El compromiso
del Espiritismo
con la
divulgación del
Evangelio nació
desde luego con
la codificación
llevada a efecto
por Allan
Kardec, que
publicó en 1864
El Evangelio
según el
Espiritismo,
obra que
Herculano Pires
consideraba “de
cabecera”, de
lectura diaria
obligatoria, de
lectura
preparatoria de
las reuniones
doctrinarias,
además de libro
que debería ser
estudiado con
mayor
profundidad para
mejor
comprensión de
la Doctrina.
En el prefacio
que escribió en
1973 para la
edición del
mencionado libro
por la Editora
Três, Herculano
dice que pocos
meses antes de
que la obra se
publicara, los
Espíritus amigos
de Kardec le
dijeron,
relativamente al
libro entonces
en gestación:
“Ese libro de
doctrina tendrá
una influencia
considerable,
porque explica
cuestiones de
interés capital.
No solamente el
mundo religioso
encontrará en el
las máximas que
necesita, como
las nociones, en
su vida
práctica, de el
extraerán
instrucciones
excelentes”. Y
enseguida: “Con
esta obra, el
edificio
comienza a
liberarse de los
andamios y ya
podemos verle la
cúpula
diseñándose en
el horizonte”.
Herculano, con
la claridad que
le era peculiar,
adujo entonces
el siguiente
comentario:
“Estas
comunicaciones,
cuya lectura
completa puede
ser hecha en
Obras Póstumas,
nos revelan la
importancia
fundamental de
El Evangelio
según el
Espiritismo
en la
codificación
kardecista. En
cuanto El
Libro de los
Espíritus
nos presenta la
Filosofía
Espírita en su
integridad y
El Libro de los
Médiums la
Ciencia Espírita
en su
desarrollo, este
libro nos ofrece
la base y la
guía de la
Religión
Espírita” (El
Evangelio según
el Espiritismo,
Editora Três,
pp. 29 y 30).
Kardec hace la
presentación de
la obra en la
parte I de la
Introducción que
él escribió
especialmente
para la ocasión.
Dice entonces el
Codificador:
“Esta obra es
para uso de
todos; cada cual
puede de ella
sacar los medios
de conformar su
conducta a la
moral de Cristo.
Los espíritas en
ella
encontrarán,
además de eso,
las aplicaciones
que les
conciernen más
especialmente”.
Y añadió:
“Gracias a las
comunicaciones
establecidas, de
ahora en
adelante, de
manera
permanente,
entre los
hombres y el
mundo invisible,
la ley
evangélica,
enseñada a todas
las naciones por
los propios
Espíritus, no
será más letra
muerta, porque
cada cual la
comprenderá y
será
incesantemente
solicitado a
ponerla en
práctica, por
los consejos de
sus guías
espirituales.
Las
instrucciones de
los Espíritus
son
verdaderamente
las voces del
cielo que vienen
a esclarecer a
los hombres e
invitarlos a la
práctica del
Evangelio”
(Introducción,
parte I).
*
Una vez que otra
el Movimiento
Espírita
incentiva, por
medio de
campañas
específicas, la
realización del
llamado
Evangelio en el
Hogar, una
práctica cuya
importancia
pocos, en el
medio espírita,
ignoran.
De hecho, muchos
han sido los
mensajes
enviados por los
instructores
espirituales
dándonos cuenta
de la relevancia
de esa práctica.
La oración, la
lectura del
Evangelio y la
reflexión madura
en torno de las
enseñanzas de
Jesús modifican
la atmósfera
psíquica en que
vivimos y atraen
junto a nosotros
inspiraciones
positivas de
nuestros amigos
espirituales.
Con eso, el
perfeccionamiento
moral, aunque
pese nuestro
inmenso atraso,
es grandemente
facilitado.
Odios,
antagonismos,
divergencias de
entendimiento
van poco a poco
cediendo lugar a
una mejor
comprensión de
lo que es la
vida y cuáles
nuestros
objetivos al
encarnar en el
mundo en que nos
encontramos.
Si tal cuidado
se generaliza,
es posible
imaginar los
beneficios
venidos de ahí,
una vez que la
evangelización
de la criatura
humana concurre
para que las
familias se
vuelvan más
armoniosas y la
sociedad, en
consecuencia de
eso, más
fraterna.
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