"Amar, en el sentido
profundo del término, es
que el hombre sea leal,
probo, consciente, para
hacer a los otros lo que
quiera que estos le
hagan; es procurar
alrededor de sí el
sentido íntimo de todos
los dolores que afligen
a sus hermanos, para
suavizarlos; es
considerar como suya la
gran familia humana,
porque esa familia todos
las encontraréis, dentro
de cierto periodo en
mundos más adelantados;
y los Espíritus que la
componen son, como
vosotros, hijos de Dios,
destinados a elevarse al
infinito. Así, no podéis
rechazar a vuestros
hermanos lo que Dios
libremente os otorgó,
por cuanto, de vuestro
lado, muchos os
alegrarían que vuestros
hermanos os diesen
aquello de que
necesitáis. Para todos
los sufrimientos, tened,
pues siempre una palabra
de esperanza y de
alivio, a fin de que
seáis enteramente amor y
justicia.”
(El
Evangelio según el
Espiritismo, Cap. XI,
10, Sansón, 1863.)
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo
pretende enseñar una
reflexión, un movimiento
de pensamiento,
sustentado en
sentimientos verdaderos,
capaces de accionar la
voluntad de rehacer
nuestros caminos,
considerando nuestra
anterioridad de mala
comprensión y que al
menos podamos tener una
progresión de esperanza
(1) de que el proceso
judicial sea antes para
hacer al culpable
doblarse sobre sí mismo,
para disgustar su
inconformidad con el
culto de lo armonioso,
de lo bello, del bien
idealizado por el
arquetipo humano (2),
antes que condenarlo.
El amor para la
humanidad debe ser el
primer hecho a ser
recordado y nunca el
factor a ser descartado.
1 – UNA MIRADA PARA LA
FUNCIÓN JURISDICIONAL
El ser humano escribió
la historia de la
jurisdicción presentando
siempre al acusado
delante de alguien o
algo (institución) que
representase el
arquetipo humano de
justicia. Y esto pasó,
desde el primitivismo
humano, como venganza,
dominación, adoración,
intolerancia,
supremacía, poder,
autoridad – del grupo,
de la tribu, del pueblo,
de la nación – hasta
materializarse en las
líneas del Estado
(democrático de
derecho), tal como es
concebido por la
ordenanza vigente.
No quiero desviarme en
divagaciones y ni este
es el foro propio para
eso, citando filósofos y
teorías, utilizándome de
un discurso opresor de
intelectualidad, que
sinceramente no poseo.
El foro de mi informe,
discúlpenme la osadía,
para algunos será una
provocación, para otros
mera retórica. Sobre
todo pretendo la
reflexión sobre la
esencialidad de las
cosas.
Si es verdad que hoy el
Derecho, además, como
las demás áreas del
conocimiento, está
flagrantemente
entrelazado, a permitir
puentes, como se
permiten hoy Derecho y
Psicología, Derecho y
Sociología, Derecho y
Economía, Derecho y
religión, Derecho y
ética, Derecho y
alternancia – un campo
tirando luces para el
otro, permitiendo nuevas
lecturas del
comportamiento humano y
nuevas formas de ordenar
las relaciones del ser,
en sus múltiples
posibilidades -, es
verdad también que para
resolver sus problemas
internos cada área del
conocimiento parece no
bastarse más a sí misma.
Hay adolescentes y
necesitan enamorarse;
crear otros vínculos
fuera de la familia, si
así puedo expresarme. El
Derecho busca en este
momento con tanta
intensidad el
subjetivismo humano que
ya no puede contenerse
más dentro de sus
dogmas, de su
positivismo, como un día
la propia Iglesia tuve
que aceptar que el sol
no giraba alrededor de
la Tierra.
Es la búsqueda por el
procedimiento, por el
juicio, por el sentir
(sentencia) pero
perfeccionado,
compatible con las
necesidades de nuestros
días.
2 – EL SER Y SU
CONFLICTO
Entendiendo que la
principal característica
del ser humano es el
conflicto – no
coincidentemente, el
proceso judicial siempre
retrata un conflicto –
originado de la falta de
comprensión que el ser
tiene del mundo, de las
cosas, de los fenómenos,
de los otros – de sus
semejantes – y de sí
mismo. No tiene el la
visión del todo, si no
de aquello que, por su
propio esfuerzo busca
comprender (cultura).
Pero una realidad
fenoménica innegable se
impone de forma
avasalladora como a
desafiar el conocimiento
ya adquirido. La
conducta humana tal como
es valorada por el
Derecho, solamente en su
exteriorización, ha sido
insuficiente, porque
revela la punta del
iceberg – la acción.
El movimiento íntimo
(psíquico) del
individuo, los
sentimientos, los
pensamientos, la
voluntad, los valores
que sirven de norte para
su acción – entonces
relegados al segundo
plano por el Derecho,
tanto que el concepto de
culpabilidad es el nudo
del Derecho Penal y la
noción de culpa, dolor y
responsabilidad en el
ámbito civil son de
difícil captación y
preponderantemente es un
juicio subjetivo y
precario. El
subjetivismo humano es
aun una zona oscura para
el Derecho.
El ejemplo que grita de
este hecho es el antiguo
art. 16, de la ley n.
6368/76, que castigaba
con la privación de la
libertad al usuario de
sustancias
estupefaciente de
circulación prohibida.
