Ante el
nuevo
intento
de los
defensores
del
aborto
para que
esa
práctica
acabe
siendo
liberada
en
Brasil,
es
preciso
recordar
que el
aborto
es, en
el
entendimiento
unánime
de los
Espíritus
superiores,
un
doloroso
crimen.
Arrancar
a un
niño del
seno
materno
de su
madre es
infanticidio
confesado.
Una
madre o
quien
quiera
que sea
cometerá
un
delito
siempre
que
quite la
vida a
un niño
antes de
su
nacimiento,
porque
estará
impidiendo
al
reencarnante
pasar
por las
pruebas
a que
serviría
de
instrumento
el
cuerpo
que se
estaba
formando.
Tres
errores
se
destacan
en el
procedimiento
en
causa.
El
primero:
impide
que
un
Espíritu
reencarne
y, por
consiguiente,
progrese.
El
segundo:
repudia
a
una
persona
que tal
vez se
constituyese
en el
instrumento
que iría
a
auxiliar
a la
madre en
su
jornada
evolutiva
por
medio de
cuidados,
de las
renuncias,
de las
preocupaciones
y
trabajos
que
tendría.
El
tercero:
transgrede
el
divino
mandamiento
“No
matarás”,
quitando
la vida
de un
ser
frágil
absolutamente
incapaz
de
defenderse.
El
aborto
delictuoso
es la
negación
del
amor.
Abatir
una vida
que
despuenta,
plena de
esperanza;
impedir
al alma
a
reintegrar
en el
mundo
corpóreo;
negar al
Espíritu
la
enseñanza
del
reajuste,
representa,
en
cualquier
lugar,
situación
y tiempo,
un acto
innombrable,
de
prolongadas
y
doloras
consecuencias
para el
psiquismo
humano.
En
muchos
países,
el
aborto
sin
causa
justa
puede
encontrar
amparo
en la
ley,
pero, de
acuerdo
con la
Doctrina
Espírita,
no
encontrará
jamás
justificación
delante
de Dios,
a no ser
en casos
especialísimos
en que
el
médico
consciente
entienda
que la
continuación
del
embarazo
pone en
peligro
la vida
de la
gestante.
De
acuerdo
con las
enseñanzas
dadas
por
varios
Espíritus,
el
aborto
delictuoso
es uno
de los
grandes
causantes
de las
molestias
de
etiología
oscura y
de las
obsesiones
catalogables
en la
patología
de la
mente,
que
ocupan
vastos
departamentos
de
hospitales
y
prisiones
de la
Tierra.
La mujer
que lo
promueve
o que
venga a
contribuir
a
semejante
delito
es
obligada
por
leyes
irrevocables,
a sufrir
alteraciones
deprimentes
en el
centro
genésico
de su
alma, se
predispone
a
dolorosas
enfermedades,
como la
metralgia
(inflamación
del
útero),
el
vaginismo
(contracción
espasmódica
del
músculo
constrictor
de la
vagina),
la
metralgia
(dolor
en el
útero),
el
infarto
uterino
o la
tumoración
cancerosa,
flagelos
esos con
los
cuales
muchas
veces
desencarna,
demandando
el Más
Allá
para
responder,
delante
de la
Justicia
divina,
por el
crimen
practicado.
Es
entonces
que se
reconoce
rediviva,
pero
enferma
e
infeliz,
porque,
por la
incesante
recapitulación
mental
del acto
abominable,
a través
del
remordimiento,
retrendrá
por
largo
tiempo
la
degeneración
de las
fuerzas
genitales.
La mujer
que
corrompió
voluntariamente
su
centro
genésico
– enseña
André
Luiz en
su libro
“Acción
y
Reacción
–
recibirá
en el
futuro
almas
que
viciaron
la forma
que les
es
peculiar,
y será,
así,
madre de
criminales
y
suicidas,
regenerando
las
energías
sutiles
del
periespíritu
a través
del
sacrificio
noble
con que
se
dedicará
a los
hijos
torturados
e
infelices
de su
carne,
aprendiendo
a orar,
a servir
con
nobleza
y a
mentalizar
la
maternidad
pura y
sana,
que
acabará
reconquistando
al
precio
de
sufrimientos
y
trabajos
justos.
Las
consecuencias
espirituales
del
aborto
están
descritas
igualmente
con
claridad
por
Suely
Caldas
Schubert
en el
capítulo
9 de la
3ª Parte
de su
libro
“Obsesión/Desobsesión”,
publicado
en el
año de
1981 por
la
Federación
Espírita
Brasileña.
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