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¿Todo es obsesión?
La
obsesión, como las
enfermedades y todas las
tribulaciones de la
vida, debe ser
considerada prueba o
expiación y como tal
aceptar
(Parte 1)
¿Será así que todo es
obsesión? Una enfermedad
imprevista. Un accidente
de coche. Una discusión
familiar. Una dificultad
financiera. ¿Será todo
obsesión? Una pelea de
pareja. Una maledicencia
en la casa espírita. Un
pariente envolviéndose
con drogas. La vecina
fue agredida por el
marido. Aquella falta de
energía el lunes por la
mañana. ¿Será que eso es
obsesión? Mi planta se
secó, mi pececito del
acuario murió, mi gato
tosió, mi perro enfermó.
Creo que fue un obsesor
desencarnado, que
proyectó fluidos
maléficos en el pececito
que yo tanto adoraba,
sólo para que el muriese
y provocase una
depresión en mí.
Es..., ¡ese obsesor está
queriendo
desequilibrarme así!
¿Pero será así que todo
es obsesión? ¡Ah!
¡Espere un poco! ¡Eso es
una exageración! ¡Eso ya
es demasiado! Claro que
existen obsesiones, pero
creer que todo es
obsesión no es ser
espírita, ¡es ser
neurótico! ¡Es ser
fanático religioso! ¡Es
interpretar todo lo que
ocurre por la óptica
restringida del
Espiritismo! Es tener
pensamiento fijo. Eso sí
es, en verdad, crear una
auto-obsesión. ¡Todo
neurótico necesita sí,
es de un buen
tratamiento para
curarse! Está bien.
Concuerdo. Pero, antes
del tratamiento, hago la
siguiente propuesta:
¿vamos a estudiar un
poco juntos? Sin querer
agotar el tema, quién
sabe si los
esclarecimientos traídos
por la doctrina espírita
para auxiliarnos,
proporcionando una mejor
comprensión. Si deseamos
saber si todo es
obsesión o no, ¿vamos a
comenzar por el
principio? ¿Qué es
obsesión? ¿Cuál es el
concepto?
El codificador nos
esclarece en el
Evangelio según el
Espiritismo:
La obsesión es la acción
persistente que un
Espíritu malo ejerce
sobre un individuo.
Presenta caracteres muy
diversos, desde la
simple influencia moral,
sin perceptibles señales
exteriores, hasta la
perturbación completa
del organismo y de las
facultades mentales.
Destruye todas las
facultades mediúmnicas;
se traduce, en la
mediumnidad escribiente,
por la obstinación de un
Espíritu en
manifestarse, con
exclusión de todos los
otros. (1)
Queda claro que la
obsesión es ejercida por
un Espíritu malo (léase
y entiéndase: aún
transitoriamente
inferior, un Espíritu
ignorante, pues ignora
lo que es el bien),
generalmente
desencarnado, con
persistencia, con una
graduación muy amplia,
desde una simple
influencia moral hasta
la perturbación completa
del organismo y de las
facultades mentales.
¿Pero de qué forma es
realizada esa influencia
moral?
En la cuestión 456 del
LE, nos enseñan que los
Espíritus desencarnados
pueden ver todo lo que
hacemos, desde que
presten atención, y que
constantemente nos
rodean. En la LE 457
afirman que los
Espíritus conocen
nuestros más secretos
pensamientos y actos, y
cuando nos hallamos
solos es común tengamos
una multitud de
Espíritus que nos
observan. En la LE 459
afirman que los
Espíritus influyen en
nuestros pensamientos y
actos más frecuentemente
de lo que imaginamos,
que de ordinario son
ellos los que nos
dirigen. Y en la LE 460
confirman que
frecuentemente sufrimos,
en el mismo instante,
influencia de los
pensamientos de los
Espíritus y que esos
pensamientos, no de
extrañar, sean
contrarios unos a los
otros (pensamientos del
bien y del mal), están
mezclados en nuestras
mentes con nuestros
propios pensamientos.
La obsesión es como una
guerra constante
entre
el bien y el mal
Por lo que nos fue
enseñado en El Libro de
los Espíritus, en las
preguntas arriba
citadas, queda evidente
que desde la influencia
moral simple hasta la
perturbación completa
del organismo y de las
facultades mentales, y
toda su graduación
intermediaria,
presentadas por Kardec
en el concepto de
obsesión, ambas se
efectúan por una
influencia constante del
pensamiento del obsesor
sobre el pensamiento del
obsesado. Pensamientos
estos que inducen al
obsesado a desvíos
morales y las acciones
consecuentes de esos
desvíos, pensamientos
que tienen por objetivo
la perturbación de la
armonía del cuerpo y de
la mente del obsesado.
Haciendo una analogía,
la obsesión es como una
guerra constante entre
el bien y el mal, cuyo
campo de batalla es
nuestra mente. Las
luchas de esa guerra se
expresan por los
pensamientos,
articulados por el
Espíritu de cada uno de
nosotros, que,
utilizándose del libre
albedrío que posee,
conduce a la
responsabilidad de los
pensamientos, decisiones
y actos.
Desde el momento en que
Dios nos creó, simple e
ignorantes (LE 115),
somos seres pensantes.
No hay un sólo momento
en las veinticuatro
horas del día, y en
todos los días de
nuestra vida, en que
nuestro Espíritu no esté
pensando. Nuestra alma
es un Espíritu que
piensa (LE 460). Desde
el momento en que
alcanzamos, a través de
la evolución, la
conciencia de nosotros
mismos, alcanzamos el
libre albedrío de
nuestros pensamientos y
actos. Para que el libre
albedrío sea perfecto no
hay ninguna influencia
que sobrepuje la otra,
ni del bien sobre el
mal, y ni del mal sobre
el bien. O sea, hay un
equilibrio de
influencias
que sobrepuje a la otra,
ni del bien sobre el
mal, y ni del mal sobre
el bien. O sea, hay un
equilibrio de
influencias para que el
Espíritu pueda realmente
decidir por su libre
voluntad (LE 122) y así
ser el único responsable
por sus actos. Kardec
pregunta en la cuestión
LE 122 a y b:
a) ¿De dónde vienen
las influencias que
sobre él se ejercen? “De
los Espíritus
imperfectos, que buscan
apoderarse de él,
dominarlo, y que se
alegran con hacerlo
sucumbir. Fue eso lo que
se intentó simbolizar en
la figura de Satanás.”
b) ¿Tal influencia
sólo se ejerce sobre el
Espíritu en su origen?
“Lo acompaña en su vida
de Espíritu, hasta que
haya conseguido tanto
imperio sobre sí mismo,
que los malos desisten
de obsesarlo.” (2)
Es curioso observar como
algunos trabajadores y
dirigentes espíritas, a
pesar de tantas lecturas
y estudios, piensan que
están inmunes a las
obsesiones. Creen que
son inmunes a la
influencia espirituales
de los Espíritus
imperfectos. Argumentan
que el trabajo diario en
la casa espírita, sea en
el pase, en la
orientación, en la
exposición del
evangelio, en la
desobsesión, en la
asistencia social, en
las visitas a los
hospitales, guarderías,
asilos, sea en chabolas,
finalmente, todas las
acciones de caridad
verdadera crean un aura
de protección tan
intensa y amplia que se
hace imposible una
obsesión. Sí, es verdad
que tenemos protección
espiritual intensa y
amplia. Sí, es verdad
que atraemos a los
buenos Espíritus, y que
la presencia de ellos
aleja la presencia de
los Espíritus
inferiores. Sí, es
verdad que, cuando
estamos en un trabajo
activo y sincero en la
Siembra del Maestro
Jesús, andamos con
nuestro pensamiento
equilibrado, sintonizado
con los benefactores
espirituales, y eso
aleja los malos
pensamientos que puedan
sernos sugeridos por los
obsesores. ¿Pero será
que poseemos
íntegramente ese control
del pensamiento en las
veinte cuatro horas del
día?
Los Espíritus malos
pululan alrededor de
la
Tierra porque son
inferiores
¿Será que olvidamos que
somos Espíritus
imperfectos caminando en
el largo camino de la
evolución, y que
nuestras imperfecciones
atraen constantemente
los Espíritus que poseen
afinidad vibratoria con
nosotros? ¿Será que ya
conseguimos “tanto
imperio sobre nosotros
mismos, que los malos
desistieron en
obsesarnos”? (LE 122 b).
¿Será que ya podemos
dispensar el “Orad y
Vigilad”? Algunos
argumentan que los
Espíritus inferiores
quedan aislados y
restrictos sólo a los
lugares donde son
atraídos por personas
con la misma afinidad
moral, con la misma
afinidad de pensamientos
y de acciones. ¿Más cuál
es la afinidad moral de
la gran mayoría de los
habitantes de nuestro
planeta? Kardec nos
esclarece ese punto con
mucha sabiduría.
