Como se da la influencia
espiritual en nuestra
vida y como podemos
neutralizarla
La influencia que los
Espíritus ejercen sobre
nuestros pensamientos y
acciones en el día a día
es mucho mayor de lo que
imaginamos, por cuanto
en muchas ocasiones son
ellos quienes nos
dirigen.
Leemos en el ítem 459 de
El Libro de los
Espíritus: – ¿Influyen
los Espíritus en
nuestros pensamientos y
en nuestros actos?
“Mucho más de lo que
imagináis. Influyen
hasta tal punto que, de
ordinario, son ellos los
que os dirigen.”
La Revista Espírita
de 1858 nos presenta un
ejemplo de ese hecho con
el caso del Sr. F.,
muchacho instruido, de
educación esmerada y
carácter suave y
benevolente, víctima de
un proceso de
fascinación que sólo
llegó al fin con la
ayuda de los buenos
Espíritus.
Inspirado por el
Espíritu de su padre, el
muchacho fue hasta
Kardec y buscó seguir el
consejo de los
Espíritus, que le
recomendaron entregarse
a un trabajo rudo que no
le dejara tiempo para
oír las sugerencias
malas.
Al fin del tratamiento,
el Espíritu que actuaba
sobre F., que se
identificó con el nombre
de François Dillois,
acabó confesándose
vencido y expresó el
deseo de progresar.
Comentando el caso,
Kardec hizo en la
Revista Espírita las
siguientes
observaciones:
1. Los Espíritus ejercen
sobre los hombres una
influencia saludable o
perniciosa; no es
preciso, para esto, ser
médium.
2. No teniendo la
facultad, ellos obran de
mil y una maneras.
3. La influencia de los
Espíritus sobre nosotros
es constante, y todos se
hallan expuestos a ella,
quieran creer o no.
4. Tres cuartas partes
de nuestras acciones
malas y de nuestros
malos pensamientos son
frutos de esa sugerencia
oculta.
5. No hay otro criterio,
sino el buen sentido,
para discernir el valor
de los Espíritus.
Cualquier fórmula dada
para ese fin por los
propios Espíritus es
absurda y no puede
emanar de Espíritus
superiores.
6. Los Espíritus
inferiores recelan de
los que les analizan las
palabras,
desenmascarando las
torpezas y no se dejan
prender por sus
sofismas.
La influencia espiritual
sólo se concreta en
virtud de la sintonía
que se establece entre
nosotros y los Espíritus
Conforme las enseñanzas
espíritas, la influencia
espiritual sobre
nosotros puede ser buena
o mala, oculta u
ostensiva, fugaz o
duradera, pero en toda y
cualquier situación sólo
se concreta en virtud de
la sintonía que se
establece entre nosotros
y ellos.
|
En muchos de los
pensamientos que
tenemos, nos surgen a
veces ideas diferentes e
incluso contradictorias
acerca del mismo asunto.
Probablemente en esos
momentos estemos siendo
blanco de la influencia
de los Espíritus, hecho
que no todos percibimos,
especialmente cuando
ella se da de forma
sutil y oculta, como se
verificó en el conocido
caso Custódio Saquarema,
que Humberto de Campos
(Espíritu) relató en su
libro “Cartas y
Crónicas”, psicografiado
por el médium Francisco
Cándido Xavier.
Custódio Saquarema fue
en la Tierra un
importante abogado y,
conforme sus propias
palabras, obtuvo mucha
consideración
y ganó
mucho
dinero en
la |
última
existencia,
volviendo, sin
embargo, a la
vida espiritual
mucho más pobre
que cuando hubo
partido, en el
rumbo de la
reencarnación.
Él renació en un
hogar espírita,
pero, como
sucede a la
mayoría de los
reencarnados,
traía consigo,
unidos a su
clima psíquico,
algunos socios
de adicciones y
extravagancias
del pasado que,
sin el vehículo
de carne, se
valían de él
para vincularse
a las
sensaciones del
plan terrestre. |
Su programa
reencarnatorio era
excelente, pero sus
vampirizadores, astutos
e inteligentes, actuaban
solapadamente, sin que
él, ni de lejos, les
presintiera la
influencia. Y lo hacían
a través de simples
consideraciones íntimas.
Tan inmediatamente se
vio salido de la
adolescencia, con buena
dosis de razonamientos
lógicos en la cabeza,
los instructores amigos
le exhortaron, por medio
de sus padres, a
cultivar el reino del
espíritu, refiriéndose
con eso al estudio,
abnegación,
perfeccionamiento, pero
dentro de él las voces
de sus acompañantes
surgían de la mente,
hilos del agua fluyendo
de fuentes, dándole la
falsa idea de que
hablaba consigo mismo:
"¿Cosas del alma,
Custódio? Nada de eso.
Tú hora es de juventud,
alegría, sol... Deja la
filosofía para
después..."
El caso Custódio
Saquarema es una prueba
de que la influencia
puede ser sutil y
disfrazada
Esas consideraciones se
repitieron a lo largo de
la existencia, cambiando
apenas de forma. Al
concluir la facultad,
las advertencias del
hogar se hicieron más
altas, llamándolo al
deber; sin embargo, sus
seguidores invisibles
replicaban con la mofa
inarticulada: "¿Ahora?
No es ocasión oportuna.
¿De qué manera armonizar
la carrera iniciada con
asuntos de religión?
¡Custódio, Custódio!...
¡Observa el criterio de
las mayorías, no te
hagas loco!..."
Años después, Custódio
se casó y, enseguida,
los llamados a la
espiritualización
recrudecieron. Sus
bellacos explotadores,
con todo, comentaron,
vivaces: "¡No cedas,
Custódio! ¿Y las
responsabilidades de
familia? Es preciso
trabajar, ganar dinero,
obtener posición, cuidar
de tú mujer e hijos..."
Cuando en la edad
madura, él aún recibía
los avisos de los buenos
Espíritus, por
intermedio de compañeros
dedicados, llamándolo a
la elevación moral por
la ejecución de los
compromisos asumidos;
más en la casa mental se
elevaban los argumentos
de sus obsesores
inflexibles: "Custódio,
tú tienes más
quehaceres... ¿Cómo
disminuir los negocios?
¿Y la vida social?
Piensa en la vida
social... Tú no estás
preparado para la
siembra de la fe..."
Llegaron, por fin, la
vejez y la enfermedad.
Custódio pasó entonces,
a sufrir y a
desencantarse y las
últimas invitaciones de
la Espiritualidad Mayor
aún insistían a que se
consagrara a las cosas
sagradas del alma,
mientras que los gritos
de sus antiguos
vampirizadores se
elevaban, irónicos,
soplándole sarcasmo,
como si fuera él mismo
ridiculizándose: "¡¿Tú,
viejo Custódio?! ¿Que
vas a hacer tú con el
Espiritismo? Es
demasiado tarde...
Profesión de fe,
mensajes de otro
mundo... ¿Qué se dirá de
ti, mi viejo? Tus
mejores amigos hablarán
de locura, senilidad...
No tengas duda... Tus
propios hijos te lo
impedirán, como siendo
un enfermo mental,
inepto para la dirección
de cualquier interés
económico... Tú no estás
más en el tiempo de
eso..."
Nótese, conforme el
propio Custódio
Saquarema observó, que
sus perseguidores no le
maltrataron el cuerpo,
ni le perturbaron la
mente. Alentaron sólo su
comodismo y, con eso, le
impidieron cualquier
paso renovador. Él fue
víctima, a lo largo de
la existencia, de una
especie de obsesión
disfrazada.
Los Espíritus infelices,
de mente ultrajada,
viven más con los
compañeros encarnados de
lo que se supone
Una forma, aunque
precaria, de distinguir
nuestros pensamientos de
los que nos son
sugeridos es comprender
que, normalmente,
pertenece a nosotros el
primer pensamiento que
nos ocurre. Lo
importante, sin embargo,
es saber que,
independientemente de
sugerencias o no, la
responsabilidad por los
actos es nuestra,
cabiéndonos el mérito
por el bien que de ahí
resultara o el demérito
si la acción es
negativa.
