Lo que es
necesario para
ser un buen
médium
Desde que el
comandante
Edgard Armond
publicó su
excelente obra
“Puntos de la
Escuela de
Médium”, se
multiplicaron en
nuestro país los
llamados cursos
de mediunidad,
cuyo apogeo se
averiguó en la
década de 1970
con el Centro de
Orientación y
Educación
Mediúnica (COEM),
organizado e
implantado por
un equipo de
cofrades
liderados por el
dr. Alexandre
Sech, del Centro
Espirita Luz
Eterna, de
Curitiba-PR.
Poco, sin
embargo, se ha
dicho
últimamente
acerca de las
reales
necesidades del
médium para que
se torne un
medianero seguro
y confiable.
Evidentemente,
los autores
espiritas jamás
dejaron esa
cuestión sin
respuesta, lo
que se puede
comprobar
leyendo las
obras de Kardec
y Emmanuel.
Somos nosotros,
los trabajadores
de la mies, que
tenemos revelado
la tendencia de
reducir la
mediunidad a una
mera cuestión
técnica,
olvidados del
factor moral,
inherente a la
buena práctica
mediúnica.
Si, del punto de
vista del
mecanismo de la
comunicación, la
mediunidad, en
sí misma, no
depende del
factor moral,
del punto de
vista de la
asistencia
espiritual el
factor moral
constituye
elemento
esencial.
Médium
moralizados
cuentan con el
amparo de
Espíritus
elevados.
Por médium
moralizado nos
referimos al
medianero que
sigue una
existencia como
un auténtico
hombre de bien,
buscando ser una
persona humilde,
sincera,
paciente,
perseverante,
bondadosa,
estudiosa,
trabajadora y
desinteresada.
La primera
necesidad de un
médium es, por
lo tanto,
evangelizarse a
sí mismo, antes
de entregarse a
las grandes
tareas
doctrinarias,
pues de otra
manera podrá
chocarse con el
fantasma del
personalismo y,
de esa manera,
perjudicar el
cumplimiento de
su misión.
El modelo de
médium ideal es
aquel trabajador
que mejor se
armoniza con la
voluntad del
Padre Celestial,
cultivando las
cualidades que
atraen los
Espíritus Buenos
y destacándose
por el cultivo
sincero de la
humildad y de la
fe, de la
devoción y de la
confianza, de la
buena voluntad y
de la
comprensión.
En El libro
de los Médium,
cap. XX, ítem
227, son
relacionadas las
cualidades que
atraen los
Espíritus
Buenos.
Aquí están:
I. la bondad
II. la
benevolencia
III. la
simplicidad del
corazón
IV. el amor al
prójimo
V. el
desprendimiento
de las cosas
materiales.
Los defectos
opuestos a esas
cualidades
apartan,
evidentemente,
los Espíritus
elevados, lo que
constituye un
obstáculo que el
médium
consciente de la
importancia de
su facultad
tiene de
transponer.
Sabemos que la
mediunidad no
representa en sí
misma ningún
mérito para
quien la posee,
una vez que su
aparecimiento,
como ya lo
vimos, independe
de la formación
moral del
individuo. Es
por eso que
personas de
comportamiento
moral dudoso
pueden ser
dotadas de
facultades
mediúnicas y
encontrar
entidades
espirituales que
les secunden la
voluntad y el
pensamiento,
asociándose a
ellas en la red
de
desequilibrio.
Ser buen médium
es cosa
distinta, como
Kardec explica
en el siguiente
pasaje: “Nadie
podrá tornarse
buen médium si
no lograr
despojarse de
los vicios que
degradan la
humanidad” (Revista
Espirita de
1863, p. 213).
“Todo hombre
puede tornarse
médium; pero la
cuestión no es
ser médium; es
ser buen médium,
lo que depende
de las
cualidades
morales.” (Id.,
ibidem.)
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