La nueva ley
11.343/2008, en su art.
28, trajo la
modificación y la pena
pasó a ser de
advertencia de los
perjuicios del uso de la
droga. Y el art. 26 de
la ley nueva prevé el
tratamiento. En treinta
años se comprendió que
existe una patología en
el uso de sustancias
estupefacientes. Tuvimos
treinta años para
consolidar una conquista
del conocimiento en la
legislación. Sin
embargo, a los referidos
enfermos que cometen
delitos comunes como
hurto para obtener
recursos para adquirir
la droga, la
culpabilidad es la misma
y la sanción es la
privación de la libertad
tal cual el detenido que
no es el usuario.
La realidad es que
aunque se pueda evaluar
superficialmente la
intención del agente por
su comportamiento
exterior, aquel que
analiza determinada
conducta se ha mostrado
manifiestamente ineptos
para penetrar la mente,
el psiquismo, el
Espíritu (ente) de quien
está en juicio y obtiene
la seguridad deseada
(por el juez – el
analista). Analiza la
conducta exterior como
el médico analiza el
síntoma de una dolencia.
Le da el medicamento
para los síntomas, sin
inquirir las causas de
aquella exteriorización.
Para todas las
modalidades delictivas
la sanción respectiva –
la penicilina del
derecho -, pero no tiene
siquiera la noción, y si
la sanción prevista en
la ley conducirá la
cura del enfermo
(asimilación consciente
del falso movimiento del
alma, que los distancia
del objetivo de la
creación, de la
existencia humana),
evitando la recaída o
simplemente escamotea la
dolencia que piensa
aniquilar y que
invariablemente reside
en el espíritu humano y
no en la exteriorización
de su comportamiento.
Pero hoy los conflictos
que están a la puerta de
los tribunales se
refieren a una multitud
de deprimidos, de
toxicómanos, de
sexolatras, de
farsantes, de invasores
de la privacidad, de
fabricantes de virus del
ordenador, de
expoliadores del
patrimonio particular y
público. De
leoninos contratadores,
de insignes deudores,
ocultadores, consumistas
contumaces, de padres
negligentes, de cónyuges
violentos, de
adolescentes
incontrolables, de
autoridades corruptas en
todos los campos.
No veo en aquel que
incurre en una conducta
reprobable sea ella
civil o penal, sino una
conducta egoísta, porque
centrado exclusivamente
en sus propios intereses
(conscientes o no);
avanza sobre el
semejante, no
considerándolo para
herir, sea sin cumplir
su obligación, sea
cometiendo un crimen. Es
la expresión del
primitivismo humano en
el lenguaje de los días
actuales. Aun la
necesidad humana de la
supremacía, de subyugar,
de dominar, de sentirse
superior a los demás, de
ser el dueño de la
verdad e imponiéndola,
de conquistar y
establecer el
territorio, su campo de
acción, o su mercado, su
línea de seguridad, o su
confort, su nido. En
este punto es bueno
resaltar, entendiendo
que es imprescindible
llamar la atención para
la anterioridad, los
pensamientos, los
sentimientos y para las
necesidades del ser en
conflicto y agente de la
conducta reprobable por
el derecho, una vez que
tales elementos
determinan la voluntad.
“Nos inquieta con la
cuestión sobre cuáles
son las condiciones
suficientes para imputar
a alguien la
responsabilidad de un
acto, o excluirlo total
o parcialmente de su
responsabilidad. Desde
Aristóteles son dos las
condiciones
fundamentales que
responden a este
cuestionamiento. Que el
sujeto sea consciente de
las circunstancias y
consecuencias de su
acción y que la
motivación de su
conducta sea libre”. (Silvane
María Marchesini – El
Extranjero en el Sujeto
y la Facultad de Juzgar
en la Contemporaneidad –
Segunda Jornada de
Derecho y Psicoanálisis
– Intersecciones a
partir de “El
Extranjero” de Albert
Camus, bajo la
coordinación de Jacinto
Coutinho.)
Se ve entonces la
ineptitud del juez en
penetrar estos desvíos
esencialmente subjetivos
del reo, que se ve
obligado a recurrir a
otras disciplinas y a la
reflexión. Dígase: una
nueva postura, porque
importa en indagar su
propio mundo interior,
lo que pocos osan. El
maquinal operador del
Derecho, que yuxtapone
el Derecho al hecho, es
un juez insuficiente
para atender la demanda
humana subjetiva que el
conflicto entre las
partes trae en su
envergadura y la
composición por el dada
en la sentencia, tal vez
sea de un brillo técnico
intocable, pero de una
miseria moral de
idéntica intensidad.
3 – EL JUEZ – EL
ANALISTA Y SU
INVESTIGACIÓN
Es interesante notar que
la doctrina más reciente
comienza a cambiar al
menos la nomenclatura
del juez imparcial,
agregando algunos
adjetivos muy
interesantes, como
indicando el largo y
escarpado camino
subjetivo a ser
recorrido por el juez.
Aury Lopes Junior, en su
Derecho Procesal
Penal y su Conformidad
Constitucional, vol.
1, 2ª ed., 2008, Lúmen
Júris, así se expresa:
“El juez, consciente de
su menester, no se puede
dejar despojar de su
naturaleza humana por la
toga. Precisa
racionalizar inclusive
sus miedos. Debe tener
presente la función
democrática-garantizadora
que se le atribuye a la
Constitución, jamás
asumiendo el papel de
justiciero, de
responsable por el
sistema inmunológico de
la sociedad, con una
posición más policial
que la propia policía;
mas persecutoria que el
propio acusador oficial.
