El sexo y la
homosexualidad a la luz
de la Doctrina Espírita
Desde el reino animal,
los contactos sexuales
constituyen un vehículo
importante con que el
principio inteligente
trabaja los rudimentos
de los sentimientos de
afecto con vistas a
alcanzar lugares más
elevados de
manifestación
El Espíritu, como
principio inteligente, a
priori, no tiene un sexo
definido. Esto equivale
a decir que, a pesar de
que la potencialidad
sexual es algo inherente
a todos los Espíritus,
no existe, previamente,
una diferencia de
género, masculino o
femenino, en el
principio inteligente.
Esa característica no es
una exclusividad para el
aspecto sexual del
comportamiento de la
criatura, pues lo mismo
ocurre en todas las
demás áreas de actividad
del ser, una vez que el
Espíritu no posee
cualquier equipaje
espiritual o cultural en
el inicio de su
trayectoria de
desarrollo anímico. Sin
embargo, eso no impide
que él adquiera un
comportamiento altamente
polarizado en el área
genésica como función de
la sucesión de las
experiencias
encarnatorias.
El Creador dotó las
manifestaciones de
carácter sexual de altos
niveles de sensación
para que la
reencarnación, y con
ella la perpetuación de
la especie, pudiera ser
sostenida a través de la
producción continua de
nuevos cuerpos
materiales. De hecho,
este mecanismo estaría
asociado a la Leyes
naturales de
reproducción y
conservación, en
concordancia con “El
Libro de los Espíritus”.
Además, desde el reino
animal, los contactos
sexuales constituyen un
vehículo importante para
la constitución de los
lazos familiares, donde
el principio inteligente
trabaja los rudimentos
de los sentimientos de
afecto, buscando, al
trabajar las
sensaciones, alcanzar
sentimientos y lugares
más elevados de
manifestación
espiritual.
De cualquier manera, la
intensidad del instinto
sexual constituye algo
extremadamente
importante en el
comportamiento de la
criatura, lo que llevó a
Freud a definir al ser
humano como “un animal
sexual”. Realmente,
herencia de las
sensaciones animales
aliada a la ausencia de
ideales superiores hace
al ser humano esclavo de
sus manifestaciones
fisiológicas.
Por eso, Joanna de
Ângelis divide los seres
humanos en hombres
fisiológicos y hombres
psicológicos. Los
primeros sólo tendrían
intereses y actitudes
buscando satisfacer sus
necesidades sensoriales,
como comer, dormir y
mantener relaciones
sexuales. Los últimos no
se restringirían a esas
manifestaciones y,
presentando valores más
elevados, serían
portadores de ideales
superiores, o sea,
objetivos existenciales
mayores en las áreas del
trabajo, de la
educación, de la
fraternidad, de la
religiosidad etc.
Además, los hombres
psicológicos
desarrollarían sus
actividades
fisiológicas con
profundo respeto a sí
mismos, al cuerpo físico
de que son portadores y
a los hermanos envueltos
en esas manifestaciones,
evitando excesos que
pueden acarrear procesos
carmicos de difícil
resolución.
Prostitutas y
homosexuales son, dentro
del contexto de la
tradición
judaico-cristiana,
tratados de forma poco
fraterna
Ese gran impacto
comportamental oriundo
de nuestras energías,
tendencias y
experiencias sexuales
responde a varios
desequilibrios de la
humanidad. El ser humano
siempre osciló entre el
completo desajuste y las
abruptas castraciones de
las energías sexuales.
El
desajuste sería una
consecuencia de
propuestas materialistas
que buscan a la
obtención del placer
sensorial hasta la
exhaustación como
principal forma de
realización humana. La
castración, en la
mayoría de las veces con
origen en tradiciones
culturales basadas en
religiones machistas,
sería
motivada por la
conciencia de culpa en
manifestaciones
afectivo-sexuales que
traemos tanto de forma
consciente como de
manera inconsciente,
incluyendo, ahí,
equipajes de
reencarnaciones
anteriores. Esa
conciencia de culpa, en
función de varios
desequilibrios en esa
área, llevó a los
religiosos del pasado a
considerar,
equivocadamente, el sexo
como algo extremadamente
pecaminoso y con
funciones exclusivamente
conectadas a la
procreación. De esta
forma, el individuo que
anhelara ser considerado
“santo” y “dirigente
religioso” necesitaría
“por decreto” abstenerse
de cualquier
manifestación sexual.
