Lecciones
de un
misionero
Por todo
lo que
hizo y
por lo
que no
hizo;
por todo
lo que
dijo y
por
aquello
que no
dijo, D.
Hélder
Cámara
puede
ser
considerado
un
misionero
de Jesús
reencarnado
en
tierras
brasileñas
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Don
Hélder
Câmara
completaría
100 años
de
existencia
física,
este
año, si
aún
estuviera
reencarnado
entre
nosotros.
Considerado
como el
religioso
más
importante
de
Brasil
en
diversas
investigaciones
de
opinión
realizadas
por
varios
años
sucesivos
y como
el mayor
profeta
de
América
Latina
del
siglo XX,
por la
mayoría
de los
intelectuales
católicos.
Culto,
lector
voraz,
de una
inteligencia
primorosa, jamás traicionó los ideales |
de simplicidad del evangelio. Convivió con las personas más influyentes de la época (compadre de Roberto Marino) sin perder la simplicidad y sin dejarse picar por la “mosca azul”. |
Profeta
de la
Teología
de la
Liberación
antes
aun que
Gustavo
Gutiérrez
presentara
sus
ideas en
1971, se
destacó
cómo uno
de los
obispos
más
activos
en el
Concilio
Vaticano
II (1962
a 1965).
Consejero
personal
de
Juscelino,
fue
invitado
a ser el
primer
alcalde
de
Brasilia,
habiendo
rechazado
la
invitación
de forma
discreta.
Amigo de
dos
papas,
Juan
XXIII y
Paulo
VI,
siempre
denunció
los
abusos
de la
Iglesia
y su
connivencia
con los
errores
de los
poderosos.
Arzobispo
de
Recife y
Olinda
por
muchos
años,
vivió
junto a
los
pobres y
necesitados,
rechazando
habitar
el
palacio
episcopal,
prefiriendo
una
casita
modesta
junto a
una
iglesia,
donde él
mismo
atendía
al
teléfono.
Recibió
16
títulos
de
Doctor
honoris
causa de
las más
prestigiosas
universidades
europeas
y
americanas,
pero se
emocionaba
en todas
las
misas
que
rezaba y
hacía
sus
comidas
en
restaurantes
modestos
y cafés,
cercados
de
fieles
por
doquier.
Por todo
lo que
hizo y
por lo
que no
hizo;
por todo
que dijo
y por
aquello
que no
dijo,
puede
ser
considerado
un
misionero
de Jesús
reencarnado
en
tierras
brasileñas.
Aprendamos
con él.
En
cierta
ocasión,
la
policía
federal
tocó a
su
puerta:
–
Venimos
a
ofrecerle
un
equipo
de
seguridad.
Si el
Señor
muriera
en un
accidente
o es
asesinado
por un
loco, la
culpa
recaerá
sobre el
régimen
militar.
Don
Hélder
encontró
gracia
con
tamaño
cuidado
con su
seguridad.
De
hecho,
preocupación
con la
imagen
de
Brasil
en el
exterior:
– No
necesito.
Ya tengo
tres
personas
que
cuidan
muy bien
de mi
seguridad.
Los
delegados
quedaron
surpresos:
– Pero
no
consta
en
nuestros
registros.
Nadie
puede
tener
seguridad
privada,
sin
autorización
oficial.
Dénos
los
nombres
de
ellos.
El
arzobispo
contestó:
– Pues
no. Son
el
Padre,
el Hijo
y el
Espíritu
Santo.
“¡Yo
soy el
burrito
del
Domingo
de
Ramos!”,
dijo él
a la
Madre
Teresa
de
Calcuta
Una
noche,
una
pobre
familia
recurrió
a él:
– Señor
obispo,
la
policía
se llevó
a
nuestro
padre
confundido
con un
bandido.
Están
golpeándole
mucho a
él.
Don
Hélder
compareció
a la
comisaría.
– Señor
obispo –
exclamó
el
delegado
–, ¿el
Señor
por
aquí?
– Sí –
respondió
Don
Hélder
–, vine
a buscar
a mi
hermano.
– ¿¡Su
hermano!?
– Está
prendido
aquí.
¡Es el
fulano!
El
delegado
ordenó
la
inmediata
liberación
del
preso.
– Pero
los
Sres.,
son tan
diferentes
–
observó
el
delegado
– ¡en el
color y
en el
nombre!
Don
Hélder
no
titubeó,
dije la
verdad
que, tal
vez, el
delegado
no haya
captado:
– Es que
somos
hijos
del
mismo
Padre.
En un de
sus
viajes,
Don
Hélder
se
encontró
con la
Madre
Teresa
de
Calcuta.
