Cómo nació el diablo
(Parte 2
e final)
Leyenda viva y verdadero
anti-héroe, el Demonio
se conserva hasta hoy en
la imaginación cristiana
“(...) Creer que Dios
haya creado un ser
eternamente dedicado al
mal, saboteador contumaz
de Su obra, es actitud
ingenua que alcanza los
límites de la más
sórdida blasfemia.” -
François C. Liran
Según Carlos Roberto
Nogueira, la
concentración del mal en
un personaje sólo queda
visible en el Nuevo
Testamento. Ahí Satán
(sustantivo) para ser
Satanás (nombre propio).
De un adversario
se vuelve Adversario.
El modelo del enemigo de
Jesús, aquel que coloca
Su bondad a la prueba,
está compuesto.
Griegos – Con la
unificación religiosa
realizada por Roma en el
siglo 4 d.J.C., el
Cristianismo, de secta
perseguida (recordemos
que Paulo de Tarso hasta
tener su visión divina
en el desierto sirio era
un soldado romano que
cazaba cristianos), pasa
a perseguir: se
transforma en el culto
oficial y obligatorio de
todo Imperio. Pleno de
corrientes divergentes
en su comienzo gana cada
vez más el aspecto
cerrado y generalizado
del catolicismo
(católico = universal).
Pagano pasa a ser todo
el pasado y el presente
ajeno al Imperio Romano.
Con el creciente poderío
latino cristiano,
tenemos un caso a parte:
la tentativa de
exterminio de toda la
tradición cultural
griega. Algunas
manifestaciones son
fácilmente visibles,
como los oráculos
destruidos y las narices
y brazos rotos de las
esculturas griegas, tal
como lo hicieron en un
pasado reciente los
líderes “religiosos” de
Afganistán, destruyendo
las enormes estatuas
representativas del
Budismo. Cualquier forma
de cultos paralelos
conectados a la
fecundidad y a la
Naturaleza, como las
fiestas rurales sagradas
de la primavera, pasan a
ser terminantemente
prohibidas. Sólo que la
prohibición muchas veces
era sin éxito. Por no
conseguir cohibir esas
prácticas de la forma
como gustaría, el
cristianismo usa las
armas del enemigo.
Mantiene el Dios único
allá encima, pero
produce una
multiplicidad en un
nivel más bajo: los
santos”.
Es evidente que los
santos de hoy son los
sucedáneos de los
antiguos ídolos paganos
una vez que la Iglesia
no consiguió erradicar
la idolatría. Es la
vieja historia: si no se
puede con el enemigo,
mejor unirse a él. Ni
aún las antiguas fiestas
rurales dejaron de
ocurrir: fueron
sustituidas por las
fiestas urbanas que
sobrevivieron hasta hoy.
Basta ver lo que ocurre
alrededor de las
Iglesias católicas los
meses de mayo y junio.
Entonces, en verdad, lo
que tenemos hoy día no
difiere de lo que los
paganos tenían en su
tiempo. Era, de hecho, –
absolutamente -,
necesario el
advenimiento del
“Consolador prometido”
para colocar orden en la
Casa Planetaria que nos
acoge.
|
Tomás de Aquino potencia
la figura del diablo en
un orden tal que inventa
una ciencia para
combatirlo: la
demonología
A pesar del destaque
creciente que el demonio
va ganando dentro del
Cristianismo, hasta ahí
la victoria de Dios
sobre el Diablo es
considerada
incontestable. Este
último existe en el
mundo para ser superado
y dar más gloria al
poder absoluto
celestial. El cuadro
sólo cambia en un
momento histórico bien
posterior con otro gran
teórico de la religión
cristiana: San Tomás de
Aquino.
