La
divinidad
de Jesús
En los
relatos
de los
cuatro
evangelistas
no
existe
una sólo
palabra
que
autorice
o
justifique
la idea
de que
Jesús
sea
Dios. Él
siempre
se
colocó
en la
condición
de su
hijo,
resaltando
que
también
nosotros
participamos
de esa
situación
“Oísteis
que yo
os dije:
Voy, y
vengo
para
vosotros.
Si me
amaseis,
ciertamente
exultaríais
por
haber
dicho:
Voy para
el
Padre;
porque
el
Padre es
mayor
que yo.
” – João,
14:28.
Ya
perdemos
la
cuenta
de las
veces en
que
hemos
oído, en
las
plegarias
iniciales
o de
cierre
de
trabajos
y
actividades
de
incontables
Casas
Espíritas,
al
responsable
por
ellas,
tras
largas
explicaciones
que
acaban
por
transformarse
en
auténticas
y
extemporáneas
conferencias,
el
recitar
piadoso
y
compungido
del Ave
Maria,
con
inconfundible
énfasis
para la
parte
que
dice:
Santa
Maria,
madre de
Dios.
Infelizmente,
tal vez
en base
de
nuestra
indigencia
espiritual,
reflejada
en una
manifiesta
intolerancia
por todo
aquello
que
constituye
herencia
de la
Iglesia,
nos
causa el
mayor
malestar
y aún
irritación
algo que
fue
larga y
exhaustivamente
refutado
por
Allan
Kardec,
con base
en las
palabras
de
Jesús,
extraídas
del
propio
texto
evangélico.
¡Además,
contiene
un
absurdo
inconmensurable
y que
atenta
contra
la más
rudimentaria
lógica:
la
maternidad
divina!
No
obstante,
él
constituye
uno de
los
dogmas
de la
Iglesia
y sobre
él, a
costa de
hierro y
sangre,
juntamente
con
otras
aberraciones
dogmáticas,
la
Iglesia
construyó
su
coercitiva
teología,
enteramente
distante
y
diferente
de todo
aquello
que
Jesús
predicó
y vivió.
La
deificación
de Jesús
no pasa
de una
copia
apenas
acabada
de las
creencias
y
tradiciones
de las
religiones
primitivas,
entre
las
cuales
se
colocan
aquellas
que
formaban
parte de
las
costumbres
hebraicas.
Los
judíos
trajeron
del
cautiverio
la idea
de que
los
hijos de
los
dioses o
incluso
los
dioses,
después
generados
por
vírgenes
y
fecundados
por la
propia
divinidad,
acostumbraban
a vivir
entre
los
hombres
(ahí
reside
la
principal
explicación
para el
dogma de
la
inmaculada
concepción).
Admitían,
también,
la
comunicación
directa
entre
Dios y
los
hombres,
hecho
que se
daba a
través
del que
llamaban
un
espíritu
santo.
Además
de esas
dos
creencias,
incontables
fueron
otras
absorbidas
por el
Cristianismo,
dentro
de una
estrategia
mucha
más
política
de lo
que
religiosa,
buscando,
sobre
todo,
conciliar
los
intereses
del
Catolicismo
naciente
con el
poder
constituido.
Comenzaba,
así, el
cesarismo
romano
y la
Iglesia
pasaba,
según
Emmanuel,
a estar,
en el
transcurso
de los
siglos,
siempre
con
César.
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En el
325, en
el
Concilio
de Nicea,
la
divinidad
de Jesús
ya había
sido
adoptada,
mediante
violencia
y
amenaza
de
excomunión
El
Cristianismo –
léase
Catolicismo –
acogió con los
brazos abiertos
las diversas
trinidades
existentes en
casi
todas
las
religiones
del
|
pasado,de
las cuales la
más conocida es
laTrimurti
Braman,
compuesta de
Brama, Vishnu y
Shiva,
que
convivía
con las
de la
Acádia
(Sin,
Shamash
e Istar),
de Mâri
(Anat,
Dagan y
Addu),
de la
Suméria
(An, En-Lil
y En-Ki),
de la
Babilonia
(Marduk
(Baal)
Shamash
y Adad),
de China
(Fu, Lo
y Cho) y
de la
Cananea
(Baal,
Vam y
Môt).
|
Ellas
fueron
convenientemente
adaptadas
en las
personas
del
Padre,
del Hijo
y del
Espíritu
Santo,
enseñando
la
creación
del
dogma de
la
Santísima
Trinidad,
lo que
ocurrió
en el
Concilio
de
Constantinopla
I,
realizado
en el
381 bajo
la
tutela
de
Teodósio
I.
Anteriormente,
en el
325, en
el
Concilio
de Nicea,
la
divinidad
de Jesús
ya había
sido
adoptada,
mediante
violencia
y
amenaza
de
excomunión.
En la
oportunidad,
fue
formalmente
condenado
el
arianismo,
secta
fundada
por Ário,
sacerdote
de
Alejandría,
cuya
principal
divergencia
con los
teólogos
católicos
era la
negación
de la
naturaleza
divina
del
Mesías.
Sostenía
él que
el hijo
tendría
que,
naturalmente,
ser
inferior
al
padre,
razón de
porqué
Jesús
era
inferior
y
distinto
de Dios.
Para la
iglesia
romana,
la
cuestión
era y es
de
fundamental
importancia.
Su
negativa
implica,
según
sus
doctores,
una
profunda
sacudida
en su
doctrina.
En su
HISTORIA
DE LA
IGLESIA
(Lib.
José
Olympio
Editora,
1954, p.
43), el
Padre
Álvaro
Negromonte
– uno de
los más
intransigentes
teólogos
brasileños
del
siglo
pasado –
se
subleva
contra
el "astuto
hereje”
(Ário) y
afirma
que su
concepción
“destruía
los
propios
fundamentos
del
Cristianismo:
la
Trinidad,
la
Eucaristía,
la
Redención".
Sin
embargo,
paradójicamente,
ese
pilar
del
Cristianismo
de Roma
solamente
fue
acatado
por 300
de los
2.084
prelados
que
comparecieron
al
aludido
concilio...
En los
relatos
de los
cuatro
evangelistas
no
existe
una sólo
palabra
que
autorice
o
justifique
la idea
de que
Jesús
sea
Dios. Él
siempre
se
colocó
en la
condición
de su
hijo,
resaltando
aun que
también
nosotros
participamos
de esa
situación.
Jamás
afirmó,
admitió
o
insinuó
otra
especie
de
relación,
y en sus
palabras
y
acciones
no se
encuentra
cualquier
indicio
de una
posible
identidad
física
(mejor
sería
identidad
ontológica)
con
Dios.
Todo
pasa,
pues, de
mera y
fantasiosa
creación
humana.
Si Jesús
fuera
realmente
Dios, no
habría
rechazado
el
calificativo
de
bueno,
por
tratarse
de un
atributo
propio
de la
Divinidad
En OBRAS
PÓSTUMAS
(pp. 126
a 138),
Kardec
tuvo el
cuidado
de
enumerar
ciento
veintisiete
pasajes
evangélicos
que
afirman,
explícita
o
implícitamente,
la
divindade
de
Jesus.
Ciento
veintisiete
se
refieren
a
episodios
ocurridos
durante
su vida,
y
cuatro,
a hechos
verificados
después
de su
muerte.
Esos
textos
de los
Evangelios
están
distribuidos
de la
siguiente
manera:
24
(veinticuatro)
en
Mateo;
12
(doce)
en
Marco;
20
(veinte)
en Lucas
y 67
(sesenta
y siete)
en Juan.
(Vea
el
apéndice.)
Algunos
son de
una
claridad
tan
evidente
que
hasta
aquellos
dotados
de una
inteligencia
poco
desarrollada
no
sienten
ninguna
dificultad
en
comprenderlos
perfectamente.
Como
ejemplo,
podríamos
invocar
los
capítulos
19:16 y
17, de
Mateo,
10:17 y
18, de
Marcos,
y 18:18
y 19, de
Juan,
cuyos
contenidos
son
prácticamente
idénticos,
conteniendo
sólo
ligeras
diferencias
en la
redacción:
- “Y
he ahí
que,
aproximándose
a él un
mancebo,
le dijo:
¿Buen
Maestro,
que haré
para
conseguir
la vida
eterna?
Y él le
dijo:
¿Por qué
me
llamas
bueno?
No hay
bueno
sino uno
sólo,
que es
Dios. Si
quieres,
sin
embargo,
entrar
en la
vida,
guardia
los
mandamientos”.
La
respuesta
dada por
Jesús a
la
expresión
Buen
Maestro
enseña
algunas
conclusiones,
a saber:
Primera:
La
certeza
de la
unicidad
de Dios,
afirmada
perentoriamente.
En
lenguaje
aún más
simple,
Él dice:
Sólo
Dios es
bueno.
No
existe
otro
bueno.
Yo no
soy
Dios,
luego no
soy
bueno.
Segunda:
Si Jesús
fuera
realmente
Dios, no
habría
rechazado
el
calificativo
de
bueno,
por
tratarse
de un
atributo
propio
de la
Divinidad,
principalmente
teniéndose
en
cuenta
que Él,
por más
de una
vez,
destacó
la
imperiosa
necesidad
de
sin
ser
siempre
sí
y el
no,
siempre
no.
Tercera:
La
inferioridad
natural
del Hijo
(Jesús)
en
relación
al Padre
(Dios),
situación
que la
trinidad
santa no
acata.