Tolerancia, humanidad,
humildad son atributos
que no pueden ser
despojados por la toga y
tampoco asfixiados por
el poder.” (p.120)
(comillas)
No puedo ir adelante,
sin antes hacer una
lectura de la mente
humana, según la
psicología de Carl
Gustav Jung. Para este
tema preferimos la
visión espírita, que
considera el ser en su
integridad, cuerpo y
alma (en verdad cuerpo,
periespíritu y
espíritu). La mente como
algo inmaterial.
“Jung, para poder
entender a la criatura
humana, no teniendo una
definición religiosa,
aunque descendiendo de
un pastor luterano y
habiendo vivido en un
clima familiar místico,
aunque muy conflictivo,
resolvió adoptar por
algún tiempo esa
religión, pro-forma.
Recomendaba ser, la
religión, fundamental
para la salud mental,
resaltando que ella, sea
cual fuera, auxilia al
individuo a mantener el
equilibrio de la salud,
recuperándose más
fácilmente de los
trastornos neuróticos,
difiriendo de lo que
ocurre con los no
religiosos o aquellos
que desprecian la
religión, por
desconsiderar esa
bengala psicológica que
les serviría de apoyo.
De esta forma, Jung
comenzó a pensar como
habría sido el origen
del Universo y de la
criatura humana, para no
quedar preso a los
canones de la Biblia,
buscando la razón por la
cual tenemos tantos
conflictos.
En los otros,
consideremos que nuestro
psiquismo (más tarde
espíritu), del punto de
vista espírita, transitó
por las diferentes fajas
de la evolución:
mineral, vegetal,
animal… Tracemos toda
una carga ancestral, que
era típica de nuestras
necesidades en aquellas
fajas. También, del
punto de vista
materialista, somos
herederos de esa
evolución antropológica,
ya que el feto repite,
en los varios periodos
de su desarrollo, las
diferentes formas por
donde transitó la vida
humana. Desde el zigoto
hasta el nacimiento, el
ser vuelve a representar
todas las
manifestaciones
primarias de la
evolución, quedándonos
como herencia de esos
periodos, tres
instintos, que son
llamados básicos, para
preservar la vida:
alimentación,
procreación y reposo.
Jung buscó una palabra
para encajar la idea de
que somos herederos de
esas generaciones
pasadas. La encontró en
las tradiciones del
Cristianismo –
arquetipos – y que
estaba también presente
en la cultura griega,
proveniente de archaico
(antiguo) y typos
(forma, marca), marcas
antiguas.
También Jung demostró
que somos portadores de
dos inconscientes: el
individual que es
herencia familiar y el
colectivo, que es
herencia universal. Esta
última está imbuida en
nosotros, y somos
inevitablemente
conocedores
inconscientes de cosas
que ocurrieron en las
generaciones pasadas.
Por tanto, Jung hizo una
adaptación del término
arquetipo, que ya fue
usado por San Irineo y
por los griegos
antiguos,
actualizándolo. El
arquetipo pasó entonces
a ser una herencia
ancestral, que está
presente en nuestro
inconsciente y que nos
lleva a determinadas
posturas sin que nos
demos cuenta.
Jung comenzó a ampliar
este concepto suyo de
arquetipo. Hay, uno de
ellos, primordial, donde
están todos los mitos.
Su psicología es muy
bella, en la cual
también resalta que
nuestra existencia sea
fruto de mitos. ¿Cuál es
la ciudad o país que no
tiene su mito? El mito
del Negrito del
Pastoreo, del Boitatá,
del Saci- Pereré y
muchos otros, todos
están fijados en nuestro
inconsciente.
El arquetipo es el
símbolo de donde todo
proviene. Jung
estableció un arquetipo
primordial, repito, como
siendo aquel que es
básico, que llamaríamos
Dios, Causa, Naturaleza;
la nomenclatura es
secundaria delante de la
estructura esencial del
hecho.
El arquetipo primordial
daría origen a otros
tres arquetipos
fundamentales, que nos
acompañan durante la
existencia. El primero
de ellos es el Selbst,
que fue traducido para
el inglés y tomó
ciudadanía como Self, el
sí mismo, el Yo
profundo, afirmándonos
que tenemos una
personalidad que
exteriorizamos el ego.
No somos Ego y, sí, el
Self. Tenemos un ego,
pero somos self. El
segundo, animal/animus,
el porcentaje femenino y
el masculino, que se
armoniza en nuestro
interior. El tercero, la
sombra. La sombra, en la
visión de Jung, es el
lado negativo de nuestra
personalidad, el mal, el
lado-ignorancia, que
buscamos ocultar, los
deseos inconfesables y
no es de extrañar
autodestructivos.”
(Extraído de Notas
Complementarias, de “Un
encuentro con Jesús”,
Divaldo Franco, ed.
Leal, 2007, pp.
295-297.)