Estamos en el siglo XIII
y la Iglesia Católica
|
vive el apogeo
de su dominio
territorial,
político y
económico. Para
mantenerse así,
necesita
demostrar su
poder con cada
vez más
visibilidad,
podríamos aún
decir: con
atrevida y
violenta
ostentación. En
ese contexto, y
en esa imperiosa
necesidad de la
Iglesia sostener
su dominio
esclavizador,
San Tomás de
Aquino
potencialaza la
figura del
diablo en un
orden tal que, a
partir de las
simbologías del
folclore
popular, inventa
una ciencia para
combatirlo: la
demonología. En
ese festival de
ignorancia los
católicos aún
consiguen ser
superados por
los dichos
Evangélicos
(protestantes)
donde la
“mise-en-scéne”
de los pastores
raya por la
violencia en el
intento de
expulsar el dicho
de lo que del cuerpo
de las aterrorizadas
ovejas de sus dóciles
rebaños de razonamiento
obturado. |
De este modo, pasan a
existir reglas bien
definidas para
identificación del
personaje del mal, que
sólo podría ser
derrotado con la
imprescindible ayuda de
la fe cristiana. Así el
diablo gana contornos
físicos más precisos,
inclusive con la ayuda
de grandes pintores que
trabajaban para la
Iglesia con
exclusividad, no
economizando los
recursos para colorear
con los colores fuertes
de la ignorancia los
paneles infernales
destinados a aterrar.
“El hibridismo
hombre/animal” –
continúa esclareciendo
Laterce5-,
“forma de los antiguos
pueblos orientales
representen lo
sobrenatural, va a ser
la base para componer
una figura esencialmente
deformada. Una presencia
recurrente son las patas
de cabra, que era el
animal escogido por
muchas culturas pre-cristianas
para rituales de
sacrificio y alabanza a
los dioses (de ahí la
expresión chivo
expiatorio).
Además de eso, un dios
griego particularmente
amenazador para los
dogmas del Cristianismo
era Dionísio, patrono
del baile, de la música,
del teatro y de la
embriaguez; o sea, el
desequilibrio propio de
la efervescencia caótica
de la creación
artística. ¿Y cuál es la
característica más
importante en la
apariencia de Dionísio?
Sus patas de cabra. La
presencia de esos
miembros inferiores en
el imaginario popular,
ayudaría a colocar, de
una sólo vez, la
tradición religiosa
griega y oriental en una
íntima conexión con las
fuerzas malignas.
Una familia fue
condenada a la hoguera
por la “Santa”
Inquisición por cambiar
la ropa de cama un
viernes
De esta forma, el diablo
vuelca una obsesión
omnipresente y va
dejando de ser un
individuo para
caracterizarse como un
grupo de combatientes
(legión de demonios) y,
por lo tanto, cualquiera
en cualquier lugar puede
estar “poseído”, y
consecuentemente
necesitado de la ayuda
exorcista de la Iglesia.
Las persecuciones de la
“Santa”
Inquisición alcanzan a
todos aquellos que
divergen del patrón pre-determinado
de cristiano, y que en
el parecer de las
atentas autoridades
eclesiásticas tenían
parte con el demo.
Cualquier fruto
filosófico que comenzara
a florecer y despuntará
por encima del rígido
contexto dogmático
impuesto era presto y
sin piedad cortado. Las
acusaciones que veía de
regla llevaban el
condenado a la muerte se
constituían en los más
absurdos, proscribáis y
arbitrarios libelos: Una
familia fue condenada a
la hoguera por
intercambiar a ropa de
cama un viernes; los
pelirrojos tienen en el
color de los cabellos
una señal de la relación
con el fuego de los
infiernos y deficientes
físicos constituyen, por
analogía, deformados
espirituales y olvidados
de Dios, por lo tanto,
¡hoguera para ellos!
El siglo XIV, un
movimiento “incesante”
por la Iglesia para
aumentar su poderío en
dirección al Oriente,
las Cruzadas (el dibujo
de la esvástica nazista
está constituido por dos
cruces superpuestas,
esto es: “cruzadas”
- ¡¿Coincidencia?!...)
tenía como lema el
concepto de Guerra Santa
contra el paganismo y
como objeto la expulsión
de los árabes de la
región donde nació y
vivió Jesús. La
composición del diablo
gana nuevos ítems:
perilla y tono de piel
oscuro, característica
de los moros.
