Presidida por
Daniel
Sottomaior
Pereira, la ATEA
- Asociación
Brasileña de
Ateos y
Agnósticos,
entidad
debidamente
registrada,
tiene la
finalidad de
desarrollar
actividades en
el campo del
orden social que
busquen promover
el ateísmo, el
agnosticismo y
la laicidad del
Estado.
Su primera
acción pública
en nuestro país
fue la llamada
“campaña de los
autobuses”, un
movimiento
semejante al que
viene ocurriendo
en Europa que
consiste en
fijación en
autobuses de
slogans diversos
que divulguen el
pensamiento y
los objetivos de
la entidad. Una
de las reseñas
de la campaña es
la frase que
pide la efectiva
laicidad del
Estado, tema que
está al orden
del día y que la
ATEA entiende
que debería ser
una prioridad
para los
ciudadanos de
todas las
creencias y
descreencias.
Dicen sus
adeptos que la
ATEA no es una
secta, no tiene
por objetivo la
quema de Biblias
y que sus rumbos
dependerán de lo
que sea decidido
por sus
miembros.
Entienden sus
partidarios que
una organización
formal de ateos
y agnósticos
era, hace mucho
tiempo,
necesaria en
nuestro país.
Una segunda
acción consistió
en la
representación
propuesta al
Ministerio
Público por el
presidente de la
entidad, que se
sintió ofendido
con la presencia
de un crucifijo
en un
determinado
órgano
gubernamental.
Si el Estado es
laico, ¿por qué
los repartos
públicos exhiben
símbolos
religiosos?
El Ministerio
Público acogió
la propuesta y
requirió a la
Justicia la
retirada de los
símbolos
religiosos. La
acción tramitó
en la 3ª Vara
Cível Federal de
la Capital
paulista, pero
no fue atendida
por la jueza
Maria Lúcia
Lencastre
Ursaia.
Conforme una
nota divulgada
por la Justicia
Federal, la
jueza consideró
natural en un
país de
formación
histórico-cultural
cristiana, como
Brasil, la
presencia de
símbolos
religiosos en
órganos
públicos, sin
“cualquier
ofensa a la
libertad de
creencia,
garantía
constitucional,
he ahí que, para
los agnósticos,
o que profesan
creencia
diferente, aquel
símbolo nada
representa,
asemejándose a
un cuadro o
escultura,
adornos
decorativos”.
En cierto tramo
de la sentencia,
ella argumentó
que el Estado
laico no debe
ser entendido
como una
institución
antirreligiosa o
anticlerical.
Y adujo: “El
Estado laico fue
la primera
organización
política que
garantizó la
libertad
religiosa”. “La
libertad de
creencia, de
culto y la
tolerancia
religiosa fueron
aceptadas
gracias al
Estado laico, e
no como
oposición a le.
Sendo así, a
laicidad no
puede expresarse
en la
eliminación de
los símbolos
religiosos, pero
en la tolerancia
a los mismos.”
Se trata de una
decisión de
primera
instancia, lo
que significa
que el asunto va
a vencer y sólo
quedará
definitivamente
resuelto cuando
llegara al
escalón superior
del Poder
Judicial. Lo que
importa, sin
embargo, no es
el proceso en
sí, sino su
motivación.
Nos parece claro
que el
fundamentalismo
religioso y la
intolerancia con
que las
autoridades
religiosas han
actuado son los
que dieron
origen a ese
nuevo movimiento
de oposición,
cuya tónica es
la aversión a
todo lo que
represente la
religión
responsable por
hechos que
ensangrentaron
al mundo, como
los patrocinados
por las Cruzadas
y por la
Inquisición, que
jamás podrían
haber sido
llevados
adelante por
quien busca
regularse en la
vida de acuerdo
con los
enseñanzas de
Jesús.
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