Según un
reportaje
publicado
por el
Periódico
de
Londrina,
es
común,
durante
la
noche,
que las
personas
oigan
jaleos
extraños
en la
sede de
la
Asociación
Comercial
e
Industrial
de
Londrina,
en cuyo
auditorio
muchos
temen
entrar
solos.
El
motivo:
algunas
personas
han
visto a
un señor
sentado
en la
última
fila de
sillas,
el cual,
de
repente,
desapareció.
Cierta
noche,
revela
el
reportaje,
uno de
los
guardias
de la
casa
escuchó
algo
semejante
al ruido
de una
máquina
de
escribir
y de
alguien
golpeando
el
billete
de
entrada.
Al
entrar
en el
recinto,
vio que
no había
nadie y,
por eso,
salió
corriendo.
En otra
ocasión,
una
funcionaria
sintió
un
figura
detrás
de sí
que
parecía
estar
barriendo
el
suelo,
pero, al
volverse,
no vio a
nadie.
Hechos
como
esos ya
pertenecen
al
folklore,
pero nos
acaban
llevando
a la
pregunta
inevitable:
¿Se
trata de
la
manifestación
de
Espíritus
o todo
no pasa
de la
imaginación?
En la
Revista
Espírita,
que
Allan
Kardec
dirigió
de 1858
hasta su
fallecimiento
en marzo
de 1869,
hay
numerosos
relatos
de
acontecimientos
semejantes
al de la
Asociación
Comercial
de
Londrina.
En
muchos
de
ellos,
la
presencia
de un
agente
invisible
quedó
indiscutiblemente
comprobada.
Los
Espíritus
pueden
efectivamente
actuar
en el
mundo en
que
vivimos
y
provocar
fenómenos
que el
Espiritismo
llama
como
“efectos
físicos”.
Fue con
fenómenos
de ese
orden
que
nació el
Moderno
Espiritualismo,
cuyo
advenimiento
se
conmemora
el día
31 de
marzo,
fecha en
que en
el
sencillo
pueblo
de
Hydesville
(Estados
Unidos)
se
manifestó
el
Espíritu
de
Charles
Rosma,
valiéndose
de las
facultades
mediúmnicas
de dos
adolescente,
Kate y
Margareth
Fox.
Corría
entonces
el año
de
1848.
Enseña
el
Espiritismo
que no
debemos
asustarnos
cuando
fenómenos
de
naturaleza
trascendental
ocurrieran
en
nuestro
medio.
Es obvio
que
debemos
primeramente
verificar
todas
las
posibilidades
de que
tengan
ellos
causas
naturales,
como la
acción
del
viento,
el
movimiento
de
insectos
o de
pequeños
animales
y hasta
juegos
provocados
por los
amigos.
Cuando
el
fenómeno
es
producido
por un
Espíritu,
debemos
procurar
saber,
por
medio de
un
médium
idóneo,
qué
motivo
lo
provocó.
En
muchos
casos
los
Espíritus
obran
así en
la
esperanza
de
transmitir
una
petición
o algún
aviso.
Si se
tratara
de algo
razonable
que no
cause
perjuicio
a otros,
no hay
porqué
dejar de
atenderlos.
Una
oración,
un
pensamiento
elevado,
una
corriente
mental
positiva
ayudarán
mucho en
los
casos en
que se
verifique
que el
agente
invisible
no se
encuentra
bien, lo
que no
es
difícil
notar
examinando
las
acciones
que él
practique
y
verificando
si esas
acciones
causan
perjuicios
a las
personas.
No hay,
por fin,
motivo
para el
miedo:
los
Espíritus
son
personas
como
nosotros
mismos,
apenas
sin el
cuerpo
material
que un
día
nosotros
también
dejaremos.
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