Para los que
creen que los
angeles ya
fueron hechos
así –
inteligentes,
virtuosos,
inaccesibles a
las dolencias
que alcanza al
hombre – no es
difícil pensar
como el
matemático
francés Henri
Poincaré,
fallecido en
1912, el cual
creía en el
talento
congénito. “Los
matemáticos
nacen; ellos no
se hacen”,
aseveraba
Poincaré.
Sabemos, con
todo, en lo que
dice respecto a
nosotros
humanos, que
nada en la vida
se conquista de
gracia. Aprender
una disciplina y
volverse en ella
un especialista
respetado exige
dedicación,
estudio y, sobre
todo, mucho
tiempo.
¿Cómo
explicar
entonces los
talentos
precoces, los niños
prodigios?
Habran sido esas
criaturas
creadas así,
recibiendo de
Dios un
privilegio que
no es concedido
a la mayoría de
sus criaturas?
Algun tiempo
atrás, la
revista
Vea
focalizó
el caso del
joven Carlos
Matheus Silva
Santos, que a
los 19 años
de edad, se
graduó
doctor por el
Instituto
Nacional de
Matemática Pura
y Aplicada, de
Rio de Janeiro,
repitiendo así
los pasos de
Pascal,
Leibnitz, Gauss
y Evariste
Galois, que se
destacaron
precozmente en
el difícil campo
de las
matemáticas.
La Doctrina
Espírita
es muy clara en
lo tocante al
asunto. No
existen
privilegios en
la obra de la
creacion. Los niños
y los jóvenes
prodigios no son
nada más que
Espíritu
reencarnados que
consiguen
acceder con
facilidad, por
un mecanismo que
no es facultado
a la mayoría de
los niños
y de los
adolescentes,
las conquistas
intelectuales
que hicieron en
vidas pasadas y
que les
exigieron
esfuerzo,
dedicación
y mucho estudio.
Los niños
prodigios, lejos
de reprersentar
indicios de un
privilegio
inadmisible por
parte del
Creador, son una
de las pruebas
más evidentes de
la palingenesia,
doctrina enseñada
por Pitágoras,
Sócrates, Platón,
Jesús
y revigorizada
en los tiempos
modernos, por el
Espiritismo.
Kardec pregunto
cierta vez a los
inmortales cómo
puede un
Espíritu, dada
las limitaciones
de una
existencia corpórea,
alcanzar la meta
que Dios le
asignó:
la perfección.
Al final, fue
Jesús
quien dijo a los
que lo oían:
“Vosotros soís
dioses. Todo lo
que hago podréis
hacerlo también,
y mucho más.
Los inmortales
le respondieron:
“Soportando la
prueba de una
nueva encarnación”,
o sea,
reencarnando, ya
que en cada
existencia puede
él subir un
escalón
más en la
escalera de la
evolución,
algo que,
obviamente, ya
ocurre con los
llamados niños
prodigios.
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