Pues bien, Aury Lopes
Júnior, citando a Lidia
Reis de Almeida Prado,
en su “El juez y la
Emoción – Aspectos de la
Lógica de la Decisión
Judicial”, usando la
lectura de Jung, dice:
“En la actividad del
juez, puede ocurrir una
ruptura entre los polos
arquetipos, donde uno de
ellos permanece
consciente y el otro
reprimido, queda en el
inconsciente y es
proyectado sobre las
partes en el proceso. Es
la situación del juez
que cree que el crimen
no tiene nada en común
consigo (como si el y
todos nosotros no
fuésemos delincuentes…)
y que el mal sólo existe
en el reo, una criatura
que habita un mundo
totalmente diverso del
suyo. El olvida que
tienen “como posibilidad
un reo dentro de sí” y
pasa a considerarse la
propia justicia
encarnada. Ese fenómeno
se llama inflación de la
persona, que ocurre
cuando los magistrados
de tal forma se
identifican con las
ropas talares (toga),
que no consigue más
desvestirlas en las
relaciones familiares o
sociales”.
“Falta a ese juez la
conciencia de su propia
sombra, la capacidad de
ser al mismo tiempo
juzgador y juzgado. Es
también un ejercicio y
abstracción o incluso de
altruismo, de respetar
al otro en su diversidad
y asumir su lugar y
habla, absolutamente
imprescindible para el
ejercicio de la
magistratura, pero que
infelizmente no ha sido
debidamente ejercitado”.
(op.ci., p. 118.)
Vale aquí citar, por su
importancia, al juez del
Estado de Santa
Catarina, Alexandre
Morais da Rosa en un
pasaje de su “El
extranjero, la excepción
y el Derecho” de
Albert Camus, bajo la
coordinación de Jacinto
Coutinho. (Lúmen Júris,
2006, p.59.):
“Ese ir al encuentro de
un juez-humano, portador
de una subjetividad que
opera dentro de la
‘Institución’, para
encontrar emociones,
deseos, complejos, es un
camino rumbo a la
democratización del acto
decisivo…”
Comprender con Sergio
Alves Gomes (en su
maravilloso Hermenéutica
Constitucional – Una
Contribución a la
Construcción del Estado
Democrático de Derecho,
ed. Juruá, 2008, p. 310)
que “la libertad de
interpretar, comprender,
construir nuevos
sentidos en consonancia
con nuevos horizontes,
mediante el uso
responsable de la razón,
de la voluntad y de los
sentimientos humanos en
contraposición al poder
de determinar
previamente la
interpretación y el
sentido único a ser
obedecidos” – al
referirse a la lucha
entre el poder y
libertad en las
múltiples escuelas
hermenéuticas – sea
esencial en este camino
de una nueva postura.
Vale citar del mismo
autor la referencia por
el hecha a las pp.
314-315 de la obra
arriba citada:
“para el pensamiento
fenomenológico, la idea
de justicia surge del
mundo. El sentimiento de
justicia habita el mundo
de la vida. El mundo de
justicia es pre-categoría,
o sea, existente antes
que alguien haya
proclamado lo que es
justo o injusto.
Cualquier persona humana
normal, por más rudo que
sea su espíritu, está
dotada de sentimiento de
justicia. No es justo
que alguien mate a otro,
no es justo que alguien
castigue a los animales,
nuestros hermanos, no es
justo inflingir
sufrimiento a los niños,
y así en adelante. El
sentimiento de justicia
da origen al derecho. A
partir de ese vivir de
la justicia es cuando
surgen las
idealizaciones
normativas cristalizadas
– u objetivadas – en el
orden jurídico. […] El
ser de la justicia es
indisociable del ser
humano. Toda
hermenéutica jurídica,
todo acto de
interpretación y
comprensión está
vinculado a la abertura
del ser humano – que
Heidegger llamaría
Dasein = ser ahí – la
propia vivencia de la
justicia. Practicar
justicia significa
interpretar y
comprender. Pero
interpretar y comprender
es un acto humano
dirigido a humanos”.
(Aquiles Cortes
Guimaraes, Fenomenología
y Derecho, p. 57-58.)
Para no excederme: la
ausencia de una
indagación más subjetiva
del juez, sea del reo,
sea del juez sobre sí
mismo, por las
exigencias del tiempo y
de las necesidades
actuales, será el
retrato de la
insuficiencia de la
jurisdicción – citó
Jacinto Coutinho:
“Nosotros del derecho
directo necesitamos
aprender con los
psicoanalista que eso no
es un mero discurso
(mucho menos para
nosotros) y que ha
producido, entre otras
cosas, un efecto
desastroso, lo que es
grave. Y que han
producido, entre otras
cosas, un efecto
desastroso, lo que es
grave. Hay, con todo,
una distinción. Los
psicoanalistas tratan de
la oportunidad para que
las personas se puedan
equilibrar. ¡Nosotros
no! Nosotros matamos
gente, porque la fuerza
de nuestra pluma es muy
grande; produce un
agujero en el cual tu
metes la cabeza y ella
se cortará”.
Kelsen inicia su “Lo
que es Justicia”
citando el diálogo entre
Jesús y Pilatos para
determinar la cuestión
de lo que es Verdad y lo
que es la Justicia.
A mi vez, traigo para
reflexionar la siguiente
lectura:
“Jesús estaba en
Jerusalén. Era un día de
sol, y él se dirigía al
templo cuando un grupo
de fariseos, con otras
personas exaltadas,
arrastraba por los
cabellos a una mujer que
fue sorprendida en
adulterio. El adulterio
practicado por la mujer
era, entonces, causa de
pena capital.
