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Año 4 201 – 20 de Marzo de 2011

MARCOS PAULO DE OLIVEIRA SANTOS     
mpoliv@bol.com.br     

Taguatinga, Distrito Federal (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org



Ensayo sobre la Muerte

(Parte 1)

 
 “Queréis conocer el secreto de la muerte.
¿Pero como podréis descubrirlo si no lo buscarais en el corazón de la vida?
La pareja del búho, cuyos ojos, hechos para la noche, son velados al día, no puede desvelar el misterio de la luz. Si queréis realmente contemplar el espíritu de la muerte, abrí ampliamente las puertas de vuestro corazón al cuerpo de la vida.
Pues la vida y la muerte son una y la misma cosa, como el río y el mar son una y la misma cosa.
En la profundidad de vuestras esperanzas y aspiraciones duerme vuestro silencioso conocimiento del más allá; Y como semillas soñando bajo la nieve, así vuestro corazón sueña con la primavera.
Confiad en los sueños, pues en ellos se ocultan las puertas de la eternidad.
Vuestro temor de la muerte es semejante al temor del campesino cuando comparece delante del rey, y este le extiende la mano en señal de consideración.
¿No se regocije el campesino, a pesar de su temor, de recibir las insignias del rey?
¿Pero, no está él más atento a su temor que a la distinción recibida?
¿Pues, que es morir sino exponerse, desnudo, a los vientos y disolverse en el sol?
¿Y qué es cesar de respirar sino liberar el hálito de sus mareas agitadas, a fin de que se levante y se expanda y busque a Dios libremente?
Es solamente cuando bebáis del río del silencio que podréis realmente cantar.
Es solamente cuando alcancéis la cima de la montaña que comenzaréis a subir.
Es cuando la tierra reivindique vuestros miembros que podréis verdaderamente bailar.”  (Gibran Khalil Gibran.)


Llega un determinado momento de la existencia del ser humano que le parece no tener más presión psicológica del corazón y del pensamiento. Los sueños son dejados de lado. Las nuevas esperanzas son empanadas por la edad madura. La vida parece estacionar... los hijos ya están más o menos encaminados, ya no se tienen desafíos naturales de la vida familiar, las horas, semanas, meses y años pasan uniformes e indiferentes. Ese cuadro de apatía es común en muchos de nosotros, que aún no aprendemos a cultivar el tiempo precioso en la labor del bien individual y colectivo. Y en las valiosas conquistas del Espíritu.

Leyendo la obra Obreros de la Vida Eterna, de André Luiz, dictada al nostálgico Chico Xavier, encontramos: “Nuestros amigos de la esfera carnal son aún muy ignorantes para el trato con la muerte. (...) Por eso es por lo que, de momento, los muertos que entregan despojos a los solitarios tanatorios de la indigencia son mucho más felices.” (pág. 224)

Tal afirmación nos provocó gran impacto e hizo que reflexionáramos.

¿Estamos suficientemente educados para la muerte?

La magna cuestión nos inquietaba día trás día. Concluimos que no, a despecho de las valerosas enseñanzas espíritas.  

Por eso resolvemos contribuir, modestamente, con el pensamiento espírita cristiano a través de este sencillo ensayo.

Llegará el día, inexorable, en que dejaremos el nido planetario. Reflexionar sobre esa transición natural es de suma importancia.   

¡De este modo, hicimos un recorte de algunas obras del Espiritismo y breves comentarios acerca de la temática que no se agotan! Al contrario, fomentan el debate fraterno en los estudios sistematizados de la doctrina espírita. Es necesario que el amigo lector comprenda que no se encuentran catalogadas directrices jactanciosas con la presunción de enseñar un fenómeno que será impar para cada uno de nosotros. Es importante saber lo que está descrito ricamente en la literatura espírita para que en el momento de la crisis de la muerte no nos desesperemos. Pero, todas los cambios del momento dependerán de nuestro modus vivendi mientras aún estamos encarnados... La muerte no es ninguna mensajera de transformaciones. Cada uno muere conforme vive.

¿Qué es la muerte?

Durante un ancho periodo de la historia terrestre, la muerte era considerada la cesación del funcionamiento cardíaco y respiratorio.

De hecho, el cerebro sufre daños irreversibles privándose de oxígeno por más de cuatro minutos. De este modo, en la antigüedad, el criterio utilizado era solamente analizar esa función (la respiración) para constatar la muerte de una persona.  