En una
conversación
amiga,
ella le
preguntó:
“Don
Hélder,
¿cómo es
que el
señor
hace
cuando
el
pueblo
lo
aplaude
y toca
las
palmas.
¿Cómo
reacciona
su
corazón?”
Él
sonrió y
respondió:
“¡Yo soy
el
burrito
del
Domingo de Ramos! ¡Las palmas del |
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|
pueblo no son para el burrito, sino para Jesús”! |
En su
posesión
como
arzobispo
de
Recife y
Olinda,
dijo:
– En el
Nordeste
de
Brasil,
Jesús se
llama
Zé,
María y
Severino.
Cuando
uno de
los
sacerdotes
se
aproximaba
de él y
lo
trataba
de
“señor”,
él
rebatía
de
inmediato:
– ¡Señor
es Dios!
Nosotros
somos
hermanos
y
podemos
llamarnos
de
“usted”.
En
Recife,
encontró
un clero
en el
cual
había
sacerdotes
conservadores.
Nunca,
nadie
pudo
decir
que fue
dado de
lado o
marginado
por el
arzobispo.
A él le
gustaba
repetir:
– Si
usted
concuerda
conmigo,
me lo
confirma.
Pero, si
no está
de
acuerdo,
me ayuda
más
porque
me
obliga a
profundizar
mi punto
de
vista.
Un buen
ejemplo
de cómo
él
practicaba
eso
ocurrió
en 1969.
Don
Hélder
denunció
torturas
practicadas
contra
prisioneros.
El
Periódico
del
Comercio
publicó
una
entrevista
con el
vicario
de una
parroquia
céntrica
de la
ciudad.
El tal
monseñor
decía
que el
arzobispo
defendía
bandidos
porque
nunca
fue
víctima
de sus
actos
delincuentes.
Y
concluía:
“Sería
bueno
que
fuera
asaltado
y
torturado
para no
defender
más a
los
bandidos”.
Los
hermanos
de la
pastoral
exigieron
que Don
Hélder
diese
una
respuesta
de
altura.
“Para
nosotros,
cristianos,
la
comunión
con el
Padre
parece
más
simple
pero
damos
poco de
nosotros
para
vivirla
bien”
Él
defendió
el
derecho
del
sacerdote
a
manifestar
su
opinión,
excusándose
la
respuesta,
con el
siguiente
argumento:
– Eso de
lo cual
me acusa
no es
justo,
pero
tengo
otros
pecados.
Acepto
la
acusación
de lo
que no
hice
para que
Dios me
perdone
algún
mal que
hice.
Durante
algunos
años, él
presidió
la misa
de la
Fiesta
de
Nuestra
Señora
de los
Placeres.
El
segundo
año de
la
fiesta,
su coche
hubo
averiado
antes
del
Morro de
los
Guararapes.
El
arzobispo
subió a
pie.
Tomó una
de las
laderas
de
tierra.
Y, en el
camino,
vio en
una casa
que allí
se
reunía
una
comunidad
umbandista.
Paró y
entró en
la casa.
Saludando
a todos,
los
bendijo
y se
hizo
bendecir
por
ellos.
Después,
retomó
el
camino y
fue a
celebrar
la misa
de la
fiesta.
Consultado
sobre
eso, él
sonrió y
respondió
que
tenía
una
profunda
admiración
a esos
hermanos
que
sudan,
se
cansan,
saltan y
bailan
por toda
la noche
para
recibir
el
Espíritu.
Concluyó:
‘Para
nosotros,
cristianos,
la
comunión
con el
Padre
parece
más
simple
y, sin
embargo,
nosotros
damos
poco de
nosotros
mismos
para
vivirla
bien.
Esos
hermanos
del
orixá
tienen
mucho
que
enseñarnos”.
Consejo
dado al
papa
Paulo
VI:
– ¡Ah!
¡Santo
Padre,
sería
tan
bueno si
el señor
pudiera
cerrar
el Banco
del
Vaticano,
el Banco
de Roma,
el Banco
católico
de
Vêneto y
pudiera
donar
todo el
Vaticano
para la
Unesco,
¡a
servicio
de la
cultura
mundial!
El señor
entonces
iría a
descubrir
una casa
pequeña,
una casa
de
dimensión
humana
en Roma,
y
pasaría
a vivir
allá.
Una casa
abriendo
para una
plaza,
de modo
que el
señor
pudiera
recibir
peregrinos
del
mundo,
¡recibirlos
como
personas!
¡Como a
mí me
gustaría
verlo en
medio
del
pueblo!
El
pueblo
cogiendo
al Papa,
empujando
al Papa,
todo el
mundo
dando la
mano al
Papa.
Naturalmente,
sus
consejeros
dirán
que no
puede
ser, que
hay
peligro
hasta de
un
atentado.
