Los Sermones de Jesús
En su mesianato, Jesús
profirió sermones,
públicos y privados,
pero el primero de ellos
y también el más
importante es aquel que
quedó conocido como el
Sermón de las
Bienaventuranzas
Sermón es, conforme los
diccionarios, discurso
religioso, doctrinario o
moral; reprende con
intención de moralizar;
amonestación y crítica.
En su mesianato, Jesús
profirió cuatro
sermones, públicos y
privados, con destino
seguro y procurando
alcanzar sus objetivos.
Los públicos eran hechos
en lugares que marcaron
el paso del Maestro, que
enseñaba caminando. Los
privados, hechos en
reuniones cerradas con
sus discípulos. El
primero de ellos – y el
más importante – es el
Sermón de la Montaña,
también llamado de las
Bienaventuranzas. El
segundo es el Sermón
profético. El tercero es
denominado Sermón del
Cenáculo, y el último
representa una
reprimenda y severa
amonestación a los
escribas y fariseos: es
el Sermón de los ocho “Ays”.
Sermón de la Montaña
Narra el Nuevo
Testamento que, antes de
iniciar su vida pública,
Jesús fizo 40 días de
silencio y meditación en
el desierto. Ese sermón
es el primer mensaje
que, luego al principio,
dirigió al pueblo y es
llamado Sermón de la
Montaña por haber sido
proferido en las colinas
de Kurun Hattin, al
sudoeste del lago de
Genesaré. Esas palabras
pueden ser
consideradas la
“plataforma del
Reino de
Dios”, usando
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un lenguaje
político1
porque: 1 –
trajo los
fundamentos del
Cristianismo; 2
– nos dio un
código moral
que, sólo, nos
orienta; 3 –
afirmó que el
Reino de Dios no
es de este
mundo; 4-
contradice la
suposición de
ser un Mesías
político. |
Al inicio, viene las
ocho Bienaventuranzas,
en las cuales el Maestro
proclama felices,
precisamente a aquellos,
que el mundo consideraba
infelices: los pobres,
puros, mansos,
pacificadores,
perseguidos, etc.
Enseguida, llama nuestra
atención para la
necesidad de la práctica
de las enseñanzas que
trasmitía, estimulando
en nosotros, lo que
tenemos de mejor,
invitándonos a ser
perfectos como el Padre
Celestial lo es.
Notamos, claramente, con
eso, que la distinción
entre felicidad y gozo,
infelicidad y
sufrimiento es
encontrada en todo el
Evangelio, y sólo
comprendida por aquellos
que ya despertaron para
la conciencia de su
condición de Espíritus
inmortales.
El Sermón de la Montaña
representa así, el más
violento contraste entre
los patrones del hombre
material y el ideal del
ser espiritual. Por ex:
el hombre material
encuentra absurdo amar a
los que no le quieren
bien, hacer bien a los
que lo calumnia; sufrir
una injusticia más que
devolver la sufrida.
Bajo la perspectiva del
hombre que vive,
esencialmente, las
experiencias materiales,
él tiene razón.
Pero Jesús nos invita a
irnos más allá.
Pide para entrar en una
nueva dimensión de
conciencia, trasponiendo
la materialidad y entrar
en un campo inédito,
grandioso, con la visión
cósmica del otro –
práctica de la
indulgencia -, porque
sólo así entenderemos la
constante transitoriedad
de todo lo que sea
material, para atenernos
a aquello que es
esencial y perenne: la
vida del Espíritu.
¿Cómo entender el
advenimiento del Reino
de Dios, por ejemplo, si
cada hombre,
individualmente, no lo
realizó dentro de sí
mismo? Somos ese hombre
y podemos hacer eso.
¿Qué tal reservar, cada
día, un tiempo “para
interiorizarse en su Yo
Divino, en su Cristo
interno”4,
examinando ideas,
actitudes, buscando
pensar y hacer mejor de
lo que pensó e hizo
ayer? ¿Qué tal sustituir
valores materiales por
valores divinos,
vaciándose de lo humano
y abasteciéndose de
Dios, como en la
Parábola del Hijo
Pródigo, que se aparta
del padre y, después,
arrepentido, busca
reencontrarlo, venciendo
sus imperfecciones?