Con el advenimiento científico-tecnológico, particularmente los aparatos de ventilación mecánica, fue posible revertir un cuadro de parada respiratoria. De tal modo que, las personas que antes eran consideradas muertas, gracias a los aparatos y medicamentos, volvían a la vida orgánica.

A partir de la década de 1960 se hizo más importante aún establecer el momento de la muerte, visto ser ejecutado ya en aquel momento el trasplante de órganos.   

A partir de eso, las autoridades médicas del mundo establecieron que la muerte orgánica ocurre cuando hay “pérdida completa e irreversible del tronco cerebral”. O sea, cuando el órgano cerebral no presenta más actividades (que son detectadas por aparatos específicos) se teme la muerte, aunque los otros órganos puedan estar en pleno funcionamiento.

Temor de la muerte

El preclaro Codificador de la Doctrina Espírita, Allan Kardec, en la obra El Cielo y el Infierno tuvieron ensayo de reflejar y escribir sobre el temor de la muerte. Él inicia su explicación aseverándonos que es intuitiva la certeza de la inmortalidad del alma en todos los seres humanos, independiente del contexto cultural en que se vive. Del silvícola al ser humano considerado más civilizado, la creencia de la vida después de la desagregación molecular es una certeza incontestable. A despecho de esa centinela interior cantando la inmortalidad en nuestras mentes y corazones, aún perdura el sentimiento de temor al fenómeno de la muerte. ¿Por qué ocurre eso?

Veamos lo que nos dice el egregio Codificador en la obra referida:

1. Efecto de la sabiduría divina.

Hay en toda criatura, principalmente en el ser humano, un instinto de conservación. Ese instinto es un efecto de la sabiduría divina, porque tiene por objetivo evitar que nos retiremos prematuramente de la existencia material. El fragor de las luchas cotidianas, la supervivencia, los “caprichos” de la vida, el trabajo, la familia y la esperanza en el porvenir, entre otros factores, dan sentido psicológico a la existencia terrestre y hacen que no la abandonemos.

2. Noción insuficiente de la Vida Futura.

Reflexionar e intentar comprender el porvenir son de fundamental importancia para aquellos que se dedican a los estudios espiritistas. Muchas veces, realizamos una lectura superficial de los fenómenos de desencarnación en la literatura sin atender a las entrelíneas. Un sin-número de veces no conseguimos adiestrar nuestra mente a la verdad incontestable del Espíritu inmortal, porque damos más valor a la cosas que nos afectan las impresiones sensoriales que a los hechos espirituales que acompañan al ser humano desde que el primer hombre habitó la Tierra. Dar más valor al espíritu es la meta del ser humano moderno. No se puede olvidar más esa cuestión.

3. Educación.

Históricamente el ser humano ha recibido una educación no muy confortadora acerca del porvenir. Le fue presentado un paraíso ocioso y tedioso, pisado en una beatitud contemplativa; un infierno eterno y repleto de torturas terribles; un Dios castigador, vengativo..., entre otros hechos. Allan Kardec asevera aún: “Los siglos se suceden a los siglos y no hay para tales desgraciados siquiera el consuelo de una esperanza y, lo que es más atroz, en nada les aprovecha el arrepentimiento. De otro lado, las almas convalidas y afligidas del purgatorio aguardan la intercesión de los vivos que orarán o harán orar por ellas, sin nada hacer de esfuerzo propio para progresar.” (pág. 23)

Las prácticas exteriores, el bautismo para ser salvado, la “compra” de inducciones que sirven de intermedio para gozos eternos etc. corresponde al que nos fue pasado históricamente. Se trata de una educación obtusa que nos castra la razón.  Y el menor razonamiento nos lleva a creer que no pasan de cuestión fútil de la moralidad inferior del ser humano. No se concilian con la práctica de la caridad por el individuo, con su transformación moral, con su contribución para la edificación de un mundo mejor...

4. Apego a los bienes materiales.

El apego a los bienes materiales es un reflejo de la histórica educación equivocada que hemos recibido. Vivimos en un mundo “sujetivo”. Es más atractivo tener cosas  que ser personas mejores. Buscamos incesantemente la fortuna, los placeres sensoriales, la grasa de la comida pesada, el alcohol etc. Damos valor a las cosas tan insignificantes que, bajo nuestra óptica errónea, es difícil delimitar la frontera entre lo superfluo y lo necesario.

Nos gustaría abrir un paréntesis para reproducir la poesía de Fernando Correia Pina que refleja esa situación que vivimos en el mundo.  

Veamos: 

Saldo Negativo 

Duele mucho más arrancar un cabello de un europeo que amputar una pierna, en frío, de un africano. Pasa más hambre un francés con tres comidas por día que un sudanés con un ratón por semana.