Y así, nutrido por la
placenta de la
ignorancia y de los
inconfesables intereses
subalternos, el diablo
va siendo dirigido hasta
alcanzar su “status”
actual.
El modelo monárquico
absolutista de la Edad
Media ayuda a componer
la idea del líder de
todo el ejército
demoníaco: Satán es
ahora el Príncipe de las
Tinieblas, el reverso de
Cristo, el Anticristo,
que un día reinaría
sobre la Tierra.
Pero había aún un motivo
más importantísimo –
económico – que navegaba
en las corrientes
subterráneas de ese
realce de las fuerzas
demoníacas: la
lucrativa venta de las
indulgencias.
Expliquemos: El
Apocalipsis bíblico
parecía estar
concretándose en virtud
de la instalación de las
guerras y del
surgimiento de la peste.
Y con los paneles
infernales siendo
pintados de lo alto de
los púlpitos con las
tintas fuertes del
terror, estaba ahí
creada la dependencia
necesaria de la cual la
Iglesia utilizó
hartamente para obtener
lucro: pasajes
garantizados para el
Cielo podían ser
comprados a partir de la
venta de las
indulgencias a peso de
oro para los nobles.
Ahí tenemos el diablo
nombrado ministro de la
economía de la Iglesia.
Sin él, no habría
terrorismo y nadie se
interesaría por el
precioso “pasaporte”.
Gravitar para Dios, he
ahí el objetivo de la
Humanidad y tres cosas
le son necesarias: la
justicia, el amor y la
ciencia
Sin embargo, como no hay
situación que dure para
siempre, a partir del
siglo XVI, con el avance
de la ciencia moderna y
los nuevos conceptos
filosóficos humanistas,
tenemos un reducimiento
de la importancia de la
religión en la vida
cotidiana.
Con eso, el diablo
también perdió espacio...
|
Hoy, a pesar de nuestro
mundo cada vez más
racionalista y
desacralizado, él está
presente en rituales de
algunas corrientes
protestantes, en cultos
satánicos y en el mundo
de la ficción en un
número razonable de
películas de calidad
dudosa, entre los cuales
se salvan “El Bebé de
Rosemary”, de Roman
Polanski, y “El
Exorcista”, de
William Friendkin”. |
|
Hoy, a pesar de nuestro
mundo cada vez más
racionalista y
desacralizado, él está
presente en rituales de
algunas corrientes
protestantes, en cultos
satánicos y en el mundo
de la ficción en un
número razonable de
películas de calidad
dudosa, entre los cuales
se salvan “El Bebé de
Rosemary”, de Roman
Polanski, y “El
Exorcista”, de
William Friendkin”.
Finaliza Laterce1
con sabiduría
filosófica:
“La
Lectura
del Diablo en el
imaginario cristiano
lleva a pensar que
nuestra voluntad siempre
fue transportar el mal
para un mundo distante
de nosotros,
trascendente, sólo que
cada vez más tenemos
evidencias de que él es
aún del orden humano”.
En la conclusión de “El
Libro de los Espíritus”,
Pablo de Tarso dejó la
siguiente neo-carta para
todos nosotros,
cristianos de la
actualidad:
Gravitar para la unidad
divina, he ahí el fin de
la Humanidad. Para
alcanzarlos, tres cosas
son necesarias: la
Justicia, el Amor y la
Ciencia. Tres cosas le
son opuestas y
contrarias: la
ignorancia, el odio y la
injusticia. ¡Pues bien!
os digo, en verdad, que
mentís a estos
principios
fundamentales,
comprometiendo la idea
de Dios, con la
exageración de la
severidad. Doblemente la
comprometéis, dejando
que en el Espíritu de la
criatura penetre la
suposición de que hay en
ella más clemencia, más
virtud, amor y verdadera
justicia, de lo que
atribuís al ser
infinito. ¡Destruís aún
la idea del infierno,
haciéndolo ridículo e
inadmisible a vuestras
creencias, como lo es a
vuestros corazones el
horrendo espectáculo de
las ejecuciones, de las
hogueras y de las
torturas de la Edad
Media! ¡Pues vaya!