(Lucas, 15: 11-32). Si
deseamos vivir con y
como el Cristo,
necesitamos vivir una
vida 100% sincera con
nosotros mismos. Y por
tener esa dificultad es
que Jesús, lleno de
compasión por el mundo,
descendió de las alturas
y dejó su sermón con
consoladoras promesas,
trayendo fe, resignación
en las adversidades,
mansedumbre en las
luchas redentoras,
misericordia en medio de
la tiranía y de la
locura. Sabiendo, por
antelación, que todo
aquel que siguiese Sus
palabras sería injuriado
y perseguido, recomendó
que no nos encolericemos
contra el mal que nos
hicieron, para que
pudiésemos ejemplificar
nuestra existencia.
Terminadas las
“Bienaventuranzas”,
Jesús nos alerta para
vivir esas enseñanzas, y
por eso nos exalta,
procurando destacar lo
que tenemos de mejor,
mostrando que aquellos
que siguen Sus palabras,
que las ejemplifican,
son considerados la
sal de la tierra,
porque están preservados
de la corrupción; que
Sus enseñanzas son la
luz espiritual del mundo
que debe ser esparcida y
no escondida. La luz
destruye las tinieblas.
El conocimiento destruye
la ignorancia. Así es el
discípulo de Jesús:
todos lo observan a ver
si desmiente con actos
lo que predica con las
palabras.
Continúa el Maestro,
aun, alertándonos que no
vino a destruir la ley o
a los profetas; al
contrario, vino a darles
cumplimiento, enseñando
a los hombres como
seguir con rigor las
orientaciones. Habla del
progreso continúo de
aquel que se propone al
entendimiento de la
práctica de Sus
palabras, de la
responsabilidad de los
que enseñan. Pide que
nos reconciliemos con
nuestros adversarios,
mientras estuviésemos en
la materia - nosotros y
ellos -, cambiando
acciones y no pagando el
mal con el mal. Nos
invita a tener la misma
actitud de la viuda que
da de su necesidad y no
de lo superfluo, o sea,
no hacer caridad con
ostentación, para que la
mano izquierda no sepa
lo que hace la derecha.
Nos lleva, por fin, a
reflexionar sobre la
oración. Recomienda que
oremos, secretamente,
dentro de nuestro cuarto
y como un acto sagrado
que es, que la oración
sea realizada en la
mayor simplicidad
posible y en la más
perfecta humildad y
armonía. Nos deja
entonces, la oración
universal por
excelencia: el Padre
Nuestro.
Sermón Profético
Conforme El Evangelio
según el Espiritismo,
capítulo XXI,
profeta es, sobre todo,
alguien que anuncia las
cosas de Dios, pudiendo
o no tener la condición
de predecir el futuro.
Jesús era un profeta en
toda la acepción de la
palabra.
Proferido en el Monte de
los Olivos, podemos
notar, aunque de forma
velada, a amargura del
Cristo con la
incomprensión de los
hombres, delante de los
mensajes de la Vida que
Él vino a traer.
Pero, ¿cuál era el
objetivo del Maestro con
esas enseñanzas? En
ellas, Jesús pronosticó
una serie de
acontecimientos que
marcarían los siglos
venideros, debido a la
resistencia de los
hombres en atender y
aceptar el mensaje
cristiano del “Amar a
Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como
a sí mismo”. Sus
palabras dejan claras
las catástrofes por las
cuales el mundo pasaría,
hasta despertar, de una
vez, para la necesidad
de amar
incondicionalmente, de
hacer el bien sin
ostentación.
“No quedará piedra
sobre piedra, que no sea
derrumbada”,2
Con esa frase, Él
anuncia no sólo la ruina
de Jerusalén, sino
también, la de las
instituciones que
fallan: las de ayer y
las de hoy, podemos así
entender, delante de los
cuadros de iniquidades
futuras, habla sobre el
cuidado que debemos ver
en relación a los falsos
profetas que surgirán,
recordándonos la
necesidad de vigilancia
y análisis de todo lo
que vemos y oímos, para
que prestemos atención a
las apariencias,
redoblado cuidado con
las interpretaciones
erróneas de las
enseñanzas recibidas.
Alerta para el hecho de
que el no cumplimiento
de la ley de la
fraternidad traerá
guerras, hambre,
pestilencias y que mucho
se matará y se hará
sufrir por causa de las
verdades que traía. Pero
también habla del mundo
nuevo que irá a surgir,
advirtiendo a todos que
no deberemos llevar para
él las ideas viejas, los
problemas del pasado. Y
recuerda aun, que es
preciso estar atentos,
orando y vigilando para
que estemos preparados a
fin de pasar por las
duras pruebas como
verdaderos cristianos,
cogiendo de ellas el
máximo provecho para el
perfeccionamiento del
Espíritu. No habrá, por
tanto, exención de
pruebas, igual para
aquellos que ya están
estudiando y
comprendiendo el
Evangelio.
En ese sermón, Jesús
habla sobre la Parábola
de la Higuera Seca,
también la Parábola de
las Diez Vírgenes y la
Parábola de los Diez
Talentos. Ambas de
orientación, pero
directa a los
trabajadores de la
Siembra, a través de las
cuales Jesús muestra las
consecuencias de
nuestras actitudes, con
el no cumplimiento de
los deberes asumidos.
Las leyes de orientación
general, contenidas en
el, son las Leyes de
Amor que abarcan los
principios de la
caridad. Dice que los
que no se encuadran en
esos preceptos,
sufrirán, exhortando,
por cuenta de eso, la
necesidad de la
vigilancia y del
cumplimiento de Sus
palabras, porque no
sabemos cuando seremos
llamados al mundo de los
Espíritus. El
Espiritismo entiende, en
esa advertencia, la
aplicación de la Ley de
Reencarnación, con
existencias expiatorias
de grandes dificultades.
Jesús hablo, aun, de
eventos que ocurrieron
después de su muerte, y
otros que ocurrirían a
largo plazo. Dice Él que
“pasara el cielo y la
tierra, pero sus
palabras no pasarán”.
Entendemos que las
enseñanzas del maestro
es una ley moral
universal, emanada de
Dios, y que por eso las
cosas materiales podrán
desaparecer, sin que sus
palabras dejen de
prevalecer para los
Espíritus, porque son
palabras de Vida Eterna.
Con esas profecías,
Jesús separa a los
siervos de los fieles,
enumerando las buenas
cualidades de unos y las
malas cualidades del
otro. El siervo fiel,
del punto de vista del
Cristo, es aquel que, en
cualquier circunstancia,
se acuerda de cuidar de
los patrimonios de Dios,
o sea, del cuerpo, del
Espíritus y de la
responsabilidad que
tiene con los
familiares. Todo eso sin
olvidar, aun, a los
numerosos
sufridores que encuentra
en la existencia,
pidiendo consuelo,
amparo, ignorantes de la
luz. En el, aun, el
Maestro prodiga el
cambio del planeta de
pruebas y expiaciones
para un planeta de
regeneración, con la
separación de los que
practican el Evangelio,
en su plenitud, de
aquellos que aun se
rebelan contra eso. La
doctrina de los
Espíritus nos enseña que
cada día de nuestra
existencia, tenemos
oportunidad, y que cada
reencarnación, nueva
oportunidad de
renovación íntima se nos
presenta. Así, cuando
nuestro mundo ascienda a
la condición de mundo de
regeneración, no tendrá
más condición para la
permanencia de Espíritus
que persistan en la
práctica del mal.
Es interesante notar la
posición firme de Jesús
en relación a su misión,
incluso estando
consciente de los hechos
que vendrán a ocurrir.
Podemos deducir de eso
que, independientemente
de la posición de Judas,
los sacerdotes y los
otros también
permanecerían firmes en
el propósito de eliminar
a Cristo, por el odio
que sentían por Él, y
por el miedo de los
cambios que Él traía
para las conciencias de
los
hombres.