Perdóneme,
Santo
Padre,
pero
todas
las
noches
yo pido
para que
el Papa
un día
se
muera.
¡Hace
tanto
tiempo
que un
pastor
no muere
por sus
ovejas!
“Si no
estoy
engañado,
nosotros,
hombres
de
Iglesia,
deberíamos
realizar
dentro
de ella
los
cambios
que
exigimos
de la
sociedad”
Algunos
pensamientos
de Don
Hélder:
“Nunca
se debe
temer la
utopía.
Me
agrada
decir y
repetir:
cuando
se sueña
sólo, es
un
simple
sueño,
cuando
muchos
sueñan
el mismo
sueño,
es ya la
realidad.
La
utopía
compartida
es la
agente
de la
historia.”
“El día
en que
la
juventud
sea
comedida,
prudente
y fría
como la
vejez,
el país
morirá
de
tedio.”
“Ay de
nosotros
si sólo
aprobaciones
y
alabanzas
encontráramos
en
nuestro
camino:
acabaríamos
creyendo
en el
propio
valor,
lo que
acostumbra
a ser el
comienzo
del
fin.”
“Llegué
a pensar
en mi
infancia
que
Cristo
tal vez
hubiera
exagerado
al
hablar
del
peligro
de la
riqueza.
Hoy, sé
que es
dificilísimo
ser rico
y
conservar
entrañas
humanas.”
“Nosotros
también
tenemos
nuestros
fallos y
nuestros
pecados,
pues
encubrimos
injusticias
sociales
enormes
con
limosnas
generosas
y
espectaculares.”
“El
moralismo
y lo
jurídico
hicieron
mucho
mal en
la
Iglesia.
Son
gravemente
responsables
por la
partida
de
muchos,
por la
indiferencia
de un
número
aún
mayor de
otros, y
por la
falta de
interés
de los
que
podrían
mirar la
Iglesia
con
simpatía,
pero se
encuentran
con el
desanimo
delante
de
nuestro
farisaísmo.”
“Si no
estoy
engañado,
nosotros,
hombres
de
Iglesia,
deberíamos
realizar
dentro
de ella
aquellos
cambios
que
exigimos
de la
sociedad.”
“Con
mucha
frecuencia,
hablamos
de
pecados,
pero
prefiero
hablar
de
flaquezas.
Mientras
más se
conoce a
las
personas
por
dentro,
mejor se
percibe
que
existe
mucho
más
flaqueza
que
malicia.”
“Digo a
vosotros:
el ideal
es tener
las
manos de
Marta y
el
corazón
de
María.”
“Los
que no
creen
tienen
en común
con los
que
creen
que el
Señor
cree en
ellos.”
“Me
gustaría
ser un
simple
pozo de
agua
para
reflejar
el
cielo.”
“Cuando
doy
comida a
los
pobres,
me
llaman
santo.
Cuando
pregunto
por qué
ellos
son
pobres,
me
llaman
comunista.”
“Siempre
y en
todo
lugar
del
mundo,
si se
busca
vivir
verdaderamente
el
Evangelio,
se corre
el
riesgo
de
sinsabores.”
“El
Creador
no
quiere
salvar
solamente
el alma.
Quiere
salvar a
todo el
hombre,
cuerpo y
alma,
con
herencia
en el
cielo y
en la
Tierra
también.”
“Hay
miserias
enormes,
delante
de las
cuales
no
tenemos
el
derecho
de
quedar
indiferentes.”
Muchas
veces,
la forma
es dar
una
atención
inmediata.
Pero no
vengo a
ayudar a
nadie a
engañarse,
pensando
que
basta un
poco de
generosidad
y de
asistencia
social.”
“En la
guerra
contra
la
injusticia,
el
ochenta
por
ciento
del
tiempo y
de los
esfuerzos
deben
ser
dedicados
al
cambio
de las
estructuras
y a la
promoción
humana,
pero el
veinte
por
ciento
restante
debe
estar
disponible
para
socorrer
a los
heridos,
a las
víctimas
de la
guerra.”
Don
Hélder
Pessoa
Cámara
(Fortaleza,
7 de
febrero
de 1909
—
Recife,
27 de
agosto
de 1999)
fue
obispo
católico,
arzobispo
emérito
de
Olinda y
Recife y
uno de
los
fundadores
de la
Conferencia
Nacional
de los
Obispos
de
Brasil (CNBB).
Gran
defensor
de los
derechos
humanos
durante
el
régimen
militar
brasileño,
predicaba
una
Iglesia
simple
volcada
para los
pobres y
la no
violencia.
Por su
actuación,
recibió
diversos
premios
nacionales
e
internacionales.
Fue el
único
brasileño
indicado
cuatro
veces
para el
Premio
Nóbel de
la Paz.
|