La mujer era
discriminada, y siendo
arrastrada para ser
llevada al lugar propio
de lapidación, era
amarrada al poste y
apedreada hasta la
muerte.
¡Como fuimos ya de
bárbaros, y aun tenemos
remanentes de ese
barbarismo!...
En muchas doctrinas
religiosas, aun la mujer
es apedreada hasta la
muerte, el ladrón tiene
la mano cortada y, en
los regímenes
arbitrarios, es aplicado
el fusilamiento sumario,
mostrando la
predominancia animal que
existe en las criaturas,
en relación a los
valores espirituales.
Los fariseos Lo vieron
tranquilo, y fueron
tentados para
provocarlo. Era una
excelente oportunidad de
Prepararle una trampa
para Sorprenderlo en una
equivocación cualquiera,
que Lo volviese capaz de
un castigo.
Lo llevaron en Su
dirección, y llegando
próximos lo tiraron a
Sus pies.
Suave, un fariseo
atrevido se volvió para
Jesús, y Le preguntó:
- Y entonces, ¿cómo
quedamos? La Ley de
Moisés prescribe que
toda mujer adultera debe
ser apedreada hasta la
muerte, y esa que ahí
está es una adultera.
Ella fue sorprendida por
el marido, que aquí
está, y que la encontró
con un perturbador que
le deshonró el lecho
conyugal. Él, ultrajado,
apelo para la Justicia,
pero tú predicas el
perdón, y nosotros,
atrapados, ¿cómo
deberemos obrar?
¿Perdonarla o
castigarla?
Como se ve era una
trampa que en el día a
día de nuestras vidas
enfrentamos y no siempre
tenemos la claridad de
conciencia para dar una
respuesta hábil,
desprendiéndonos de los
pusilánimes con un
sentimiento airoso en
nuestra personalidad.
Pero la sabiduría de
Jesús era inequívoca y,
delante de la pregunta
directa, vino una
inmediata respuesta.
Me pregunto siempre: ¿lo
que yo respondería?
Entonces descubro la
inmensa, colosal
diferencia que existe
entre mí y Él.
- ¡Que se cumpla la Ley!
Que ella sea apedreada.
No obstante, que la
apedreen solamente
aquellos de entre
vosotros que estuviese
eximido de pecados, que
sean personas limpias,
sin culpas.
Fue un cshok. Se
entremiraron. Querían
hacer justicia contra
otros, siendo
susceptibles también de
castigo…
El Evangelio menciona
que comenzaron a salir
desde los más viejos
hasta los más jóvenes.
La mujer lloraba,
temiendo el castigo
cruel. En breve, Jesús
constactó que estaban
solos. Se volvió para
ella y le preguntó:
- Mujer, ¿dónde están
tus acusadores?
Ella miró alrededor.
Sintiendo sorpresa,
respondió:
- ¡Se fueron, Señor!
- ¿Nadie te condenó?
- No.
- Pues yo tampoco te
condeno. Ve y no vuelvas
a pecar.
Tenemos ahí una de las
más bellas lecciones de
ética, de compasión y de
justicia, jamás
propuesta por alguien.
Todos estaban
persiguiendo a la
adultera. ¿Dónde estaba
el adultero? La mujer
solamente delinquió
porque alguien la empujó
hacia abajo. Nadie cae a
solas; siempre otros le
preparó una trampa, en
la cual cayó incauto.
Cuando Jesús reprochaba
el adulterio, no era
sólo el femenino, sino
la falta moral de
cualquier persona.
Como nadie se refirió al
adulterio, Jesús
solicitó a los que
estaban excluidos de
culpa que la apedreasen.
Esa maravillosa lección,
en un diálogo
incomparable de
franqueza y amor, ha
sido motivo de muchas
controversias. Los
adversarios del
Evangelio – que son
muchos –dicen que Jesús
estuvo de acuerdo y
cooperó con el
adulterio, absorbiendo a
la culpable.
Ciertamente él no la
absolvió. Sólo que no la
condenó. Él no volvió
más infeliz a aquella
mujer que ya lo era. Él
no asintió que ella
tuviese razón.
No condenar es no
establecer castigo; no
es estar de acuerdo, lo
que es muy diferente.
El nuestro es un mundo
paradójico.
Lo que debemos tener en
mente, padre y
educadores, es la
necesidad de reconocer
los errores de nuestros
educados, siendo nuestro
deber ampararlos, para
prevenir lo que pueda
venir aun peor; no
condenarlos, no
significa que estamos de
acuerdo con ellos.
Estamos contra lo que
hicieron, pero no contra
ellos.
La propuesta
psicoterapéutica es para
liberar al enfermo de la
dolencia y no para matar
al enfermo”. (3)
4 - CONCLUSIÓN
El juicio legal tiene
raíces en las conquistas
de la ética y del
derecho, del desarrollo
cultural de los pueblos
y de los hombres,
concediendo al reo la
oportunidad de defensa
en cuanto son tomadas
resoluciones hábiles
para que sean
preservados sus valores
humanos, sus conquistas
de ciudadano.
Esa diferencia entre la
conducta de la
civilización en relación
a la barbarie, del
hombre vencedor de la
sombra en enfrentamiento
con el sumergimiento en
ella.