Sermón del Cenáculo
El Diccionario Aurelio –
Siglo XXI –dice que
cenáculo es una reunión
de personas que trabajan
para un fin común. Y, en
una segunda definición,
que es un lugar donde
las personas hacen sus
cenas (comedores)
El Sermón del Cenáculo
quedó así designado por
haber sido proferido en
el recinto donde Jesús
hizo la llamada última
cena, antes de su
prisión. Cairbar Schutel3
destaca que “el
Sermón del Cenáculo es
tan importante,
edificante y sustancial
como el Sermón de la
Montaña. Este es la
entrada del Espíritu en
la Vida Perfecta; aquel
es la fuerza, la
esperanza y la fe para
proseguir en esa tan
gloriosa senda”.3
El objetivo de la
reunión del Maestro con
Sus discípulos era
completar las
recomendaciones y la
preparación de los
discípulos para las
difíciles pruebas que
enfrentarían, pues sabía
que, en breve, no
estaría más entre ellos.
Después de repartir el
pan, simbolizando la
doctrina que traía, y el
vino (como esencia de la
vida), representando el
Espíritu que hay de
vivirla siempre; de
haber lavado los pies de
los discípulos en señal
de humildad y pureza de
alma, inicia su discurso
con memorables palabras
de consuelo, esperanza y
resignación: “No se
turbe vuestro corazón;
¿creéis en Dios? Creed
también, en mí: en la
casa de mi Padre hay
muchas moradas…”.5
Jesús prosigue,
despertando en ellos la
seguridad de la
inmortalidad del
Espíritu,
concienciándolos de que
Él es la Verdadera Cepa
y que ellos, los
discípulos, eran sus
ramas. Las ramas salen
del tronco y de las
hojas, flores y frutos.
Que así deberían ser los
discípulos del Maestro,
pues la rama que no
diera frutos será
cortada y lanzada fuera,
mostrando la necesidad
del trabajo espiritual.
Pidió que permaneciesen
en Su amor y que se
amasen, unos a los
otros, como Él los amó.
Insistió que todos
esperasen la venida del
Espíritu de Verdad, el
otro Consolador, que
vendría a explicar lo
que Él no pudo, y
recordar lo que ellos
olvidarían. Dice
palabras de consuelo,
antes de la partida para
la casa del Padre. Se
despidió de los amigos y
cerró el sermón con una
oración dedicada no sólo
a los discípulos que lo
acompañaban, si no a
todos nosotros que
procuramos Seguirlo y
Ejemplificarlo.5
Es interesante destacar
que Juan no habla de los
sufrimientos de Jesús en
el Jardín de Getsemaní
como lo hacen los otros
evangelistas. No
obstante, fue el
discípulo que más
próximo estuvo de Él.
El Sermón de los Ocho
“Ays”
En la “Introducción” de
El Evangelio según el
Espiritismo, Allan
Kardec sustenta que los
fariseos “formaban parte
en las controversias
religiosas. Eran
serviles cumplidores de
las prácticas exteriores
del culto y de las
ceremonias, llenos de un
celo ardiente de
proselitismo, enemigo de
los innovadores y
afectaban gran severidad
de principios; pero bajo
las apariencias de una
meticulosa dedicación
ocultaban costumbres
disolutas, muy orgulloso
y, por encima de
todo, excesiva ansia de
dominación. Tenían la
religión más como un
medio de llegar a sus
fines, que como objeto
de fe sincera. De virtud
nada poseían, más allá
de las exteriorizaciones
y de la ostentación;
entre tanto, por una u
otras, ejercían gran
influencia en el pueblo,
a cuyos ojos pasaban por
santas criaturas. De ahí
el ser muy poderosos en
Jerusalén”.
Jesús recomendó a Sus
discípulos, cierta
fecha, que se
preservasen de esas
doctrinas que son como
el fermento que eleva
toda la masa,
volviéndola vistosa y
voluminosa a los ojos de
los hombres, pero hueca
y sin consistencia por
dentro.
Ese sermón es una
advertencia a los
escribas – enseñaban e
interpretaban la ley
para el pueblo y, como
los fariseos, no
toleraban innovaciones
-, a los fariseos y a
todo el pueblo,
incluyéndose las
autoridades,
alertándolos para el
hecho de que esos
hombres estaban sentados
en la silla de Moisés y,
por esa razón, hicieron
todo lo que ellos
ordenasen, pero que no
obrasen en consonancia
con lo que practicasen,
pues estaban lejos de
ejemplificar lo que
enseñaban. Profirió ocho
“ays”, diciendo por
ejemplo: “¡Ay de
vosotros, escribas y
fariseos hipócritas!
Pues limpiáis el
exterior del cuerpo y
del plato, pero por
dentro estáis llenos de
rapiña e iniquidad”. (Mt,
23:25.)
Recriminó el hecho de
preocuparse demasiado
con los bienes terrenos,
explotando a quien
necesitase de sus
oraciones para ablandar
la justicia divina y de
valorar ofrendas de alto
valor, prevaleciendo lo
material sobre lo
espiritual. Advirtió
sobre la excesiva
preocupación con las
apariencias exteriores,
descuidándose de la
reforma interior,
ostentando aires de
bondad, siendo amables y
corteses por fuera, y
verdaderos lobos en
pieles de cordero. Dice
Jesús, en ese discurso,
que se asemejan a
sepulcros blanqueados,
hermosos por fuera,
pero, por dentro, llenos
de huesos de muertos e
inmundicias. Llamó la
atención para la
sustentación de
postulados de una
religión dogmática,
impregnada de fanatismo
y que se complacía en la
observación de vanas
tradiciones. Advierte
sobre el diezmo (décima
parte de todo o parte de
lo que ganaban) que
ellos daban al Templo,
porque juzgaban que eso
era lo suficiente para
estar de acuerdo con la
ley divina, mostrando la
excesiva importancia a
las cosas materiales, en
detrimento del Espíritu.
Daban el diezmo y no
ejercían la misericordia
con los sufridores:
veían demasiadas
impurezas y herejías en
los otros; humillaban y
maltrataban a los
subalternos; no
valoraban a las personas
que realmente poseían
cualidades nobles. No
comprendiendo la
extensión del mensaje de
Jesús y con sentimientos
de odio en relación a Él
y a sus ideas,
manipulaban la verdad de
forma a atender a sus
intereses, colocando
trabas para impedir que
el pueblo, y ellos
mismos, recorriesen el
camino de la salvación.
Conclusión
La idea equivocada de
que matando al hombre se
mataría el mensaje no
ocurrió, y la Doctrina
de amor que Él vino a
traer ahí está como un
árbol frondoso cubriendo
a los sedientos de
justicia, afligidos,
mansos, pacificadores y
todos los que buscan
consuelo, esperanza y el
rehacimiento de sus
cuerpos y Espíritus para
que, fortalecidos en las
palabras de vida eterna,
prosigan sin obstinación
en dirección al Padre.
Por esa razón, más que
nunca, la alerta del
Cristo es para los días
actuales, porque todos
esos hombres siempre
existirán. Nunca se hizo
tan necesario, como hoy,
conocer o recordar, en
régimen de urgencia, las
enseñanzas dejadas por
Él y, sobre todo,
mantener en mente que en
los Evangelios,
encontramos las
soluciones para los
problemas que nos
angustian. Siendo el
lenguaje inaccesible
“para una parcela de los
que los manosean, se
hace necesario que
varios temas abordados
por Jesús sean
elucidados a la luz del
Espiritismo, doctrina
consoladora, que viene
en una época propicia, a
dar cumplimiento a sus
promesas”. (…) “sobre el
advenimiento del
Consolador” 1,
restableciendo las
enseñanzas evangélicas
en sus verdaderos
fundamentos.
Bibliografia:
1 -
GODOY, Paulo Alves.
Os Quatro Sermões de
Jesus.
5ª ed.,
SP/SP: FEESP – 2005.
2 –
MATEUS, 24:2.
3 – SCHUTEL, Cairbar. Ensinos e Parábolas de Jesus. 14ª ed.,
MATÃO/SP: Casa Editora O
Clarim – 1997, Segunda
Parte.
4 -
ROHDEN, Humberto. O
Sermão da Montanha.
SP/SP:
Martin Claret
5 – JOÃO,
14, 15,16 e 17.
6 –
KARDEC, Allan.
O
Evangelho Segundo o
Espiritismo.
7 –
MATEUS, 5, 6 e 7.