes de atacar los efectos, o por lo menos, obrar sobre ambos simultáneamente, enseña el Codificador, mostrando que el magnetismo, por sí sólo, es incapaz de curar las obsesiones graves, entendimiento que el reiteraría en la edición definitiva de El Evangelio según el Espiritismo, cap. 28, ítem 81. 

La ley de causa y efecto 

La ley de causa y efecto no es, como muchos piensan, una innovación, una invención del Espiritismo. Jesús a ella se reportó en varias oportunidades. En una de ellas, enseñó el Maestro que a cada uno será dado conforme a sus obras. En otro pasaje, como registra el Evangelio de Mateo (cap. 26:52), el Señor, al pedir que Pedro guardase su espada, afirmó que todos los que usaran la espada a espada morirían.

Enseña Allan Kardec, en la Revista Espírita de 1868, pág. 85, que la mayoría de las molestias, como todas las miserias humanas, son expiaciones del presente o del pasado, o pruebas para el futuro. En el primer caso, derivan de deudas contraídas, cuyas consecuencias deben ser sufridas hasta que hayan sido rescatadas. No puede, obviamente ser curado aquel que debe soportar una prueba que no llegó a su final.

La misma tesis, que por señal no constituye ninguna novedad para los estudiosos del Espiritismo, había sido defendida el año anterior, en la Revista de 1867, págs. 190 a 193, por el Espíritu de Quinemant, que teje, en una importante comunicación, consideraciones valiosas en torno del magnetismo y del Espiritismo.

Después de recordar que la enfermedad material es un efecto y, mientras persista la causa, producirá esta nuevos efectos mórbidos, lo que no viabiliza la cura, el comunicante describe la íntima relación que existe entre el Espiritismo, la mediumnidad y el magnetismo que, desarrollado por el Espiritismo, “es la llave de la abovedada salud moral y material de la humanidad futura”.

He ahí uno de los motivos más frecuentes de limitación de la acción magnética curadora, que debe ser llevado siempre en consideración por las personas que buscan ayuda en las Casas Espíritas. En todo es preciso paciencia, y es esta la que hace que la persona enferma prosiga hasta el fin, haciendo la parte que le toca, sin desánimo, segura de que, cuando sonara el momento, su objetivo será alcanzado. 

 


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