Científicos
ratifican lo que
Kardec dijo
sobre el
equívoco de los
astrólogos
La revista Vea
del 26 de enero
de 2011 publicó
una
esclarecedora
materia con el
título “Ten
confusión en el
cielo de la
Ciencia y en el
de la creencia”,
demostrando por
medio de los
estudios del
astrónomo
americano Parke
Kunkle, profesor
de la
Minneapolis
Community &
Technical Center,
el error que los
astrólogos a lo
largo de
|
 |
los
siglos
vienen
cometiendo,
una vez
que está
equivocada
la
interpretación
de los
movimientos
celestes
usada
por la
astrología
para
determinar
los
signos
de
acuerdo
con la
fecha de
nacimiento
de las
personas.
Los
estudios
referidos
revelan
que en
la
práctica
mucha
gente
pertenece
a un
signo
diferente
de aquel
a que
juzga
pertenecer. |
Kunkle afirma
que es un hecho
científicamente
incontestable:
el cielo de la
astrología está
equivocado. En
ese sentido
explicó que hace
3.000 años,
cuando los mapas
astrológicos
fueron hechos,
sus diseñadores
realizaron un
buen trabajo,
alineando el
trayecto del Sol
en el firmamento
con las
constelaciones.
¿Cuál, por lo
tanto, sería el
problema? El
problema es que
el cielo cambia,
por lo menos la
porción visible
del cielo
nocturno. Eso
significa,
afirma Kunkle,
que las
constelaciones
diseñadas por
los astrólogos
años atrás para
definir que
meses y días del
mes corresponden
a cada signo no
son las mismas
del cielo de
ahora. Eso se
debe al
posicionamiento
del eje de la
Tierra. Nuestro
planeta orbita
el Sol y gira en
torno a sí
mismo. Los
antiguos
imaginaban que
esos movimientos
fueran perfectos
– la órbita
sería circular y
el eje,
absolutamente
vertical.
La Ciencia
reveló que las
órbitas de los
planetas son
elípticas y que
el eje de la
Tierra tiene una
inclinación de
cerca de 23
grados. Si la
inclinación
fuera de cero
grado, una misma
migaja del cielo
nocturno sería
vista
eternamente de
un mismo punto
de la superficie
del planeta. Con
la inclinación
de 23 grados, el
cielo nocturno
que se observa
de un mismo
punto de la
superficie de la
Tierra cambia
con el tiempo,
debido a la
variación del
posicionamiento
del eje del
planeta.
La revelación no
es novedad para
el Espiritismo
Esas
afirmaciones,
por lo menos
para nosotros
los espíritas,
perdieron el
sabor de
novedad, pues
desde 1868 ellas
ya habían sido
proclamadas por
Allan Kardec en
su libro La
Génesis, en que
él examina en el
capítulo IX la
cuestión de las
revoluciones
periódicas de la
Tierra.
En ese capítulo,
en una nota al
pie, leemos
textualmente lo
siguiente:
“La precesión de
los equinoccios”
ocasiona otro
cambio: la de la
variación de la
posición de los
signos del
zodíaco. Con la
Tierra girando
en torno al Sol
a lo largo de un
año, a medida
que ella avanza,
el Sol, cada
mes, se
encuentra
delante de una
nueva
constelación.
Esas
constelaciones
son en número de
doce, a saber:
Aries, Tauro,
Géminis, Cáncer,
Leo, Virgo,
Libra,
Escorpión,
Sagitario,
Capricornio,
Acuario y
Piscis. Son
llamadas
constelaciones
zodiacales, o
signos del
zodíaco, y
forman un
círculo en el
plano del
ecuador
terrestre.
Conforme el mes
de nacimiento de
un individuo, se
dice que él
nació bajo tal
signo; de ahí
los pronósticos
de la
Astrología.
Pero, en virtud
de la “precisión
de los
equinoccios”,
ocurre que los
meses ya no
corresponden a
la mismas
constelaciones
que hace 2.000
años; por
ejemplo, quien
nace el mes de
julio no está
más en el signo
de León, sino en
el de Cáncer.
Cae, así, la
idea
supersticiosa
unida a la
influencia de
los signos. (La
Génesis, cap. V,
ítem 12).
