La cuestión de
la felicidad,
que es sin
contestación, la
gran aspiración
de la inmensa
mayoría de las
personas, es
tratada en
varios textos de
las obras
espíritas, sobre
todo en las de
autoría del
Codificador del
Espiritismo.
¿Es posible ser
feliz en el
mundo en que
vivimos?
El asunto es
centrado en las
preguntas 920 a
922 del Libro
de los Espíritus,
en las cuales
encontramos las
siguientes
informaciones:
-
El hombre no
puede gozar
de completa
felicidad en
la Tierra,
porque la
vida aquí
generalmente
le es dada
como prueba
o expiación,
pero depende
sólo de el
la
suavización
de sus males
y puede ser
tan feliz
como sea
posible en
la Tierra.
-
El ser
humano es
casi siempre
el obrero de
su propia
infelicidad;
con todo,
practicando
la ley de
Dios, de
muchos males
puede
ahorrarse y
proporcionar
a sí mismo
una
felicidad
tan grande
como le
comporte su
existencia
en este
globo.
-
La felicidad
terrestre es
relativa a
la posición
de cada uno.
Lo que basta
para la
felicidad de
un individuo
contituye,
muchas veces,
la desgracia
de otro. Hay,
sin embargo,
un patrón de
felicidad
común a
todos los
hombres –
con relación
a la vida
material, la
posesión de
lo necesario;
con relación
a la vida
moral, la
conciencia
tranquila y
la fe en el
futuro.
Se tiene como
cierto, a la
vista de las
enseñanzas
espíritas, que
nuestra
felicidad futura
será el
resultado
directo de
nuestras
realizaciones y
actitudes del
presente. No es
difícil
comprender
semejante idea.
“A cada uno
según sus
obras”, enseñaba
Jesús, que
también nos dice
que aquel que
matara con la
espada de esta
será víctima.
El destino será
así, a la vista
de eso, definido
por la propia
persona, que
cogerá en las
experiencias
reencarnatorias
futuras
exactamente el
fruto de su
siembra.
El entendimiento
acerca de este
tema es
importante
porque puede
influir
directamente en
la conducta de
los individuos.
Veamos algunos
ejemplos.
A los que
encuentran que
la felicidad
está en la
posesión de un
cuerpo bello
sugerimos que
vean como están
nuestros amigos
que ya doblaron
el cabo de la
esperanza, mucha
veces envueltos
en dolencias y
limitaciones
orgánicas
anunciando que
el fin de la
existencia está
próximo.
A los que
entienden que la
felicidad se
encuentra en la
posesión del
dinero
abundante,
proponemos que
visiten a
nuestros
hermanos en
abundancia que,
al final de la
existencia,
darían todo para
readquirir la
salud y poder
disfrutar lo que
un día
imaginaron que
fuese la
felicidad soñada
por los hombres.
En una de sus
obras más
importantes,
Kardec escribió:
“Si el
Espiritismo debe,
como fue
anunciado,
realizar la
transformación
de la humanidad,
sólo podrá
hacerlo por el
mejoramiento de
las masas, lo
que sólo se dará
gradualmente,
poco a poco, por
el mejoramiento
moral de los
individuos” (El
Libro de los
Médiums, cap.
29, ítem 350). “Ahí
es que se
encuentra el
principio, la
verdadera llave
de la felicidad
del género
humano – añadió
el Codificador,
en Obras
Póstumas –
porque entonces
los hombres no
dudaran más de
perjudicarse
reciprocamente.”
Podemos afirmar,
entonces, que la
felicidad en la
Tierra es, así
posible, pero
ella no será
encontrada en
las cosas, en
los objetos, en
aquello que el
hombre puede
tener o comprar.
La felciidad
será encontrada,
sea aquí, sea en
el mundo
espiritual, en
aquello que el
hombre puede
ser, ya que la
persona buena,
serena,
pacífica, de
conciencia
tranquila y fe
en el futuro
será feliz donde
quiera que esté,
mientras el
individuo malo,
perturbado,
intranquilo y
violento será
infeliz incluso
que su casa sea
la masión más
bella y
codiciada.
Si recurrimos a
la memoria,
recordaremos que
el papa Juan
Pablo II dijo
cierta vez, en
plena Plaza de
San Padro,
exactamente eso,
o sea, que el
infierno, tal
como el paraíso,
no es un lugar
físico, sino un
estado del alma.
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