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Año 3 122 – 30 de Agosto del 2009

ANGÉLICA REIS      
a_reis_imortal@yahoo.com.br      
Londrina, Paraná (Brasil)  

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El acaso no existe; la vida es causal, no casual

El libre albedrío cuando estamos en la erraticidad, o sea, antes del proceso reencarnatorio, consiste en la elección del género de existencia y de la naturaleza de las pruebas, dos ítems fundamentales en la llamada programación reencarnatoria


Lo que rige nuestras existencias, enseña el Espiritismo, no es el acaso, sino el libre albedrío, una conquista del ser humano que se desarrolla con la evolución del alma. El libre albedrío se ejercita, sin embargo, de modos diferentes cuando estamos en la erraticidad y  en el plan físico, asunto que Kardec esclarece de forma magistral en el ítem 872 de El Libro de los Espíritus.

Reportándose al asunto, André Luiz pide que evitemos el uso del vocablo acaso, tanto como las palabras suerte y azar, porque tales terminos no tienen la significación que les atribuimos.

Tras una tempestad, dice el dicho popular, viene la calma. André Luiz no está de acuerdo, aseverando: “Tras la tempestad, aguarde otras”. En compensación, en vez de afirmar que “hay males que vienen para bien”, podemos decir que “todos los males vienen para nuestro bien”.

Joanna de Ângelis confirma la tesis expuesta por André Luiz al tratar de los llamados acontecimientos inesperados. “Imprevisible – dice ella – es la presencia divina sorprendiendo la infracción. Insospechable es la interferencia divina siempre vigilante.

Joanna de Ângelis confirma la tesis expuesta por André Luiz al tratar de los llamados acontecimientos inesperados. “Imprevisible – dice ella – es la presencia divina sorprendiendo la infracción. Insospechable es la interferencia

divina siempre vigilante. Inesperado es el acontecimiento divino trabajando por el orden.” (Alerta, cap. 3, obra psicografiada por Divaldo P. Franco.)
   

El caso del zar Alexandre Kardec hizo, en la Revista Espírita de 1866, pp. 167 a 171, interesantes observaciones a propósito de un intento de asesinato de que fuera víctima el zar Alexandre de Rusia. En el momento del atentado, un joven campesino llamado Joseph Kommissaroff intervino, evitando que el crimen fuera consumado.

He aquí lo que Kardec escribió sobre el asunto:

1) Muchos atribuirán al acaso la aparición del joven campesino en la escena del crimen. El acaso, sin embargo, no existe. Como la hora del zar no había

llegado, el joven fue escogido para impedir la realización del crimen, pues las cosas que parecen efecto del acaso estaban combinadas para llevar al resultado esperado.

2) Los hombres son los instrumentos inconscientes de los designios de la Providencia y es por ellos que ella los realiza, sin haber necesidad de recurrir para tanto a prodigios.

3) Si el joven Kommissaroff hubiera resistido al impulso recibido de los Espíritus, estos se valdrían de otros medios para frustrar el crimen y preservar la vida del zar.

4) Una mosca podría picar la mano del asesino y desviarla de su objetivo; una corriente fluídica dirigida sobre sus ojos podría ofuscarlo y así por delante. Pero, si hubiera sonado la hora fatal para el emperador ruso, nada podría preservarlo.

Llevado el caso a una sesión espírita realizada en la casa de una familia rusa residente en París, el Espíritu de Moki, por medio del Sr. Desliens, explicó que aún en la existencia del más ínfimo de los seres nada es dejado al acaso. Los principales acontecimientos de su vida son determinados por sus pruebas; los detalles, influenciados por su libre albedrío. Pero el conjunto de la situación fue previsto y combinado con antelación por él y por aquellos que Dios predispone a su seguridad.

La elección de las pruebas - El libre albedrío cuando estamos en la erraticidad, o sea, antes del proceso reencarnatorio, consiste en la elección del género de existencia y de la naturaleza de las pruebas, dos ítems fundamentales en la llamada programación reencarnatoria tan en boga en nuestros días y que la doctrina espírita desmenuza en las cuestiones 258, 262 y 872 de El Libro de los Espíritus.

Dos únicas excepciones a la tesis de la elección son referidas por los Espíritus Superiores. La primera, cuando el Espíritu en su origen no tiene experiencia suficiente para ejercerla. La segunda, cuando, por su inferioridad o mala voluntad, no está apto para comprender lo que le es más provechoso. Dios puede, entonces, imponerle una existencia sin oírlo, pero el Padre sabe esperar y no precipita jamás la expiación.

Confirmando la enseñanza contenida en la obra fundamental de la doctrina espírita, Kardec consignó en la Revista Espírita de 1866, pp. 182 a 188, las informaciones que siguen:

1) Al dejar la Tierra, conforme las facultades allí adquiridas, los Espíritus buscan el medio que les es propio, a menos que, no pudiendo estar desprendidos, estén en la noche, nada vendo ni oyendo.