“Los Espíritus malos
pululan en torno a la
Tierra, en virtud de la
inferioridad moral de
sus habitantes. La
acción malhechora que
ellos desarrollan forma
parte de los flagelos
con que la Humanidad se
ve a brazos en este
mundo. La obsesión, como
las enfermedades y todas
las tribulaciones de la
vida, debe ser
considerada prueba o
expiación y como tal
aceptar.” (1).
Muchos de nosotros se
olvidan de que en el
transcurrir de nuestra
encarnación aquí en la
Tierra estamos expiando
débitos pasados y siendo
probados de diversas
formas, en el trabajo,
en la familia, en la
sociedad, en las
relaciones afectivas, y
también en nuestras
tareas en el campo
religioso.
Sujetos a la influencia
espiritual negativa, a
los ataques
espirituales,
finalmente, sujetos a la
obsesión estamos todos
nosotros, caminantes de
la evolución. Combates
espirituales entre el
bien y el mal son
trabados por todos
nosotros, en los
diversos estadios
evolutivos. Hasta los
Espíritus más elevados
enfrentan a los de más
pequeña elevación en el
transcurrir de sus
misiones, para la
implantación del bien en
el universo. Emmanuel
pondera sobre la intensa
batalla espiritual que
el Divino Maestro
entabló contra los
enemigos de su
Evangelio:
“Se olvidan, sin
embargo, de que la vida
de Jesús, en la Tierra,
fue una batalla
constante y silenciosa
contra obsesiones,
obsesados y obsesores.
El combate comienza en
el amanecer del
apostolado divino.
Tras la resplandeciente
consagración en el
pesebre, el Maestro
encuentra el primero
gran obsesado en la
persona de Herodes, que
decreta la matanza de
pequeñitos, con el
objetivo de aniquilarlo.
(4)
Sujetos a las
tentaciones y a las
obsesiones también
estuvieron los
apóstoles, Espíritus
escogidos antes de
reencarnar para la
misión maravillosa de
divulgar el Evangelio de
Jesús al mundo.
Espíritus que con
certeza poseían la fe
viva y operante, que
poseían una conexión
especial con el Maestro
de los Maestros, pero,
por encima de todo, aún
eran Espíritus
imperfectos, sujetos a
las tentaciones, pruebas
y expiaciones que son
necesarias a la
evolución de todos
nosotros.
Todos nosotros poseemos
aquí enemigos
de
existencias pasadas
Emmanuel nos presenta
las siguientes
ponderaciones:
“Entre los que le
comulgan el camino,
surgen obsesiones y
psicosis diversas. María
de Magdala, que se haría
la mensajera de la
resurrección, fue
víctima de entidades
perversas.
Pedro sufría de
obsesiones periódicas.
Judas era cegado en una
obsesión fulminante.
Caifas se mostraba
paranóico.
Pilatos tenía crisis de
miedo.
El día de la
crucificación, vemos al
Señor rodeado por
obsesores de todos los
tipos, a punto de ser
considerado, por la
multitud, inferior a
Barrabás, malhechor y
obseso vulgar.
Y, por último, como si
quisiera deliberadamente
legarnos una preciosa
lección de caridad para
con los alienados
mentales, declarados o
no, que examinan en el
mundo, el Divino Amigo
prefiere partir de la
Tierra en la intimidad
de dos ladrones, que la
Ciencia de hoy
clasificaría por
cleptomaníacos
pertinaces”. (5)
Sabemos que somos
Espíritus inmortales,
seres milenarios y que
ya pasamos por numerosas
reencarnaciones (LE 169
y LE 196), acumulando en
nuestro patrimonio
espiritual victorias y
derrotas, venciendo o
sucumbiendo a las
pruebas a que estuvimos
sometidos. Es natural
entendamos, por lo
tanto, que somos todos
deudores espirituales
acumulando errores y más
errores cometidos en
esas numerosas
encarnaciones.
Reforzando ese concepto,
André Luiz nos enseña
armoniosamente:
“Todos poseemos
desafectos de
existencias pasadas, y,
en el estadio de
evolución en que aún
respiramos, atraemos la
presencia de entidades
menos evolucionadas, que
se nos ajustan al clima
del pensamiento,
perjudicando, no es
raro, involuntariamente,
nuestras disposiciones y
posibilidades de
aprovechamiento de la
vida y del tiempo.” (6)
“Todos los encarnados
son médiums y antiguos
deudores unos de los
otros” (7)
Y Emmanuel también nos
presenta sabiamente
algunos pasajes con esa
enseñanza:
“Contra nuestro anhelo
de claridad, tenemos
milenios de sombra.