Es mucho más enfermo un alemán con gripe que un hindú con lepra. Sufre mucho más una americana con caspa que una iraquí sin leche para los hijos.

Es más perverso cancelar la tarjeta de crédito de un belga que robar el pan de la boca de un tailandés. Es mucho más grave tirar un papel al suelo en Suiza que quemar un bosque entero en Brasil.

Es mucho más intolerable el shador de una musulmana que el drama de mil desempleados en España. Es más obscena la falta de papel higiénico en un hogar sueco que la de agua potable en diez aldeas de Sudán.

Es más inconcebible la escasez de gasolina en Holanda que la de insulina en Honduras. Es más rebelde un portugués sin celular que un mozambiqueño sin libros para estudiar.

Es más triste una naranja seca en un kibutz hebreo que la demolición de un hogar en  Palestina.

Traumatiza más la falta de una Barbie de una niña inglesa que la visión del asesinato de los padres de un niño ugandés y esto no son versos; esto son débitos en una cuenta sin provisión del Occidente.

El canto del poeta portugués refleja el mundo caótico en que vivimos y la inversión de los valores que adoramos. El apego a los bienes materiales es de tal naturaleza que somos incapaces (con raras y honrosas excepciones) de sensibilizarnos con nuestros hermanos desafortunados. Desde que la situación negativa no nos alcance, todo está muy bien. Sólo conocemos el drama del otro, cuando lo vivimos. Y la objeción de la vida terrestre es un óbice a una  mejor comprensión de la vida futura.

El fenómeno de la muerte es encarado más negativamente que con esperanza. Las ceremonias que la envuelven son repletas de escenas tristes y que de cierto modo causan pavor. La idea de pérdida nos rodea en todo momento; sin embargo, se hace menester que esa lúgubre idea desaparezca. La pérdida no existe. Sino sólo una breve nostalgia que acabará tan pronto llegue el momento del reencuentro sellado por la muerte.

Entrenamiento para la muerte

El capítulo “Entrenamiento para la muerte” presente en la obra Cartas y Crónicas, psicografiada por Francisco Cândido Xavier, de autoría del Espíritu Hermano X, es una síntesis de nuestra conducta antes del gran viaje.  

De entrada, el ínclito comentarista del Más Allá se ve incapacitado para la tarea de traer algunas informaciones importantes para nuestro comportamiento antes de la desencarnación. Sin embargo, debido a sus incontables textos de belleza in común, somos inclinados a continuación sus seguras orientaciones que presentamos más abajo.

Lo que anhela el Hermano X en el texto mencionado es sugerir cambios aún cristalizadas en nosotros y que, de cierta manera, son obstáculos difíciles cuando nos encontramos en la erraticidad.  

Nos dice él: “Comience la renovación de sus costumbres por el plato de cada día. Disminuya gradualmente la voluptuosidad de comer la carne de los animales. El cementerio en la barriga es un tormento, tras la gran transición. El lomo de cerdo o el bistec de ternera, templados con sal y pimienta, no nos sitúan muy lejos de nuestros antepasados, los tamoios y los caiapós, que se devoraban unos a los otros. Los excitantes anchamente ingeridos constituyen otra peligrosa obsesión.” (pág. 22)

La temática sobre la ingestión o no de carne ya es vieja conocida de aquellos que se dedican a los estudios espiritualistas (1). Todas nuestras idiosincrasias son llevadas con nosotros para el mundo espiritual. Reflexionar sobre nuestra alimentación e intentar modificarla, haciéndola mejor, es una tarea que no podemos postergar más.

Afirma con mucha propiedad el Espíritu Hermano X que nosotros debemos modificar nuestra alimentación paulatinamente. Cuando hacemos apuntes sobre esa cuestión de la alimentación carnívora en nuestros estudios y/o artículos publicados recibimos las críticas de los compañeros espíritas de que lo importante es la transformación moral. ¡Es obvio que los valores morales tienen prioridad! Ni discutimos tal cuestión, pero no podemos ignorar las enseñanzas y recomendaciones soberanamente divulgados por los Espíritus benefactores que hacen tales afirmaciones para nuestra propia evolución y mejoría. (Continúa en la próxima edición.)

 

(1) Si el lector tiene interés, tuvimos deseo de publicar un breve artículo sobre la temática en la Revista Internacional de Espiritismo de octubre de 2005, así como en las ediciones 174 y 175 de esta misma revista, disponible en http://www.oconsolador.con.br/año4/174/especial.html



 


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