Aunque la
historia de la
mediumnidad se
pierda en la
noche de los
tiempos, fue a
buen seguro con
el advenimiento
del Espiritismo
que ella se
popularizó en
nuestro mundo.
De acuerdo con
Emmanuel,
mediumnidad no
es más que
aquella luz que
sería “derramada
sobre toda carne
y prometida por
el Divino
Maestro en los
tiempos del
Consolador”.
Se trata, sin
embargo, de una
facultad que no
debe ser fruto
de precipitación
en ese o en
aquel sector de
la actividad, ya
que las tareas
mediúmnicas son,
en verdad,
dirigidas por
los mentores del
plan espiritual.
El hombre tiene
que someterse a
una compleja
preparación y
observar ciertas
reglas de
conducta para
desarrollar en
sí el don de la
mediumnidad. Le
es preciso para
eso, a la vez,
la cultura de la
inteligencia, la
meditación, el
recogimiento y
el
desprendimiento
de las cosas
humanas.
Enseña la
práctica
espírita que
corre peligro
quien se entrega
sin reservas y
cuidados a las
experimentaciones
espíritas. Si la
persona tiene el
corazón recto y
la razón
esclarecida,
muchas
consolaciones y
preciosas
enseñanzas con
seguridad
recogerá en el
intercambio
mediúmnico, pero
aquel que sea
inspirado sólo
por los
intereses
materiales, o
esté movido
solamente por el
deseo de
divertirse,
puede hacerse
objeto de una
infinidad de
mistificaciones
y un instrumento
de Espíritus
pérfidos que le
traerán, en
consecuencia,
decepciones y
burlas.
Disciplina,
equilibrio,
conducta recta y
caritativa, he
ahí los
elementos que no
pueden faltar en
el desarrollo de
esa facultad.
El mejor medio
de desarrollar
la mediumnidad,
enseñaba la
añorada médium
Yvonne A.
Pereira, es no
preocuparse con
su desarrollo,
sino prepararse
de entrada,
moral y
mentalmente,
para poder
asumir el
compromiso de
hacerse médium
desarrollado.
Esa preparación
no podrá ser
rápida y debe
resultar, en
último análisis,
del
perfeccionamiento
de la criatura
en sí misma, una
vez que el
perfeccionamiento
del instrumento
permitirá
naturalmente a
los Espíritus
manifestarse en
mejores
condiciones.
De acuerdo con
la doctrina
espírita, las
comunicaciones
espíritas son
tanto más
seguras mientras
más serias sean
las cualidades
del médium. Los
defectos que dan
más acceso a los
malos Espíritus
son el orgullo y
la envidia. En
un médium en que
haya orgullo,
envidia y poca
caridad hay más
oportunidades de
ser engañado.
Merece la pena
recordar aquí la
distinción que
Kardec hizo
entre ser
“médium” y ser
“buen médium”.
“Nadie podrá
hacerse buen
médium – afirma
el Codificador –
si no conseguir
despojarse de
las adicciones
que degradan a
la humanidad.
Todas esas
adicciones se
originan en el
egoísmo; y como
la negación del
egoísmo es el
amor, toda
virtud se resume
en esta palabra:
Caridad”.
Evidentemente,
todo hombre
puede hacerse
médium, pero la
cuestión no es
ser médium; es
ser buen médium,
lo que depende
de las
cualidades
morales del
medianero. (Lea
sobre el asunto
la Revista
Espírita de
1860, pp. 186 y
187, y la
Revista Espírita
de 1863, pp. 213
y 214.)
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