A pesar de ser muy
inteligente y de tener
todas las condiciones
para aprender, a Mateo
no le gustaba estudiar.
Para el era un verdadero
sacrificio abandonar los
juegos e ir para la
escuela. Le gustaba
mucho andar por las
hierbas cazando
pajaritos y cogiendo
frutos silvestres, jugar
con sus juguetes o tirar
la pelota a la calle con
los amigos y vecinos.
Nunca encontraba tiempo
para hacer los deberes
de casa. En la escuela,
no prestaba atención a
lo que la profesaba
enseñaba y no se daba
el trabajo de copiar lo que ella ponía
|
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en la pizarra. |
Al final del año, como
no podía dejar de ser,
el resultado de ese
comportamiento: todos
los amigos pasaron de
curso y sólo Mateo fue
suspendido.
Quedó muy triste, lloró,
pero nada consiguió.
Tendría que repetir el
mismo curso en la
escuela y procurar
aprovechar las clases.
No obstante, Mateo
continuaba llevando la
misma vida de siempre,
sin preocuparse por los
estudios.
En el cumpleaños él tuvo
un regalo de alguien, un
piano y se interesó por
el juguete. Él enrollaba
la cuerda cuidadosamente
alrededor del piano y
después lo soltaba con
gesto brusco, y era con
satisfacción que veía al
juguete rodar, rodar,
rodar sobre sí mismo.
Un día, observando el
piano que rodaba sin
cesar, él comentó con el
padre, que leía el
periódico allí cerca:
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- ¿Qué gracioso es el
piano, no papá? ¿Cómo
será que él gira siempre
y no sale del lugar?
El padre que estaba
preocupado con el
comportamiento del hijo,
aprovechó el momento
para informar:
- Es verdad, hijo mío.
¿Y tú sabes que no es
sólo con el piano que
ocurre eso?
- ¿Cómo es eso, papá? –
preguntó mateo sin
entender lo que el padre
decía.
|
- Sí, hijo mío. También
muchas personas, como el
piano, quedan dando
vueltas sólo alrededor
de sí mismas y no salen
del lugar. Nunca
aprenden nada porque no
se interesan en ver el
mundo que existe
alrededor.
Son egoístas. Sólo
piensan en la propia
persona.
Y, en ese caso, son
personas que ni siquiera
piensan en el propio
bien, o sabrían que sólo
aprendiendo y
participando del mundo
es como consiguen
progresar en la vida. |
Mateo miró al padre
interrogativamente y
enseguida miró al piano
que aun rodaba, rodaba,
rodaba, sin parar.
Quedó callado,
pensando...
Entendió la lección.
Al día siguiente, para
sorpresa de su madre,
nadie necesitó llamarlo
para ir a la escuela.
Cuando ella se levantó,
Mateo ya estaba listo.
Tomó el café de la
mañana sin decir nada, y
salió para las clases.
A partir de ese día,
Mateo comenzó a
dedicarse a los
estudios. Hacía los
deberes de casa y
después aun cogía un
libro para leer. Y, aun
así, sobraba mucho
tiempo para jugar y
divertirse.
Nunca más se olvidó de
la lección del piano y,
cuando alguien
no quería
estudiar, él
decía: |
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- ¿Quieres ser como un
piano, rodando en torno
de sí mismo sin salir
nunca del lugar?
Tía Célia
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