Se examina la conducta
infeliz de alguien que
cometió un delito sin
duda, pero no perdió la
cualidad de ser humano,
requiriendo dignidad y
misericordia, por más
terrible haya sido su
crimen, a fin de no
equiparársele en rudeza
y primitivismo a sus
juzgadores.
El juicio, sin embargo,
que insensato,
arbitrario y contumaz,
deriva de la
inferioridad del
opositor, que apenas ve
la propia imagen
proyectada y la ondea,
sediento de destrucción
para liberarse del
pesado fardo, hiriendo a
otros, es cobarde y
cruel.
El análisis del error es
siempre una necesidad
impostergable, cuando no
se hace realizada con
perversas intenciones de
dominación del ego,
totalmente divorciada de
la ley de amor y de
caridad. Analizar para
auxiliar, para corregir,
para educar, es una
valiosa contribución
para la construcción del
ser moral, psicológico y
espiritual.
De esa forma, es
inevitable que, toda vez
cuando se es enfrentado
por los hechos
cotidianos, el propio
sentido crítico y de
discernimiento proceda
al juicio, examine la
actitud, la conducta
ajena, no asumiendo, no
obstante, la postura del
censor, de responsable
por la sociedad que
pensaría estar
defendiendo. La sutileza
se encuentra en la
capacidad de no
convertir la apreciación
y el examen de la
situación en condenación
que exige castigo, sino
solidaridad o
auto-precaución para que
no incida en el mismo
error.
Gracias a ese
comportamiento se
manifiesta la madurez
del ser humano, que
ahora sabe entender lo
correcto en relación a
lo equivocado, la acción
dignificante en
enfrentamiento con lo
reprochable, la
comparación entre lo
saludable y lo
patológico.
El farisaísmo permanece
en las relaciones
humanas con sus varias
máscaras, hiriendo o
intentando dificultar la
marcha de los hombres
idealistas, de aquellos
que están construyendo
la nueva sociedad para
el mundo mejor del
futuro.
La sombra en proyección
se vuelve juicio que la
sana conciencia y la
armonía psicológica
diluyen en la perfecta
identificación de los
valores del Self,
triunfando sobre los
caprichos del ego.
Delante de los juicios
dirigidos por los
sentimientos serviles y
de los jueces
sistemáticos, se
considere, pues, con
cuidado la advertencia
de Jesús:
“Hipócritas, sacáis
primero la viga de
vuestro ojo y después,
entonces, ved como
podréis sacar el grano
de vuestro hermano”. (S.
Mateo, cap. VII, v.5.)
(4)
El argumento de Jesús, a
mi ver, es filosófico y
psicológico y no puede
ser despreciado
simplemente por el
preconcepto académico en
relación a la religión,
a la existencia de Dios.
Sin duda,
independientemente de
las convicciones
personales (y vamos a
tener diversidad), la
sabiduría y el amor
serán el total del juez
y de la jurisdicción,
dando dignidad al
equivocado que comparece
en el banco de los reos,
de ahí el porqué se
destacan las palabras de
Sansón, registradas por
Allan Kardec, en las
páginas de El
Evangelio según el
Espiritismo.
Cuando digo
multidisciplina, me
refiero a un estado de
espíritu emanado por el
juez, donde se revela su
singularidad interna y
la autonomía
hermenéutica de acuerdo
con esta singularidad,
donde lo racional
abarque el Derecho, lo
social, lo económico, lo
psicológico y
filosófico, como también
los sentimientos
(humildad, tolerancia,
paciencia, comprensión,
compasión) encajados en
un conjunto que se
proyecta como un eje
único sobre el acto
decisivo. “Y el punto
delicado del sentimiento
es el amor, no el amor
en el sentido vulgar del
término, sino ese sol
interior que condensa y
reúne en su ardiente
foco todas las
aspiraciones y todas las
revelaciones
sobrehumanas.” (5)
NOTAS ESENCIALES
Pero a quien las
palabras de Jesús, en la
simplicidad de un
carpintero, no basten,
sea por incredulidad,
sea por convicción, vale
citar la doctrina, la
filosofía, en
complementación.
“En el acto de
sentenciar, sea que
quiera sea que no, él
sufre una tensión ético
social que viene de su
interior, de lo que el
siente y sabe por
experiencia propia y de
los valores sociales que
inciden sobre su
personalidad. A seguir,
recuerda Adam Smith, uno
de los fundadores de la
Ciencia Económica, para
quien el acto de juzgar
es muy difícil, porque
presupone la capacidad
de colocarse en la
posición del otro. El
juez debe ser imparcial,
pero el acierto de su
decisión depende, según
Reale, de esa capacidad
psicológica. Por eso,
concluye que el secreto
de la justicia está en
el hecho del juez saber
que la neutralidad no
significa huir de las
personas en litigio,
sino colocarse en la
posición de ellas.” […]
Pondera Nalini que “el
juez debe proferir la
sentencia con
sentimiento y no
reducirse a un mero
burócrata repetidor de
decisiones ajenas, con
la finalidad de unir a
la mayoría”. (6) – Otro
jusfilósofo que resalta
la influencia de los
atributos psicológicos
del juez en la sentencia
es Joaquín Dualde.