Allan Kardec explica en
la cuestión 462 de “El
Libro de los Espíritus”
que hacer esa distinción
no siempre es posible y
así lo justifica: “Si
fuese útil que
pudiéramos claramente
distinguir nuestros
propios pensamientos de
aquellos que nos son
sugeridos, Dios nos
habría dado el medio,
así como nos da el de
distinguir entre el día
y la noche. Cuando algo
queda impreciso, es que
así conviene a nuestro
beneficio”.
Nos dice Rodolfo
Calligaris en su libro
“Páginas de Espiritismo
Cristiano” que “pensar
es vibrar, es entrar en
relación con el Universo
espiritual que nos
envuelve, y, conforme la
especie de las emisiones
mentales de cada ser,
elementos similares se
le imantaron,
acentuándole las
disposiciones y
cooperando con él en sus
esfuerzos ascensionales
o en sus caídas y
deslices”.
No podemos, dice
Calligaris, descuidar
nuestra casa mental y
seguir toda la vida
arrastrados por la
acción maléfica de los
Espíritus
atrasados.
“Los
Espíritus
|
|
infelices, de
mente ultrajada,
viven más con
los compañeros
encarnados de lo
que se supone”,
acentúa
Calligaris. Se
mezclan en las
actividades
comunes,
deambulan en el
nido doméstico,
participan de
las
conversaciones,
siguen con los
comensales, de
quienes dependen
en proceso
legítimo de
vampirización.
“Se perturban y
perturban.
Sufren y hacen
sufrir. Odian y
generan odios.
Si son mezquinos
en sí mismos,
maltratan a los
otros.
Infelices, hacen
infelices.” |
Es, sin embargo, posible
neutralizar esa
influencia y, para eso,
la Doctrina Espírita nos
indica una receta
simple, sin embargo
infalible: la práctica
del bien y la fe en
Dios.
Las influencias
espirituales que nos
cercan forman parte de
las leyes de la vida y
las tentaciones
transcurren de eso
He ahí lo que, acerca
del asunto, enseñaron
los Espíritus Superiores
en la cuestión 469 de
“El Libro de los
Espíritus”:
“Haciendo el bien y
poniendo vuestra
confianza en Dios,
repelareis la influencia
de los Espíritus
inferiores y destruiréis
el dominio que sobre
vosotros intentan
ejercer. Guardaos de
escuchar las sugerencias
de los Espíritus que os
suscitan malos
pensamientos, que os
insuflan la discordia y
que os inducen a las
malas pasiones.
Desconfiad sobre todo de
los que exaltan vuestro
orgullo, pues os atrapan
por el punto débil. Por
eso Jesús os hace
repetir en la Oración
Dominical: No nos dejéis
caer en tentación, más
líbranos del mal.”
El fundamento de esa
enseñanza se encuentra
en la lección contenida
en el ítem 122 de la
misma obra, que más
adelante resumimos:
1. El libre albedrío de
que gozamos, apanágio
del Espíritu humano, se
desarrolla a medida que
el Espíritu adquiere la
conciencia de sí mismo.
2. Las influencias
espirituales que nos
cercan forman parte de
las leyes de la vida.
Las tentaciones
transcurren de eso: unos
ceden a ellas; otros
resisten.
3. Las buenas
influencias proceden de
los buenos Espíritus.
Las malas influencias
vienen de los Espíritus
imperfectos, que buscan
apoderarse de la
criatura y dominarla, y
la jubilan cuando lo
consiguen.
4. Fue ese hecho que dio
origen a dos figuras
bíblicas: la caída del
hombre y Satanás.
5. ¿Esa influencia sólo
se ejerce sobre el
Espíritu en su origen?
“No. Ella lo acompaña en
su vida de Espíritu,
hasta que haya
conseguido tanto imperio
sobre sí mismo, que los
malos desistan de
obsesarlo.”
Conseguir imperio sobre
sí mismo significa:
elevarse moralmente,
elevar el llamado patrón
vibratorio, lo que se
consigue con buenos
pensamientos, buenos
sentimientos y buenos
actos, es decir, la
práctica constante del
bien y de la caridad.
|