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Juquinha volvía de la
escuela con la mochila
colgada a la espalda y
una pelota en las manos.
Saltando, el chutó la
pelota y rompió el
cristal de la ventana de
una residencia por la
cual estaba pasando.
Temeroso por lo que hizo,
el salio corriendo y
dobló la esquina,
deprisa.
Zeze, su colega, que
venia un poco más
detrás, preocupado con
una prueba que aria al
día siguiente, ni noto
lo que había acontecido.
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Al pasar delante de la
casa, se topo con un
hombre muy enojado, que,
agarrándolo por el brazo,
grito:
¡Páguela usted, bellaco
desvergonzado¡
Asustado, sin entender
lo que estaba
aconteciendo, Zeze se
defendió:
- ¡Yo no hice nada! No
se de lo que el señor me
acusa.
-¿Como que no lo sabe? ¿Usted
acaba de romper el
cristal de la ventana de
mi casa y no lo
sabe?...
- ¡No lo se no, señor!.
¡No fui yo! ¡No fui Yo!
- ¿Ah, no? ¿Y esa pelota
de quien es?
Zeze había reconocido la
pelota, nueva y bonita,
que pertenecía a su
amigo Juquinha. Sin
embargo el no era
acusador y no entregaría
al compañero. Entonces,
apenas respondió:
- ¡No es mía, señor, yo
lo juro!
- Si usted esta
mintiéndome, se
arrepentirá. ¡Vamos! Voy
a llevarlo hasta su casa
y hablare con sus
padres.
- ¡Por favor, señor,
suélteme! Mis padres
están trabajando y no
hay nadie en mi casa.
Zeze lloraba y suplicaba
tanto, que el hombre
cedió.
Soltó el brazo de el y
le pidió la dirección.
Que el chaval le dio.
Después, volviendo poco
a poco a la normalidad,
el informo:
- Mañana iré a la
escuela a hablar con su
profesora. ¿Cómo es su
nombre?
- José Luiz Barbosa, más
todos me llama Zeze.
- Muy bien, Zeze. Se
puede ir ahora.
Zeze continuó su camino,
aliviado. Al día
siguiente todo se
aclararía, tenia la
certeza. Ciertamente
Juquinha no dejaría que
el fuese acusado
injustamente.
Por la mañana Zeze se
levantó, confiado, y fue
a la escuela.
Eran las diez de la
mañana cuando el hombre
apareció en la puerta de
la sala de la clase.
La profesora Dorinha lo
recibió y pregunto lo
que deseaba. El entró y
explico lo que había
acontecido delante de
toda la clase.
Juquinha se encogió en
la cartera.
Ante la acusación de
aquel hombre, Zeze
espero que Juquinha
asumiese la culpa, no
dejando que el fuese
acusado injustamente.
Como juquinha continuaba
callado, Zeze bajo la
cabeza triste y
desilusionado.
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La profesora Dorinha,
viendo la situación
creada, salio en defensa
del alumno.
- El señor tiene toda la
razón de reclamar y
hasta desear una
reparación, sin embargo
no puede venir aquí y
acusar a un alumno mio
sin la certeza de la
culpa de el. Más allá de
eso, esta pelota no es
de Zeze, se lo puedo
afirmar.
- Pero alguien rompió mi
ventana con esta pelota
y quiero saber quien
fue.
El miraba para toda la
clase, mirando uno por
uno.
Todavía nadie se
manifestó, irritado, el
dijo:
- Muy bien. Ustedes se
están protegiendo, más
yo voy a descubrir quien
fue y, ahí, tomaré
providencias. Dejaré la
pelota aquí en la mesa.
Que el dueño la pegue
después, si tiene coraje.
Pásenlo
bien.
El hombre se retiro
pisando duro.
Después a la salida de
ella, Dorinha miro a su
clase, tiste, y
consideró:
- Estoy bastante
decepcionada con ustedes.
No importa lo que
hayamos hecho, tenemos
la obligación moral de
asumir nuestros errores.
Mentir es muy feo y,
omitir nuestra
responsabilidad, dejando
que alguien sea acusado
en nuestro lugar, es
peor aun.
Zeze con la cabeza entre
las manos, lloraba
bajito. En ese momento,
Juquinha se levanto,
tímido y avergonzado:
- Profesora, fui yo
quien rompió el cristal.
¡Más no fue queriendo! ¡Fue
un accidente!
Después, volviéndose
para el amigo que
lloraba, dijo:
¡Zeze, discúlpeme! No
quise crear un problema
para usted, apenas
quede con miedo de la
reacción de mis padres
al enterarse. Sin
embargo, usted sabía que
yo era culpable y no me
entregó, y eso me dejo
como avergonzado de mi
mismo. ¿Podrá
perdonarme?
Zeze levanto la cabeza,
limpio las lágrimas y
sonrió:
- ¡Claro Juquinha. Sabia
que usted no dejarías
que yo fuese acusado
injustamente.
Al final somos buenos
amigos!
Juquinha caminó hasta
Zeze y se abrazaron,
contentos por haber
resuelto bien la
situación.
Después, Joquinhau,
también emocionado,
prometió:
- Profesora, yo prometo
que al salir de aquí iré
a la casa de ese señor,
le contaré la verdad y
me responsabilizaré por
los daños que cause.
- Optimo, Juquinha.
Usted decidió muy bien –
concordó Dorinha.
Y Zeze, al lado de el,
afirmo:
- Yo le acompaño a usted,
Juquinha.
La profesora abrazó a
ambos, después mirando
para los demás alumnos,
informo:
- En este día tuvimos
una lección a lo vivo.
Una situación difícil se
resolvió de una forma
pacifica, todos
enmudecieron un poco
más. Juquinha aprendió
que la mentira solo
perjudica, y puede
comprobar la grandeza de
Zeze que no entregó al
amigo, aun mismo
sabiéndolo culpable.
Ella paro de hablar por
algunos momentos,
después prosiguió
conmovida:
- Juquinha aun va a
enfrentar dificultades
con el hombre a quien
perjudico, y también con
sus padres, más todo
quedará más fácil ante
su reacción de decir la
verdad.
Que todos podamos haber
aprendido la lección.
Al terminar la clase,
Zeze acompañó a
Juquinha, que le
explicó al hombre lo que
le habia acontecido,
despues, disculpandose y
prometiendo pagar los
daños causados, usan su
paga para comprarle un
cristal nuevo.
Les contaría a sus
padres lo que había
acontecido, y tenía la
certeza de que el
problema seria resuelto
con tranquilidad.
Lo más difícil fue
admitir la culpa. Todo
lo demás no tenía
importancia.
Sereno y confiado,
Juquinha retorno para
casa, seguro de que, de
allí en adelante, no
habría problema que no
consiguiese resolver.
Aprendería, también, que
una amistad sincera como
la de Zeze, no tenia
precio y precisaba ser
valorizada. Y desde ese
día en adelante, se
tornaron aun más
amigos.
Tía Celia
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