Obviamente, no se puede
alterar un
comportamiento
tan importante
simplemente por la
imposición de una regla.
Esa mentalidad generó
profundos conflictos
afectivo-sexuales en
innumerables religiosos,
los cuales continúan
ocurriendo hasta los
días actuales,
generando, en los casos
más drásticos, tristes
acontecimientos como
pedofilia, abusos
sexuales, entre otros.
Realmente, los traumas
en el área sexual son
tan intensos que los
diversos tipos de
prejuicios enfocados en
la cuestión sexual son
de los más
discriminatorios y
crueles de nuestra
sociedad. Prostitutas y
homosexuales son, sobre
todo dentro del contexto
de la tradición
judaico-cristiana,
tratados de forma muy
poco fraterna hasta los
días de hoy. Es
interesante y a la vez
triste constatar que
cuando deseamos ofender
a alguna persona,
normalmente acusamos a
los hombres de ser
homosexuales o maridos
traicionados y las
mujeres de ser
prostitutas. Obviamente,
las ofensas son más
sentidas cuando son
dirigidas a seres
queridos cómo es el caso
de las madres, lo que
motivó, infelizmente, la
elaboración de las más
divulgadas “palabrotas”
de nuestra sociedad. Eso
explica en parte la
chocante constatación de
que la
mayoría de los hombres
de nuestra sociedad es
más ofendida cuando es
acusada de ser
homosexual que de ser
asesino o ladrón. Esa
especie de “odio sexual”
transcurre, como mínimo
parcialmente, de nuestra
poca elevación al
trabajar los bagajes
instintivos que
traemos de nuestro
estadio en etapas
primitivas del reino
animal, donde la energía
sexual era un punto
decisivo en la formación
de los grupos y en la
determinación de la
jerarquía de los
mismos.
Las tendencias sexuales
en niveles variados
constituyen una
característica inherente
al proceso
reencarnatorio
En este contexto, vale
registrar que la
tendencia homosexual en
sí misma no representa
ningún tipo de caída
espiritual, una vez que
el Espíritu inmortal
recorre incontables
reencarnaciones pudiendo
alternar el sexo de los
cuerpos utilizados.
Siendo así, las
tendencias
sexuales en niveles
variados constituyen una
característica inherente
al proceso
reencarnatorio. De
cualquier manera, tal
como ocurre con la
heterosexualidad, la
homosexualidad requiere
mucha vigilancia para no
ser “motivo de
escándalos” a su
portador, teniéndose en
cuenta el comportamiento
sexolatra generalizado
en nuestra sociedad.
Como todo
comportamiento, el sexo
es antes de todo una
actitud mental. De esta
forma, a partir de las
continuas experiencias
reencarnatorias, el
Espíritu adquiere
hábitos sexuales que se
hacen marcas muy
arraigadas en su
personalidad. De esta
forma, después de
trillar incontables
experiencias en el reino
animal, el Espíritu
llega a la condición
hominal con
condicionamientos
profundos en el área
sexual,
independientemente de la
vestimenta física que
cargue en una
reencarnación
específica.