¿Cuándo proscrita se
halla para siempre de
las legislaciones
humanas la era de las
ciegas represalias, es
que esperáis mantenerla
en el ideal? ¡Oh!
creedme, creedme,
hermanos en Dios y en
Jesucristo, creedme: u
os resignáis a dejar que
perezcan en vuestras
manos todos vuestros
dogmas, de preferencia a
que se modifiquen, o,
entonces, vivirlos,
abriéndolos a los
benefactores efluvios
que los Buenos, en este
momento, derraman en
ellos. La idea del
infierno, con sus hornos
ardientes, con sus
calderas hirviendo, pudo
ser tolerada, es decir,
perdonable en un siglo
de hierro; sin embargo,
el siglo diecinueve, no
pasa de vano fantasma,
propio, como mucho, para
amedrentar a criaturitas
y en que estas,
creciendo un poco, luego
dejan de creer.”
El castigo sólo tiene
por fin la
rehabilitación, la
redención. Quererlo
eterno es negarle toda
la razón de ser
Si persistierais en esa
mitología aterradora,
engendraréis la
incredulidad, madre de
toda la desorganización
social. Tiemblo,
entreviendo toda una
orden social sacudida y
desmoronarse sobre sus
fundamentos, por falta
de sanción penal.
Hombres de fe ardiente y
viva, vanguardistas del
día de la luz, manos a
la obra, no para
mantener fábulas que
envejecieron y se
desacreditaron, pero
para reavivar,
revivificar la verdadera
sanción penal, bajo
formas reajustadas con
vuestras costumbres,
vuestros sentimientos y
las luces de vuestra
época.
“¿Quién es, en efecto,
el culpable? Es aquel
que, por un desvío, por
un falso movimiento del
alma, se aleja del
objetivo de la creación,
que consiste en el culto
armonioso de lo bello,
del bien, idealizado por
el arquetipo humano, por
el Hombre-Dios, por
Jesucristo.
“¿Que es el castigo? La
consecuencia natural,
derivada de ese falso
movimiento; una correcta
suma de dolores
necesaria a disgustarlo
de su deformidad, por la
experimentación del
sufrimiento. El castigo
es el aguijón que
estimula el alma, por la
amargura, a doblarse
sobre sí misma y a
buscar el puerto de
salvación. El castigo
sólo tiene por fin la
rehabilitación, la
redención. Quererlo
eterno, por una falta no
eterna, es negarle toda
la razón de ser. “¡Oh!
en verdad os digo,
cesad, cesad de poner en
paralelo, en su
eternidad, el Bien,
esencia del Creador, con
el Mal, esencia de la
criatura. Fuera creada
una penalidad
injustificable. Afirmad,
al contrario, el
ablandamiento gradual de
los castigos y de las
penas por las
transgresiones y
consagraréis la unidad
divina, teniendo unidos
el sentimiento y la
razón.”
(PABLO, apóstol.)
Creado con fines
lucrativos y para
atender al ansia de
dominación de una casta
parásito, el diablo fue
muerto y sepultado por
el conocimiento espírita
que nos informa de
manera limpia y
cristalina que no es
creíble que nuestro
Padre Celestial, el Dios
de Amor y Bondad, pueda
crear un ser eternamente
dedicado al mal,
afirmando, por otro
lado, que todos los
Espíritus son creados
simples e ignorantes,
siendo los malos
simplemente Espíritus de
evolución aún
incipiente, pero
susceptibles de alcanzar
a los más altos puestos
de la jerarquía
espiritual en el
transcurrir de lo
infinito de los tiempos.
[1] -
Sávio Laterce é mestre
em Filosofia pela
IFCS-UFRJ.
|