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Metaneurología
Una visión espiritual
del cerebro
(Parte 2 e final)
Los sueños
– la neurología ya nos
esclareció los ritmos
que transitamos durante
el sueño y algunos
mecanismos químicos
conectados a él. Ya
fueron identificados
centros en el hipotálamo
que estimulan el lóbulo
frontal
manteniéndonos
despiertos y núcleos de neuronas situadas en el
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puente que nos induce al
sueño. Sabemos, también,
que durante algunos
periodos de sueño, los
ojos se mueven,
revelando que en este
instante estamos
soñando. Dormir y soñar
son indispensables a
nuestra propia
supervivencia.
Conseguimos quedar más
tiempo sin comer que sin
dormir. El soñar está
íntimamente relacionado
con la consolidación de
memorias. Nuestra
víspera
no será recordada si no
durmiéramos y
produzcamos sueños,
algunos de ellos
conectados a los últimos
momentos de la fiesta
que nos animaba. |
El estudio de la mente
Gran parte de la
actividad cerebral es
fácil de ser reconocida
y definida. Por ejemplo,
reflejos son respuestas
que el sistema nervioso
produce reaccionando a
estímulos.
Comportamientos pueden
ser reducidos a un
conjunto de actitudes.
Emoción es un estado de
humor. Cuando vamos a
definir la mente, no
habrá términos
competentes ni acuerdo
entre los especialistas.
Clásicamente la mente es
vista como un conjunto
de funciones complejas
que
incluye memoria,
percepción, lenguaje,
conciencia y emoción. De
cualquier manera, la
mente es producto de una
actividad compleja del
cerebro.
El “cuerpo mental”
La neurología entiende
que para todos los
fenómenos psicológicos
existe un substrato
biológico que se revela
en la actividad
cerebral. Neuronas que
se despolarizan,
circuitos que se
organizan en redes,
áreas cerebrales que se
especializan en
movimientos y
sensaciones y regiones
que se agrupan
componiendo funciones
más o menos complejas,
construyendo la memoria
y componiendo el
lenguaje. La mente sería
resultado inmanente de
esa actividad compleja
del cerebro. Sin el
cerebro no existiría la
mente.
Mi propuesta sobre el
“cuerpo mental” se basa
en evidencias clínicas.
Ejemplos neurológicos
sugieren la existencia
de un cuerpo que
compone, construye y
expresa los fenómenos de
la mente. Con la “meta-neurología”
pretendemos sedimentar
la idea de que podemos
investigar y añadir,
paulatinamente,
conocimiento sobre la
anatomía y la fisiología
de ese “cuerpo mental”.
La neurología consiguió
fragmentar diversas
funciones cerebrales.
Sabemos, por ejemplo,
donde el cerebro
decodifica las
características físicas
de un objeto, pero no
sabemos como el cerebro
hace la integración de
esas informaciones.
¿Cómo el cerebro integra
nuestras memorias para
ofrecernos una identidad
única y permanente?
El “cuerpo mental” puede
resolver todas esas
cuestiones.
La investigación de lo
que ocurre en cuadros
clínicos como en la
histeria, en el trance
sonambúlico, en la
narcolepsia, en el
miembro fantasma nos
permite creer en la
existencia de una
fisiología específica de
ese “cuerpo Mental”.
Así, podemos considerar
que el no se aprisiona
en los límites de
nuestro cuerpo físico;
no se limita a los
circuitos y vías de la
anatomía cerebral y
circula por ambientes
que transcienden la
realidad física que
conocemos.
Funciones del “cuerpo
mental”
La visión
– El ojo humano registra
el impulso luminoso que
nos permite identificar
los objetos a nuestro
alrededor. El “cuerpo
mental” ve sin la
necesidad de luz. Él se
apodera de las
propiedades de los
objetos. Vamos a
considerar que estamos
delante de una moneda.
Con nuestros ojos vamos
a saber de su tamaño,
color, forma, tal vez su
procedencia y su valor.
Vamos a decir que se
trata de una
moneda del tiempo del
Imperio. Con el “cuerpo
mental”, independiente
de la luminosidad que
clarea la moneda, vamos
a identificar, además de
las características
físicas relatadas,
podemos registrar todos
los acontecimientos
relacionados con esta
moneda. El ambiente de
su fabricación y las
manos por donde ella fue
negociada incontables
veces. El “cuerpo
mental” registra los
aspectos físicos y los
eventos psicológicos a
ella relacionados.
El ojo humano no es el
instrumento de visión
del “cuerpo mental”.
Como lo que él detecta
es la vibración de los
cuerpos, los objetos son
percibidos en cualquier
parte del “cuerpo
mental” como, por
ejemplo, las puntas de
los dedos que tocan ese
objeto.
El lenguaje hablado
– la capacidad para
hablar, leer y escribir
están íntimamente
inter-relacionadas. Para
cada una de estas
funciones el cerebro usa
un conjunto de módulos
que se conectan por vías
de asociación. El niño
aprende a hablar oyendo
a las personas a su
alrededor, aumentando
progresivamente su
vocabulario. Para leer y
escribir el tendrá que
absorber el significado
de los símbolos que
representan las cosas
y las ideas traducidas
en palabras. Existen
cuadros clínicos en
pacientes neurológicos
que ilustran
didácticamente el
comportamiento de esas
funciones. Tenemos
lesiones capaces
de producir incapacidad
para reconocer las
palabras – agnosia
visual; para escribir –
agrafia; para leer –
dislexia y para hablar –
afasia. En el cuerpo
mental esas capacidades
están conectadas a la
percepción del contenido
mental de las ideas,
independiente de la
forma como ellas son
expresas. Vamos a
considerar ahora que
estamos delante de un
libro. Necesitamos leer
todo su contenido para
enterarnos de su
contenido. Con el
“cuerpo mental” nos
apoderamos de las ideas
expresadas en el libro,
de los eventos con el
relacionados y con su
autor.
La memoria
– El individuo común es
capaz de memorizar una
secuencia de siete
números, retiene algunos
teléfonos familiares,
sabe dirección de
algunos amigos,
recuerda sus nombres y
es capaz de relatar lo
que hizo los últimos
días.
Cuando hace relatos de
eventos antiguos como
fiestas o encuentros con
amigos, los relata de
manera más o menos
incompleta, resaltando
que algunos de esos
encuentros quedaron más
marcados
y son tenidos como
inolvidables. Cada uno
de esos relatos, cuando
son confrontados con el
testimonio de terceros,
tiene siempre el
coloreado de otras
versiones más o menos
enfáticas. Describir una
fiesta de graduación
tiene tantas versiones
como el número de
graduados.
La memoria de un
ordenador nos permite
abrir un texto ya
escrito y revisarlo para
corregir o añadir
detalles. La memoria del
“cuerpo mental” nos
permite abrir el
escenario del ambiente
vivido durante
los acontecimientos que
presenciamos. El nos
permite revivir el
pasado como si lo
trajésemos para el
presente. Viviendo un
hecho por una segunda
vez podemos añadir
elementos que no nos
habíamos
dado cuenta en la
primera ocasión en que
ocurrió. Un detective
podría ver un asalto y
de esa vez anotar la
placa del coche que gira
para salir huyendo.
Los sueños
– El “cuerpo mental” no
es prisionero del cuerpo
físico y, durante el
sueño, él tiene
posibilidad de liberarse
más o menos
parcialmente. La
emancipación del “cuerpo
mental” facilitada por
el sueño pone el “cuerpo
mental” delante de otras
realidades que él
incauta conforme su
nivel de conocimiento.
Una persona sin
experiencia colocada
delante de un ambiente
desconocido percibirá
muy poco de lo que está
presenciando. Sin
experiencia quedaremos
totalmente perdidos en
la UCI de un hospital,
en medio de una bosque
cerrado, en el mando de
un avión o entre la
multitud en un país
extraño. Y será así que
esas vivencias tendrán
que ser relatadas
después de pasar por el
filtro del cerebro
físico. Es ese el
contenido extraordinario
de los sueños, una
percepción espiritual
filtrada por el cerebro
físico. De vez en
cuando, en situaciones
especiales,
conseguiremos registrar
una copia fiel de
acontecimientos que
vivimos soñando,
fijándola con completa
lucidez.
La mente
– Tenemos, como
hipótesis, que la mente
es una entidad que se
corporifica en una
estructura organizada
que denominamos “cuerpo
mental”. Ese cuerpo
tiene existencia
extra-cerebral y
propiedades que se
diferencian de las
funciones cerebrales
conocidas.
La semiología
neurológica, analizando
determinados cuadros
clínicos, puede revelar
funciones que confirman
claramente la existencia
del “cuerpo mental”.
Podemos percibir que la
fisiología del “cuerpo
mental” nos da
informaciones
confiables que lo sitúa
más allá del cerebro
físico. Explorando sus
memorias podemos revivir
claramente el pasado.
Confirmamos que su
sensibilidad es afectada
por la vibración de las
substancias. Su forma de
percepción nos
posibilita contacto con
el contenido y
significado de los
objetos, más que con la
forma, y el lenguaje se
procesa por la
transmisión de ideas.
El “cuerpo mental”
inaugura un nuevo
paradigma para la
neurociencia clínica.
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