Después, factores como
educación familiar
deficiente; ausencia de
elevado nivel de
educación religiosa para
una orientación sexual
sólida (que es fruto de
la orientación moral de
una forma general) y
llena de prejuicios;
influencia de amigos sin
mayores recursos
ético-morales, sobre
todo en el área
sexual(ya que en la
adolescencia, fase
decisiva para la
formación del
comportamiento sexual
del individuo, el joven
desea ser aceptado por
el grupo y desarrolla
una gama de actividades,
en la mayoría de las
veces, vinculado a un
grupo de amigos);
excesivo llamamiento
sexual en todos los
medios de comunicación;
influencia de entidades
espirituales infelices,
entre otros,
favorece un tipo de
“sexualización” del
comportamiento de
nuestros niños y jóvenes
de manera extremadamente
precoz, en una fase en
que el individuo aún
está formando sus
valores personales en la
nueva reencarnación. De
esta manera, gran número
de jóvenes recién
salidos de la infancia
ya presenta
comportamiento
sexualmente activo,
muchas veces con alto
grado de promiscuidad,
antes aun de tener la
mínima condición para
administrar sus propias
vidas. Consecuentemente,
adolescentes e incluso
pre-adolescentes
enfrentan el llamado
“embarazo indeseado”,
iniciando procesos
reencarnatorios
irresponsables que
afectan a varios
individuos. Eso cuando
permiten que tales
reencarnantes nazcan, lo
que, indiscutiblemente,
ya presenta un
significativo mérito,
pues, en varios casos,
las jóvenes madres optan
por la lamentable
alternativa del aborto.
Hay Espíritus que traen
marcas profundas del
sexo opuestoen su
organización psicológica
Por otro lado, vale
decir que en nuestra
sociedad, vacia de
valores morales,
nosotros salimos de una
terrible homofobia para
un comportamiento mixto,
donde determinados
núcleos aceptan y hasta
estimulan la
homosexualidad y otros
centros continúan
presentando casi que un
verdadero odio al
homosexual.
Ahora, nuestro cuerpo
físico constituye una
herramienta fundamental
a nuestra encarnación y,
como espíritas, sabemos
que “el acaso no
existe”. De esta forma,
nosotros no podemos
creer que reencarnamos
en el sexo equivocado,
así como sería ilógico
creer que reencarnamos
en la
familia equivocada o en
una situación
socioeconómica
equivocada y así por
delante. De esta forma,
la actitud natural de
los padres sería,
obviamente, favorecer la
formación heterosexual
de los niños y jóvenes,
una vez que el cuerpo
que Dios nos concedió
tiene una función
específica prendida al
sexo en cuestión.
Obviamente, hay
Espíritus que traen
marcas profundas del
sexo opuesto en su
organización psicológica
y son aquellos que,
hasta cierto punto
pertinentemente, afirman
que “no escogieron su
orientación sexual, sino
que nacieron así”. Por
otro lado, en muchas
familias, niños y
jóvenes con conflictos
sexuales muy sutiles,
inclusive explicables
dentro del contexto de
los conflictos naturales
de la edad, que serían
perfectamente cercados
con el apoyo familiar y
la orientación espírita,
reciben un inadecuado
estímulo al
comportamiento
homosexual. Algunas
veces son, inclusive,
estimulados en esa
elección por psicólogos
y educadores, en una
actitud de consecuencias
lastimosas del punto de
vista espiritual. Son
aquellos que muchas
veces sin ninguna marca
más efectiva del sexo
opuesto “hacen la opción
homosexual”. Ahora, la
homosexualidad no
debería ser una opción
como la elección de un
curso en el vestibulo o
de un modelo de coche en
el concesionario porque,
en principio, la
elección natural debe
ser aquella debida por
la propia constitución
física del individuo.
Ciertamente, adversarios
espirituales pueden
astutamente aprovecharse
de ese descuido de
padres y de educadores
para acentuar
perturbaciones mínimas
al punto de engendrar
profundas problemáticas
sexuales. Los obsesores,
obviamente, se
aprovechan de la
fragilidad espiritual
de las futuras víctimas,
para forjar
desequilibrios que
vengan a desajustar al
reencarnado, ya en el
inicio de su existencia,
lo que puede comprometer
toda la reencarnación
del individuo, que, en
principio, podría no ser
realmente un
homosexual.