2) Cuando se prepara para reencarnar, el Espíritu somete sus ideas a las decisiones del grupo a que pertenece. El grupo discute el asunto, investiga, aconseja.

3) El Espíritu puede, entonces, aconsejado, esclarecido, fortalecido, seguir, si quisiera, su camino, conocedor de que tendrá en la jornada terrena una multitud de Espíritus invisibles que no lo perderán de vista y lo asistirán.

4) Cada persona tiene en el mundo una misión que cumplir. Sea en grande escala, sea en escala más pequeña, Dios pedirá a todos cuentas del óbolo que les fue entregado.

5) En ese sentido, el deber de los espíritas es muy grande, porque el don que les fue concedido es uno de los soberanos dones de Dios. Sin envanecerse por esto, deben los espíritas hacer todos los esfuerzos para merecerlo.

6) Que nadie reserve sólo para sí ese talento, sino que lo ofrezca a todos los hermanos, trabajando en la siembra espírita, bajo la asistencia de los Buenos Espíritus, la cual jamás le faltará.

7) Instruir a los ignorantes, asistir a los débiles, tener compasión de los afligidos, defender a los inocentes, lamentar a los que están en el error, perdonar a los enemigos – he ahí las virtudes que deben crecer en abundancia en el camino del verdadero espírita.

La planificación de la reencarnación - La planificación para la reencarnación es casi infinita y obedece a criterios que transcurren de las conquistas morales o de los perjuicios ocasionáis de cada candidato. En la generalidad, asevera Manoel P. de Miranda en Temas de la Vida y de la Muerte existen establecidos automatismos que funcionan sin mayores preocupaciones por parte de los técnicos en renacimiento, y por los cuales la gran mayoría de los Espíritus  vuelven  a  la  carne,   señalados  por  las  propias

imposiciones evolutivas.

Al lado de ese automatismo de las leyes de la reencarnación, hay programas y labores especializadas para la atención de finalidades específicas. Los candidatos en nivel medio de evolución, antes de ser encaminados a las experiencias terrenas, requieren la oportunidad, empeñando en eso los mejores propósitos y presentando los recursos que esperan utilizar, a fin de granjear la bendición del recomienzo, en la bendita escuela humana.

Examinados por hábiles y dedicados programadores, que recurren a técnicas especiales de evaluación de las posibilidades presentadas, son ellos sometidos a pacientes entrenamientos, de acuerdo con el servicio a emprender, con vistas al bienestar de la Humanidad, después que son seleccionados los mejores, lo que reduce el margen de fracasos. Los que no son aceptados, vuelven a cursos de especialización para otras actividades, especialmente de equilibrio, con que se arman de fuerzas para vencer las malas inclinaciones derivadas de las existencias anteriores que se malograron, así como para la adquisición de valiosas habilidades que les aparecerán en el futuro, en el cuerpo como tendencias y aptitudes.

De acuerdo con la ficha personal del candidato, es hecha, concomitantemente, una investigación sobre aquellos que le pueden ofrecer guarida, dentro de los mapas carmicos, providenciándose necesarios encuentros o reencuentros en la esfera de los sueños, o directamente, cuando sea un plan elaborado con anterioridad, en el cual los miembros del futuro clan conviven, primero, en la erraticidad, de donde parten ya con la familia a propósito establecida.

La influencia de la ley de causa y efecto - El derecho de programar la propia reencarnación nos es conferido por una ley: la que concede a los seres humanos el libre albedrío, la libertad de elección y de conducta, que Kardec estudia minuciosamente en sus obras. El libre albedrío sufre, sin embargo, limitaciones por fuerza de otra ley: la ley de causa y efecto, según la cual cada uno de nosotros recibe de la vida lo que da a la vida, ya que la siembra es libre, pero la cosecha es obligatoria.

Se ve, pues, que el comportamiento del hombre afecta de manera rigurosa la programación de su vida. Son de dos clases – advierte Manoel P. de Miranda en Temas de la Vida y de la Muerte – las causas que influyen en la existencia humana: las próximas, ocasionadas en la encarnación presente en que la persona se mueve, y las remotas, que proceden de las acciones pasadas.

Las causas próximas, situadas en la presente existencia, generan nuevos compromisos que, si son negativos, pueden ser atenuados de inmediato por medio de actitudes opuestas, y, si son positivos, ampliados en su aplicación. El tabaquismo, el alcoholismo, la toxicomanía, la sexolatria, a glotonería, entre otros factores disolventes y destructivos, son de libre opción, no incluidos en el proceso educativo de nadie. Aquel que se vincula a cualquiera de ellos le padecerá, inexorablemente, el efecto prejudicial.

El tabaquismo responde a canceres de varias procedencias, en la lengua, en la boca, en la laringe, y por incontables afecciones y enfermedades respiratorias, destacándose el terrible enfisema pulmonar. El alcoholismo es generador de disturbios orgánicos y psíquicos de innombrables consecuencias, generando desgracias que de forma ninguna deberían suceder. Es el desencadenador de la locura, de la depresión o de la agresividad, en el área psíquica, siendo el responsable por disturbios gástricos, renales y, principalmente, por la irreversible cirrosis hepática.

El libre albedrío en el estado de encarnado - Hecha la programación reencarnatoria en el estado de erraticidad, el libre albedrío consiste, después que estamos encarnados, en la facultad que tenemos que ceder o resistir a los impulsos, a las tentaciones y a las influencias a que somos voluntariamente sometidos. Muchos ceden, pocos resisten. Es en eso que el papel de la educación y el periodo de la infancia son fundamentales al ser humano, como Kardec advierte en el ítem 872 de El Libro de los Espíritus.

Estamos, pues, en nuestra existencia corpórea, sujetos a cambios, por fuerza del libre albedrío que Dios nos otorgó. Muchos matrimonios precipitados nacen de eso, porque una persona puede perfectamente relacionarse con otra persona, fuera de su programación reencarnatoria, pudiendo de ahí incluso nacer hijos. El hecho no significa que los hijos vengan por casualidad. Significa sólo que los protectores y amigos espirituales aprovechan toda oportunidad, aún las equivocadas, para sembrar el bien. El hijo que nace de una conexión de esa naturaleza posee, evidentemente, conexiones con uno de los padres.

Los matrimonios precipitados generalmente tienen una vida muy corta. La razón es simple: si en los programados existe todo un equipo de mentores y amigos de la pareja ayudando para que las cosas salgan bien, en los otros no siempre ocurre eso.

Existen aún los casos de reprogramación, en que, para atender a una emergencia, puede ser dato un nuevo rumbo a la historia de una persona. Ejemplos de eso, incontables, encontramos en las obras de André Luiz. Uno de los casos es cuando el esposo se suicida, dejando mujer e hijos sin el socorro necesario al cumplimiento de sus tareas. Un segundo matrimonio en la vida de esa mujer puede perfectamente ser establecido, con la ayuda de los protectores espirituales. He ahí una hipótesis hasta común de reprogramación de la existencia corpórea.

La experiencia de Octavio - El ejemplo siguiente, extraído del cap. 7 del libro Los Mensajeros, obra de André Luiz psicografiada por Francisco Cândido Xavier, muestra lo que puede ocurrir en la vida de una persona que se rebela ante el programa trazado. Es lo que ocurrió con Octavio, cuya existencia fue de absoluto fracaso.

Después de contraer deudas enormes en otro tiempo, Octavio había sido recogido por hermanos dedicados de "Nuestro Hogar", que se evidenciaron incansables para con él. Se preparó, entonces, durante treinta años consecutivos para volver a la Tierra en tarea mediúmnica, deseoso de saldar sus cuentas y elevarse en la senda de la perfección. El Ministerio de la Comunicación lo favoreció con todas las facilidades y, sobre todo, seis entidades amigas movieron los mayores recursos en beneficio de su éxito.

El matrimonio no estaba en sus pensamientos; su caso particular así lo exigía. No obstante soltero, debería recibir a los veinte años los seis amigos que mucho trabajaron por él en "Nuestro Hogar", que llegarían a su círculo como huérfanos. Al inicio, él enfrentaría dificultades crecientes; después vendrían socorros materiales, a medida que fuera testificando renuncia, desprendimiento, desinterés por la remuneración.

A los trece años de edad, Octavio quedó huérfano de madre, espírita desde la juventud, y a los quince comenzaron los primeros llamados de la esfera superior. El padre se casó por segunda vez y, a pesar de la bondad y cooperación que la madrastra le ofrecía, Octavio se colocó en un plan de falsa superioridad en relación a ella, pasando a vivir rebelde, entre quejas y lamentaciones insensatas.

Llevado a un grupo espírita de excelente orientación evangélica, le faltaban las cualidades de trabajador y compañero fiel. Nutría desconfianza con relación a los orientadores espirituales y revelaba acentuada inclinación para la crítica de los actos ajenos. Y tanto dudó, que los llamamientos espirituales fueron llevados a cuenta de alucinaciones. Un médico le aconsejó experiencias sexuales y, a los diecinueve años, Octavio se entregó desenfrenadamente al abuso del sexo, hecho que lo alejó gradualmente del deber espiritual.

El padre desencarnó cuando él contaba poco más de veinte años. Dos años después, la madrastra fue recogida en un leprosario, dejando en la orfandad a seis niños, que Octavio abandonó definitivamente, sin imaginar que lanzaba a sus acreedores generosos de "Nuestro Hogar" a un destino incierto. Más tarde, se casó y recibió como hijo una entidad monstruosa conectada a su mujer, criatura de condición muy inferior a la suya. Su hogar pasó a ser un tormento constante hasta que desencarnó, apenas habiendo cumplido 40 años, roído por la sífilis, por el alcohol y por los disgustos, sin nada haber hecho de útil para su futuro eterno.

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita