El equipo espiritual de
Jesús
Presentamos en esta edición
el tema
nº
133
del Estudio Sistematizado de
la Doctrina Espirita, que
está siendo presentado aquí
semanalmente, de acuerdo con
el programa elaborado por la
Federación Espirita
Brasileña, estructurado en
seis módulos y 147 temas.
Si el lector utiliza este
programa para el estudio en
grupo, sugerimos que las
cuestiones propuestas sean
debatidas libremente antes
de la lectura del texto que
a ellas sigue.
Si es destinado solamente
para uso por parte del
lector, pedimos que el
interesado intente
inicialmente responder las
cuestiones y solo después
lea el texto referido. Las
respuestas correspondientes
a las cuestiones presentadas
se encuentran al final del
texto abajo.
Cuestiones
para debate
1. ¿Qué hechos importantes
para la vida en la Tierra
precedieron el nacimiento de
Jesús?
2. Después de la
crucificación de Jesús,
¿dónde y con quién fue a
vivir María?
3. ¿Por qué la cabaña donde
María fue a vivir era
conocida por el nombre de
“Casa de la Santísima”?
4. Para recibir el influjo
mental de Jesús, el
Evangelio nos da noticias de
una pequeña congregación de
médiums. Mencione algunos de
ellos.
5. ¿Quién fue Juan Bautista
y cuál la importancia de su
misión como precursor del
Mesías?
Texto para la
lectura
Después de la crucificación
de Jesús, María fue a vivir
con Juan
1. Los historiadores del
Imperio Romano siempre
observaron con espanto los
profundos contrastes de la
gloriosa época de Augusto.
Cayo Julio César Octavio
había llegado al poder
envuelto en una serie de
acontecimientos felices.
Empezaba con aquel joven
enérgico y
magnánimo una nueva era. El
gran imperio, como que
influenciado por un conjunto
de fuerzas extrañas,
descansaba en una onda de
armonía y júbilo, tras
guerras seculares
y tenebrosas. El paisaje
glorioso de Roma jamás hubo
reunido tan grande número de
inteligencias, ya que fue en
esa época que surgieron
Virgílio, Horácio, Ovídio,
Salústio, Tito Lívio y
Mecenas.
2. La razón de ese espanto
se debe al hecho de que
muchos historiadores no se
dieron cuenta de que fue en
esa misma ocasión que el
mundo conoció el Evangelio.
Se olvidaron de que el noble
Octavio era también hombre
y, obviamente, no
consiguieron saber que en su
reinado una cohorte
especial, afín a la obra de
Cristo, se aproximaba a la
Tierra, en una vibración
profunda de amor y de
belleza. Se acercaban de
Roma y del mundo no más
Espíritus belicosos, como
Aníbal o Alejandro, sino
otros que se vestirían de
los andrajos
de los pescadores para
servir de base
indestructible a las eternas
enseñanzas del Mesías.
Emergían en los fluidos del
planeta los que prepararían
la venida de Jesús y los que
se transformarían en
seguidores humildes e
inmortales de sus pasos
divinos.
3. Entre esos Espíritus se
destaca la figura de Maria
de Nazaret que, atendiendo
la solicitud de Jesús hecha
por ocasión de la
crucificación, fue a vivir
con Juan, al sur de Éfeso,
distante tres leguas
aproximadamente de la
ciudad. La habitación simple
en que los dos
pasaron a vivir se situaba
en un promontorio, de donde
se avistaba el mar. En lo
alto de la pequeña colina,
distante de los hombres, se
reunieron para cultivar el
recuerdo permanente
de Jesús. Posada y refugio
de los desamparados, la
sencilla casa se transformó
en un punto de asambleas
adorables, donde los
recuerdos del Mesías eran
cultivados por Espíritus
humildes y sinceros.
