Como todo niño, Antonio
tenía sus sueños.
Deseaba mucho tener un
caballito de palo para
jugar a viajar, de joven
y de bandido, de
hacendado.
Su familia, aun así, era
muy pobre y su padre no
tenía recursos para
comprarle el juguete tan
deseado. Y Tonino,
sabiendo esto y siendo
un niño muy comprensivo,
no pedía nada. Sólo
soñaba
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Por la noche, antes de
dormir, siempre daba
rienda suelta a la
imaginación y hacía
cuenta que estaba
cabalgando un lindo
caballo de madera.
El día de su cumpleaños,
cuando cumplió ocho
años, el padre le trajo
de regalo una pequeña
pelota de caucho. No era
el caballito de palo con
que él soñaba tanto,
pero era una linda
pelota colorida y él se
quedó feliz, porque
sabía cuanto
representaba para el
padre aquel sacrificio.
Cierto día, jugando con
la pelota nueva en la
calle, Tonino vio a un
niño que miraba
fijamente a la pelota
colorida.
Lleno de compasión, pues
tenía un corazón muy
bueno, Tonino se
aproximó al niño con la
pelota en la mano. Los
ojos del pequeño estaban
brillantes cuando él
dijo:
- ¡Que bonita pelota!
Siempre soñé tener una
igual a esa.
Llevado por un impulso
generoso, Tonino le
extendió las manos,
diciendo:
- Es tuya. Puedes
llevartela.
El niño estaba
sorprendido.
- ¡¿Tú me estás dando tú
bonita pelota?! –
preguntó, aun no creo en
tan gran felicidad.
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Como Tonino lo confirmó,
él se lo agradeció y,
agarrando la pelota con
las dos manos, se giro y
salió corriendo y
gritando de alegría.
Tonino sonrió también,
contento. ¿Por qué no
satisfacer el deseo del
niño? Al final, él bien
sabía lo que era desear
una cosa y no poder
tenerla.
Cuando el padre llegó
del trabajo por la
tarde, él le contó lo
que hizo.
- Hiciste muy bien, hijo
mío, no debemos ser
egoístas. Pero, ¿no
sentirás falta de tú
pelota?
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- No, papa, jugaré con
otras cosas. Y más,
¿Jesús no enseñó que
deberíamos hacer a los
otros aquello que nos
gustaría que los otros
nos hicieran? Así, si yo
estuviese en el lugar de
aquel niño me gustaría
tener una pelota, por
eso decidí dársela a él.
¡Entonces estoy feliz! |
El padre lo miró con
admiración y habló,
emocionado:
- Jesús debe estar muy
contento contigo, hijo
mío, y te recompensará
por eso, puedes estar
seguro.
Dos días después,
volviendo para casa
después de las clases,
Tonino entró en su
cuarto para guardar el
material y cambiarse de
ropa, cuando tuvo una
gran sorpresa.
Bien en el centro de la
habitación, entre otros
juguetes, ¡estaba el más
bonito caballo de madera
que Tonino jamás viera!
Lleno de espanto, se
aproximó a él
acariciándolo
tiernamente, temiendo
verlo desaparecer.
El padre entraba en el
cuarto en ese momento y
él se giró, preguntando
con la mirada ansioso lo que
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significaba
“aquello”. |
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- Mi patrona te mandó
estos juguetes. Eran del
hijo de ella, pero él
está muy crecido y no
juega más. Entonces,
decidió dártelos a ti.
¿Te gusta?
- ¿Si me gusta? ¡Es la
cosa más bonita que ya
vi en mi vida, papá! –
dijo Tonino, abrazando
al caballito por el
cuello y besando la crin
de la barba.
Después se levantó y,
secándose las lágrimas
con las palmas de las
manos, afirmó:
- ¡Creo que Jesús debe
haber realmente quedado
contento conmigo, papá,
para mandarme este
regalo!
Tía Célia
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