El
Evangelio según Lucas
Tercer
libro
del Nuevo Testamento
Lucas
(Discípulo de Pablo)
(Parte
5)
Damos
continuidad en esta edición al
Estudio Sistematizado del Nuevo
Testamento, que comprenderá el
estudio de los Evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan y del libro
Actos de los Apóstolos. El
estudio está basado en la versión
del Nuevo Testamento que el lector
puede consultar a partir de este
link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.
Las
respuestas correspondientes a las
cuestiones presentadas se
encuentran a finales del texto de
abajo.
Cuestiones
para el debate
1.
Cuando Jesús contó la parábola
del sembrador, algunas mujeres que
habían sido curadas por él lo
acompañaban. ¿Cuáles eran sus
nombres, según el evangelista
Lucas?
2.
¿Cuál es el sentido de la parábola
del sembrador, conforme la explicó
el propio Jesús?
3.
¿Cuáles eran las características
de la posesión cuya cura acarreó
para Jesús su expulsión de la
tierra de los gadarenos?
4.
Al atender a la hija de Jairo, que
juzgaban estar muerta, ¿quién
entró junto con Jesús en el
recinto en que se encontraba la
joven?
5.
Después de alimentar casi cinco
mil hombres con sólo cinco panes
y dos peces, ¿cuántos cestos de
panes aún sobraron?
Texto
para la lectura
17.
De los nacidos de mujer, no hay
nadie mayor que Juan Bautista
- Tras la resurrección del hijo
de la viuda de Naim, la fama de
Jesús aumentó aún más en toda
Judea y en las tierras vecinas.
Juan, hijo de Zacarías que ya
estaba encarcelado, llamando a dos
de sus discípulos, los envió a
Jesús, diciendo: “¿Eres tú
aquel que había de venir, o
esperamos otro?” Respondiendo,
Jesús les dijo: “Id, y anunciad
a Juan lo que habéis visto
y
oído: que los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos son
purificados, los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres
se anuncia el evangelio. Y
bienaventurado es aquel que en mí
si no escandalizara”. Luego, al
revelar a la multitud quien era,
en verdad, Juan Bautista, Jesús añadió:
“Y yo os digo que entre los
nacidos de mujeres no hay mayor
profeta que Juan Bautista; pero el
menor en el reino de Dios es mayor
que él. Y todo el pueblo que lo
oyó e los publícanos, habiendo
sido bautizados con el bautismo de
Juan, justificaron a Dios. Pero
los fariseos y los doctores de la
ley rechazaron el consejo de Dios
contra sí mismos, no habiendo
sido bautizados por él”.
18.
En casa de un fariseo, una
mujer unge los pies de Jesús
- Dijo el Señor, después de una
breve referencia del Maestro a la
misión de Juan Bautista: “¿A
quién pues compararé a los
hombres de esta generación, y a
quién son semejantes? Son
semejantes a los niños que,
sentados en las plazas, claman
unos a los otros, y dicen: Os
tocamos la flauta, y no bailasteis;
os cantamos lamentaciones, y no
llorasteis. Porque vino Juan
Bautista, que no comía pan ni bebía
vino, y decís: Tiene demonio.
Vino el Hijo del hombre, que come
y bebe, y decís: He ahí a un
hombre comilón y bebedor de vino,
amigo de los publícanos y de los
pecadores. Pero la sabiduría
es justificada por todos sus hijos”.
Dicho
esto, invitado por un fariseo de
nombre Simón, Jesús entró en la
casa de este para comer. Una mujer
de la ciudad, tenida como una
pecadora, conocedora de que él
estaba a la mesa con Simón, fue
hasta allá llevando consigo un
bote de alabastro con ungüento.
Poniéndose por detrás, ella
lloraba y le regaba los pies con lágrimas,
enjugándolos con los cabellos de
su cabeza, después se puso a
besarlos y ungirlos con ungüento.
