Cuando los alumnos
llegaron a la escuela
aquella mañana, el
ambiente estaba
alborotado.
- ¡La televisión fue
robada!
¡Un espanto! Curiosos y
horrorizados, se
dirigieron todos para la
sala de TV del colegio y
constataron que,
realmente, el soporte
estaba vacío
Se comentaba que alguien
entró, por la noche, y
robó la televisión
comprada con tanto
esfuerzo.
- ¿Quién habría hecho
esa maldad? – preguntó
uno de los profesores.
- Lo ignoro – respondió
el Director.
- ¿Alguna pista? –
indagó alguien con
tendencia a detective.
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El Director pensó un
poco y respondió:
- Bien, no fue forzada
ninguna puerta o
ventana. Infelizmente,
eso hace suponer que el
responsable sea alguien
muy próximo de la
escuela. Además de eso,
como pueden ver, existe
un seguimiento de
pisadas llenas de barro.
- ¡¿Marcas de pies
embarrados?!...
La imaginación corrió
suelta. ¿Quién andaría
en suelo de tierra, y
que pudiese ensuciar el
suelo de la escuela?
Inmediatamente, algunos
alumnos se volvieron
para Toninho, con ojos
acusadores. Toninho era
el chico más pobre de la
escuela y vivía en una
chabola en los
alrededores de la
ciudad. Estudiaba con
bastante dificultad y se
vestía muy simplemente.
No era raro, cuando
llovía, obligado, él
dejaba los zapatos
embarrados en la puerta,
y entraba descalzo para
no ensuciar la sala.
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- ¡Fue él, señor
Director! – acusó un
alumno, apuntándolo con
el dedo en ristre.
El chico, a pesar de
estar sorprendido,
respondió sereno:
- ¿Por qué me estás
acusando, Jorge? ¡Nunca
robé nada!
- Porque tú eres el
chico más pobre de la
escuela.
- ¿Y qué? – replicó
Toninho.
- ¡Un día aun tú
estabas contando que no
tenéis televisión en tú
casa, y decías como te
gustaría tener una!
- Es verdad. ¡Con todo,
eso no prueba que robé
la TV de la escuela! –
se defendió Toninho.
El Director interfirió:
- Él tiene razón, Jorge.
El hecho de que Toninho
no tenga televisión no
quiere decir que la haya
robado
- ¿Y los zapatos de él?
¡Viven sucios de barro!
– afirmó otro niño.
Y la confusión se
estableció. La mayoría
de los alumnos tomó
partido de Toninho, que
era muy estimado; otros
quedaron del lado de
Jorge, en la acusación.
En el momento en que los
ánimos estaban más
alterados, entra en la
sala uno de los
profesores con el
aparato de TV en los
brazos.
- ¡Con permiso! ¡Con
permiso! ¡Dejénme pasar!
Alumnos y profesores,
perplejos, se apartaron
abriendo paso al
profesor Henrique. Al
ver al director a su
frente con aire de
interrogación, el
profesor explicó:
- Discúlpeme, director,
no haber avisado de que
iba a llevar el aparato
para arreglar. Ayer,
cuando fui a probarlo,
vi que estaba con un
defecto y, como había
programado pasar una
película para los
alumnos hoy, volví a la
escuela y cogí la TV.
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Satisfecho, llevó el
aparato hasta su soporte
vacío, lo colocó en el
lugar y después, en
medio del silencio
general, sonrió:
- Listo. Ahora está en
orden.
Sólo entonces notó que
todos estaban
extrañamente callados.
- ¡Están con una cara!
¿Ocurrió alguna cosa? –
preguntó.
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El director respondió,
serio:
— Ocurrió, sí, pero está
todo en orden ahora.
Gracias a Dios usted
llegó, Henrique,
impidiendo que se
cometiera una
injusticia. Y aprendemos
una lección: que no se
debe juzgar nadie.
Jorge y su grupo,
avergonzados, se
aproximó a Toninho y lo
abrazaron pidiendo
perdón.
— Estoy sintiéndome muy
mal, Toninho. Yo te
juzgué porque eres
pobre. Tuve prejuicios y
comprendo ahora que
pobreza no significa
falta de honestidad. ¿Tú
me perdonas? Quiero que
seamos amigos. ¡Amigos
de verdad!
- Claro que te perdono,
Jorge.
Se abrazaron, para
satisfacción de todos
los presentes, y Jorge
habló:
- ¡Tú eres un gran
chico!
Toninho sonrió, después
completó, en tono de
bromas:
— ¡Pero ten cuidado,
Jorge! No te olvides que
Jesús enseñó que cada
uno será juzgado
conforme juzga a los
otros.
Tía Célia
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