Fue en Éfeso que María pasó
a ser llamada Madre
Santísima
4. Maria exteriorizaba sus
recuerdos y hablaba de Jesús
con maternal ternura,
mientras el apóstol
comentaba las verdades
evangélicas. Grandes hileras
de necesitados acostumbraban
a concurrir a la casa de
campo generosa, y ella
atendía a todos los que la
buscaban
exhibiéndole sus úlceras y
necesidades. Su cabaña era,
entonces, conocida por el
nombre de “Casa de la
Santísima”. El hecho hubo
tenido origen en cierta
ocasión cuando un miserable
leproso, tras ser aliviado
en sus llagas, le besó las
manos, murmurando: “¡Señora,
sois la madre de nuestro
Maestro y nuestra Madre
Santísima!”.
5. Al lado de Maria estuvo
por algunos años un noble
Espíritu sobre el cual
tenemos pocas informaciones:
es José. Muy poco nos habla
la Biblia de José, pero fue
en su presencia que Jesús
nació y con Maria él estaba
cuando Jesús fue presentado
en el Templo y conducido
después a Egipto. También
fue él quien enseñó al hijo
el sencillo oficio de
carpintero. Todo indica, sin
embargo, que José ya había
partido para el mundo
espiritual cuando Jesús fue
crucificado, lo que
explicaría el pedido hecho
por el Maestro para que
Maria fuera, a partir de
aquel instante, a vivir con
Juan.
6. Para recibir el influjo
mental de Jesús, el
Evangelio nos da noticias de
una pequeña congregación de
médiums. Leemos así en los
apuntes de la Buena Nueva
que Zacarías e Isabel,
padres de Juan Bautista,
precursor de Cristo, “eran
ambos justos ante
Dios”; que Maria, la joven
simple de Nazaret, que
acogería al Mesías en sus
brazos maternales, se
hallaba en “posición de
alabanza delante del Eterno
Padre”; que José de Galilea,
el varón que lo tomaría bajo
tutela paternal, “era
justo”; que Simeón, el amigo
abnegado que lo aguardó en
plegaria, durante largo
tiempo, “era justo y
obediente a Dios”, y que
Ana, la viuda que lo esperó
en oración, en el templo de
Jerusalén, vivía “sirviendo
a Dios”.
Entre los nacidos de mujer,
el mayor fue Juan el
Bautista
7. Es preciso que
destaquemos también la
figura espiritual de Juan
Bautista, hijo de Isabel y
Zacarías, llamado “el
precursor”, porque fue él
quien preparó los pasos de
Jesús y lo presentó al
mundo. El advenimiento de
Juan se dio en
circunstancias muy
particulares, ya que, además
de ser sus padres bastante
ancianos, Zacarías fue
acometido de una mudez
temporal que solamente
finalizó con el nacimiento
del hijo.
8. Después del nacimiento de
Juan, – que fuera
anteriormente en la Tierra
el gran profeta Elías, de
que habla el 3º Libro de los
Reyes, capítulo 17, – vamos
a encontrar al Bautista en
su gloriosa tarea de
preparación del camino a la
verdad, precediendo el
trabajo divino del amor que
el mundo conocería en Jesús
Cristo. Vestido de piel y
alimentándose de miel
salvaje, esclareciendo con
energía y dejándose degollar
en testimonio a la verdad,
Juan precedió la lección de
misericordia y bondad que
Jesús iría a traer enseguida
al mundo.
9. Él se sentía,
efectivamente, “la voz que
clama en el desierto” y
preparaba “los caminos del
Señor”. Y fue de esa manera
que se presentó a los judíos
y a los levitas. Clasificado
por Jesús cómo “el mayor de
los nacidos de mujer”, él se
destacó por su austeridad en
el
modo de anunciar al Mesías,
llegando a atraer multitudes
que, convencidas de su
superioridad moral y
espiritual, entraban en el
Jordán para limpiarse de las
manchas del “hombre viejo” y
de allá salían limpias del
cuerpo para simbolizar la
limpieza del alma a que
aspiraban.
Respuestas a las cuestiones propuestas
1. ¿Qué hechos importantes
para la vida en la Tierra
precedieron el nacimiento de
Jesús?
Una cohorte especial, afín a
la obra de Cristo, se había
aproximado a la Tierra, en
una vibración profunda de
amor y de belleza. No más
Espíritus belicosos se
acercaban a Roma y del
mundo, como Aníbal o
Alejandro, sino otros que se
vestirían de los andrajos de
los
pescadores para servir de
base indestructible a las
eternas enseñanzas del
Mesías. Emergían en los
fluidos del planeta los que
prepararían la venida de
Jesús y los que se
transformarían en seguidores
humildes e inmortales de sus
pasos divinos. El paisaje
glorioso de Roma
jamás hubo reunido tan gran
número de inteligencias, ya
que fue en esa época que
surgieron Virgílio, Horácio,
Ovídio, Salústio, Tito Lívio
y Mecenas. A causa de eso,
el gran imperio, como
influenciado por un conjunto
de fuerzas extrañas,
descansaba en una onda de
armonía y júbilo, tras
guerras seculares y
tenebrosas.
2. Después de la
crucificación de Jesús,
¿dónde y con quién fue a
vivir María?
Maria, atendiendo la
solicitud de Jesús hecha por
ocasión de la crucificación,
fue a vivir con Juan, al sur
de Éfeso, distante tres
leguas aproximadamente de la
ciudad.
3. ¿Por qué la cabaña donde
María fue a residir era
conocida por el nombre “Casa
de la Santísima?
En aquella casa Maria
exteriorizaba sus recuerdos
y hablaba de Jesús con
maternal ternura, mientras
el apóstol comentaba las
verdades evangélicas.
Grandes hileras de
necesitados acostumbraban a
concurrir a la casa
generosa, y ella atendía a
todos los que la
buscaba. La cabaña pasó a
ser conocida por el nombre
de “Casa de la Santísima”
cuando un miserable leproso,
tras aliviado por ella en
sus llagas, le besó las
manos y murmuró: “¡Señora,
sois la madre de nuestro
Maestro y nuestra Madre
Santísima!”.
4. Para recibir el influjo
mental de Jesús, el
Evangelio nos da noticias de
una pequeña congregación de
médiums. Mencione alguno de
ellos.
Zacarías e Isabel, padres de
Juan Bautista, precursor de
Cristo; María, la joven
simple de Nazaret, que
acogió al Mesías en sus
brazos maternales; José de
Galilea, el varón que lo
tomó bajo la tutela
paternal; Simeón, el amigo
abnegado que lo aguardó en
plegaria, y Ana, la viuda
que lo esperó en oración en
el templo de Jerusalén.
5. ¿Quién fue Juan Bautista
y cuál la importancia de su
misión como precursor del
Mesías? |
Hijo de Isabel y Zacarías,
Juan Bautista, llamado “el
precursor”, fue quién
preparó los pasos de Jesús y
lo presentó al mundo. Juan
fue anteriormente en la
Tierra el gran profeta
Elías, de que habla el 3º
Libro de los Reyes, capítulo
17. Clasificado por Jesús
cómo “el mayor de los
nacidos de mujer”,
él se destacó por su
austeridad en el modo de
anunciar al Mesías, llegando
a atraer multitudes que,
convencidas de su
superioridad moral y
espiritual, entraban en el
Jordán para limpiarse de las
manchas del “hombre viejo” y
de allá salían limpias del
cuerpo para simbolizar la
limpieza del alma a que
aspiraban.
Bibliografia:
Mecanismos da Mediunidade,
de André Luiz, psicografado
por Francisco Cândido
Xavier, cap. 26.
Boa Nova, de Humberto de
Campos, psicografado por
Francisco Cândido Xavier,
pp. 15 a 24, 201 a 205.
O Espírito do Cristianismo,
de Cairbar Schutel, p. 68.
Primícias do Reino, de
Amélia Rodrigues,
psicografado por Divaldo P.
Franco, p. 37.
Evangelho segundo João,
19:25-27.
Evangelho segundo Lucas,
1:26-38.
Evangelho segundo Mateus,
11:11.
Manual Bíblico, de Henri H.
José Halley, p. 368.