El fariseo, viendo esa escena,
habló en voz baja para sí mismo,
sin emitir palabra: “Si este
fuera profeta, bien sabría quién
y cuál es la mujer que le tocó,
pues es una pecadora”. Leyendo
sus pensamientos, Jesús le dijo:
“Simón, una cosa tengo que
decirte. Un cierto acreedor tenía
dos deudores: uno le debía
quinientos dineros, y otro
cincuenta. Y, no teniendo ellos
con que pagar,
les
perdonó a ambos. Dice, pues, ¿cuál
de ellos lo amará más?” Simón
pensó y respondió: “Tengo para
mí que es aquel a quién más
perdonó”. Jesús le dijo:
“Juzgaste bien”. Y, volviéndose
para la mujer, añadió: “¿Ves
tú esta mujer? Entré en tu casa,
y no me diste agua para los pies;
pero esta me regó los pies con lágrimas,
y me los enjugó con sus cabellos.
No me de diste un beso, pero esta,
desde que entró, no ha cesado de
besarme los pies. No me ungiste la
cabeza con aceite, pero esta me
ungió los pies con ungüento. Por
eso te digo que sus muchos pecados
le son perdonados, porque mucho amó;
pero aquel a quien poco es
perdonado poco ama. Enseguida,
dirigiéndose a la pecadora, Jesús
le habló: “Tus pecados te son
perdonados”. “Tu fe te salvó;
vete en paz.” (Lucas, 7:31 a
7:50.)
19.
Nadie pone la candela bajo un
vaso, sino en el velador - Jesús
andaba de ciudad en ciudad y de
aldea en aldea, predicando y
anunciando el evangelio del reino,
y los doce discípulos iban con él.
En una de esas ocasiones, él contó
la parábola del sembrador y,
enseguida, él mismo la explicó,
advirtiendo entonces que nadie,
encendiendo una candela, la cubre
con algún vaso, o la pone bajo la
cama, sino la pone en el velador,
para que todos vean la luz. No hay
cosa oculta que no haya de
manifestarse, ni escondida que no
haya de saberse y venir a la luz,
justificó el Maestro. “Ved pues
como oís -- aseveró Jesús --;
porque a cualquiera que tenga le
será dato, y a cualquiera que no
tenga hasta lo que parece tener le
será quitado.” (Lucas, 8:1 a
8:18.)
20.
Jesús calma el viento y la
furia del agua - Fueron a
tener con Jesús su madre y sus
hermanos, pero, a causa de la
multitud que lo cercaba, ellos no
podían aproximarse a él. Alguien
entonces le dijo: “Están allá
fuera tu madre y tus hermanos, que
quieren verte”. Jesús,
respondiendo, le dijo: “Mi madre
y mis hermanos son aquellos que
oyen la palabra de Dios y la
ejecutan”. Tras esto, ocurrió
un hecho
muy
interesante. Estaban el Maestro y
sus discípulos en un barco,
cuando sobrevino una gran
tempestad. Los discípulos
quedaron asustados, porque el
barco estaba en la inminencia de
hundirse y Jesús dormía. Ellos
llegaron entonces a él y lo
despertaron, diciendo: “Maestro,
Maestro, perecemos”. Jesús se
levantó, reprendió al viento y
la furia del agua, e
inmediatamente se hizo la calma.
Enseguida, dirigiéndose a los
compañeros, indagó: “¿Dónde
está vuestra fe?” Y ellos,
temiendo, maravillándose,
diciendo unos a los otros: ¿Quién
es este, que hasta a los vientos y
al agua manda, y le obedecen? (Lucas,
8:19 a 8: 25.)
21.
Jesús no acoge el pedido del
ex-endemoniado gadareno –
Después de la cura del
endemoniado, las personas vinieron
a tener con Jesús para ver lo que
había ocurrido. Hallaron entonces
al hombre de quien habían salido
los malos Espíritus, vestido y
con el juicio en orden, sentado a
los pies de Jesús. Los que habían
visto lo que había ocurrido les
contaron como el hombre fuera
salvo. La multitud de la tierra de
los gadarenos rogó, entonces, al
Maestro que se retirara de sus
tierras, porque todos allí
estaban poseídos de gran temor.
Jesús, entrando en el barco,
volvió. Fue cuando el
ex-endemoniado le rogó que lo
dejara andar con él, pero Jesús
lo despidió, diciendo: Vuelve
para tu casa, y cuenta cuan
grandes cosas te hizo Dios. Y él
fue predicando por toda la ciudad
cuan grandes cosas Jesús le había
hecho. (Lucas, 8:33 a 8:39.)
Respuestas
a las preguntas propuestas
1.
Cuando Jesús contó la parábola
del sembrador, algunas mujeres que
habían sido curadas por él lo
acompañaban. ¿Cuáles son sus
nombres, según el evangelista
Lucas?
Eran
ellas María, llamada Magdalena,
de la cual salieron siete demonios;
Joana, mujer de Cusa, procurador
de Herodes, y Suzana, además de
muchas otras que lo servían con
sus bienes. (Lucas, 8:1 a 8:4.)
2.
¿Cuál es el sentido de la parábola
del sembrador, conforme la explicó
el mismo Jesús?
Conforme
Jesús explicó, la semilla es la
palabra de Dios. Los que están
junto al camino, estos son los que
la oyen, después viene el maligno
y les quita del corazón la
palabra, para que no se salven,
creyendo; los que están sobre la
piedra, estos son los que, oyendo
la palabra, la reciben con alegría,
pero, como no tienen raíz, sólo
creen por algún tiempo y al
tiempo de la tentación se desvían;
la que cayó entre espinos, esos
son los que la oyen y, yendo por
delante, son sofocados con los
cuidados y riquezas y deleites de
la vida, y no dan fruto con
perfección; y la que cayó en
buena tierra, esos son los que,
oyendo la palabra, la conservan en
un corazón honesto y bueno y da
fruto con perseverancia. (Lucas,
8: 10 a 8: 15.)
3.
Cuáles eran las características
de la posesión cuya cura acarreó
para Jesús su expulsión de la
tierra de los gadarenos?
En
la región citada, luego que Jesús
allí descendió, le salió al
encuentro, viniendo de la ciudad,
un hombre que desde mucho tiempo
estaba poseso de demonios. Él no
andaba vestido, ni habitaba en
ninguna casa, sino en los
sepulcros. Cuando vio a Jesús, se
postró delante de él, exclamando
y diciendo con gran voz: ¿Qué
tengo yo contigo, Jesús, Hijo de
Dios Altísimo? Te pido que no me
atormentes. Tales palabras fueron
dichas porque el Maestro había
ordenado al Espíritu inmundo que
saliera de aquel hombre; pues ya
hacía mucho tiempo que lo
arrebataba y, por eso, lo
guardaban prendido, con esposas y
cadenas, pero, quebrando las
prisiones, era impelido por el
demonio para los desiertos. Jesús
le preguntó: ¿Cuál es tu nombre?
Y él dijo: Legión; porque habían
entrado en él muchos demonios. Se
nota, por la descripción de
Lucas, que aquel hombre, debido a
la posesión, había perdido todo
el mando sobre sus actos y se hubo
hecho un juguete de los Espíritus
que lo atormentaban, una característica
de la posesión cuando es
producida por Espíritus malévolos.
(Lucas, 8:26 a 8:33.)
4.
Al atender a la hija de Jairo, que
juzgaban estar muerta, ¿quién
entró junto con Jesús en el
recinto en que se encontraba la
joven?
Entraron
en la casa, juntamente con Jesús,
Pedro, Santiago y Juan, además
del padre y de la madre de la niña.
Todos lloraban y la velaban, pero
él dijo: No lloréis; ella no está
muerta, sino duerme. Oyendo esto,
las personas se reían de él,
porque pensaban que ella estaba
muerta. Echándolos todos para
fuera, y cogiéndole la mano, Jesús
dijo a la enferma: Levántate, niña.
Y su espíritu volvió, y ella
inmediatamente se levantó, y Jesús
mandó que le diesen de comer. (Lucas,
8:49 a 8: 56.)
5.
Después de alimentar a casi cinco
mil hombres con apenas cinco panes
y dos peces, ¿cuántos cestos de
panes aun sobraron?
Después
que todos comieran y se saciaran,
aun restaron doce cestos. (Lucas,
9:13 a 9: 17.)