El tercer
movimiento
La nota
redactada por
Allan Kardec
viene a
propósito al
explicar que la
“precisión de
los equinoccios”
ocurre por el
hecho de la
Tierra, además
del movimiento
anual en torno
al Sol, que
origina las
estaciones, y
del movimiento
de rotaciones
sobre sí misma
en 24 horas, que
determina el día
y la noche,
tiene un tercer
movimiento, que
se completa en
25 mil años, o
más exactamente,
25.868 años.
Ese movimiento,
que sería
imposible
explicar sólo en
algunas palabras
sin el auxilio
de figuras y sin
una demostración
geométrica,
consiste en una
especie de
oscilación
circular, que se
puede comparar a
la oscilación de
un diapasón
prestos a parar.
En consecuencia
de esa
oscilación, el
eje de la
Tierra,
cambiando de
inclinación,
describe un
doble cono, cuyo
vértice está en
el centro del
planeta, y las
bases comprenden
la superficie
circunscrita por
los círculos
polares, o sea,
una amplitud de
23 grados y
medio de rayo.
Vea la figura de
abajo: (1)
Cuantos creen
A pesar de no
tener la
astrología base
científica,
según la materia
de la revista
Vea, uno de cada
cuatro
americanos y
mitad de los
franceses creen
que su vida es,
en parte, regida
por los astros.
En Brasil, una
encuesta
reciente hecha
por internet con
2.000 brasileños
reveló que el
51% de ellos
leen el
horóscopo
diariamente y el
37% creen que
los astros
influyen
destinos y
apuntan caminos.
Ahora, para una
mejor
comprensión de
la creencia
supersticiosa
sobre la
influencia de
los signos en
nuestras vidas,
comencemos por
el análisis de
los grupos de
estrellas que
tomaron el
nombre de
constelación.
En la realidad,
ellas
constituyen no
más que formas
aparentes, en
razón de la
agregación de
estrellas
causada por la
larga distancia,
conforme
esclarece Allan
Kardec, en el
ítem 12 del
capítulo V, del
libro La
Génesis.
Con base en ese
razonamiento, el
Codificador del
Espiritismo
concluye
diciendo que, no
existiendo esas
agrupaciones
formadas de
estrellas sino
en la
apariencia, es
ilusoria la
significación
que una
supersticiosa
creencia vulgar
les atribuye y
solamente en la
imaginación
puede existir.
Además de eso,
dice aún el
Codificador, la
creencia en la
influencia de
las
constelaciones,
sobre todo de
las que
constituyen los
doce signos del
Zodíaco, provino
de la idea
conectada a los
nombres que
ellas traen. Si
al que se llama
“leo” fuera dado
el nombre de
“asno” o de
“oveja”,
ciertamente le
habrían
atribuido otra
influencia.
Creencia
superticiosa
Confirmando ese
esclarecimiento,
los Benefactores
Espirituales, al
ser preguntados
por Allan Kardec
en la cuestión
867 del Libro de
los Espíritus,
sobre el origen
de la expresión
“nacer bajo una
buena estrella”,
respondieron
enfáticamente
tratarse de una
antigua
superstición,
que prendía a
las estrellas
los destinos de
los hombres.
Dijeron también
ser una alegoría
que algunas
personas hacen a
tontas de tomar
al pie de la
letra.
La respuesta es
lógica, pues si
el destino del
hombre ya
estuviera
determinado por
las estrellas,
en él sería nulo
el libre
albedrío, y él
no tendría ni
culpa por
practicar el mal
ni mérito en
practicar el
bien.
Todo eso está de
acuerdo con las
enseñanzas de
Jesús, el
Espíritu más
perfecto y el
más sabio que
pasó por nuestro
planeta, cuando
afirmó
categóricamente:
“A cada uno será
dado según sus
obras”, y no
“Cada uno según
su signo”, por
faltar a esa
afirmación
fundamento
lógico y, sobre
todo, buen
sentido.
(1)
Para mayores
esclarecimientos,
consúltese el
gráfico del
movimiento de
precesión de la
Tierra, extraído
del libro La
Génesis, de
Allan Kardec,
revisado por
Cláudio Lirange
Zanatta y
editado por la
León Denis –
Gráfica y
Editora.
|