Jesús es
para el
hombre
el
modelo
de
perfección
moral
que la
Humanidad
puede
pretender
sobre la
Tierra
Se
podría
alinear
una
serie de
otras
afirmaciones
en que
Jesús
pone en
relieve
su
inferioridad
en
relación
a Dios.
Ese
hecho
excluye
cualquier
semejanza,
identificación
o
confusión
entre
Dios,
Padre y
Creador,
y Jesús,
hijo y
criatura,
no
obstante
su
superlativo
grado de
evolución
espiritual,
principalmente
si
tenemos
en
cuenta
que, si
alguna
cosa es
inferior
a otra,
ellas no
pueden
ser
iguales.
En la
cuestión
n. 625
del
LIBRO DE
LOS
ESPÍRITUS,
la
Espiritualidad
esclarece
que
Jesús
fue “el
tipo más
perfecto
que Dios
ofreció
al
hombre
para
servirle
de guía
y de
modelo”
y Allan
Kardec,
en sus
comentarios
a la
respuesta,
propuso
a
nuestra
reflexión
las
siguientes
consideraciones:
- “Jesús
es para
el
hombre
el
modelo
de
perfección
moral
que la
Humanidad
puede
pretender
sobre la
Tierra.
Dios nos
lo
ofrece
como el
más
perfecto
modelo y
la
doctrina
que
enseñó
es la
más pura
expresión
de su
ley,
porque
él
estaba
animado
del
espíritu
divino y
fue el
ser más
puro que
apareció
sobre la
Tierra.
Si
algunos
de
aquellos
que
pretendieron
instruir
al
hombre
en la
ley de
Dios,
algunas
veces la
extraviaron
por
medio de
falsos
principios,
fue por
dejarse
dominar,
ellos
mismos,
por
sentimientos
muy
terrestres
y por
haber
confundido
las
leyes
que
rigen
las
condiciones
del alma
con
aquellas
que
rigen la
vida del
cuerpo.
Varios
dieron
como
leyes
divinas
lo que
no eran
sino
leyes
humanas
creadas
para
servir a
la
pasiones
y
dominar
a los
hombres”.
¡Jesús,
en
verdad,
en base
de su
elevadísima
postura
espiritual,
estaba
animado
del
espíritu
divino,
pero eso
no
significa
ni
autoriza
la
conclusión
de que
era el
propio
Dios! Es
hora,
pues de
que los
verdaderos
espíritas
abandonen
la
creencia
y
atávica
herencia
reencarnatoria
de
atribuir
a Maria
de
Nazaret
la
estrambótica
condición
de madre
de Dios.
Plegaria
todavía
sólo
existe
una,
aquella
que
Jesús
nos
enseñó:
El Padre
Nuestro.
Todas
las
otras no
pasan de
fruto de
la
imaginación
humana y
casi
todas se
caracterizan
mucho
más por
el
interés
y
atrasado
inmediatismo
de las
acciones
de los
hombres,
cuando
no
integran
su
folclore.
Apêndice
Textos
evangélicos
que
niegan
la
divinidad
de
Jesús,
explícita
o
implícitamente
(Datos
recogidos
del
libro
OBRAS
PÓSTUMAS)
1 –
DURANTE
SU VIDA
Mateus |
Marcos |
Lucas |
João |
Cap. |
versículos |
Cap. |
versículos |
Cap. |
versículos |
Cap. |
versículos |
10 |
32 e 33 |
9 |
7 e 37 |
9 |
26 e 48 |
5 |
16 e 17; 22 a 27;
30; 36 a 38 |
19 |
16 e 17 |
10 |
17 e 18 |
10 |
16 |
6 |
38 |
20 |
23 |
12 |
35 a 37 |
12 |
8 e 9 |
7 |
16 a 18; 23 |
22 |
41 a 45 |
13 |
32 |
18 |
19 |
8 |
16; 25 e 26; 28 e 29; 38; 40 a 42 |
24 |
35 e 36 |
14 |
34 a 36 |
20 |
41 a 44 |
10 |
17 e 18; 29 a 38 |
25 |
31 a 34 |
15 |
34 |
22 |
28 a 30; 40 a 44 |
11 |
41 e 42 |
26 |
39 e 42 |
|
|
23 |
46 |
12 |
49 e 50 |
|
|
|
|
|
|
14 |
10; 20 e 24; 30 e 31; 38 |
|
|
|
|
|
|
15 |
10 |
|
|
|
|
|
|
17 |
1 a 5; 11 a 14; 17 a 26 |
2 –
DESPUÉS
DE SU
MUERTE
Mateus |
Marcos |
Lucas |
João |
Cap. |
versículos |
Cap. |
versículos |
Cap. |
versículos |
Cap. |
Versículos |
28 |
18 |
24 |
48 e 49
|
20 |
17 |
- |
- |
|