No es preciso
que haya
disidencia o
divergencia de
opiniones para
que alguien
salga del centro
espírita del que
participa.
Aunque el hecho
sea hasta común
en muchas
localidades,
existen
experiencias que
muestran que la
expansión del
movimiento
espírita en una
ciudad puede
darse por medio
de la unión, y
no de la
desunión, entre
las personas.
Wellington Balbo
a eso se refiere
en el artículo
titulado “Un
buen motivo para
salir del
centro”,
publicado en
esta misma
edición. En su
artículo relata
él el caso que
se verifica en
la ciudad de
Promissão,
situada en el
interior del
Estado de São
Paulo, donde la
construcción de
centros
espíritas ocurre
obedeciendo a
una idea curiosa
y original, a
saber, se
determinan los
barrios donde
existe mayor
necesidad
material y
espiritual y -
con todos
empeñados en el
mismo propósito
– se arremangan
las mangas y se
construyen los
centros
espíritas
realmente
necesarios.
Vea el lector
que los centros
espíritas son
edificados
porque existe
necesidad, y no
porque las
divergencias
hicieron
insoportable la
convivencia de
ciertos grupos
en una
institución más
antigua.
Además, se
verifica en
Promissão otro
hecho, que no es
muy común, o
sea, los centros
espíritas de la
ciudad apoyan el
proyecto y se
unen para que la
obra a ser
realizada pueda
contar con los
recursos que le
son necesarios.
Mencionamos con
satisfacción la
experiencia
relatada por
nuestro
colaborador
Wellington Balbo
para decir que
esa experiencia
semejante fue
realizada
también en
Londrina, ciudad
donde se
localiza la sede
de esta revista.
A finales del
año 2000 un
grupo de
personas decidió
fundar en los
barrios más
populares de la
ciudad los
llamados Grupos
Familiares de
Espiritismo,
para ofrecer a
las familias
allí residentes
la asistencia
espiritual que
una institución
espírita puede
prestar a los
que de ella
necesitan.
El proyecto –
que dio, en
pocos años,
origen a la
fundación de
diversos centros
espíritas – se
inspiró en una
propuesta
presentada por
Janet Duncan, de
Londres, en el
Congreso
Espírita Mundial
realizado en
Portugal. La
propuesta
llevada al
Congreso por la
Sra. Duncan
respondía a una
pregunta
interesante:
¿Cómo hablar de
Espiritismo en
un país en que
no existen
espíritas?
Inicialmente,
conforme
orientación del
proyecto, los
Grupos
Familiares
realizarían
tan-solamente el
llamado Culto
del Evangelio
una vez por
semana, en la
residencia de
uno de sus
integrantes. Esa
actividad se
añadiría más
tarde a un
periodo de
tiempo dedicado
al
estudio de las
Obras de Allan
Kardec. Y en una
tercera etapa,
el Grupo sería
orientado a
realizar, si es
posible, una
segunda reunión
a la semana, con
la finalidad de
estudiar
metódicamente el
Espiritismo, con
énfasis para el
ESDE,
ofreciéndole el
pase magnético a
la personas del
barrio
necesitadas de
ese recurso.
La
transformación
del Grupo
Familiar en una
sociedad
debidamente
constituida
sería la cuarta
etapa, pudiendo
efectuarse o no,
por decisión del
propio grupo,
después de un
periodo
necesario de
maduración
y preparación de
los voluntarios.
Los fundadores
del proyecto
asegurarían a
los Grupos
Familiares, si
es necesario,
apoyo para
concretar todas
las etapas.
Conforme relata
André Luiz en el
libro “Los
Mensajeros”,
algunos
Espíritus fueron
llamados a
atender a
víctimas de los
ataques de la
aviación alemana
sobre la ciudad
de Bristol, en
Inglaterra.
Llegando allá,
todos se
emocionaron con
la visión de una
fuerte luz que
emanaba de una
comunidad de
creyentes que
cantaban, en una
pequeña iglesia,
himnos de
alabanza y
plegarias a
Dios. En medio a
los bombardeos
devastadores, la
fe y la devoción
atraían las
bendiciones del
Altísimo,
trayendo paz a
los corazones.
Implantar un
núcleo espírita
en un barrio o
en una ciudad en
que no exista
ninguno es
llevar a los que
allí residen esa
misma luz que se
irradia de los
que oran y de
los que buscan
en el Evangelio
la inspiración
para mejor
conducirse en el
mundo en que
vivimos.
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