El perdón hace
bien a la salud
Es conocida la
advertencia
evangélica
acerca del
perdón. Nos
enseñó Jesús que
constituye
medida saludable
la búsqueda de
nuestros
adversarios y la
reconciliación
con ellos, antes
de ofrecer a
Dios nuestras
ofrendas y
plegarias.
La doctrina
enseñada por los
Espíritus
superiores
incluye el
perdón de las
ofensas, la
indulgencia para
con las
imperfecciones
ajenas y la
benevolencia
para con todos
entre las
virtudes que
forman el
concepto de
caridad tal como
la entendía
Jesús.
Como la caridad
es, conforme la
Doctrina
Espírita, el
camino único de
la salvación –
pues no existe
otra manera de
interpretar la
máxima Fuera
de la caridad no
hay salvación,
adoptada por
Kardec –,
el perdón hace
bien en
cualquier
circunstancia,
sobre todo a los
que lo conceden.
Los
espiritistas,
todas las veces
que examinaban
esa cuestión,
jamás pensaron
en beneficios
materiales.
El bien
resultante del
perdón fue
considerado
siempre una
recompensa para
el Espíritu
eterno, aunque
no significara
ventaja alguna
en términos
puramente
materiales.
Usemos un
ejemplo cogido
de la vida.
Una persona es
expoliada por
alguien,
sufriendo por
eso un enorme
perjuicio. Al
perdonar a su
verdugo, ella no
obtiene, con ese
gesto, ninguna
compensación
material o
financiera, una
vez que sus
beneficios serán
tan solamente de
orden
espiritual.
Ese era el
pensamiento
dominante cuando
se hablaba del
valor del
perdón, hasta
que un hecho
nuevo vino a
mostrar que el
efecto de
perdonar a los
que nos
perjudican u
ofenden va
además de una
simple
satisfacción
interior que
ennoblece el
alma capaz de
ese gesto.
La novedad nos
vino de Michigan
(Estados
Unidos), donde
investigadores
del Hope College,
situado en la
mencionada
ciudad,
garantizan que
perdonar las
ofensas es una
forma de
mantener la
salud y puede
ser incluso
crucial para la
supervivencia de
la especie.
Comparándose los
latidos
cardíacos, la
cantidad de
sudor y otras
reacciones de
personas
expuestas al
sufrimiento o a
la rabia que
consiguieron o
no perdonar, fue
que los
investigadores
americanos
concluyeron que
perdonar hace
bien al cuerpo y
no solamente al
alma, algo que
Jesús, con toda
seguridad,
sabía.
Si fuera de otro
modo, el Maestro
no habría
insistido tanto
en el asunto,
que tuvo por
bien incluir
incluso en el
modelo de
plegaria que
pasó a la
posteridad con
el nombre de
Oración
Dominical.
Es fácil, pues,
comprender esta
sencilla lección
que Joanna de
Ângelis insertó
en el cap. 23 de
su libro
Episodios
Diarios,
psicografiado
por Divaldo
Franco:
“Sólo los
hombres de
pequeño porte
moral se vengan,
tumbado en un
foso más
profundo que
aquel en que se
encuentra su
perseguidor.
Si disculpas al
acusador, eres
mejor que él.
Si perdonas al
enemigo, te
encuentras en
más feliz
situación que la
de él. Si ayudas
a quién te
hiere, sea por
el motivo que
sea, lograste
ser un hombre de
bien, un
verdadero
cristiano.
¡Venganza, jamás!”
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