Influenciado por Bérgson
y por la Escuela de
Derecho Libre, Dualde
entiende que el universo
de las reglas y de los
conceptos está, en gran
parte, fundado en los
sentimientos, olvidados
por la lógica
tradicional. Por eso, se
hace necesario que el
juez utilice la
sensibilidad y la
intuición como un método
de penetrar en la
realidad, corrigiendo
desfiguraciones venidas
de la búsqueda del
conocimiento a través de
conceptos. El autor
resalta que: […]
“El sentimiento tiene
interés para la
interpretación en cuanto
es:
a) un elemento causal de
toda nuestra actividad
y, por lo tanto, de la
producción del Derecho;
b) una fuerza
constructiva oscurecida
en nuestra conciencia
por el actuar absorbente
de nuestra razón; c) un
poder estimulante o
deprimente del
conocimiento; d) una
energía que suele
dirimir los problemas de
elección; e) en todo
caso, una función”. (7)
Bajo otro enfoque:
- “Así es que, en pocas
palabras, la enseñanza
ética de Sócrates reside
en el conocimiento y en
la felicidad. En primer
lugar, ética significa
conocimiento, teniéndose
en cuenta que, al
practicar el mal, se
cree practicar algo que
lleve a la felicidad y,
normalmente, ese juicio
es falseado por
impresiones y
apariencias puramente
externas. Para saber
juzgar acerca del bien y
del mal, es necesario
conocimiento, este, sí,
verdadera sabiduría y
discernimiento. El
conócete a ti mismo es
ese mandamiento que
inscribe como necesaria
la gnosis interior para
la construcción de una
ética sólida. En segundo
lugar, la felicidad, la
búsqueda de toda la
ética, para Sócrates,
poco tiene que ver con
la posición de bienes
materiales o con el
confort y buena
situación entre los
hombres; ella tiene que
ver con la semejanza con
el que es valorado por
los dioses, pues parecen
estos ser los más beatos
de los seres. El cultivo
de la verdadera virtud,
consistente en el
control efectivo de las
pasiones y en la
conducción de las
fuerzas humanas para la
realización del saber,
es lo que conduce al
hombre a la felicidad”.
(8)
- Fray Betto fue muy
feliz en su artículo
“Alternancia”, que
transcribo del site
www.adital.com.br:
“¿Qué es alternancia? Es
ser capaz de aprender el
otro en la plenitud de
su dignidad, de sus
derechos y, sobre todo,
de su diferencia. Cuanto
menos alternancia existe
en las relaciones
personales y sociales,
más conflictos hay.
Nuestra tendencia es
colonizar al otro, o
partir del principio de
que yo sé y enseño para
el. El no sabe. Yo sé
mejor y sé más que el.
Toda la estructura de
enseñanza en Brasil,
criticada por el
profesor Paulo Freire,
es fundada en esa
concepción. El profesor
enseña que el alumno
aprende. Es evidente que
nosotros sabemos algunas
cosas y aquellos que no
fueron a la escuela
saben otras tantas, y
gracias a esa
complementación vivimos
en sociedad. Como dijo
un operario en un curso
de educación popular;
“Sé que, como todo el
mundo, no sé muchas
cosas”.
En una sociedad como la
brasileña en que el
apartheid es tan
arraigado, predomina la
concepción de que
aquellos que hacen el
servicio agrícola no
saben. No obstante,
nosotros que fuimos
formados como ángeles
barrocos de la Bahía y
de Minas, que sólo
tienen cabeza y no
tienen cuerpo, no
sabemos lo que hacer con
las manos. Pasamos años
en la escuela, salimos
con Ph. D., sin embargo
no sabemos cocinar,
coser, cambiar un
enchufe o un
interruptor, identificar
el defecto del
automóvil… y nos
consideramos eruditos. Y
lo que es peor, no
tenemos equilibrio
emocional para luchar
con las relaciones de
alternancia. De ahí el
porqué, ahora,
sustituyeron el Q.I.
para el Q.E., el
Coeficiente Intelectual
para el Coeficiente
Emocional.
¿Por qué? Porque las
empresas están
constatando que hay,
entre sus altos
funcionarios, unos
niñitos infantilizados,
que no consiguen luchar
con el conflicto,
discutir con el
compañero de trabajo,
recibir una advertencia
del jefe y, mucho menos,
hacer una crítica al
jefe. Bien, no
necesitamos hablar de
empresa. Basta cotejar
en la relación entre
matrimonios. Que haya
reacciones infantiles…
Quien diría que fuese
llevada a la práctica la
idea de, por lo menos
cada mes, un sector de
la empresa hiciera una
evaluación, dentro de la
metodología de crítica y
autocrítica. Y que nadie
quedase exento de esa
evaluación. Como Jesús
un día hizo, al reunir
un grupo de doce y
preguntó; “¿Qué piensa
el pueblo de mí?” Y
después añadió; “¿Y que
pensáis vosotros de mí?”
Quien, en la cultura
occidental, mejor
enfatizó la radical
dignidad de cada ser
humano, incluso la
sacralizada, fue Jesús.
El sujeto puede ser
paralítico, ciego,
imbecil, inútil,
pecador, pero el es
templo vivo de Dios, e
imagen y semejanza de
Dios. Eso es una
herencia de la tradición
hebraica. Todo ser
humano, dentro de la
perspectiva judaica o
cristiana, es dotado de
dignidad por el simple
hecho de estar vivo. No
sólo el ser humano, todo
el Universo. Pablo, en
la Epístola a los
Romanos, señala; “Toda
la Creación gime de
dolores de parto por su
redención”. De entre ese
cuadro, el desafío que
se coloca para nosotros
es como transformar esas
cinco instituciones
pilares de la sociedad
en que vivimos; familia,
escuela, Estado (el
espacio del poder
público, de la
administración pública),
Iglesia (los espacios
religiosos) y trabajo.