La obsesión sexual tiene
en los desequilibrios
sexuales de la propia
criatura la antena
psíquica correspondiente
En ese punto, el apoyo
espírita es fundamental
para que el niño y el
joven tengan a quién
recurra ya que en muchos
casos el joven no tiene
con quién hablar sobre
el asunto, pues en su
familia no tendría
confianza para abordar
el problema. En ese
área, evangelizadores,
dirigentes de la
juventud espírita y
trabajadores de la casa
espírita de una forma
general tienen una gran
responsabilidad en lo
que se refiere al
auxilio fraterno a esos
hermanos.
Sobre la llamada
“obsesión sexual”,
podemos citar el
excelente libro de
Manoel Philomeno de
Miranda por la
mediumnidad de Divaldo
Pereira Franco, titulado
“Sexo y Obsesión”, así
como “Sexo y Destino”
(por la mediumnidad de
Francisco Cândido Xavier
y Waldo Vieira), “En el
Mundo Mayor”
(por la mediumnidad de
Francisco Cândido
Xavier) y otros de la
labra de André Luiz como
valiosas fuentes de
informaciones
concernientes a un
cuadro de verdadera
“pandemia obsesiva” en
el área sexual que
existe en nuestra
sociedad. Lógicamente,
como ocurre con todo
proceso obsesivo, la
obsesión sexual tiene en
los desequilibrios
sexuales de la
propia criatura la
antena psíquica para
captar mensajes afines a
esas tendencias. Esto
implica que ese cuadro
real de influencia de
manera ninguna los exime
de nuestras
responsabilidades, pues
tales contactos están
basados en nuestros
propios deseos y
fijaciones conscientes y
subliminales.
Si tuviésemos en
consideración las
informaciones obtenidas
a través de los médiuns
más confiables sobre
reencarnaciones de
personalidades
conocidas, llegaremos a
la conclusión que la
repetición de un mismo
sexo es el fenómeno más
común. Emmanuel, Yvonne
Pereira, Francisco de
Asís, Allan Kardec,
Chopin, Joanna de
Ângelis, Napoleón
Bonaparte, entre otros,
habrían reencarnado en
varias ocasiones en un
mismo sexo. El propio
Dr. Hernani Guimarães
Andrade, afirmando que
“el sexo es una de las
áreas del comportamiento
humano que más imprime
carácter en el ser
humano”,
llega a concluir que la
reencarnación es factor
decisivo para el hecho
del comportamiento
homosexual, cuando el
individuo que
psíquicamente construyó
una trayectoria en un
sexo se reencarna en el
sexo opuesto. Siendo el
sexo una actitud mental,
una secuencia
reencarnatoria
significativa en un
mismo sexo formatearía
una serie de fijaciones
psicológicas difíciles
de ser modificadas
solamente a través de
una única experiencia
reencarnatoria, en
cuanto a la definición
del sexo del nuevo
cuerpo durante la
planificación
reencarnatoria.
El Asistente Silas dice
que la inversión sexual
ocurriría encasos de
misión y en casos de
expiación
Ahora, a no ser en casos
más graves, en que tal
medida fuera, con
ocasión de fuerza mayor,
algo realmente
imprescindible, las
sucesivas y constantes
inversiones sexuales
causarían profunda
perturbación espiritual.
Si “Dios es amor”, “es
la Inteligencia
Suprema...” y “no da
fardos
pesados a hombros
frágiles”, no promovería
una transición tan
brusca en esa área si
eso no fuera, de hecho,
extremadamente
necesario. De hecho, el
objetivo de la
reencarnación es la
educación del Espíritu y
esa es premisa básica de
todo tipo de
planificación
reencarnatoria.
Obviamente, la elección
del sexo es un punto
capital en esa
planificación, pues
afecta directamente a
los tipos de actividad
así como los lazos de
relación que serán
desarrollados y/o
retomados.
Así, la inversión sexual
más brusca debe ocurrir
solamente cuando sea
estrictamente necesaria
y/o cuando no causara
mayor trauma en los
Espíritus en cuestión.
André Luiz aclara esa
cuestión en “Acción y
Reacción”
al relatar los
esclarecimientos del
Asistente Silas
(capítulo 15), que
asevera que la inversión
sexual ocurriría en
casos de misión y en
casos de expiación, que
sean referentes
específicamente a las
caídas en el área
sexual.
Si consideráramos la
experiencia del Dr.
Hernani Guimarães
Andrade en estudios de
reencarnación, podríamos
añadir los casos donde
el Espíritu no presenta
un comportamiento sexual
tan polarizado en uno de
los sexos. En este caso,
la inversión podría
causar un impacto mucho
más pequeño, o sea,
mucho menos conflictos y
traumas. Ese perfil
psicológico sería, bajo
cierto aspecto,
semejante a la inversión
sexual motivada por
grandes misiones
espirituales aquí en la
Tierra, pues sería, por
diferentes motivos, más
fácilmente manejable por
el propio reencarnante.
En la misión, esa
inversión no
perjudicaría, y, por el
contrario, beneficiaría
al misionero, pues,
fuera de una condición
más acorde con su
psiquismo, la obra sería
protegida de peligros
innecesarios, sin
perturbar al misionero
en
función de su evolución
espiritual en esa área.
En los casos de ausencia
de mayores marcas de
carácter sexual, a pesar
del Espíritu no
presentar tamaña
evolución, él se
adaptaría con cierta
facilidad tanto a un
polo sexual como al
otro.
Jesús oscilaba con
perfección y armonía
entre las cualidades
masculinas y femeninas,
conforme cada situación
El hecho del sexo ser,
antes de todo, una
actitud mental,
explicaría, en
concordancia con
aclaraciones del mentor
André Luiz en Evolución
en Dos Mundos (por la
mediumnidad de Francisco
Cândido Xavier y Waldo
Vieira), el hecho de que
Espíritus de
homosexuales puedan
cambiar sus respectivas
formas periespirituales
con el paso del tiempo,
después de la llegada al
mundo espiritual. Sin
embargo, como existen
diferentes vertientes de
comportamiento
homosexual, es posible
suponer que tal proceso
sea más común en los
llamados “transexuales”
que en otros tipos de
homosexuales, una vez
que los “transexuales”,
presentarían, en
principio, un cuadro
psicológico que
correspondería de manera
más contundente a la
inversión de la forma
sexual, es decir, a una
nueva morfología
corporal.
De hecho, el aprendizaje
referente a las
cualidades del sexo
opuesto podría, por lo
menos, hasta cierta
extensión, ser incautado
sin la necesidad
absoluta de
reencarnación en el otro
sexo. Tal propósito
podría ser asimilado,
aunque parcialmente, a
través de una actitud
evangélica y lúcida de
aprovechamiento de las
oportunidades evolutivas
tanto del punto de vista
intelectual como bajo la
perspectiva moral. De
hecho, las necesidades
actuales de la sociedad
han proporcionado y
estimulado el
aprendizaje
de una gama de
actividades que
tradicionalmente
pertenecían al llamado
“sexo opuesto”. Esa
realidad ha repercutido
positivamente en una
relación de mayor
fraternidad y menos
prejuicio entre hombres
y mujeres.
Joanna de Ângelis
analiza en “Jesús a
la luz de la psicología
profunda” (por la
mediumnidad de Divaldo
Pereira Franco) la
personalidad en nuestro
mayor maestro, modelo y
guía, Jesús de Nazaret.
En esta obra, la mentora
espiritual resalta que
Jesús oscilaba con
perfección y
armonía entre las
cualidades masculinas y
femeninas, de acuerdo
con cada situación, una
vez que, como Espíritu
puro, el Maestro ya
poseía en nivel de
excelencia ambos grupos
de cualidades. Él no
necesitaba ser
físicamente una mujer
para demostrar la
ternura materna en su
más elevada expresión,
así como exhibía el
comportamiento que
tipifica el amor más
característico de los
padres en otras
situaciones. Por lo
tanto, que el ejemplo de
Jesús sea una constante
en nuestras vidas como
meta a ser
seguida, inclusive en
relación al profundo
respeto y amor que
debemos al sexo
propiamente dicho y a
todos los hermanos,
independientemente de
sus hábitos sexuales de
cualquier especie.
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