Anteponiéndonos a la más
humilde aspiración de
crecer en el bien,
vigorizan los siglos en
que nos complacíamos en
el mal.”
(8)
“Para todos nosotros,
que hemos errado
infinitamente, en el
camino largo de los
siglos, llega siempre un
minuto en que
suspiramos, ansiosos,
por el cambio de vida,
fatigados de nuestras
propias obsesiones.” (9)
La obsesión es siempre
el resultado de una
imperfección moral
Es difícil para todos
nosotros, después de
años y años de actuación
en el estudio y en la
práctica de la caridad,
comprendamos y aceptemos
que somos imperfectos y
deudores del pasado,
finalmente, que somos
Espíritus obsesados.
Porque las obsesiones
encuentran guarida en
nuestras imperfecciones
y en nuestros débitos
del pasado, como pondera
Kardec en el siguiente
pasaje:
“De igual manera que las
enfermedades resultan de
las imperfecciones
físicas, que hacen el
cuerpo accesible a la
influencias perniciosas
exteriores, la obsesión
es siempre el resultado
de una imperfección
moral, que da acceso
a un Espíritu malo. Las
causas físicas se oponen
a fuerzas físicas; a una
causa moral, se tiene
que oponer una fuerza
moral. Para preservarlo
de las enfermedades, se
fortifica el cuerpo;
para redimirlo de la
obsesión, es preciso
fortificar el alma, por
lo que necesario se hace
que el obsesado trabaje
por su propia mejoría,
lo que las más de las
veces basta para
librarse del obsesor,
sin recurrir a
terceros”. (1)
Esa concienciación, a
pesar de necesaria y
saludable, al principio
sacude nuestra
autoestima, trayendo una
sensación interior de
malestar. La mayoría de
nosotros prefiere,
entonces, negar esa
realidad, manteniendo
una auto-imagen irreal
conectada a la santidad.
Es más cómodo hallarse
santo que concienciarse
de lo contrario, y tener
que esforzarse en la
práctica de la reforma
íntima.
A pesar del problema
grave de la obsesión,
presentado por Kardec
como “el mayor escollo
en la práctica del
Espiritismo” (10), Dios
sabiamente nos concedió
también las herramientas
de la terapéutica
espírita para su
control, el remedio al
lado de la enfermedad.
Entre ellas la plegaria,
el pase, el estudio, la
orientación, la
explicación del
evangelio, la
mediumnidad con Jesús,
la práctica de la
caridad en todas sus
formas, y la herramienta
más específica que es la
sesión de desobsesión.
En todas esas
actividades recibimos
apoyo del plano
espiritual superior.
Eliminando fluidos
negativos y recibiendo
fluidos positivos.
Recibimos orientaciones
bienhechoras que irán a
sustituir en nuestras
mentes ideas
malhechoras, ideas que
habitan nuestras mentes
hace siglos. Que
nosotros mismos creamos
(auto-obsesión) y, así,
establecemos un hilo de
simpatía con los
Espíritus inferiores, o
ideas que fueron
introducidas (obsesión)
hábilmente en nuestras
mentes, de forma sutil y
gradual, por obsesores
especializados. Todas
las herramientas de la
terapéutica espírita
buscan darnos apoyo y
fuerzas para que podamos
ejecutar nuestra reforma
íntima, creando, así, un
aura de protección
contra la obsesión.
“Entre los escollos
que presenta la práctica
del Espiritismo, se
cumple coloque en la
primera línea la
obsesión, es decir, el
dominio que algunos
Espíritus logran
adquirir sobre ciertas
personas.
Nunca es practicada sino
por los Espíritus
inferiores, que procuran
dominar. (10)
En todos los casos de
obsesión, la plegaria es
el más poderoso auxiliar
de quien haya de actuar
sobre el Espíritu
obsesor. (1)
(Este artículo será
concluido en la próxima
edición de esta
revista.)
LE – Abreviatura de “El
Libro de los Espíritus”
- Edición FEB – 76ª
Edición; En las citas de
arriba donde aparece LE
seguido de un número,
este es la indicación en
el número de la pregunta
de “El Libro de los
Espíritus” citada.
Victor Manoel Ventura
Seco es estudiante de la
Doctrina Espírita hace
aproximadamente dos
décadas, habiendo
frecuentado diversas
casas espíritas en la
ciudad de São Paulo. ES
colaborador de la web www.espiritismoemdebate.com.br.
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