Como se sabe,
después de los
últimos actos
terroristas que
cometieron el
propio país, los
norte-americanos
están cada vez
más encerrados
en casa y con
los hábitos
bastante
alterados, en
respuesta a la
ansiedad
consecuente de
la violencia, de
la situación
social y del
propio medio en
que viven. El
miedo ha
transformado las
viviendas, en
América, en
verdaderos
bunkers.
La situación no
es, sin embargo,
una
característica
solamente de la
sociedad
norte-americana.
El sentimiento
de miedo, sobre
todo en las
grandes
ciudades, como
Rio y San Pablo,
han sido
mostrados con
insistencia en
los medios de
comunicación del
país, donde
muchas personas
perdieron hasta
incluso la
voluntad de
salir de noche,
únicamente por
miedo, asunto
que está
mereciendo un
examen más
profundo de
nuestra
sociedad.
Kardec, por
ejemplo,
aludiendo a las
historias que
asustaron a los
niños, un
recurso que fue
largamente usado
en la catequesis
en épocas
pasadas, asevera
que el miedo
puede matar y,
si a tanto no
llega, es capaza
de desequilibrar
las mentes
frágiles que se
impresionan
fácilmente con
la morbidez de
determinados
relatos.
Según
informaciones
del plano
espiritual, eso
no se da sólo
aquí, entre los
encarnados, sino
que ocurre
también en el
mundo
espiritual, como
revela André
Luiz en el libro
“Nuestro Hogar”,
obra
psicografiada
por Chico
Xavier,
publicada en
1944 por la
Federación
Espírita
Brasileña.
La historia
central de ese
libro pasa en la
época de los
conflictos de la
2ª Guerra
Mundial. André
Luiz dice que
las noticias de
los combates
entablados en
Europa producían
en la colonia
espiritual
Nuestro Hogar,
localizada en
las
inmediaciones de
Rio de Janeiro,
situaciones de
miedo y, a
veces, de
pánico, al punto
de exigir, en un
momento dado, la
intervención del
propio
Gobernador de la
colonia.
Un cierto
domingo, por la
mañana, gran
multitud se
reunió para oír
la palabra del
Gobernador.
Alto, delgado,
vistiendo una
túnica muy
blanca, ojos
penetrantes y
lúcidos, el
Gobernador abrió
un libro, lo
ojeó atentamente
y después leyó
con voz pausada:
“Y oiréis hablar
de guerras y de
rumores de
guerras; mirad,
no os asustéis
porque es
menester que eso
ocurra, pero aun
no es el fin”
(Mateo, 24:6).
Después de decir
palabras de
valentía, el
dirigente apeló
para que 30 mil
servidores se
alistasen en el
trabajo de
defensa de la
ciudad, en base
a la guerra
europea.
“Hermanos de
Nuestro Hogar,
no os entreguéis
a disturbios del
pensamiento o de
la palabra”, les
rogó el
Gobernador. “La
aflicción no
construye, la
ansiedad no
edifica. Sepamos
ser dignos del
clarín del
Señor,
atendiéndole la
Voluntad Divina
en el trabajo
silencioso, en
nuestros
puestos.”
A André Luiz,
autor del
relato, le
pareció que tal
preocupación,
por parte de la
dirección de la
colonia se hacía
excesiva, cuando
Narcisa le dijo:
“Es elevado el
porcentaje de
existencias
humanas
estranguladas
simplemente por
las vibraciones
destructivas del
terror, que es
tan contagioso
como cualquier
molestia de
peligrosa
propagación. El
miedo es uno de
los peores
enemigos de la
criatura, por
alojarse en la
ciudadela del
alma, atacando
las fuerzas más
profundas”
(Nuestro Hogar”,
cap. 42, pág.
231).
En seguida,
completando la
sucesión de
sorpresas
registradas por
el autor de la
obra, Narcisa
añadió: “El
Gobierno coloca
el entrenamiento
contra el miedo
muy por encima
de las propias
lecciones de
enfermería”. “La
calma es la
garantía del
éxito.” (Obra
citada, pág.
232).
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