¿Cómo volverlos
comunidades de rescate
de la ciudadanía y del
ejercicio de la
alternancia democrática?
El desafío es
transformar esas
instituciones en aquello
que ellas deberían ser
siempre; comunidades. Y
comunidades de
alternancia. Aquí entra
la perspectiva de la
generosidad.
Sólo existe generosidad
en la medida en que
percibo al otro como
otro y la diferencia del
otro en relación a mí.
Entonces soy capaz de
entrar en relación con
el, por la única vía
posible porque, si cojo
esa vía, caigo en el
colonialismo, voy a
querer ser como el o que
el sea como yo – la vía
del amor, si quisiéramos
usar una expresión
evangélica; la vía del
respeto, si quisiéramos
usar una expresión
ética; la vía del
reconocimiento de sus
derechos, si quisiéramos
usar una expresión
jurídica; la vía del
reconocimiento de sus
derechos, si quisiéramos
usar una expresión
jurídica; la vía del
rescate del realce de su
dignidad como ser
humano, si quisiéramos
usar una expresión
moral. O sea, eso supone
la vía más corta de la
comunicación humana, que
es el diálogo y la
capacidad de entender al
otro a partir de su
experiencia de vida y de
su interioridad”,
(*Fray Betto es
escritor, autor de
“Alfabeto –
autobiografía escolar”,
Ática, entre otros
libros.)
- “Una de las
características del ser
humano es la posibilidad
de comunicarse consigo
mismo en su conciencia y
con los otros seres. El
hombre es hilo de
comunicación entre lo
real objetivo y
subjetivo, eje y flecha
de las transformaciones
del ser.”
“Tal como la idea
hegeliana el hombre en
un primer momento se
auto-conoce y, en un
segundo momento, se
proyecta en el otro
mientras objetiva el ser
como algo exterior.
Finalmente, vuelve a sí
mismo como
auto-conciencia, el ser
que se desaliño y conoce
a sí mismo.” (9)
Para finalizar:
- “Todo sentimiento
tiene raíces profundas
en la estructuración
mental, ofreciendo a la
personalidad un conjunto
de actos, actitudes,
hábitos y tendencias que
definen el
comportamiento mental
del Espíritu. La
personalidad, por tanto,
es el conjunto de esos
actos que merecen
atención. A través de
ella se verifica la
construcción de la
postura del Espíritu,
que pasa a identificar
sus dificultades,
percibiendo el
movimiento de las
vibraciones que se
procesa en sí mismo.”
“Los sentimientos son
responsables por las
definiciones y
transformación de la
personalidad. Esas
definiciones desarrollan
valores que son
actuantes en el orden de
los sentimientos,
sirviendo de base del
entendimiento de la
moral del Espíritu.” […]
“Los sentimientos son
energías emanadas por el
pensamiento, originario
de los actos trabajados
por la voluntad y
conciencia.” (1)
Reflexión
Y entonces volvemos para
Aristóteles, en la cita
de las pp. 5-6 de este
trabajo, y concluimos
que los sentimientos son
uno de los ingredientes
que determinan no sólo
la acción, sino la
interpretación del mundo
y de las situaciones que
la anteceden – generando
como consecuencia
natural la
responsabilidad de la
imputación (motivación y
conciencia), en fin, de
las elecciones del Ser,
que sufriendo las
obligaciones de su vida
vivencia, de sus
elecciones, le permite
el autoconocimiento, el
doblarse sobre sí mismo,
percibir su sombra, la
trampa del ego, el
movimiento equivocado
del alma. Y, finalmente,
me pregunto ¿cuál es el
remedio (sanción) para
los malos sentimientos
(del reo y también del
juez), aquellos que
están contra la
finalidad de la
creación, el objetivo de
la existencia?
Sea por la Filosofía,
sea por la Psicología y
aun por el enfoque
jurídico como primando
de la interpretación del
ser, no puedo huir de
las palabras de Sansón
en el epígrafe al inicio
y ni de la lección
amorosa de Jesús.
Él fue inequívoco.
Notas:
(1) Sentimento a
força do Espírito,
Alzira Bessa França Amui
e Luciano Sivieri
Varanda (Obra Mediúnica),
Ed. Grupo Espírita
Esperança e Caridade, 1ª
ed. 2004.
(2) O Livro dos
Espíritos, Allan
Kardec, resposta à
pergunta 1009, por
Paulo, Apóstolo.
(3) Um encontro com
Jesus, Divaldo
Pereira Franco,
compilado por Délcio
Carlos Carvalho, ed.
Leal, cap. 9, pp.81-88.
(4) Jesus e o
Evangelho à Luz da
Psicologia Profunda,
Divaldo Franco, Joanna
de Ângelis (obra
mediúnica), Livraria
Espírita Alvorada –
Leal, 2ª ed.2007,
p.81-87.
(10) Sentimento a
força do Espírito
(obra mediúnica), Alzira
Bessa França Amui e
Luciano Sivieri Varanda,
Editora Espírita
Esperança e Caridade, Ed.
2004, pp.17-19.
Referências
bibliográficas: