El acaso no existe; la
vida es causal, no
casual
El libre albedrío cuando
estamos en la
erraticidad, o sea,
antes del proceso
reencarnatorio, consiste
en la elección del
género de existencia y
de la naturaleza de las
pruebas, dos ítems
fundamentales en la
llamada programación
reencarnatoria
Lo que rige nuestras
existencias, enseña el
Espiritismo, no es el
acaso, sino el libre
albedrío, una conquista
del ser humano que se
desarrolla con la
evolución del alma. El
libre albedrío se
ejercita, sin embargo,
de modos diferentes
cuando estamos en la
erraticidad y en el
plan físico, asunto que
Kardec esclarece de
forma magistral en el
ítem 872 de El
Libro de los Espíritus.
Reportándose al asunto,
André Luiz pide que
evitemos el uso del
vocablo acaso, tanto
como las palabras suerte
y azar, porque tales
terminos no tienen la
significación que les
atribuimos.
Tras una tempestad, dice
el dicho popular, viene
la calma. André Luiz no
está de acuerdo,
aseverando: “Tras la
tempestad, aguarde
otras”. En compensación,
en vez de afirmar que
“hay males que vienen
para bien”, podemos
decir que “todos los
males vienen para
nuestro bien”.
|
Joanna de Ângelis
confirma la tesis
expuesta por André Luiz
al tratar de los
llamados acontecimientos
inesperados.
“Imprevisible – dice
ella – es la presencia
divina sorprendiendo la
infracción.
Insospechable es la
interferencia divina
siempre vigilante.
Joanna de
Ângelis confirma
la tesis
expuesta por
André Luiz al
tratar de los
llamados
acontecimientos
inesperados.
“Imprevisible –
dice ella – es
la presencia
divina
sorprendiendo la
infracción.
Insospechable es
la interferencia
|
divina siempre
vigilante.
Inesperado es el
acontecimiento
divino
trabajando por
el orden.”
(Alerta,
cap. 3, obra
psicografiada
por Divaldo P.
Franco.)
|
|
|
El caso del zar
Alexandre
–
Kardec hizo, en la
Revista Espírita de
1866, pp. 167 a 171,
interesantes
observaciones a
propósito de un intento
de asesinato de que
fuera víctima el zar
Alexandre de Rusia. En
el momento del atentado,
un joven campesino
llamado Joseph
Kommissaroff intervino,
evitando que el crimen
fuera consumado.
He aquí lo que Kardec
escribió sobre el
asunto:
1) Muchos atribuirán al
acaso la aparición del
joven campesino en la
escena del crimen. El
acaso, sin embargo, no
existe. Como la hora del
zar no había
|
|
llegado, el
joven fue
escogido para
impedir la
realización del
crimen, pues las
cosas que
parecen efecto
del acaso
estaban
combinadas para
llevar al
resultado
esperado.
|
2) Los hombres son los
instrumentos
inconscientes de los
designios de la
Providencia y es por
ellos que ella los
realiza, sin haber
necesidad de recurrir
para tanto a prodigios.
3) Si el joven
Kommissaroff hubiera
resistido al impulso
recibido de los
Espíritus, estos se
valdrían de otros medios
para frustrar el crimen
y preservar la vida del
zar.
4) Una mosca podría
picar la mano del
asesino y desviarla de
su objetivo; una
corriente fluídica
dirigida sobre sus ojos
podría ofuscarlo y así
por delante. Pero, si
hubiera sonado la hora
fatal para el emperador
ruso, nada podría
preservarlo.
Llevado el caso a una
sesión espírita
realizada en la casa de
una familia rusa
residente en París, el
Espíritu de Moki, por
medio del Sr. Desliens,
explicó que aún en la
existencia del más
ínfimo de los seres nada
es dejado al acaso. Los
principales
acontecimientos de su
vida son determinados
por sus pruebas; los
detalles, influenciados
por su libre albedrío.
Pero el conjunto de la
situación fue previsto y
combinado con antelación
por él y por aquellos
que Dios predispone a su
seguridad.
La elección de las
pruebas
-
El libre albedrío cuando
estamos en la
erraticidad, o sea,
antes del proceso
reencarnatorio, consiste
en la elección del
género de existencia y
de la naturaleza de las
pruebas, dos ítems
fundamentales en la
llamada programación
reencarnatoria tan en
boga en nuestros días y
que la doctrina espírita
desmenuza en las
cuestiones 258, 262 y
872 de El Libro de
los Espíritus.
Dos únicas excepciones a
la tesis de la elección
son referidas por los
Espíritus Superiores. La
primera, cuando el
Espíritu en su origen no
tiene experiencia
suficiente para
ejercerla. La segunda,
cuando, por su
inferioridad o mala
voluntad, no está apto
para comprender lo que
le es más provechoso.
Dios puede, entonces,
imponerle una existencia
sin oírlo, pero el Padre
sabe esperar y no
precipita jamás la
expiación.
Confirmando la enseñanza
contenida en la obra
fundamental de la
doctrina espírita,
Kardec consignó en la
Revista Espírita de
1866, pp. 182 a 188, las
informaciones que
siguen:
1) Al dejar la Tierra,
conforme las facultades
allí adquiridas, los
Espíritus buscan el
medio que les es propio,
a menos que, no pudiendo
estar desprendidos,
estén en la noche, nada
vendo ni oyendo.
2) Cuando se prepara
para reencarnar, el
Espíritu somete sus
ideas a las decisiones
del grupo a que
pertenece.
El grupo discute el
asunto, investiga,
aconseja.
3) El Espíritu puede,
entonces, aconsejado,
esclarecido,
fortalecido, seguir, si
quisiera, su camino,
conocedor de que tendrá
en la jornada terrena
una multitud de
Espíritus invisibles que
no lo perderán de vista
y lo asistirán.
4) Cada persona tiene en
el mundo una misión que
cumplir. Sea en grande
escala, sea en escala
más pequeña, Dios pedirá
a todos cuentas del
óbolo que les fue
entregado.
5) En ese sentido, el
deber de los espíritas
es muy grande, porque el
don que les fue
concedido es uno de los
soberanos dones de Dios.
Sin envanecerse por
esto, deben los
espíritas hacer todos
los esfuerzos para
merecerlo.
6) Que nadie reserve
sólo para sí ese
talento, sino que lo
ofrezca a todos los
hermanos, trabajando en
la siembra espírita,
bajo la asistencia de
los Buenos Espíritus, la
cual jamás le faltará.
7) Instruir a los
ignorantes, asistir a
los débiles, tener
compasión de los
afligidos, defender a
los inocentes, lamentar
a los que están en el
error, perdonar a los
enemigos – he ahí las
virtudes que deben
crecer en abundancia en
el camino del verdadero
espírita.
|
La planificación de la
reencarnación
-
La planificación para la
reencarnación es casi
infinita y obedece a
criterios que
transcurren de las
conquistas morales o de
los perjuicios
ocasionáis de cada
candidato. En la
generalidad, asevera
Manoel P. de Miranda en
Temas de la Vida y
de la Muerte
existen establecidos
automatismos que
funcionan sin mayores
preocupaciones por parte
de los técnicos en
renacimiento, y por los
cuales la gran mayoría
de los Espíritus vuelven a la carne, señalados
por las propias
|
imposiciones
evolutivas. |
Al lado de ese
automatismo de las leyes
de la reencarnación, hay
programas y labores
especializadas para la
atención de finalidades
específicas. Los
candidatos en nivel
medio de evolución,
antes de ser encaminados
a las experiencias
terrenas, requieren la
oportunidad, empeñando
en eso los mejores
propósitos y presentando
los recursos que esperan
utilizar, a fin de
granjear la bendición
del recomienzo, en la
bendita escuela humana.
Examinados por hábiles y
dedicados programadores,
que recurren a técnicas
especiales de evaluación
de las posibilidades
presentadas, son ellos
sometidos a pacientes
entrenamientos, de
acuerdo con el servicio
a emprender, con vistas
al bienestar de la
Humanidad, después que
son seleccionados los
mejores, lo que reduce
el margen de fracasos.
Los que no son
aceptados, vuelven a
cursos de
especialización para
otras actividades,
especialmente de
equilibrio, con que se
arman de fuerzas para
vencer las malas
inclinaciones derivadas
de las existencias
anteriores que se
malograron, así como
para la adquisición de
valiosas habilidades que
les aparecerán en el
futuro, en el cuerpo
como tendencias y
aptitudes.
De acuerdo con la ficha
personal del candidato,
es hecha,
concomitantemente, una
investigación sobre
aquellos que le pueden
ofrecer guarida, dentro
de los mapas carmicos,
providenciándose
necesarios encuentros o
reencuentros en la
esfera de los sueños,
o directamente, cuando
sea un plan elaborado
con anterioridad, en el
cual los miembros del
futuro clan conviven,
primero, en la
erraticidad, de donde
parten ya con la familia
a propósito establecida.
La influencia de la ley
de causa y efecto
-
El derecho de programar
la propia reencarnación
nos es conferido por una
ley: la que concede a
los seres humanos el
libre albedrío, la
libertad de elección y
de conducta, que Kardec
estudia minuciosamente
en sus obras. El libre
albedrío sufre, sin
embargo, limitaciones
por fuerza de otra ley:
la ley de causa y
efecto, según la cual
cada uno de nosotros
recibe de la vida lo que
da a la vida, ya que la
siembra es libre, pero
la cosecha es
obligatoria.
Se ve, pues, que el
comportamiento del
hombre afecta de manera
rigurosa la programación
de su vida. Son de dos
clases – advierte Manoel
P. de Miranda en
Temas de la Vida y de la
Muerte – las
causas que influyen en
la existencia humana:
las próximas,
ocasionadas en la
encarnación presente en
que la persona se mueve,
y las remotas,
que proceden de las
acciones pasadas.
Las causas próximas,
situadas en la presente
existencia, generan
nuevos compromisos que,
si son negativos, pueden
ser atenuados de
inmediato por medio de
actitudes opuestas, y,
si son positivos,
ampliados en su
aplicación. El
tabaquismo, el
alcoholismo, la
toxicomanía, la
sexolatria, a
glotonería, entre otros
factores disolventes y
destructivos, son de
libre opción, no
incluidos en el proceso
educativo de nadie.
Aquel que se vincula a
cualquiera de ellos le
padecerá,
inexorablemente, el
efecto prejudicial.
El tabaquismo responde a
canceres de varias
procedencias, en la
lengua, en la boca, en
la laringe, y por
incontables afecciones y
enfermedades
respiratorias,
destacándose el terrible
enfisema pulmonar. El
alcoholismo es generador
de disturbios orgánicos
y psíquicos de
innombrables
consecuencias, generando
desgracias que de forma
ninguna deberían
suceder. Es el
desencadenador de la
locura, de la depresión
o de la agresividad, en
el área psíquica, siendo
el responsable por
disturbios gástricos,
renales y,
principalmente, por la
irreversible cirrosis
hepática.
El libre albedrío en el
estado de encarnado
- Hecha la programación
reencarnatoria en el
estado de erraticidad,
el libre albedrío
consiste, después que
estamos encarnados, en
la facultad que tenemos
que ceder o resistir a
los impulsos, a las
tentaciones y a las
influencias a que somos
voluntariamente
sometidos. Muchos ceden,
pocos resisten. Es en
eso que el papel de la
educación y el periodo
de la infancia son
fundamentales al ser
humano, como Kardec
advierte en el ítem 872
de El Libro de los
Espíritus.
Estamos, pues, en
nuestra existencia
corpórea, sujetos a
cambios, por fuerza del
libre albedrío que Dios
nos otorgó. Muchos
matrimonios precipitados
nacen de eso, porque una
persona puede
perfectamente
relacionarse con otra
persona, fuera de su
programación
reencarnatoria, pudiendo
de ahí incluso nacer
hijos. El hecho no
significa que los hijos
vengan por casualidad.
Significa sólo que los
protectores y amigos
espirituales aprovechan
toda oportunidad, aún
las equivocadas, para
sembrar el bien. El hijo
que nace de una conexión
de esa naturaleza posee,
evidentemente,
conexiones con uno de
los padres.
Los matrimonios
precipitados
generalmente tienen una
vida muy corta. La razón
es simple: si en los
programados existe todo
un equipo de mentores y
amigos de la pareja
ayudando para que las
cosas salgan bien, en
los otros no siempre
ocurre eso.
Existen aún los casos de
reprogramación, en que,
para atender a una
emergencia, puede ser
dato un nuevo rumbo a la
historia de una persona.
Ejemplos de eso,
incontables, encontramos
en las obras de André
Luiz. Uno de los casos
es cuando el esposo se
suicida, dejando mujer e
hijos sin el socorro
necesario al
cumplimiento de sus
tareas. Un segundo
matrimonio en la vida de
esa mujer puede
perfectamente ser
establecido, con la
ayuda de los protectores
espirituales. He ahí una
hipótesis hasta común de
reprogramación de la
existencia corpórea.
La experiencia de
Octavio
- El ejemplo siguiente,
extraído del cap. 7 del
libro Los
Mensajeros, obra
de André Luiz
psicografiada por
Francisco Cândido
Xavier, muestra lo que
puede ocurrir en la vida
de una persona que se
rebela ante el programa
trazado. Es lo que
ocurrió con Octavio,
cuya existencia fue de
absoluto fracaso.
Después de contraer
deudas enormes en otro
tiempo, Octavio había
sido recogido por
hermanos dedicados de
"Nuestro Hogar", que se
evidenciaron incansables
para con él. Se preparó,
entonces, durante
treinta años
consecutivos para volver
a la Tierra en tarea
mediúmnica, deseoso de
saldar sus cuentas y
elevarse en la senda de
la perfección. El
Ministerio de la
Comunicación lo
favoreció con todas las
facilidades y, sobre
todo, seis entidades
amigas movieron los
mayores recursos en
beneficio de su éxito.
El matrimonio no estaba
en sus pensamientos; su
caso particular así lo
exigía. No obstante
soltero, debería recibir
a los veinte años los
seis amigos que mucho
trabajaron por él en
"Nuestro Hogar", que
llegarían a su círculo
como huérfanos. Al
inicio, él enfrentaría
dificultades crecientes;
después vendrían
socorros materiales, a
medida que fuera
testificando renuncia,
desprendimiento,
desinterés por la
remuneración.
A los trece años de
edad, Octavio quedó
huérfano de madre,
espírita desde la
juventud, y a los quince
comenzaron los primeros
llamados de la esfera
superior. El padre se
casó por segunda vez y,
a pesar de la bondad y
cooperación que la
madrastra le ofrecía,
Octavio se colocó en un
plan de falsa
superioridad en relación
a ella, pasando a vivir
rebelde, entre quejas y
lamentaciones
insensatas.
Llevado a un grupo
espírita de excelente
orientación evangélica,
le faltaban las
cualidades de trabajador
y compañero fiel. Nutría
desconfianza con
relación a los
orientadores
espirituales y revelaba
acentuada inclinación
para la crítica de los
actos ajenos. Y tanto
dudó, que los
llamamientos
espirituales fueron
llevados a cuenta de
alucinaciones. Un médico
le aconsejó experiencias
sexuales y, a los
diecinueve años, Octavio
se entregó
desenfrenadamente al
abuso del sexo, hecho
que lo alejó
gradualmente del deber
espiritual.
El padre desencarnó
cuando él contaba poco
más de veinte años. Dos
años después, la
madrastra fue recogida
en un leprosario,
dejando en la orfandad a
seis niños, que Octavio
abandonó
definitivamente, sin
imaginar que lanzaba a
sus acreedores generosos
de "Nuestro Hogar" a un
destino incierto. Más
tarde, se casó y recibió
como hijo una entidad
monstruosa conectada a
su mujer, criatura de
condición muy inferior a
la suya. Su hogar pasó a
ser un tormento
constante hasta que
desencarnó, apenas
habiendo cumplido 40
años, roído por la
sífilis, por el alcohol
y por los disgustos, sin
nada haber hecho de útil
para su futuro eterno.
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